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Historia de la Agricultura - M.B. Tauger

La agricultura en la Historia de la Humanidad – 08

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ESTIMADO LECTOR

Esta serie es la más visitada, con diferencia, de todas las entradas de Agroicultura-Perinquiets. Esto nos congratula, y nos ha animado a buscar más documentos relativos a la historia de este aspecto determinante en el desarrollo de la Humanidad. Desde hace meses venimos ofreciendo largos resúmenes de capítulos de HISTORIA GENERAL DE LA AGRICULTURA, de los pueblos nómadas a la biotecnología, de José Ignacio Cubero. El autor es doctor en Biología y Agronomía, Académico de Ciencias Exactas Físicas y Naturales, profesor en la Universidad de Cordoba (España) y ha ejercido diversos cargos en instituciones nacionales e internacionales.

El trabajo del profesor Cubero es de dimensiones enciclopédicas, y dedica largas secciones al desarrollo de la Agricultura en todos los continentes, con especial dedicación a España y a Iberoamérica.

Recomendamos a nuestros lectores estos resúmenes, largos y completos, que vamos publicando todos los meses desde noviembre de 2019.


Agriculture in World History, Mark B. Tauger, profesor asociado de Historia en la Universidad de Virginia Occidental.

De la colección Themes in World History, Routledge, Taylor and Francis Group. Londres y Nueva York. 2011

Resumen y edición de Gaspar Oliver.

La imagen de portada procede de talkingretail.com

 

Boom y Crisis. La Agricultura desde la segunda guerra mundial hasta el siglo XXI

 

Dos periodos de transición sufrió la agricultura mundial hasta la creación del moderno sistema agroalimentario.
En primer lugar, los Estados Unidos se constituyeron como la potencia dominante entre 1940 y 1970. Luego, otros países se convirtieron en grandes productores agrícolas compitiendo exitosamente con los Estados Unidos y desestabilizando los mercados mundiales.
Las multinacionales usaron su riqueza, su poder de mercado y su experiencia tecnológica para controlar el consumo de alimentos. Esto dificultó que los labradores y granjeros escaparan de este control que las grandes firmas imponían sobre la producción.

El sueño agrícola yanqui. tomada de agricorner.com

A lo largo de esta transformación, cinco procesos han dado forma a la vida agraria contemporánea.
1. La ascensión y caída de los sistemas agrarios comunistas.
2. La Revolución Verde, y el incremento de producción a que dio lugar en muchos países en desarrollo.
3. La industrialización de la agricultura y el declive de la población campesina en los países desarrollados.
4. La emergencia de África como una región agraria en crisis.
5. Y las repercusiones imprevistas de los avances tecnológicos agrarios.
Al inicio del siglo XXI, la agricultura mundial producía enormes cantidades de alimentos, pero su dependencia de la energía fósil y el cambio climático amenazan la seguridad alimentaria del mundo.
Estos procesos transformadores han variado la antigua doble subordinación. Los gobiernos, las organizaciones internacionales y las empresas han apoyado a los agricultores, han realizado investigaciones y conformado políticas adecuadas a los intereses de los agricultores, así como conseguido producir de un modo más eficiente.
Nunca a lo largo de la historia de la humanidad se habían hecho tantos esfuerzos concertados para ayudar a los agricultores a sobreponerse a las dificultades medioambientales y otorgar poder político a los campesinos. Pero irónicamente estos esfuerzos han relegado a los campesinos a nuevas y diferente formas de subordinación.
Así que en ningún otro periodo habían abandonado la tierra tantos agricultores, y por primera vez en la historia, los campesinos no constituyen la mayoría de la población.

Mecanización a tope. Tomada de bodybuilding.com

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La Segunda Guerra Mundial y la formación del sistema agrario moderno

Los Estados Unidos y Europa establecieron instituciones durante la segunda guerra más eficaces que las creadas durante la primera mundial.
En Gran Bretaña, la Ley Agraria de 1937 incrementó las subvenciones para estimular la producción de cereal. Durante la guerra, más de doscientas mil hectáreas de pastos ganaderos se transformaron en tierras de cereal. El incremento del uso de tractores estableció un modelo que persistió después de la guerra. El envío de hombres al frente vació el campo, y su trabajo fue sustituido por mujeres, algunas procedentes de ciudades, y por prisioneros de guerra.
En los Estados Unidos, los precios agrícolas se doblaron durante la guerra, y la renta total de los granjeros se triplicó. Los intereses campesinos consiguieron una ley que incrementaba y expandía los subsidios. Aunque los principales beneficiarios fueron los granjeros mejor situados en el mercado, y los pobres y medianos no se beneficiaron en igual modo.
La guerra mostró el enorme potencial agrario de los agricultores norteamericanos. El consumo local se mantuvo a un nivel elevado, y todavía pudieron exportar en forma de ayuda a 38 países.
Otros países agrícolas como Australia, Nueva Zelanda y Canadá también se beneficiaron en la misma medida. Sus poblaciones se vieron sometidas a planes de racionamiento, para enviar productos alimenticios a Gran Bretaña.
Los países hispanoamericanos se enfrentaron a un colapso de demanda debido a la guerra submarina que bloqueaba el acceso a Europa y a los Estados Unidos. Pero EEUU colaboró a la recuperación suramericana fomentando el intercambio comercial en el continente, y adaptando la producción a las necesidades de la guerra.
En la Unión Soviética, en África y en Asia, la agricultura sufrió grandes dificultades. La URSS movilizó 34 millones de personas, la mayoría campesinos, de una población total de 170 millones. Los que quedaron en el campo, mujeres, niños, ancianos y discapacitados tuvieron que cultivar con malos equipos y unos pocos caballos. El régimen impuso un sistema confiscatorio de la producción de las granjas colectivas y estatales. Los labradores sobrevivieron con lo que cultivaban en sus pequeñas parcelas y con el poco ganado que les permitían tener. Esto dio lugar a que el gobierno hiciera la vista gorda a la “agricultura privatizada”, porque colocaba más productos en los mercados. No obstante, la URSS necesitó millones de toneladas de ayuda alimentaria de los Estados Unidos.

Cultivos en un lugar de África.

Cultivos en algún lugar de África.

Los campesinos africanos se las tuvieron que ingeniar para satisfacer las demandas coloniales así como las de su propia subsistencia. Francia y Gran Bretaña reclutaron 300.000 soldados africanos, y muchos otros miles para el trabajo de guerra y los transportes, lo que dejó el campo africano en estado de semiabandono.
Tras la ocupación japonesa del Sudeste Asiático, Europa se volcó desesperadamente en el Congo Belga para el suministro de caucho. Al forzar a los trabajadores, se produjeron rebeliones. A la vez, obligaban a los pequeños campesinos a producir cosechas rentable que les eran prácticamente confiscadas. Esto y algunos años malos dieron lugar a hambrunas, por ejemplo en Tanganika, entre 1943 y 44. En Kenya, las autoridades coloniales persuadieron a los agricultores a plantar productos resistentes a las sequías para evitar hambrunas.
La producción agrícola de la Alemania nazi solo cubría el 85 por ciento de las necesidades. Los agricultores evadieron los sistemas de racionamiento gubernamentales, vendían en los mercados negros y ocultaron productos que estaban obligados a entregar.
Los nazis movilizaron a la población para la guerra en la misma medida que los aliados, pero además aplicaron una política de expoliación en los países ocupados del Este de Europa y la URSS, para obtener allí lo que no podían cultivar en su patria, sin importarles las hambrunas masivas que acabaron con la población local.
En la práctica, no obstante, la autoridades nazis de ocupación intentaron ignorar estas medidas drásticas, porque se volvían contra los intereses de las tropas ocupantes.
Al final de la guerra, la destrucción producida en Alemania redujo el consumo de alimentos por debajo del nivel de subsistencia.

1945-1970, dos caminos agrícolas diferentes

Durante las tres décadas que siguieron al fin de la Guerra la agricultura, como el resto de las componentes del sistema económico se fragmentó en tres partes: la agricultura capitalista del primer mundo, la comunista del segundo, y la que cuajó en los estados emergentes del pasado colonial.

La primera sirvió de modelo a las demás, y estableció vínculos especiales con la tercera a través de los programas de desarrollo. En la década de los setenta, ciertos países del tercer mundo se habían convertido en potencias agrícolas.

Subsidios. Tomada de isvamurti.com

Subsidios. Tomada de isvamurti.com

La agricultura en el mundo capitalista

Los países capitalistas prosiguieron tras la guerra con los programas de subsidios y protección diseñados durante la Depresión. Apoyaron la modernización y la mecanización de la agricultura, así como el desarrollo científico de métodos de cultivo. El resultado fue la disminución drástica del empleo en este sector, y la construcción de un sistema alimentario global.

La guerra había producido la devastación de la agricultura en Europa y en la URSS. Una sequía en 1946 redujo todavía más las cosechas, dando lugar a una terrible hambruna. En Europa, sostiene Tauger, las crisis agroalimentarias proporcionaron una veta de votos a los partidos comunistas.
Al certificar este fenómeno, el secretario de Estado norteamericano, George Marshall, propuso en 1947 un vasto programa de ayuda, en especial alimentaria, para la recuperación de Europa. La decisión y sus consecuencias edificaron el dominio agrícola y económico en general de los Estados Unidos en los siguientes 25 años.
Tauger señala que la política del gobierno norteamericano fue construyendo su primacía antes incluso del plan Marshall, mediante los tratados de Bretton Woods (1944), que implicaron a 44 países y establecieron el esquema financiero internacional: Banco Internacional para la Reconstrucción y Desarrollo y Fondo Monetario Internacional. Esto proporcionó a los países en dificultades tanto préstamos a largo plazo para financiar grandes proyectos, como préstamos a corto plazo para financiar sus problemas inmediatos. En 1948, 18 potencias firmaron el GATT, Tratado General de Comercio y Tarifas aduaneras, apoyando el libre comercio, salvo para materias primas agrícolas. Al acuerdo fue firmado por la mayoría de los países del planeta.

Foto de gastronomiaycia.com

Foto de gastronomiaycia.com

Paralelamente se constituía la ONU. Y también la FAO, Organización para la Alimentación y la Agricultura, en 1945, estimulada por el nutricionista británico Sir John Boyd Orr. El propósito era establecer un directorio mundial para la distribución alimentaria de los excedentes a las regiones con hambrunas. Los Estados Unidos y otras potencias se opusieron porque aseguraban que pondría a los agricultores de los países pobres en manos de un instrumento exterior a ellos y no elegido democráticamente.
El programa de ayudas agroalimentarias de los Estados Unidos (salvo a la URSS y países del bloque comunista) permitió que el gobierno se olvidara de los problemas que ocasionaba la superproducción en su país. En 1954 el plan Marshall se transformó en una Ley para el Comercio Agrícola, el desarrollo y la asistencia, luego nombrada”Programa Paz por Alimentos” (Food for Peace), que proveyó más de cien toneladas de ayuda alimentaria a 135 países a bajos precios.
Nuevas tecnologías permitieron que los granjeros incrementasen sus cosechas y su productividad, mucho más de lo que los instrumentos políticos mencionados podían gestionar.
A pesar de los controles de superficie sembrada, el apoyo a los precios y los subsidios a la exportación, millones de agricultores norteamericanos abandonaron sus tierras en las décadas que siguieron a la guerra. Se siete millones en 1940 pasaron a dos en las postrimerías del siglo. Los productores y elaboradores de algodón de los estados sureños orientales no pudieron aguantar la competición de algodón más barato de California y otros estados occidentales, y a pesar de la mecanización que desplazó a millones de peones a las ciudades, se arruinaron, y la economía agraria norteamericana se volvió uniforme, ya no hubo un norte y un sur, un este y un oeste.
En Europa también la población agraria disminuyó y la productividad aumentó. Las políticas agrícolas se orientaron hacia la modernización. La mecanización se incrementó espectacularmente, se introdujeron otras cosechas y se expandió la ganadería intensiva. La dependencia de las importaciones norteamericanas de alimentos contribuyó a acelerar estos cambios. Todavía en los inicios de los 50 había racionamientos en el Reino Unido. Se recogieron propuestas antiguas de formación de los agricultores e investigación. Ello llevó a las organizaciones de agricultores y a los estudiosos de las universidades a la conclusión de que la comunalización de la tierra era un error, y que había que intensificar la investigación científica.

Imagen tomada de Wikimedia

Imagen tomada de Wikimedia

En Italia, desde 1943, el regreso de veteranos a sus hogares agrícolas en el sur produjo la ocupación de fincas, millones de hectáreas. El nuevo gobierno democrático no tuvo más remedio que aceptar los hechos y lanzó una reforma agrícola que redistribuyó 673.000 hectáreas de grandes fincas a agricultores sin tierra y a pequeños agricultores, entre 1950 y 1965. En cierta forma se puede entender este gran evento como el triunfo de la reforma agraria de los hermanos Gracco, que les costó la vida en la República Romana de la antigüedad. Gracias al apoyo del gobierno en formación, irrigación y sostenimiento a los precios, muchas explotaciones nuevas tuvieron éxito.
España”, dice Tauger, “se movió en la dirección opuesta. El general Francisco Franco ganó la guerra civil de 1936-1939 con promesas de ayuda a los campesinos, pero permitió el dominio del poder rural de los terratenientes. Tras años de recesión en la producción agrícola, en 1959, Franco abrió la economía española a los mercados mundiales. España en los 60 sufrió una expansión económica sin precedentes, y peones y pequeños campesinos dejaron los pueblos y aldeas para desplazarse a las ciudades. Las grandes fincas, la mecanización y la modernización en la producción de cosechas dominaron la agricultura española durante los años 70, aunque muchas explotaciones pequeñas sobrevivieron.”
La integración europea en una comunidad económica dio paso en 1958 a la PAC, Política Agraria Común. Hacia el año 2000 el mercado agrícola único estaba establecido en la mayoría de los países de la Europa Occidental. La PAC acaparó la mayor parte del presupuesto comunitario, apoyó la investigación y el sostenimiento de los mercados, impuso límites a la producción de determinadas cosechas y de ganado, un sistema parecido al que se empleaba en los Estados Unidos. Pero estos límites eran resultado de las presiones nacionales, y no de la compleja realidad agrícola.
Los productores de leche españoles la obtenían a menor precio que los holandeses o que los franceses, pero las potencias norteñas obligaron a los ganaderos españoles a restringir su producción.
Los campesinos europeos cosechaban enormes excedentes, pero se endeudaban, lo que daba lugar a protestas y demandas de mayor apoyo.
La agricultura europea y norteamericana se beneficiaron después de la guerra de los apoyos estatales, de las condiciones favorables de los mercados, de las nuevas tecnologías y del crecimiento económico a largo plazo, que redujo la población campesina incrementando a la vez la productividad. Muchos trabajadores se convirtieron en campesinos a tiempo parcial, a la vez que trabajaban en la industria o en otros empleos urbanos, o en agricultores jubilados que dependían de las pensiones del gobierno.

Una imagen demasiado idílica de la agricultura soviética

Una imagen idílica de la agricultura soviética

La agricultura en el comunismo

Tauger asegura que la pobreza de la que partían y la ideología en la que se sostenían los países comunistas limitó los contactos con el mundo capitalista. No obstante, intentaron imitar algunos de los sistemas que dieron buenos resultados en Occidente. La colectivización de la agricultura y la expansión de las granjas estatales fue la política seguida allí.

En todos esos países la agricultura era el sector dominante en términos económicos y poblacionales. El poder de los grandes terratenientes era muy grande antes de las revoluciones. Los comunistas empezaron por crear un ministerio de agricultura que confiscó las tierras a los grandes propietarios y la dividió entre los agricultores, con lo que se ganó el apoyo de mucha población rural.
Al tomar el poder, empezó la colectivización agraria, aunque los países del bloque comunista no fueron tan radicales como antes en la URSS. La respuesta popular fue diferente. En Bulgaria, donde los campesinos estaban acostumbrados a la propiedad comunal en los pueblos, la acogieron bien. En Polonia, los agricultores se resistieron a la colectivización, y en 1956 fue abandonada por el gobierno.

Otra idealización soviética. Tomada de elcarburantedelahistoria.blogspot.com

Otra idealización soviética. Tomada de elcarburantedelahistoria.blogspot.com

La Unión Soviética salió devastada de la Segunda Guerra Mundial, en especial el sector agrario. Con 25 millones de muertos, las granjas se habían quedado sin mano de obra, sin caballos y sin maquinaria, y con una tierra echada a perder por los invasores nazis. Hacia 1945, la mayoría de los agricultores eran mujeres que, además, debían arrastrar ellas mismas el arado. La sequía de 1946 produjo una hambruna con terribles consecuencias: dos millones de muertos.
Hubo que proceder al racionamiento de alimentos y al trabajo intensivo, pero las retenciones de la producción, los precios bajos y los impuestos empobrecieron a la población campesina y la volvieron hostil al régimen.
Un hecho sorprendente fue la confianza depositada por Stalin en un pseudocientífico, Trofim Lysenko, que se puso al frente de toda la investigación agraria entre 1948 y mediados de los sesenta. Investigadores competentes fueron apartados de su trabajo, e incluso deportados.
La muerte de Stalin permitió a su sucesor, Nikita Khrushchev, subidas de precios para los agricultores, ampliación de explotaciones e introducción de maquinaria. En los sesenta y en los setenta, se introdujeron pensiones agrícolas y pasaportes interiores que permitían a los agricultores moverse por el país. Era la primera vez que se establecía una igualdad legal entre los campesinos y los habitantes de las ciudades.
A pesar de todo, la producción no alcanzaba las necesidades de la población. Krushchev sacó del cajón un viejo proyecto de explotar las tierras vírgenes al este del Volga, cosa que incrementó la producción de grano. No obstante eran tierras áridas propicias a los desastres naturales. El peor fue el de 1963, cuando la sequía destruyó la cosecha y levantó tormentas de polvo. Hubo que importar 17 millones de toneladas de grano para impedir una hambruna y la muerte del ganado por inanición. El sucesor de Krushchev, Leonid Brezhnev puso énfasis en la irrigación y el desarrollo agrario.

La agricultura china en blanco y negro. Foto tomada de culturaproletaria.wordpress.com

La agricultura china en blanco y negro. Foto tomada de culturaproletaria.wordpress.com

China empezó el siglo XX con desastres naturales, derrotas militares y dominio extranjero. En 1898 el río Amarillo se desbordó e inundó seis mil kilómetros cuadrados. Esto, unido a sequías y a plagas de langosta, dio lugar a millones de refugiados hambrientos. Algunos chinos descargaron la culpa en los extranjeros y revivieron la sociedad secreta de los Boxer, con acciones violentas que indujeron a una intervención militar extranjera conjunta para aplastar la rebelión.
El malestar se desplazó a la decadente dinastía Qing, apoyada por las potencias extranjeras. Esto condujo a los campesinos a apoyar la revolución republicana de 1911. El país se dividió en regiones controladas cada una por diferentes poderes, y el estado no pudo afrontar la sequía y las hambrunas de 1918 y 1921. El desastre dio lugar a un Comité Internacional de Ayuda a la Hambruna en China, que duró hasta la invasión japonesa en 1937.

En los años de entreguerras, China exportó seda y algodón, pero los campesinos tuvieron que soportar impuestos abusivos de los señores de la guerra, y la apropiación de sus tierras por grandes propietarios que les obligaron a pagar rentas por cultivarlas.
Durante este tiempo, el partido Comunista Chino, en consonancia con el soviético, sostuvo que la clase campesina era atrasada y no se podía contar con ella para la revolución.
Hacia 1926 el general Chiang Kai Chek conquistó varios pequeños estados en manos de señores de la guerra, y organizó a los campesinos para liberar nuevos territorios. Consiguieron arrebatar el poder a los terratenientes, prohibieron el opio, el alcohol y el juego, dieron derechos a las mujeres y construyeron escuelas, así como rebajaron las rentas y la usura.
Mao Zedong, entonces en joven dirigente comunista se percató del efecto, y se unió a otros líderes para variar la política del partido hacia los campesinos.

La instrucción agropecuaria del camarada Mao. Tomada de laboresylosdias.blogspot.com

La instrucción agropecuaria del camarada Mao. Los campesinos aprenden a cultivar la tierra leyendo el «Libro Rojo». Foto tomada de laboresylosdias.blogspot.com

Pero el general Chiang Kai Chek vio la jugada como una amenaza para sus intereses. En abril de 1927 inició una sangrienta persecución de comunistas, y estimulo el terror blanco a manos de los grandes propietarios, contra las asociaciones campesinas, aunque no fueran comunistas. Esto produjo la Larga Marcha de los comunistas de 1934, que les condujo a la remota provincia de Yenan, donde estimularon la alianza con los campesinos. Poco a poco se ganaron su apoyo, mientras que los nacionalistas de Chiang Kai Chek solo se sostenían en los terratenientes.
La invasión japonesa indujo a los comunistas a una guerra de guerrillas apoyada en la población campesina, cuyos efectos fueron mejores que las tácticas del ejército de Chiang Kai Chek. Tras la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial, los comunistas terminaron por imponerse a los nacionalistas en 1949.
Mao introdujo una primera reforma agraria para desplazar a los grandes propietarios, con un coste de miles de vidas por el resentimiento de los campesinos hacia sus despóticos amos. Pero Mao no tardó en introducir la colectivización de las tierras. Fue un proceso menos violento que en la Unión Soviética, pero que afectó a muchísimos más campesinos (cuatro veces más). Hacia 1957, el 90 por ciento de los agricultores formaban parte de granjas cooperativas.
Mao y lo suyos se convencieron de que una política estricta de inmensas “comunas del pueblo” que abarcaban varios distritos acabaría con las tensiones de la escasez de alimentos, así como facilitaría la industrialización. Se crearon comedores comunales donde las familias campesinas comían lo que necesitaban, tras años de racionamiento. Pero pronto las reservas de alimentos se agotaron. Las autoridades locales forzaron a los campesinos a utilizar métodos absurdos en el cultivo, y las enormes dimensiones de las explotaciones crearon problemas de gestión sin precedentes en el país. La producción alimentaria se vino abajo en ciertas regiones, empujada también por la sequía y las inundaciones. El resultado fue una tremenda hambruna en 1959, que causó decenas de millones de muertos.

El sueño maoísta. Tomada de emaze.com

El sueño maoísta. Tomada de emaze.com

Mao calificó la catástrofe como “dificultades temporales”. Se dice que acabó trastornado a medida que las dimensiones del problema aumentaban, sin saber qué determinación tomar, y acabó ordenando la importación de alimentos. En 1961 Mao redujo el poder de las comunas populares y centró la unidad económica básica en las pequeñas poblaciones. A pesar de las calamidades, China empezó a desarrollar la irrigación. Sin embargo, muchos militantes del partido y gente de los pueblos se volvieron contra el régimen comunista. El régimen, que había empezado apoyándose en los campesinos, varió su estrategia y empezó a fomentar la urbanización y la industrialización.
Resume Tauger que, como puede verse, los regímenes comunistas llegaron al poder, al menos en parte, apoyándose en los campesinos, pero subordinando su papel al de mero apoyo de la industrialización programada por los dirigentes. Los regímenes comunistas son responsables de las peores catástrofes naturales y hambrunas por su obsesión en el aumento de la producción, llevada a cabo de un modo incompetente. Eso, a pesar de que dieron pasos importantes en la mejora de la vida de los agricultores, y sentaron las bases de futuras reformas de mayor calado.

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