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Agricultura y naturaleza

«La Tira de Contar» de Mercavalencia

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Emilio Zola describió en “El vientre de París” el cromático y perfumado (en el buen y en el mal sentido) universo de Les Halles, el antiguo mercado central de la capital francesa. El escenario era un símbolo de la perra vida del protagonista, Florent, un idealista que sucumbe ante la avalancha material que entra, se acumula y sale de las naves de Les Halles. (Esto lo he tomado de Wikipedia, porque no he leído la novela mencionada.) Creo que Blasco Ibáñez, apasionado seguidor de Zola, escribió una secuela sobre el Mercado Central de Valencia. Intento plantear una introducción cultural al tema agroeco de hoy, y me estoy luciendo.
Los mercados centrales son extraordinarios escenarios para novelas y para películas (véase “Frenesí”, de Alfred Hitchcock). Al menos lo han sido. Porque los mercados centrales de hoy en día son monstruos arquitectónicos de una sencillez aplastante, naves que pueden albergar un OVNI de la Tercera Fase, organizados según productos y gestionados con tecnología punta. Por ejemplo, Mercavalencia.

Un reportaje y fotografías de Fernando Bellón

thumb_DSC_0020_1024Durante el día, Mercavalencia es un solar con inmensos aparcamientos vacíos (casi medio millón de metros cuadrados), visto desde el puente que salta sobre una playa de vías de tren, entre el nuevo cauce del Turia y los tinglados del puerto. Pero para comprender la vital importancia de Mercavalencia hay que darse un paseo de madrugada, por ejemplo, de las dos a las ocho.
En estas horas funciona la llamada “Tira de Contar”, un mini-gran-mercado donde los labradores de la Huerta de Valencia y comarcas aledañas llevan los productos que acaban de cosechar.
El resto de Mercavalencia es un aparente caos de tráfico rodado y mercantil, donde acuden mayoristas y minoristas, fruteros, carniceros, pescaderos, grandes productores de verdura, ganaderos, especuladores, almacenistas (un retrato en blanco y negro de la sociedad valenciana con un fondo cromático vegetal y de animales sacrificados) a hacer los mejores negocios que pueden dentro de la ley. Pero de caos nada. Todo está controlado, las transacciones registradas, la calidad y sanidad de los productos certificadas.
Mercavalencia es un complejo funcional en extremo, que bulle de vida durante la madrugada y se extingue durante el día. Y una visita a esas horas te hace descubrir el altísimo valor táctico y también estratégico de un mercado central. Si el millón largo de ciudadanos de Valencia y alrededores come cada día es porque existe Mercavalencia. Una semana sin Mercavalencia, y los valencianos empezaríamos a sentir el bocado del hambre.

thumb_DSC_0042_1024Contar por piezas
Pero este artículo está dedicado a “La Tira de Contar”. Se llama así porque, al parecer, antiguamente las verduras y las frutas se vendían por piezas. Los labradores se colocaban en el mercado en una fila, y los compradores contaban uno a uno los nabos, las lechugas, las naranjas o las coles. «La Fila de Contar». Al menos es lo que a mí me han dicho.
Según información proporcionada por Mercavalencia el número total de agricultores que llevan sus productos a la Tira ronda los 1700, con una media diaria de 300. El día que visitamos la Tira había muchos más de la media. Y curiosa (o reveladoramente) muchos de ellos eran ellas, mujeres (casi un 40 por ciento, según estadísticas de Mercavalencia). Acaso porque los hombres estaban descansando para seguir trabajando al día siguiente en la huerta.
La Huerta de Valencia, la del Norte y la del Sur, es el origen de la mayoría de las verduras y frutas que llegan cada madrugada a la Tira. Si bien se tiene constancia de labradores que vienen de un radio en torno a los 30 kilómetros, incluso de Cullera o de Gandía, que están más lejos. Sin embargo, la mayoría (el 75 por ciento) son de Valencia y alrededores. En concreto del término municipal de Valencia, que todavía tiene algo de huerta, y de las poblaciones limítrofes: Castellar, Campanar, Pinedo, (barrios de la ciudad), o Alboraya, Catarroja, Albal…

thumb_DSC_0048_1024Transacciones cara a cara
Segun Claudio Hernández Simó, presidente de la Associació de Venedors de la Tira de Contar, son unos 160 censados. Ellos toman las decisiones y negocian con Mercavalencia los pocos problemas que puedan presentarse. Las transacciones se hacen “cara a cara”, señala, aunque la tecnología interviene, registrándolas, comprobando el origen y los productos fitosanitarios que han recibido. Para Claudio Hernández, un hombre que pasa de los setenta años, la clave está en la confianza y la inmediatez: “Demanes preu … se fa el tracte, se paga en metálic, i andando”.
Los pagos se hacen invariablemente en metálico. Los créditos son excepcionales y de poca monta. Claudio calcula que le media de ventas de un labrador cada madrugada está en los 200 euros.
Si esta cifra es más o menos cierta, pasma comprobar la psicología del agricultor de la Huerta valenciana. José Velarde Tomás lleva desde los 13 años acudiendo de lunes a viernes a la Tira, y hoy tiene 46. Cultiva con su hermano en la huerta de Castellar-Oliverar, al sur de la ciudad: lechugas de todo tipo, alcachofas, acelgas, tubérculos, de todo lo que puede. Es uno de los cientos de trabajadores autónomos que cultivan su propia tierra y a la vez venden en la Tira sus productos para saltarse la barrera del intermediario.
A las tres de la madrugada ya está en la Tira con sus cajas desbordantes de productos frescos. Al terminar, a eso de las siete o las ocho, se marcha para el campo a organizar el trabajo agrícola. Confiesa que duerme poco, pero que lo que hace le gusta. Es una virtud espartana, rayana en el sacrificio. “Si no me gustara no lo haría. Te tiene que nacer, porque tienes que estar aquí llueva o truene, haga calor o haga frío.”

thumb_DSC_0021_1024Fruteros paquistaníes
¿Y qué tipo de personas acuden a esas horas a comprar? Es evidente que los fruteros y los verduleros de la ciudad y localidades próximas. Un dato novedoso en relación a no hace mucho tiempo es la presencia de paquistaníes con negocios de fruta y verdura. Aunque no existen estudios estadísticos, los labradores calculan que se llevan el 60 por ciento de su producción. Es la forma de mantener precios asequibles a los vecinos de los barrios populares donde se hallan establecidos, saltándose el intermediario, comprando directamente al agricultor.
Otro perfil de comprador es el del restaurador. Juan Lahiguera tiene un restaurante y un supermercado, que abastece cada madrugada de productos frescos garantizados. En verano aprovecha el buen tiempo para no dejar día sin faltar a la Tira. En invierno acude menos, básicamente para el restaurante. Es un sacrificio de sueño que le resulta rentable, porque salecciona bien lo que compra.
thumb_DSC_0012_1024Y por fin, otros “clientes” son personas vinculadas a asociaciones que dan servicios a las personas necesitadas. Una de ellas es Betel, de carácter cristiano, dedicada a personas con adicciones. Gregorio Martínez y otros socios vienen de Sedaví, y recoge los alimentos que les proporcionan gratuitamente los labradores. Incluso recogen carne en otros mercados que no pertenecen a la Tira. “Venimos aquí, damos una vuelta por la nave, y muchos nos tienen preparados alimentos, saben que venimos los viernes. Los alimentos van a una despensa y luego a los centros”.
Según datos sí contabilizados el volumen de ventas al cabo del año roza las cincuenta mil toneladas. Treinta mil de ellas son hortalizas. Quince mil, frutas. Y tres mil toneladas, son patatas.
Los productos de la Tira de Contar proceden de la agricultura convencional. Pero el hueco de la agricultura ecológica está punto de llenarse. Existen negociaciones entre agricultores bio y la dirección de Mercavalencia para establecer, quizá para el verano que viene, una Tira de Contar Ecológica.
De momento, Mercavalencia acaba de inaugurar un matadero ecológico, el primer paso para emprender un camino cuyo futuro es seguro y sano.

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