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Agricultura y naturaleza

José Antonio Rico, productor de uva de mesa en Novelda

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«La agricultura ecológica no ha crecido desde lo macro, sino desde lo micro»

Una entrevista realizada por Fernando Bellón, autor también de las fotos.

Algunos días, José Antonio Rico se levanta a las cuatro de la mañana para ir al almacén porque un rato después pasa un distribuidor de frutas y verduras ecológicas que recorre el Levante español de Almería a Tarragona. Sin embargo, la mayoría de la producción de uva de mesa de José Antonio se marcha al extranjero, a Francia y a Alemania. Al principio, cuando todo era diíficil pero le sobraba motivación, toda la producción se iba fuera. Ahora casi distrbuye casi el 30 por ciento en España: Cataluña, País Vasco, Navarra y un poco en la Comunidad Valenciana y Murcia. Para él, el éxito imparable de la agricultura ecológica está en que es un modelo construido desde la base, no sobre grandes proyectos. Pero estima que si se invirtiera más en investigación, productores y consumidores se beneficiarían. Cuando él empezó, había 173 agricultores ecológicos en la Comunidad Valencian; hoy son más de 1.500. José Antonio Rico posee nueve hectáreas en tres municipios de Alicante, y manipula y confecciona la uva bajo la marca «Culinat», amparada en la empresa familiar Agronovel.

Los agricultores se encuentren con muchos más problemas que solucionar en el sistema productivo que hace treinta años a causa de lo que se ha echado en el campo”

Conforme vayan limitando el uso de productos, los agricultores convencionales se irán incorporando a lo ecológico”

Además de productores agrarios, somo gestores medioambientales”

El consumidor pide dos cosas, un producto que alimente y con una seguridad alimentaria incuestionable”

La naturaleza tiene una serie de leyes que es necesario conocer y con las que es imprescindible convivir. Cuando tratamos de suplantar la naturaleza, nos equivocamos. De esa ley natural conocemos lo básico. Por ejemplo, aquí no podemos plantar plátanos porque este no es un clima tropical, y será difícil de crezcan. E incurrimos en todo tipo de técnicas erróneas.

Una de las leyes es que la naturaleza no acepta el vacío. Otra, que la naturaleza fomenta la diversidad, es vital para ella. En cualquier ecosistema donde no haya intervenido la mano humana encontramos muchísimas especies que llevan siglos y siglos conviviendo. Mira el Amazonas, donde hay 15.000 especies, cada una a su aire. La pregunta es, ¿cómo en un sistema tan complejo como ese sobreviven y evolucionan todos, y en cuanto nosotros intervenimos y nos llevamos lo que nos interesa, deja de funcionar? Para que funcione estamos obligados a gastar fitosanitarios cada equis días, a regar con frecuencia, a aportar muchas cosas extrañas a ese ecosistema.

Estas preguntas son las que nos tenemos que hacer los profesionales. Nuestro sentimiento como productores es de compromiso. A parte de ser productores agrarios, somos gestores medioambientales. Tenemos la necesidad de que esa gestión medioambiental sea acertada. Y eso nos obliga a cambiar el chip con el que funcionamos en las últimas décadas en el sector agrario. Hemos conseguido en los últimos años el Consejo Regulador de Uva de Mesa. Esto no es sólo ecológico, pero afecta a la estructura agraria y a la evolución de la estructura ecológica. Dicen, “Consejo Regulador de Uva de Mesa Embolsada de Vinalopó”, como diciendo, esta es la zona ideal para desarrollar la uva. Esto es cierto. Pero en estos momentos la zona está pasando una crisis de valores, igual que en otras zonas, porque la repetición de cultivos, todos de la misma familia, hace que los agricultores se encuentren con muchos más problemas que solucionar en el sistema productivo que hace treinta años. No estamos respetando el ciclo natural que dice que en la diversidad está el éxito.

Yo tengo tierra en tres términos municipales, Novelda, La Romana y el Fondó de les Neus. En Novelda tengo muchos más problemas que en los otros dos. La razón, en Novelda sólo se produce uva de mesa. En La Romana hay uva de mesa, bancales con olivos, almendros, incluso alguno sembrado, hay secano y está el río. Hay un agrosistema más equilibrado, de modo que los problemas que tengo allí son mínimos con los que tengo en Novelda. Lo mismo sucede en el Fondó de les Neus. En esa diversidad está la riqueza.

Mantener la diversidad requiere un estudio, investigación de la flora y fauna de la zona… Pero está claro que la protección vinculada a un sólo cultivo en una zona, a la larga no beneficia al agricultor.

 

Enterrado bajo el pasillo que hay entre las plantaciones está el sistema de riego gota a gota, que evita los problemas del riego en superficie.

Enterrado bajo el pasillo que hay entre las plantaciones está el sistema de riego gota a gota, que evita los problemas del riego en superficie.

¿Cuánto te ha costado llegar a estas conclusiones? ¿Por qué camino has llegado a ellas?

He ido aprendiendo poco a poco. Mis abuelos y mis antepasados eran labradores, mi padre ya no, se dedicaba a la industria del mármol, arraigada aquí. Pero siempre tenía una parcelita de uva y yo iba con él. Iba simplemente a ayudarle, no sentía ningún aprecio especial por la agricultura. Siempre daba por hecho que el uso de fitosanitarios y de funguicidas era algo regulado y controlado, y que no había ningún riesgo. Y luego me di cuenta de que no, de que no funcionaba así. De hecho, muchos de los productos fitosanitarios que hoy no están autorizados, en aquel tiempo sí lo estaban. La memoria te da detalles detalles reveladores: el modelo productivo ha ido creciendo en función de la necesidad social, comer. Después de una guerra civil había que producir mucho alimento, y la única forma de hacerlo en grandes cantidades era forzando; y cuando fuerzas algo creas una serie de problemas que te obligan a actuar.

Yo descubrí la agricultura ecológica en una base aérea contra incendios forestales de Castell de Castells, donde yo trabajaba. Tenía mucho tiempo libre. Y la anécdota fue que los pilotos que estaban allí con los aviones y el helicóptero nos enviaban cada día a uno al pueblo desde allí arriba, a mil y pico metros de altitud, a comprar comida a Castell de Castells o a Tárbena. Y cuando me tocó, me dijeron, “Rico, tráete la fruta que haya, pero no escojas la que parezca más sana, sino la que tenga defectos.” Y me dije, ¿esta gente, que gana un dineral, cómo prefiere la fruta barata? Los pilotos hacían fumigaciones aéreas, y eran conscientes de que los productos que tiraban no eran inofensivos, y si podían evitar consumir alimentos que creían que habían sido tratados, lo hacían. Eso me sirvió de reflexión.

Tenía un compañero allí de Gata de Gorgos que hacía producción ecológica de cítricos, y me habló de las técnicas y me pasó información. Ese año decidí intentar hacer ecológico en una parcela que tenía. Pasé de ser un agricultor convencional a tiempo parcial a ser agricultor ecológico a pleno rendimiento.

Todo me resultó difícil. No tenía referencia en la que apoyarme. No tenía formación suficiente para poder desarrollar una parcela de uva de mesa en ecológico. Sólo tenía mucha motivación. Empecé a informarme, y me registré en el Comité de Agricultura Ecológica, algo obligado si quieres vender lo que produces. Y apareció una empresa francesa que se comprometió a comprarme la uva. Eso me ilusionó mucho. Me dijeron, “te enviaré un técnico y te asesorará en este tema”. Me ayudó, mucho. Durante dos años me estuvo comprando la uva a buen precio, y yo no estaba ofreciendo una calidad muy buena.

¿A qué se debía esta generosidad?

Bueno, yo tenía un producto que ellos no tenían y necesitaban. Nadie en Europa tenía uva en el mes de noviembre. Ellos tenían la oportunidad de ofrecer un producto sin competencia. No estaban dispuestos a que me quedara en el camino. El técnico me traía incluso productos de Francia que aquí no existían. Así conseguí una producción mínima aceptable, y todavía continúo trabajando con esa empresa, aunque sin exclusividad.

Me motivaba que tenía un mercado que consumía ecológico, y además no me ponían nunca ninguna pega en los precios. Para mí eso era muy importante, que me agradecieran mi trabajo. Tampoco me ponían pegas por el tamaño de la uva, por ser más pequeña. Estaban acostumbrados a comprender que, por poner un ejemplo gráfico, una manzana, si crece pequeña, no es de segunda categoría, que tiene la misma calidad que la grande. Y sobre todo la gratificación de que estás haciendo un producto inofensivo para ti como productor, inofensivo para el consumidor, y comprometido con el medio ambiente. No estás contaminando acuíferos, asumes el compromiso de que la tierra no es una herencia de los padres, sino un préstamo que hemos de pasar a los hijos. Cumplimos el compromiso de dejar la parcela mejor que estaba cuando la empezamos a trabajar, para que el sector agrario vaya evolucionando sin quemar la tierra. El modelo productivo que haces es comprometido con el medio ambiente, con el consumidor, con tus trabajadores, contigo mismo y con el sentido común. Una vez que te metes en esa dinámica y ves que te va bien, no tienes problemas en continuar.

 

Culinat, la marca de Agronovel, la empresa familiar de José Antonio Rico

Culinat, la marca de Agronovel, la empresa familiar de José Antonio Rico

La fuerza de la “Unió”

Siempre he trabajado con la uva. Yo observo a los agricultores, y veo que cuando tienen mucha diversidad de cultivos, acaban siendo esclavos de la tierra. Y yo no quiero ser esclavo de nada. Quiero tener tiempo como persona, tener cierta libertad, y creí que debía de especializarme en algo. La especialidad era uva de mesa y de variedades tardías, de noviembre diciembre. Continúo en esa línea y no tengo interés en cambiar. Sí me gustaría que otros labradores hieran otros cultivos distintos al de uva de mesa, no por la competencia, sino por la diversidad.

Yo estoy en la Unió de Llauradors, que es una organización profesional que ha apostado por la agricultura ecológica también, y ha sido fácil, porque éramos un grupo de personas que hemos ido tirando del carro, participando en charlas, en conferencias, en intercambio de impresiones y experiencias. La evolución de la agricultura ecológica siempre ha sido a expensas de los esfuerzos de los agricultores, nada de colaboración institucional. Y también porque hemos arrastrado a los consumidores y ellos nos han arrastrado a nosotros, hemos tenido una respuesta positiva de los consumidores. Ha sido un esfuerzo tremendo, pero también ha sido un placer.

¿La agricultura ecológica se expande?

Sí. Hasta el año pasado, en la Comunidad Valenciana no ha dejado de crecer. Yo creo que la agricultura ecológica está mas cerca de la agricultura convencional, no porque se aproxime a ella, sino por lo contrario. Muchos productos fitosanitarios que se empleaban hasta hace poco están prohibidos. Y hay otra cosa muy clara hoy, el consumidor pide dos cosas, un producto que alimente, y con una seguridad alimentaria incuestionable. Muchas veces el consumidor exige un producto sin riesgos para su salud. Y la Administración, aunque presionada por las multinacionales, se ve obligada a limitar el uso y abuso de fitosanitarios. Eso aproxima a la agricultura convencional a nosotros. Nosotros tenemos nuestro ritmo, y ellos cada vez se acercan más, aunque no a la velocidad que deberían, porque antes tenían 300 materias activas y ahora se han quedado con 40. Dicen, “es que si nos quitan todo eso, no podremos producir”. Para mí es un error.

Si de todo el dinero y recursos dedicados a la investigación en todos los modelos agrícolas se hubiera reservado una parte para investigar los productos no dañinos para la naturaleza y compatibles con la agricultura ecológica, ahora tendríamos los mismos resultados. Pero claro, si toda la investigación la haces en una sola línea, sin importarte lo que tiras ni lo que haces, ahora posiblemente ahora no tengas capacidad para hacer una producción ecológica sostenible a un precio razonable. En la práctica, toda esa investigación estaba volcada a la agricultura convencional. Y eso es así porque las multinacionales tienen recursos económicos, y se dedican a hacer lo que saben hacer, ganar dinero. Pero los dineros públicos, de la Administración no se han dedicado a la agricultura ecológica en la medida que debía de haberse hecho. Ahora empiezan a verse algunos proyectos vinculados a la agricultura ecológica. Al final tendremos una agricultura ecológica generalizada, pero tardará en llegar. Conforme vayan limitando el uso de productos, los agricultores convencionales se irán incorporando a lo ecológico.

Los esfuerzos que se hacen no tienen repercusión mediática, la gente no se entera de vuestro trabajo.

La característica de la agricultura ecológica es que, a diferencia de otros sectores, se ha hecho desde lo micro, y no desde lo macro. Primero, porque los recursos eran limitados. Y en segundo lugar, porque si desde lo micro haces las cosas bien, haya crecido lo que haya crecido, está bien sembrado. Mientras que lo macro, que ha estado de moda muchos años, grandes superficies, grandes latifundios, grandes tal, al cabo del tiempo se ve que no siempre han salido bien las cosas. Un ejemplo es un macro aeropuerto donde no hace falta, o una estación del Ave en mitad de la Mancha para seis personas. Eso no toca. Lo macro no garantiza nada. Lo micro, sí. Pequeños agricultores haciendo bien su trabajo, grupos de consumidores que consumen sus producto, asociaciones respaldándolos… Esa acción micro ha consolidado una base que, ahora, en la Comunidad Valenciana somos mil quinientos, mil seiscientos productores de 173 al principio. El sector ha crecido, aunque sea poco a poco, y ahora tiene unas bases firmes, y es muy difícil que se pueda desmontar. ¿Que no hemos ido a mayor velocidad? Bien, pero ya se nos conoce. Los agricultores tradicionales preguntaban “¿esto qué es, la agricultura ecológica?”, y la respuesta era: “estos son cuatro hippies”. Ahora te conocen, saben de qué hablas, te escuchan… Hay una inquietud por el sector. Una inquietud positiva, no negativa. Lo ven como una amenaza real, “cuidado, que acabaremos ahí”. En diez años o en treinta, pero el camino va por ahí. Es una amenaza positiva, de decir, “me tengo que mover”, no puedo seguir como hasta ahora porque no me lo van a permitir, ni la Administración ni los consumidores. La referencia es, entonces, la agricultura ecológica. A lo mejor no quieren hacerlo porque no les obligan y hay cosas que les cuesta mucho hacer. Vale, pero ya saben que estamos ahí. La base es tan importante, y está tan consolidada, que ha crecido a su propia velocidad.

La gran paradoja española: mucha tierra, mucha producción, poco consumo

La vocación histórica de la agricultura española ha sido exportadora. Nosotros hemos heredado esa tendencia, y hemos conseguido que la producción ecológica también se dedique en gran medida a la exportación. ¿Por qué? Porque tenemos ese carácter exportador, nos resulta más fácil exportar dos “palets” a Alemania que vender cien kilos en una tienda. Porque tenemos la logística hecha, pasa el camión por tu casa y recoge los “palets” y se los lleva a Francia, y desde allí se distribuyen a Alemania o a donde sea. Llevar cien kilos de uva en tu coche te cuesta más. Y también nos encontramos con que efectivamente, tenías en Europa un mercado ecológico consolidado, no tenías que crearlo.

Aquí, en España tienes que crear ese mercado, esos consumidores. Y eso es un trabajo muy laborioso. Así se da la paradoja que tienes que recurrir a la exportación para desarrollar un proyecto interior. Yo empecé en un 100 por 100 de exportación, y ahora ya distribuyo en España el 29-30 por ciento, básicamente en Cataluña, País Vasco, Navarra, Comunidad Valenciana, algo de Murcia. Para alimentar ese proyecto de formación de un mercado de consumidores ecológicos españoles has de pasar por Europa, que tiene las redes hechas.

¿Qué hace falta? Es importante tener un proyecto serio de promoción, que la gente sepa qué es y qué representa la agricultura ecológica. Y también falta que la Administración se lo crea. Porque mucha gente se deja llevar por lo que dicen los políticos, aunque ahora ya hay más desconfianza; pero en su día era imposible que pudieras introducir tu proyecto donde solo se iba en una dirección.

¿La desconfianza ha despertado la iniciativa?

De alguna forma, sí. Hay un grupo importante de consumidores que sigue en su camino, al margen de lo que digan por ahí. Tienen claro que quieren productos ecológicos, comprometidos, responsables, y han sido capaces de organizarse y coordinarse. Y eso hace que el consumidor de aquí, aun siendo pocos, nos encontramos en la mejor cifra histórica. Y es porque viene acompañado de lo micro. Nos hemos ido desarrollando, no somos un espejismo. Te puedo dar ejemplos prácticos de empresas que van muy en serio y funcionan muy bien. Tengo un cliente en Cataluña que es un ejemplo de gestión, Hortec, 19 personas, una cooperativa de agricultores y sirven a comedores escolares, a hospitales públicos, sobre todo a cáterin.

¿Trabajas con muchas personas?

Nosotros tenemos siete personas en campaña. Yo trabajo sobre pedido, y la gente viene conmigo y, si no les necesito, tengo un compañero que trabaja convencional y se van con él. Compartimos gente.

El modelo de corto alcance, del agricultor que vende su producción en el pueblo y entre los vecinos, ¿es válido?

Es un modelo perfecto. No es una excepción. Por ejemplo, en Italia hay muchos agricultores que hacen productos ecológicos para los comedores escolares de sus hijos. Con este modelo colocas a un grupo de agricultores trabajando, luego, proporcionas comida sana a los colegios donde van sus hijos también, y organizan visitas de los chicos a los huertos, y ven cómo se trabajan, tocan la mariquita, tocan la lechuguita, el tomate. Esa proximidad hace consumidores responsables.

Pero lo más importante es que entre ese consumidor y ese productor no hay discusión en el precio. Cuando tú envías a un mercado, si la uva está a 80 céntimos, pues te da 80, y si otro día está a 1,30, eso es lo que te dan. Esa inestabilidad no te conviene nunca. La inestabilidad trae dolores de cabeza, problemas, errores y que no te salen los números. En este caso tenemos a un grupo de agricultores trabajando al margen del sistema a un precio hecho. Ellos marcan los precios y tú, el consumidor, les compras o no les compras. Pero hablan contigo. Y es fácil llegar a un acuerdo entre los dos. Con el productor convencional, el consumidor paga lo suficiente para que la cadena alimentaria funcione, pero al final, falta dinero, y casi siempre le falta dinero al agricultor. Algo falla en la cadena alimentaria, tendiendo en cuenta lo que el consumidor está pagando. Estos modelos son perfeccionables, pero dentro de ese sistema paralelo: que se puedan ofrecer en el mercado sus productos, y que aquellos que producen, se los proporcionamos los que sí los producimos. En su cesta ponen mi uva, la manzana de no sé quién, o el aceite de otro compañero. El modelo funciona, pero hay que ajustarlo, porque si tú produces seis hortalizas y solo vendes eso, estás muy limitado. Tienes que dar un servicio lo mas integral posible al consumidor. Pero sin salirse del modelo micro. Si tú necesitas un producto que no tienes, se lo pides a otro agricultor ecológico, “facilítame tomates, la manzana que no tengo” Estás haciendo un favor al consumidor, que no tiene porqué andar buscando lo que quiere, y al agricultor de otras variedades que vende su producto, y también a nivel local. Me gusta ese modelo porque está fuera del sistema, y porque hay menos disgustos en el tema de los precios, y porque funciona, es un sistema integral, da al consumidor responsable todo lo que necesita.

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