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Cultura y comunicación

Juan Luis Hernández, un cámara enamorado de su trabajo

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Juan Luis Hernández Trillo es todavía operador de cámara en la redacción de Informativos de Canal 9. Afectado por el Ere, dejará de trabajar previsiblemente el 31 de agosto de este año. Nació en 1966 en el barrio del Cabañal de Valencia. Está casado y tiene una hija. Enamorado de su trabajo como reportero, y con una experiencia contrastada en España y en el extranjero en todo tipo de circunstancias, se va a la maldita calle el 31 de agosto, porque es un profesional «no apto», según los criterios de la actual dirección de Canal 9.

Una entrevista realizada por Fernando Bellón

¿Eres un cámara vocacional o llegaste a serlo por circunstancias casuales?

Vocacional por completo. Yo vengo de electrónica, que yo estudiaba en mi adolescencia. Y en El Cabañal, donde nos conocíamos todos, había un amigo muy amigo de mi padre que trabajaba en TVE. Y a mis trece años más o menos, me llevaba de mozo para tirar cables, montar los equipos de directo en la Plaza de la Virgen… Íbamos un grupo de chicos del barrio. Me daban dos mil pesetas, y me tenían el fin de semana trabajando. Aquello me molaba mucho, porque yo venía de un mundo técnico. Yo montaba las cámaras, y luego llegaban los cámaras. Yo les envidiaba. A veces me dejaban probarlas. Eran cámaras de estudio, de unidades móviles. Y yo flipaba, pensaba que manejarlas debería ser la pera.

Así que me fui a Madrid a estudiar en el centro de TVE. Vi que se me daba bien. Los aparatitos electrónicos no han tenido secretos para mí. Allí había licenciados y gente muy preparada, y me daba reparo sentirme a su lado; pero la cámara se me dio bien. Me gustó. Y esto era un estímulo muy grande. Orienté mis estudios técnicos hacia ese mundo del video y las cámaras. Toda mi vida profesional ha estado dentro del mundo del audiovisual.

Y cuando acabé la mili, me propusieron ir a la delegación en Castellón de TVE, a sustituir a uno que hacía chanchullos o cosas así. Se conoce que me vieron jovencillo y pensaron, este no nos va a dar problemas. Estuve allí tres años. Y me enviaban a Valencia o a Alicante, cuando nadie quería ir. Yo era el chiquillo que no daba problemas, que me encantaba el trabajo… Iba a todas partes, a todos los temas. En Castellón, con el periodista Nadal Escrich, que luego fue alcalde de Borriol. Toni Doménech [luego, también cámara de Canal 9 y compañero de Juan Luis] estaba de ayudante. Él tenía 17 años, y yo 20. Llegué a participar en las retransmisiones de la plaza de la Virgen, y cuando me vi formando parte de la unidad móvil pensé que estaba soñando, había conseguido lo que soñaba, hablar por los cascos con la realizadora…

Entonces la tecnología era Umatic Alta Banda, cámara, cable y monitor. Por eso necesitaba ayudante. Pero ante empezamos con el VCM 20, de Ikegami, una cámara de pulgada, un cable y un carrito de hierro con el magnetoscopio. Luego vinieron las Betacam compactas, todo en el mismo aparato que se llevaba al hombro.

¿De TVE pasaste directamente a Canal 9?

Entonces salió lo de Canal 9. Para mí la oposición de Canal 9 fue fácil, porque yo llevaba muy reciente la teoría por mis estudios en Madrid, y pasé muy bien el examen. Y el práctico no me dio problema porque me examiné con el mismo tipo de cámara que usaba en Castellón.

 

¿Recuerdas alguna experiencia impactante en tus primeros años?

Una explosión en una casa. Fue mi primer golpe con la realidad dura de Informativos. Una mujer a la que sacaron completamente calcinada. Yo hasta entonces había trabajado bastante con la cámara, pero en cosas como la Magdalena… Y en ese accidente, fue la primera vez que tuvimos que ir corriendo, para encontrarme con aquello. Me eché a temblar y pensé, “esto va ser duro”. Y me hice a la idea de que además de entrevista bonitas y cosas así, te podías encontrar con un pastel.

¿Qué experiencias importantes has tenido luego en C9?

Los momentos culminantes los he tenido fuera de España, cuando he estado en Yugoslavia. Allí he visto cosas que hay que verlas, pero que no son buenas para el ser humano. He visto hambre, mucha violencia… Y lo que más he ha impresionado en España ha sido el tema de los políticos. Los meollos en los que se han metido ahora… es muy triste.

Pero cuando has estado por ahí viajando, has visto cosas que son realmente más serias. Me explico. Yugoslavia me marcó. Porque estuve en la guerra de Irak, pero eso era una guerra entre naciones. Veías que caían pepinos, y luego ibas a Tel Aviv, grababas lo que había pasado… pero eran enemigos de distintos países. EnYugoslavia era una guerra civil. Ahí te metías en un sitio, y veías los fusiles, y te apuntaba, y te detenían, y tenías que buscarte la vida. La cosa cambia. En una guerra convencional tienes la espalda cubierta, sabes dónde estás. Los medios van juntos, están protegidos. Pero en una guerra civil estás solo.

Antes de ir a Yugoslavia había estado en la guerra de Irak. Había días chungos, pero no había peligro. Haces mucha política, muchas historia… Mi padre me dijo, ten cuidado, porque donde vas ahora no es donde has estado. Él había estado en una guerra civil. Yo dije, tampoco será para tanto. Y, joder… mi padre tenía razón. Sin la espalda cubierta, te tenías que resolver los problemas tú… Tienes que intentar caer bien a todos, pactar con todos. De hecho nos detuvieron cuando estábamos en Kosovo, y salimos por los pelos. Iba con García Devís [redactor de los Informativos de Canal 9].

Estábamos grabando un mitin ilegal [ilegal para la autoridad serbia, entonces dominante en Kosovo]. Y de pronto empiezan a entrar soldados serbios por las ventanas. Al verlos venir, cambié la cinta. Escondí la usada y grabé un poquito en la nueva. Claro, lo primero que hicieron fue trincarme a mí. En esos países, las cámaras de televisión son los enemigos, porque estás dando a conocer una verdad que a ellos no les interesa. Rompieron las urnas, y se pusieron a beber pelínkova, que es como orujo. Me trincaron y me metieron en un coche. Me llevaban al cuerpo de guardia, pero yo no sabía dónde me llevaban. Iba uno detrás, apuntándome. Y los otros conduciendo por caminos. El periodista no venía conmigo, sólo les interesaba el cámara. Por mi cabeza pasó de todo. Pensaba, si me escapo y corro, mal, un blanco perfecto. Estaba angustiado, y los tíos se reían. En el cuerpo de guardia apareció una tía que hablaba francés, y me explicó que querían la cinta, que lo que estaba haciendo estaba mal, que era un acto ilegal, y me presentaron un papel que firmé, que me expulsaba del país. Entregué la segunda cinta que había grabado, con planos de los tíos entrando en el colegio y tal. Se extrañaban de que hubiera tan poco. Y yo les dije, “sí, sí, es que acabábamos de llegar, no nos ha dado tiempo a grabar más”. Yo no les podía dar una cinta en blanco, porque no se lo habrían creído. La cinta buena la metí en el maletero del coche que llevaba al equipo.

Cuando llegó el periodista con el chófer y traductor, le dije, “tío, que sí tienes el reportaje”. Montó el reportaje, y contamos lo que nos había pasado, grabando la ficha que me habían hecho firmar, declarándome persona non grata. Al día siguiente nos marchamos de Kosovo, sometidos a vigilancia.

Y en España, ¿qué tipos de experiencia te han marcado?

Aquí lo más desagradable es, por ejemplo, cuando los jefes te dicen muy tranquilamente, “ve a grabar al mercadillo de la droga”. Yo he hecho Dossiers [programa de Canal 9] de drogas, de putas. Es muy fácil decir, ve a hacer el reportaje, pero te las estás jugando. A mí me han amenazado con una jeringuilla, que me da más miedo que una bala. Yo he tenido que quitarme a uno de encima empujándole con la cámara. Es muy fácil decirlo, pero tú tienes que salvar la cámara, grabar buenos planos, controlar el diafragma, la luz. Y tú vas más vendido. A mí me han tocado la cara haciendo un reportaje de los Ultrasur del Madrid. Me metí en la calle donde están ellos, con la cámara colgando, medio escondida para que no se viera que estaba grabando. La policía nos había dicho “Esa calle es suya.” Empezaron los tíos a jugar, a tirarse botes de cerveza, y va la periodista y me dice, “graba, graba esto”. Me delato. Y entonces vino uno por detrás y me hizo, ¡pum!, “fuera de aquí.”

¿Qué cosas buenas y malas has aprendido en tu trabajo?

Yo he disfrutado mucho de mi trabajo en Canal 9. Me gusta la cámara, me gusta cazar a alguien, saber que lo tengo a foco, con luz. Me ha gustado hacer mi trabajo.

Y cuando he ido por ahí he aprendido a no juzgar a las personas. Aquí tenemos mucha tendencia a juzgar, muy fácilmente. Yo he visto cosas de violencia y de gente muy, muy joven con una actitud ante la vida, que dices, “esto para mí es violento, pero para ellos… Si yo hubiera nacido aquí, lo más probable es que fuera como ellos o peor”. He aprendido a ponerme en el lugar de las otras personas, antes de juzgar. Y luego, que no se puede juzgar a nadie sin conocer la situación en la que viven. He aprendido a preguntarme, “este hombre, ¿por qué actúa así?” A alejarme de esa tendencia a criticar a los que no son ni actúan como tú. De no haber sido por Canal 9, yo eso no lo habría conocido, no habría llegado a aprenderlo. Habría sido muy prepotente. Y yo he conocido poco… Me imagino que los que hayan bajado por África, hayan vivido lo de Ruanda… eso tiene que ser lo mismo, pero multiplicado. Te cambia. Mi hermana, cuando volvía, me decía, “estás cambiado, aunque no te des cuenta.”

En Canal 9 hay muy buenos profesionales a los que sacar partido. Y por el egoísmo y la miopía de la gente, hemos llegado a esto. Eso es lo peor, la responsabilidad de los que dirigían. Yo ha habido veces que he dicho, “¡Ostia1, yo prefiero criar perros, porque sabes cómo van a comportarse, defienden su territorio y si alimento. Pero los directivos de Canal 9 han hecho daño por gusto, por hacerlo, porque podían.

¿Cuales son las causas de la deblacle de Canal 9, a tu entender?

El egoísmo de la gente. Es un dinero que viene de fuera, un dinero fácil. Han exprimido la vaca todo lo que han podido. Al principio, la televisión funcionaba, y funcionaba muy bien. Lo que hemos dejado en esa tele… Hemos hecho lo que nos pedían y lo que no nos pedían. ¿Por qué se ha llegado a esto? Evidentemente no por nosotros, ha sido la culpa del egoísmo. Para que una empresa funcione, se han de tener activas las ganas de la gente, guiar esas ganas, ese entusiasmo, dar estímulos. Y solamente ha ido a sacar lo que han podido. Por eso estamos donde estamos. Si la deuda no hubiera llegado a donde ha llegado, no estaríamos en el punto de mira. Todo lo que se ha hecho ha sido para llegar a este punto, deliberadamente.

¿Qué vas a hacer, cuando dejes la tele?

Yo tengo claro que a mí me gusta la calle. Me gusta mucho conducir. A lo mejor trabajo en el Puerto, mi hermano trabaja allí. De cámara, nada. Eso está muerto. El techo del cámara es la tele. Todo lo que hay fuera de eso está por debajo. El mercado está muy jodido.

Voy a echar de menos estar en la calle, la actividad y los retos.

Es la adrenalina, ver a un tío al que quieres grabar algo. Calculas por dónde se va a mover, te sitúas y le cazas. Dices, joder, me pagan por eso y lo he hecho bien. Eso te satisface mucho. Y cuando la cagas, te vas a casa muy mal.

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