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Agricultura y naturaleza

Paco y Miguel, dos labradores de l’Horta Nord de Valencia

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Ofrecemos a continuación la transcripción casi literal de la entrevista mantenida con Miguel Albors y Paco Berenguer, el primero labrador jubilado y el segundo en activo en l’Horta Nord de Valencia, en la zona de los alrededores del Monasterio de San  Miguel de los Reyes. Miguel Albors Gil (74 años, nacido en 1942 en el molino de San Miguel o Alquería de Albors) y Francisco Berenguer Gaspar (59 años, nacido en la Avenida de la Constitución de Valencia en 1956). La entrevista y las fotos las realizó Fernando Bellón el 8 de agosto.

Miguel. Mi padre era labrador. Yo dejé de trabajar en el campo porque veía que no había porvenir, como muchos jóvenes han dejado de trabajar en el campo. Entonces, un campo de seis hanegadas se dio a cambio de edificación, y montamos un cine en el año 67, y de ahí me dejé de trabajar el campo. Yo me dejé de trabajar al campo porque la agricultura, aquí en Valencia, en aquellos tiempos, había un porvenir. Un labrador con 12 hanegadas vivía y mantenía a toda su familia. Hoy, con 200 hanegadas no puede mantenerla, entre los jornales… Ha subido todo. Y yo te voy a contar una anécdota, que cuando estábamos haciendo el cine en el año 69 mi padre y yo teníamos unas 20 hanegadas, pero ese año teníamos 10 hanegadas de patatas. Entonces, esas patatas se vendieron a 40 pesetas (que eran pesetas en aquel tiempo) el kilo. Sacamos dos millones de pesetas limpios. Y con eso ayudamos para pagar el cine. Pero… esta anécdota te la digo por cómo conforme se pagan ahora los precios a conforme se pagaban antes. De la diferencia que hay, el precio que pagan ahora es menor al año 68.

Paco. 22 céntimos… Escúchame, a 30 céntimos las vendí yo, que son…

¿A 30 céntimos de euro?

Paco. No perdón, a veinticinco, creo.

Vamos a centrarnos en el pasado, luego volveremos al presente. Miguel, ¿cómo fueron tus inicios en la agricultura, cómo aprendiste…?

Paco, a la izquierda y Miguel a su lado, delante de la antigua Alqueria de Albors, donde nació Miguel.

Paco, a la izquierda y Miguel a su lado, delante de la antigua Alqueria de Albors, donde nació Miguel.

Miguel. Mis inicios en la agricultura, como te he dicho que mi padre era labrador, yo estudiaba en los Salesianos, que estudiaban bachiller los Potros, los ricos, y los Borregos, que éramos nosotros, que estudiábamos Comercio. Yo, en segundo de Comercio me enfadé con un salesiano, y le dije a mi padre, yo quiero ir a una academia, y mi padre quería que estudiara, “o a los Salesianos o al campo”, “pues, al campo”.

¿Qué edad tenías?

Miguel. Yo entonces tenía 14 años. Yo, con 14 años ya me fui con mi padre a trabajar al campo, y hoy me pena no haber estudiado ya hace muchos años, pero bueno, eso son anécdotas… Yo me fui a mi padre a trabajar, y todos los días nos levantábamos a las seis de la mañana al campo, y a los 15 años ya iba yo con dos percherones a la playa para cargar arena de la playa, cruda, para “enchasar” a los cerdos

¿Para qué?

Miguel. Para poner de cama a los cerdos, “enchasar” es una palabra valenciana. Entonces, para hacer de cama, tapar los meados y las heces, y tirábamos la fresca para que se acostaran, cuando la revolvían… Entonces, la arena de la playa para el campo es muy mala porque tiene mucho salitre, pero por el orín y las heces de los cerdos, podrida, para los campos era muy buena. Esta zona de aquí, toda la tierra es tan fina, por toda la arena podrida que se ha tirado a los cerdos, tal como en la Valencia Norte, Alboraya, Tavernes, Almássera, toda esta zona, en las casas de labranza habían cerdos.

En mi casa, y no era de las mayores, se criaban cien cerdos al año. Entonces, cuando venía el mes de noviembre, diciembre, se sacaba y se abonaban los campos para la cosecha de cebollas o de patatas. Y quedaba bien abonada, y luego venían las cosechas de verano, que quedaba bastante abono, para cultivar nuevas cosechas de verano. Aquí ha habido veces en la Huerta valenciana, eso que se dice, es la más productiva, porque yo a un campo, mi padre y yo hemos hecho cinco cosechas al año.

Detrás de Paco y de Miguel, en la esquina de las hoy calles de Santiago Rusiñol y San Juan Bosco había un pozo. De vez en cuando se hunde el firme de las calles.

Detrás de Paco y de Miguel, en la esquina de las hoy calles de Santiago Rusiñol y San Juan Bosco había (y hay) un pozo. De vez en cuando se hunde el firme de las calles.

¿Dónde teníais los campos?

Miguel. Los campos los teníamos aquí, en el huerto de San Miguel de los Reyes, que eran, arrendados primero, y luego fueron comprados… en el año 41… por ejemplo nosotros con la alquería, que era el molino de San Miguel de los Reyes, y las tierras. A cada arrrendador [el propietario] le vendió lo que trabajaba.

¿Cuántas hanegadas, más o menos, tendríais?

Miguel. Sobre unas 22.

¿Para una familia entera?

Miguel. Sí, sí.

¿Cuántos érais en la familia?

Miguel. En la familia éramos mi padre, mi madre y tres hermanas y yo. Pero la tierra era también de dos hermanos más.

¿Eran varias familias?

Miguel. Eran varias familias, exactamente.

¿Qué plantábais, cómo hacíais?

Miguel. Pues como te he dicho, la primera cosecha que se plantaba normalmente eran patatas, que se plantaban para enero, mejor dicho, las “primerencas” para la Purísima, del 8 de diciembre a Navidad. Luego, si había llovido, pues te tenías que retrasar y plantabas en enero, porque las patatas, allá a últimos de abril y primeros de mayo se cogían, porque esta patata se utilizaba para la exportación a Europa, que la “labor” venía de Holanda y de Bélgica.

Paco. Aún viene de Holanda. Esa la compro yo…

Miguel. De allí viene porque la simiente de aquí no valía, se “rebornedecía”, no criaba bien, era como si dos hermanos tienen un hijo, sabe un poco mal.

Paco. Consanguinidad.

Miguel. Entonces con la labor [la simiente] pasa lo mismo. Y entonces plantábamos las patatas, se cogían a últimos de abril, a primeros de mayo. A continuación se plantaba… o las cebollas, viene a ser la misma duración. Las cebollas también se plantaban, la cebolla babosa que se decía antes, ahora es “monquilina”, ¿no Paco, monquilina? Es la mejor cebolla que hay para comer, que no pica y es muy dulce. Y entonces, una vez cogidas las patatas, sin abonar ni nada, se plantaban melones, o se plantaba tabaco. Los melones y el tabaco, no te voy a hablar más de cosecha porque nos enrollaríamos más, te hablo de las dos más normales que se plantaban.

Paco. Y chufas.

Miguel. Y chufas.

¿En abril o mayo?

Miguel. Sí, sí, en mayo. Y los melones y las patatas, a final de agosto, primeros de setiembre se quitan de la tierra, terminas. Luego vienen las chufas, que las tienes que tener hasta el mes de noviembre, y es la que más chupa de la tierra, es la que más «desalimenta» a la tierra, la que más alimento coge. Y entonces, después de… te voy a hablar de cuatro cosechas al año… después del tabaco y los melones se plantaban coles, o primero lechugas, mejor dicho, primero un campo de lechugas que se criaban en un mes y medio, porque hacía calor, la lechuga con el calor crece mucho más. Y a continuación de las lechugas se plantaban coles, que las venías a coger para Navidad. Entonces eso son cuatro cosechas que se hacían en la Huerta valenciana todos los años. Porque lo normal eran dos cosechas.

¿Qué le echábais a la tierra?

Miguel. A la tierra, luego de este estiércol que yo te he dicho que por eso es tan fina [la tierra de] estos campos de aquí, luego le ayudábamos a las cosechas de detrás… entonces solo había nitrato de Chile, que era amoniaco y urea, para ayudarles a la cosecha; pero no se tiraba

Y eso lo comprábais en…

Sí, eso lo comprábamos en los almacenes que había, que vendían piensos, vendían todo junto, abonos y insecticidas. Entonces se sulfataba muy poco.

¿Y esos almacenes estaban aquí en Orriols?

Miguel. Estaban por aquí, en la avenida de la Constitución, antiguamente la carretera de Barcelona. Estaba Casa El Gato, estaban dos o tres también, cerca, por aquí.

Los barrios de Orriols que se ven por aquí no existían, ¿no?

Miguel. Aquí solo existían tres núcleos de población, Orriols, el más antiguo, que fue pueblo, tuvo cárcel y alcalde, hoy es una barriada de Valencia, existía San Jerónimo. En Orriols vivían los más pobres, en San Jerónimo, los más ricos…

¿Dónde está San Jerónimo?

Miguel. La avenida de la Constitución. Pesset Alesandre y Primado Reig, final de calle Sagunto, de ahí hasta San Miguel de los Reyes, eso era San Jerónimo. Ahí estaban los más pudientes. Ahí estaban las mejores destilerías de Valencia. «Habían» tres, que yo conozco, Terrabil, destilería Vila…

Paco. Bernardo…

Miguel. Bernardo, casa Riera. Una de las casas famosas que ganó varios premios en Nueva York, uno de ellos, la Crema de Riera, que de ahí se sacó el Licor 43. Hoy en día ninguna existe ya. Vino malos tiempos.

¿Eran destilerías de licores?

Miguel. Yo ahí, en Casa Riera, el padre, que era un poco más joven que mi padre, yo soy muy amigo de los hijos, éramos, porque era poca población y nos conocíamos, íbamos a jugar allí, que era muy grande, Casa Riera, en el almacén y todo… Y el padre, si tú querías un coñac de Veterano, te lo imitaba, si querías Terry, no distinguías el verdadero con el que este señor imitaba. Y te hacía unos refrescos de esencia de fresa, de naranja, que eso en verano, con agua fresca…

Paco. Agua de seltz.

Miguel. Agua selz, allí íbamos, era un refresco como este. Y te refrescabas.

¿Cuándo empezasteis a meterle a la tierra fitosanitarios, pesticidas, herbicidas…?

Miguel. Entonces se sulfataba muy poco. Casi era ecológico, porque el estiércol era ecológico. Eso vino a partir de los 65-70, que empezaron a venir plagas, porque entonces yo me acuerdo que solo existía una plaga, que era el escarabajo, existe aún, pero poco. Entonces se sulfataba muy poco, hoy en día nos invaden, a partir del 65, 70 la agricultura hay que sulfatarla mucho, porque si no no puede recoger, está la mosca blanca, está el escarabajo, está la “arañeta”, está el piojo, un sinfín, miseria.

Por cierto, la tierra que teníais cuando comprasteis el cine, ¿os deshicisteis de ella o seguisteis cultivando?

Miguel. Cuando hicimos el cine, se hizo a cambio de obra. Pero las otras siete hanegadas que nos quedaban, seguimos cultivándolas. Hasta que ya vino una época que mi padre murió, ya no la llevamos, y entonces la pusimos en arriendo a Francisco Berenguer, este señor, que lleva ya… y yo no sé cómo nos puede pagar. Porque yo le digo, “Paco, que la tierra es de mis hermanas y mía”, y yo le digo, “Paco, si no puedes pagar, yo, por mí, es gratis, para que no se pierda”. Es que no ganan nada. Yo no sé cómo puede haber labradores en Valencia aún.

Para acabar este tramo, vamos a hablar de las inundaciones.

Miguel. 47 y 49. La del 47… No fueron riadas, fueron barrancadas, del barranco Carraixet, el río también se salió, pero muy poco, el Turia. La del 47 fue floja, el barranco Carraixet, que nace en l’Oronet una rama y en Gátova, la sierra no me acuerdo ahora cierto el nombre… la que nace en l’Oronet es la Calderona, un ramal, el Oronet del Garbí, y el que nace en Gátova tiene esa sierra un nombre, cerca de la Calderona. Y entonces, en el término de Bétera se «ajuntan» y es el barranco del Carraixet, que no lleva una gota de agua, va seco, pero cuando viene, ojo. Esas montañas de ahí, si llueve torrencialmente se recoge mucha agua. Y entonces, la del 47 fue una barrancada fuerte, pero medio floja. La que fue grande fue la del 49. El 48 no hubo, el 49 repitió…

¿En octubre?

Paco. Con la gota fría.

Miguel. Eso viene, sí, con la gota fría. La primera fue el día de mi santo, el día de San Miguel, cuando mi padre estaba cazando en Cuenca. Y la vimos pasar por la alquería, pasaban dos dedos de agua, se salía por el corral, y nada. Y la del 49 fue más fuerte, que fue el 12 de octubre. Y ahí murió mucha gente, en Alboraya, en Carpesa también murió gente, en Almássera, en Tavernes Blanques y orillas de la playa. Fue una cantidad de agua muy grande, menos mal que el río de Valencia también se salió, pero muy poco.

No llegaron a juntarse, porque hay aquí una vaguada que parte justitamente en Primado Reig y Pesset Aleixandre, aquí a donde está hoy la ronda, eso es otro hoyo. Yo he pasado en hombros a mujeres mayores, cuando era joven, a la otra acera, porque se metía un metro y pico de agua. Entonces, en el 49 esa riada fue muy fuerte. Yo recuerdo que el muro de San Miguel se llevó trozos de muro, que aún se ve la falta, que no se han repuesto, que nosotros teníamos un campo de siete hanegadas, y el margen de abajo era de obra, entonces, que hay más de cien metros, el agua no pudo traspasar el margen y se pararon allí, y mi padre, dos caballos le quitaron veintiún carros todo lleno de escombros de cada mole de obra que había.

Recuerdo también que había un carro cargado enfrente, que era casa Chirivillano, y se lo llevó a alta mar. Recuerdo que la dueña de la Patacona se salvó por la Papelera Española que tenía un montón de balas, se subió a un montón de balas, y la recogieron en alta mar con diez o doce balas, porque las balas se iba “derruliendo”. Y cogió allí, y la salvaron. Y murieron pues muchos animales de la huerta, tal como vacas, toros, cerdos, gallinas, conejos, aquello fue un desastre.

Si murieron es porque estaban, que había animales en las alquerías…

Miguel. Exactamente. Por ejemplo, dicen, “en la guerra se pasó hambre, la única que no pasó hambre fue la Huerta!” ¿Por qué? Porque tenían tomates, patatas, tenían un cerdo, tenían la vaca que le sacaban la leche, tenían conejos, tenían patatas, tenían cebollas…

Paco. Tenían gallinas…

Miguel. Tenían gallinas, que ponen los huevos, claro. En la capital se pasó hambre en la posguerra y eso, pero en la Huerta Valenciana no se pasó hambre.

Paco. Y estaba el trasiego del contrabando, ¿no?

Miguel. De la carne.

Paco. Cambiabas aceite por huevos…

Miguel. El trueque, el trueque.

Vamos a pasar a Paco ahora.

Paco. Una cosa te quería decir, el barranco que está diciendo es el que desemboca en la ermita dels Peixets…

Miguel. Allí donde está Port Sa Playa.

Paco. Donde iban a hacer ese macroconcierto. [Véase  ]

Miguel. Separa el término de Valencia de Alboraya, el barranco.

Paco, tú, ¿cuántos años tienes?

Paco. 59, me queda poco para 60.

Eso quiere decir que naciste en el 56, el año de la riada…

Miguel. No, eso fue en el 57.

Eso quiere decir que si ellos se deshicieron de la tierra en 1967, tú todavía eras un niño.

Paco. No la cogí aún, no la cogí aún.

Entonces, ¿cual ha sido tu trayectoria hasta convertirte en labrador profesional? ¿O te ganas también la vida de otra manera?

Paco. No. Realmente de la agricultura malvivo.

¿Cómo has llegado tú a ser agricultor? En la niñez tus padres tenían campos y tal…

Paco. Vamos a ver, yo nazco en la Avenida de la Constitución doscientos y pico, enfrente de lo que era un restaurante de mucha enjundia, el restaurante Balaguer, que cuando venían las inundaciones se llenaba de agua, ahí, que es lo que ha dicho él de cruzar, porque todo eso se llenaba de agua, toda la avenida de la Constitución. Enfrente hay un centro de salud ahora. Ahí mis padres tenían una lechería con 10 ó 15 vacas, criaban los becerritos, para eso mi padre tenía un campito en aquel momento. Y se dedicaban a vender la leche suelta. Un mostrador de mármol, aun están por ahí los “pichers” [las jarras o lecheras], los tengo por ahí guardados, y se vendía le leche suelta. Iba la gente todos los días. Mi padre se levantaba, pa-pa-pa-pam, ordeñaba y luego, que solo tenía un campo de cinco hanegadas en aquel momento en propiedad, y ahí lo que hacía era comida para las vacas, claro. Se vivía de la lechería. Llega un momento en que se prohibe vender la leche suelta, y aparece El Prado, que lo hacía en bolsas de plástico, luego embotellada…

Miguel. Cervera…

Paco. Donde estábamos, estábamos alquilados, y nos vinimos aquí cerca. Mi papá se construye una casa como puede, muy cerquita de aquí, lo que pasa es que ya estamos…

Miguel. En la ronda…

Paco. Cuando la tenía, cuando estaba hecha un bombón, la [construcción de la Ronda Nord o avenida Hermanos Machado] ronda me la tira. Esa es otra historia. Y compramos otro campito de tres hanegadas, y otro campito que teníamos, cuatro. Pero es que entonces se ganaba dinero… Por ser demasiado bohemio, yo me quedé en el campo.

Miguel. El tiene la carrera de maestro.

Es verdad, que me lo dijiste.

Paco. Profesor de EGB y Pedagogía.

¿Y cuando acabaste la carrera te dedicaste al campo?

Paco. Sí.

¿Cuándo fue, en qué año más o menos?

Paco. Yo acabaría la carrera con 22 años, porque luego me licencié en Psicología, perdón en Pedagogía. Hacíamos un curso puente, ¿no? Hacías los tres de Magisterio y luego, hacías un curso puente, y con tres años más tenías los cinco de Pedagogía. Pero no ejercí nunca. Bueno ejercí a lo mejor aquí en Reina ¿?, bueno, a ratos.

¿Por qué decidiste cambiar?

Paco. Por ser bohemio. Es verdad.

Miguel. Por vivir su vida, estar libre.

Trabajar en la agricultura te suponía estar libre de…

Paco. Tenía libertad. Yo a lo mejor en este trabajo, trabajas los sábados, trabajas los domingos, se va a regar de noche.

Miguel. Pero cuando quiere, coge fiesta.

O cuando puede.

Paco. Bueno, y si no vas a hacerlo, la responsabilidad se te queda ahí, la asumes tú.

Entonces, ¿qué es lo que cultivabas?

Paco. Yo he cultivado pues… En el entorno que estamos aquí, por ejemplo, yo… sandías, el “meló d’Alger”, que es melón de Argelia, la sandía es melón de Argelia. Aquí no se puede plantar porque tienes hurtos, ese es otro problema

Miguel. Que tenemos en la huerta, está muy cerca de la población y te quitan mucho.

Paco. Todo el mundo. Un porcentaje muy grande de la gente lleva una bolsa en el bolsillo, o para que le den o para coger. Tú no vas a pasear a los Viveros [parque emblemático de Valencia] con una bolsa de plástico. No hablo de que hurtes, o sea, no vas a pasear en el sentido que aquí dice la gente, voy a pasear a ver la huerta, si lleváis todos una bolsa de plástico a ver si te cae algo… Yo ahora cultivo alcachofas, tengo una hectárea de alcachofas, un campo de el que tengo en arrendamiento, ahora tengo un campo de calabazas, también, un campito pequeñito. Pero yo cultivo patatas, cebollas, alcachofas, sandías, no,

Miguel. Chufas.

Paco. Chufas tampoco, porque el precio de la chufa está como en el año 70. En el año 70 se vendían las chufas a 60 céntimos ó 63 céntimos. Este año han dicho que las van a comprar a 70 céntimos. Si calculamos lo que necesitabas tú para vivir en el año 75…

Miguel. Y los insecticidas.

Paco. Vale. Y lo que necesitas hoy en lavar las chufas… vale un «pastón» en la infraestructura…. Porque tú las tienes que entregar lavadas.

Miguel. Y cogerlas.

Paco. Y cultivarlas, y cogerlas, todo eso ha subido. Y están al mismo precio del año setenta y cinco, suena un poco a ridículo.

¿Cómo aprendiste a cultivar?

Paco. Por la experiencia.

Con tu padre.

Paco. Sí. Mi padre era… mi padre estaría ahora con una azada limpiando orillas, que tengo una orilla sucia. Y había que ir a las cuatro de la tarde a decirle, ye, vamos a comer; “espera que voy a llegar ahí al final, y ahora voy a comer”. Era una forma de trabajo, como la que tendría tu padre, ¿no?

Miguel. Igual, igual. Los antiguos trabajaban de sol a sol.

Paco. Teníamos en Juan XXIII un campo alquilado, una media hectárea, y nos íbamos allí, llegábamos… luego hay que hacer la faena de casa, el caballo, teníamos gallinas, conejos, los mejores huevos que hay son los que te comes en casa.

Miguel. Que son ecológicos.

Paco. Porque les das maíz, y la yema sale superamarilla, y está recién superfresco…

Miguel. Y las sobras de casa…

Paco. Y llegabas ahí, y entonces no son horarios. Hay que limpiar de aquí a allá. Mira, vamos, volvemos, vamos, volvemos, y almorzamos. No importaba el horario. Hay que ir, hay que volver, hay que ir, hay que volver.

Eso a primera hora de la mañana, claro.

Paco. Es igual, a la hora que fuera, hay que ir, hay que volver, hay que ir, hay que volver, y después almorzaremos. Y lo llevabas en un saquito de esos, que te daba vergüenza, porque yo ya tenía edad. La gente ya había cambiado, ¿no? Hubo un momento que a todo el mundo le daba vergüenza vivir en una alquería. Aunque ahora están de moda. Se van todos a pisos de 70 metros cuadrados. Y ahora ha vuelto al revés. Vivir en una alquería es una gozada. Y la gente, ojo, como vivir en un piso, nada. Y en la acequia te dejabas la cervecita y el agua para que se refrescara con el agua que pasaba, que pasaba limpia. Porque, claro, no llevabas “hielito”, ni nada.

Miguel. Se podía beber agua de las acequias

Paco. Yo no he bebido agua de las acequias.

Miguel. Yo sí que he bebido. Y pescar anguilas, en las acequias, sí.

Y entonces, ¿cómo fue la evolución tuya…?

Paco. Sí, alquilé la tierra de él. No soy un labrador… hay gente que lleva trescientas hanegadas de tierra, que a lo mejor sí que entiendo que les pueda ser rentable, con una infraestructura mecánica bestial. Pero lo que es lo pequeñito, porque vamos a ver, si yo planto por ejemplo un campo de Miguel de seis hanegadas de chufas, no tengo tractor con toda esa infraestructura, y me van quedar a mí de las seis hanegadas al cabo de nueve meses, no es que esté nueve meses con la azada, pero pagándole a él durante nueve meses, y me van a quedar cien euros por hanegada limpios, que voy a cobrar con un pagaré dentro de tres meses, me queda, o sea, ni el gasoil de la furgoneta para ir a regar, ¿vale? El que tenga 200 hanegadas y toda la infraestructura, porque la gente que da servicios a la huerta se queda con una pasta.

¿Quién es esa gente?

Paco. Pues la gente que tiene tractores, que ahí sí que «han» habido subvenciones en… para jóvenes

Miguel. Mulas mecánicas…

Paco. Esa gente sí que tiene subvenciones. Yo las tengo

Miguel. Sí, pero también han habido subvenciones para la mula, ¿no?

Paco. Supongo. Para mí no, porque yo no era joven agricultor. Ahí en Foyos, que hay una consellería, tú lo sabes, hay…

Miguel. De agricultura, sí.

Y sin embargo, ningún producto de la huerta tiene subvención, ¿o sí?

Paco. Que yo sepa, no. Estoy hablando de tierra blanca…

Miguel. Ni patatas, ni…

Paco. Estamos hablando de patatas, lechuga, cebolla

Miguel. Melones, sandías.

Paco. Tierra blanca es lo que haces… calabacines, todo eso.

Miguel. Eso no tiene subvención.

Paco. En todo caso puedes tener una subvención para comprarte algo de maquinaria, o comprarte alguna nave, que ha habido gente, al lado de la cooperativa de Pueblo Nuevo, porque también, como en todas las cosas hay abusos, que teniendo un lavadero de chufas, pidieron una subvención para hacer un secadero de chufas. ¿Qué significa una subvención? Te dan una cantidad a fondo perdido

Miguel. Que se la chupa él.

Paco. Una cantidad a fondo perdido y otra cantidad a un cero por ciento de interés.

Y no necesitaba construirlo, porque ya lo tenían, ¿no?

Paco. No, no. en vez de hacerse un secadero de chufas se hace un chaletazo… Lo cazaron. De eso «habrán» habido, como hay en todas las facetas de la …

Miguel. Aquí lo que no ha habido…, porque en Valencia el labrador son minifundios. ¿Qué quiere decir minifundios?

Paco. Que no son latifundios.

Miguel. O latifundios, perdona,

Paco. No, no. Nosotros somos minifundistas.

Miguel. Que son pequeñas parcelas, que es el que vive el labrador labrador. Y a estos hombres no les ha llegado ninguna subvención, sino que la subvenciones han ido para los grandes terratenientes, que tienen 400 hanegadas de naranjo. Como, que tienen 400 hanegadas, vamos a poner de almendras, o las grandes extensiones. Para el minifundista, que es el labrador que trabaja y se deja el sudor, para ese yo no conozco ninguna subvención, que soy nacido en el 42, ninguna. Yo me acuerdo que decíamos, yo he nacido en el régimen de Franco, era la peseta, y no daba ni una subvención. Yo no sé si para otras cosas daba, pero para el minifundista, el pequeño labrador, ni una. Entonces, el minifundista, en aquel tiempo podía subsistir porque se sacaban buenas cosechas y buen precio. Pero hoy en día, el minifundista no puede subsistir, porque no tiene tractor, tiene que alquilar el tractor, tiene que hacerlo todo a mano, como se hacía antes; hoy en caballería ya se trabaja poco, pero no ha tenido nunca ninguna subvención. ¿Y qué pasa? Que este agricultor tiende a desaparecer. Porque cuando, los jóvenes, ninguno quiere tierra. Yo conozco a muchos labradores, y todos los hijos quieren emplearse en un empleo estatal, que es el que más buscan todos, en el gobierno, o de la Generalitat, o donde sea, colocarse en un sitio. Los que trabajan hoy la tierra, quitados de algunos jóvenes, pocos, son muy mayores. Cuando mueran esas personas mayores, veremos quién trabaja la tierra. Que es que en la tierra, hoy en día no se saca nada, porque no se recibe nada. Yo estoy de acuerdo que el labrador tiene que hacer la cosecha buena, y que salgan muchos kilos. Pero, “collins”, si el precio no acompaña, entonces ¿qué tiene que venir?, una pequeña subvención del gobierno para que le compense lo que le cuesta hacer esa cosecha en el precio, para que gane un poquito, yo no digo mucho…

Paco. Se va a quedar ahí. ¿Como llega? En sacos de diez kilos, en tiendas, por ahí

Miguel. A los supermercados

Paco. Sacos de diez kilos, que no es esa patata, esa patata ya es para… ¿cómo puede llegar desde Francia a una tienda de aquí de este barrio, y diez kilos, un euro?

¿Cómo ?

Paco. Diez kilos, un euro.

Miguel. ¿Cómo puede competir con…?

Paco. ¿Cómo llega eso aquí desde Francia? Si no paga ni el transporte. Eso, ¿qué viene? Subvencionado de Francia. ¿Por qué se deja entrar eso aquí? Es que el saco, la etiqueta, el embalaje, el transporte… ¿A cómo las ha comprado el señor que las vende? Porque habrá ido a Mercavalencia a comprarlas.

¿Las compra por un euro y le dan diez kilos?

Paco. Sí, tú si vas. Pero el señor que la vende, ¿a cuánto la compra? Y viene de Francia. Porque no es así que traiga aquí, la ha recogido allí.

Miguel. Porque vienen subvencionadas del gobierno de Francia.

Paco. ¿Cómo ha llegado aquí, sea buena, sea mala, sea regular…?

Miguel. Pero es patata.

Paco ¿Por qué canal llega? Que es imposible. Solamente de irnos a Mercavalencia, ahora nos vamos los tres a comprar patatas a Mercavalencia, compramos mil kilos de patatas, fíjate. ¿A cómo las vamos a comprar para venderlas a un euro? Tenemos un negocio, hay que sacarlas fuera… En origen, es que no salen los números, es que ni el saquito ese amarillo lo pagas, con el etiquetado.

Miguel. Esto tiene una versión, Paco. Está subvencionado por el gobierno francés.

Paco. ¿Y por qué?

Miguel. ¿Y por qué no aquí? Es lo que decimos. Por ejemplo, yo recuerdo cuando aquí las cosechas se valían dinero. Ya en el tiempo de Franco y la primera democracia, si la patata se subía mucho de precio que el labrador ganaba bastante dinero para otros años, enseguida te traían dos barcos, hundían el mercado. Igual en la patata que en la cebolla. Yo estoy de acuerdo que se lo coma el público económicamente barato. Pero, subvenciona al labrador, que pueda comer, tú no puedes hundir un mercado un año que vale la cosecha dinero. Eso te valía quince días, y enseguida, “puuum”, la patata la podías vender, te voy a hablar en pesetas, cuarenta pesetas, venían dos barcos, y te la bajaban a diez pesetas en dos días. Eso es lo que no puede ser.

Paco. Este año se ha vendido a 25 céntimos, a 15 céntimos. ¿Qué son 15 céntimos?

Miguel. De Europa, conforme está la vida, nada.

Paco. El kilo. Más barato que entonces.

Miguel. El problema es ese, que España es agrícola

Confusión de voces.

Miguel. Que España es agrícola, y nadie ayuda a la agricultura, porque el que da dinero a España es el minifundista, el pequeño labrador, no los terratenientes, que son abogados, médicos, y tienen eso, y tienen cuatro jornales y cuatro tractores grandes. Y las subvenciones van para esos señores, no van para el pequeño, que es el que se las tiene que llevar.

Paco. Esto sería muy fácil, y terminamos, por defender al agricultor. Lo primero es la comida. No hay ninguna empresa, no hay ningún negocio ni ninguna industria en la cual no se empiece por los costes. No hay ninguna. Los costes, margen de beneficio, margen para el representante, precio de venta al público. Eso pasa en los televisores, en los coches, en cualquier producto salvo en la agricultura. “Eso, te voy a hacer un favor y me lo llevo a este precio…” Habría que empezar, como con cualquier negocio: esto tiene un mínimo de coste y un salario digno para mí, que me queden mil euros al mes, mil doscientos, no quiero cinco mil al mes. No voy a contar que he hecho una inversión. En el campo eso no existe. O no me lo llevo.

Miguel. Yo ahora le voy a hacer una pregunta, que es en estos tiempos cuando ocurre. ¿Qué cuesta de hacer una hanegada de patatas o una hanegada de cebollas?

Paco. Una hanegada de cebollas estará sobre 700 euros…

Miguel. ¿Y cuántas veces…?

Paco. Y ahí se quedan.

Miguel. Paco, ¿y cuántas veces…?

Paco. Y hay veces que sacas 500.

Miguel. Paco, ¿y cuántas veces, por bajo precio y no pagarlo, ha habido que “retovatar” la cosecha y lo has perdido todo?

Paco sigue hablando, no se le entiende.

Miguel. Esa es otra. Todo. El tiempo del labrador no se cuenta, ¿eh? Son muchas horas. A sulfatar, hoy si este motor cuesta dinero, el abono,

Miguel. Eso tenía que estar subvencionado por el estado, oye, por lo menos el coste. Que eso es lo que está pasando.

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