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Agricultura y naturaleza

Carles García, agricultor ecológico de Pego

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«El PP no ha hecho nada por la agricultura ecológica en Valencia»
Una entrevista realizada por Fernando Bellón, de quien también son las fotos.

Carles García, un agricultor de naranja y de otras frutas, trabaja el ecológico desde hace un cuarto de siglo. A punto de jubilarse, sus esfuerzos están dando unos frutos que sirven de lección para todos aquellos jóvenes que empiezan a descubrir la agricultura ecológica como un medio de vida. Partiendo de una experiencia básica familiar que no había practicado, porque se dedicaba a otra cosa en la ciudad de Valencia, con más de treinta años se lió la manta a la cabeza y ha terminado con un socio de Pedreguer y otro de Denia abriendo un puesto de fruta en el mercado municipal de Denia, donde venden parte de sus productos, sus frutas y las verduras del socio. Posee el número 16 de certificación ecológica en la Comunidad Valenciana.

Al empezar Carles, hace más de veinte años, la agricultura ecológica era una aventura, no había experiencia acumulada.

Su sistema ha sido aprender equivocándose.

Montó una cooperativa de trabajo asociado en 2007, el año del crack, y ahí sigue.

El País Valenciano ha sido puntero en investigaciones agrícolas, hasta ahora, que se han abandonado. En Andalucía hay más investigación que aquí

Da la impresión de que Pego es una ciudad prospera, al menos a primera vista, circulando por sus calles y zona industrial.

Pego probablemente sea el pueblo más agrícola de toda la Marina Alta. En esta comarca siempre nos hemos dedicado a la construcción, al turismo y esas cosas; y como en Pego hace mucho calor, como en Xàtiva, aquí no se ha desarrollando el turismo, se ha quedado en la playa. La gente del pueblo se iba a trabajar en la costa. Los bancales se han mantenido porque la naranja no da demasiada faena en términos relativos, y cuando ha venido el crack, la gente está volviendo al campo, o al menos se lo toman más en serio. Ahora que ha empezado la temporada de la naranja, el almacén de la cooperativa ha empezado a funcionar, y da trabajo a los locales, y también vienen de otros pueblos a comprar y a recoger aquí. Entre unas cosas y otras, no es que pueda decirse que no hay crisis, hay mucha gente en el paro, pero cada uno aguanta como puede.

¿No estaba en crisis la naranja, con muchos campos abandonados?

Aquí hay trozos pequeños abandonados. Pero en otros pueblos de la Marina, de la Safor o de la Ribera Baja sí hay cantidad de tierra sin cultivar, eso se ve desde el tren en Cullera o en Sueca, donde hay más huertos abandonados que aquí.

En Pego hay una cuestión básica. Estamos rodeados de montañas, y se crea un microclima en una larga franja de más de un kilómetro de ancho. De forma que hay muchas toneladas de naranja temprana; y lo primero, aunque no valga nada, se paga mejor. También esto es una tierra muy repartida, minifundios muy pequeños, salvo un latifundista con tierras en Pego, que vive en Valencia. Para encontrar un bancal de una hectárea, tienes que buscar mucho.

Yo tengo aquí cuatro hanegadas (menos de media hectárea). El de aquí al lado sí tiene una hectárea entre todos los bancales, el de más arriba también posee cuatro hanegadas, el de ahí en frente es una hanegada…

Al fondo, las montañas que han convertido Pego en una zona con un microclima especial para determinadas especies.

Al fondo, las montañas que han convertido Pego en una zona con un microclima especial para determinadas especies.

Con esas dimensiones de cultivo, ¿se puede un hombre ganar la vida?

A ver. Aquí, más que labradores profesionales, hay trabajadores del campo. Tienen un trozo o dos de tierra propia, y básicamente se emplean en ella durante la cosecha de la naranja, pero también van a otras propiedades ajenas, donde van a jornal hasta enero o febrero. Luego, en verano el naranjo da faena en la limpieza, los injertos y otras cosas, y también se emplean con otros. La gente se gana la vida más en el trabajo agrícola del naranjo ajeno que en su propia explotación. Eso de momento. La cosa puede cambiar, pero no sabe nadie cómo. Acaso el de Mercadona sepa algo, aunque no es probable, porque está reestructurando la cadena de alimentos frescos.

¿Cual fue tu proceso personal hacia la agricultura ecológica?

Yo llevo en esto desde hace más de veinte años, es decir, desde los cuarenta. No fui de los primeros primeros, pero sí de los segundos primeros. En el Comité de Agricultura Ecológica, yo tengo el certificado número 16. De la primera hornada. Al principio, nada más hacía naranjas, después tuve que variar la orientación. La naranja da poca faena en principio, así que trabajaba en mi campo e iba a recoger naranja de otros en la cooperativa. Luego me harté de ir a recoger, y decidí sacarle más rendimiento a la tierra. La naranja está ahí, es una cosecha al año, da poca faena y también menos ingresos en relación con la hortaliza. Empecé a hacer hortaliza, y como es agricultura ecológica, te metes en complicaciones con cosas que no controlas, que no sabes bien; porque en aquel tiempo, la agricultura ecológica era una aventura en el sentido que no había experiencia, éramos muy pocos, y por tanto no había una industria de cosas para ese tipo de cultivos, ni abonos, ni fitosanitarios orgánicos de ningún tipo, había que inventárselo todo. Buscábamos referencias europeas, y claro, no nos servían por el tipo de clima.

Llegó un momento en el que pensé que la única manera de funcionar era eliminar los intermediarios, que lo único que hacen es cobrar de tu trabajo. Empecé a hacer venta directa. Eso ha aportado algunas novedades. Primero intenté hacer reparto domiciliario aquí en el pueblo. Después nos inventamos una historia que salió mal, Terra Sana, un intento de cooperativa valenciana de distribución de productos ecológicos en todo el País Valenciano, donde el agricultor más meridional era yo. Aquello duró cuatro o cinco años. Y entonces montamos entre uno de Pego, uno de Denia y uno de Pedreguer montamos una cooperativa de trabajo asociado. Yo tenía las naranjas por un lado, y trabajábamos en común las tierras de otros productos, y a la vez compramos un puesto en el mercado municipal de Denia. Empezamos el año anterior al crack, en el 2007, y ahí seguimos.

Esa experiencia me llevó a dar otro paso. Nosotros nos dedicábamos en la cooperativa recién creada a la hortaliza y a mis naranjas y las del socio de Pedreguer. Y pasaba una cosa, teníamos verdura, cada vez más diversas y naranja, pero no teníamos otras frutas. Nos pusimos de acuerdo en que yo me dedicara a hacer fruta, y ellos, la verdura. Entonces yo planté granados e higueras negras, y me quedo corto en la producción de brevas para el puesto. Y otras frutas, no todas, porque hay árboles que aquí no van, por ejemplo la cereza; a siete kilómetros, en la Vall de la Gallinera, hay ciruelos a mansalva, pero aquí no arraigan. Yo con la cantidad que produzco, pequeña, no para la exportación, tengo manzanas, peras, ciruelos, en diversas clases para que la producción sea permanente, melocotones, nectarinas, paraguayas, nísperos. Un abanico lo más amplio posible para suministrar el puesto.

¿Hay más interés ahora en la agricultura ecológica?

En esta comarca, sí. En la Safor, que está cerca, también. En otras comarcas, no lo sé. Sobre todo gente joven, como reacción al panorama económico, y como reacción a la forma de vida. Los que se plantean la agricultura ecológica son o labradores convencionales que esperan obtener más ingresos, o una persona urbana que está harta y dice, “me voy a vivir al campo, no para ganar mucho dinero, sino para vivir tranquilo y a gusto”. Si juntas las dos cosas, que con frecuencia van juntas, te encuentras el caso de la Marina Alta. Aquí se da la circunstancia de que hay mucha gente que ha venido a trabajar en el turismo o a vivir, de otras regiones, porque es una zona muy atractiva y con diversidad de paisajes; vienen de Madrid, del País Vasco; y algunos de ellos dicen, “vamos a dedicarnos a la agricultura ecológica”, personas de veintitantos, treinta, cuarenta años, sin experiencia agrícola, pero lo ven como una posibilidad de vida, al margen del sistema de ganar y gastar. En esta comarca se está dando ese fenómeno. En todos los pueblos importantes, en Denia, en La Xara, en Jávea, en Xaló, hay agricultores y mercados ecológicos.

Una trampa natural para moscas de la fruta. Ahora se hacen de plástico, pero Carles la conserva de su abuelo.

Una trampa natural para moscas de la fruta. Ahora se hacen de plástico, pero Carles la conserva de su abuelo.

¿Cómo conviven aquí la agricultura ecológica y la convencional?

Hay varias perspectivas. Tal y como está la economía en estos momentos en el País Valenciano y en España, la agricultura ecológica no tiene mucho futuro; no hay un apoyo institucional claro, y menos todavía en el País Valenciano. Por otro lado, el hecho de que cada vez la gente cobra menos, hace que vaya a buscar alimentos más baratos, igual que van a comprar a chinos objetos de poca calidad, pero baratos; comes, no sabes lo que comes, pero se te pasa el hambre.

Otra posibilidad es la que estamos viviendo aquí. El ministerio no se da por aludido, la Consellería de Agricultura “ni lo sé ni me interesa”, es lo que hay.

¿Qué puede pasar si en las próximas elecciones hay un cambio de gobierno, y empiezan a interesarse por la agricultura ecológica? Por ejemplo dejar de apoyar a Carrefour, Mercadona, El Corte Inglés, en el plan de “libertad de horarios y haced lo que os dé la gana, que se aguanten los agricultores, que sino salen de aquí, saldrán los alimentos de la China…”

Lo que está claro es una cosa, en los países europeos donde la crisis ha pegado menos fuerte hay un crecimiento del consumo. También es cierta otra cosa, al poco de subir Hollande al gobierno de Francia, que nunca se ha distinguido por ser pionera en la agricultura ecológica, ha creado un plan para llegar a un 20 por ciento de la superficie agrícola útil. Aquí, que tenemos mucha más tierra ecológica que nadie, dos millones de hectáreas, la agricultura ecológica ocupa el 2 por ciento de la tierra útil. En Francia hay una política más decidida a favor de la agricultura ecológica, mientras que aquí no hay ni la ha habido nuca. Hay técnicos de la administración valenciana, expertos en agricultura ecológica, en fertilización, en varias especialidades, y están completamente apartados, se limitan a presentarse en cursos y seminarios. Y la propia administración cada día tiene menos medios, menos personal. El IVIA  (Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias) ha sufrido un recorte impresionante. El País Valenciano siempre ha sido pionero en investigación en agricultura, un puntal, y en este momento se hacen más investigaciones en Andalucía que aquí. Así que cuando quieres comprar plantones de frutales, te tienes que ir a buscarlos a Andalucía o a Murcia. Y las nuevas variedades de frutal también vienen de Andalucía o de Murcia.

¿Cómo se puede compensar la producción y consumo ecológicos en España?

Hay una cosa muy sencilla, si se quiere hacer. En Europa existe una figura que es la compra institucional. En Italia, por ejemplo, que es el segundo país productor de agricultura ecológica en Europa, se realizan compras institucionales. Allí las escuelas dependen de las ciudades. El Ayuntamiento de Valencia es el responsable de las escuelas de Valencia, y por tanto es responsable de los comedores escolares. Y podría hacer la normativa que crea conveniente para la mejora de la alimentación, adaptándola a los productos más frescos, más próximos y ecológicos.

En Italia, la norma es producto local, producto ecológico. ¿Es más caro? Ahí es donde entran ciertas cuestiones. Por ejemplo, en Andalucía se hizo un plan piloto de compra masiva, lo cual abarataba el coste logístico. La reducción no afecta a la producción, cuyo precio es difícil de bajar por el coste de la mano de obra, sino a otro factor, el transporte, etc. También resulta chocante que un país con tantísimo paro, necesite mano de obra en la agricultura. Pero si no hay incentivos, y no me refiero a los incentivos directos, tanto por hectárea, de modo que el que más hectáreas tiene, más cobra, incentivos del tipo una acción conjunta de las consellerías de Agricultura y Educación para comprar productos para los comedores escolares de todas las escuelas del País Valenciano. No se trata de que las consellerías realizaran la compra, sino de formular mecanismos para que a los comedores de Pego, pongamos por caso, no les suministrara un agricultor de Valencia. Esto, al mismo tiempo que abarataría el precio del producto, abarataría el conjunto. Así, determinadas producciones que se van a Alemania, a Holanda, podrían quedarse aquí.

¿Cómo se fomenta el cambio de mentalidad?

Si nosotros tenemos un puesto en el mercado de Denia, es evidente que todos los que pasan por el mercado tienen la posibilidad de comprar en él. Hay cinco fruterías, y cada ciudadano escoge la que más le gusta de acuerdo a lo que ve expuesto, a los precios, etc. También es importante el conocimiento de la calidad intrínseca del alimento. Hay personas muy preparadas que saben exponerlo, y sería una buena idea que estos conocimientos estuvieran al alcance de todo el mundo. No sé cómo decirte, el otro día se murió Manolo Escobar, y todo el mundo se enteró. Se trata de una cuestión política, como por ejemplo dedicar dinero a la prevención, no a la curación de enfermedad; en este caso, dedicar dinero a la educación sobre el conocimiento de la calidad alimentaria. Claro, para no frustrar a la persona que está dispuesta a adquirirlos pagando un poquito más, lo necesario es que tenga un lugar donde comprar los productos agrícolas ecológicos. En el área metropolitana de Valencia, millón y medio de habitantes, ¿cuántos puestos de venta hay? El mercado de Ruzafa, en el Mercado Central, Punt de Sabor, Navarro y pocos más. Es para ponerte a llorar. Casi nada. Aunque hay productores que hacen lo que nosotros en Denia, pero a un nivel más informal: venta directa. Eso se da mucho en l’Horta de Valencia. Aunque en las ciudades próximas a la capital, de treinta cuarenta mil personas no hay puntos de venta de productos ecológicos frescos.

Dicen que los alemanes compran. Pero es porque tienen donde hacerlo. Según nuestras experiencia en Denia, los alemanes no compran más en nuestro puesto que los españoles. Falta conjuntar voluntades institucionales y no institucionales. Igual que se hace una campaña publicitaria de vacunación, se podía hacer una campaña a favor de los productos ecológicos. No resulta caro. O hacer experimentos en pequeños hospitales, la mitad de las comidas en ecológico y la otra mitad en convencional, y al cabo de unos años, a ver qué resultado da. Hacer formación a médicos, a nutricionistas. Las posibilidades de actuación son enormes. Pero hasta ahora no se ha hecho nada de nada. Cuando gobernaba el PSOE, la agricultura ecológica era todavía una cosa rara. Pero el PP, en sus veinte años, que es cuando la agricultura ecológica se ha desarrollado, no ha hecho nada. La agricultura ecológica se ha desarrollado a pesar de los políticos. Y se han encargado de hacerlo los labradores y determinadas personas que tienen claro que es importante , y que son los que compran. El resto, exportación, ya lo sabes.

 

 

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