CARGANDO

Escribir para buscar

Bitácora y apuntes

La angustia por el cambio climático

Compartir

La Guerra entre Israel y Hamás acapara el interés de los medios. Es demasiado pronto para valorarla y enjuiciarla. El supuesto cambio climático es un tema obsesivo y polemizado del que se puede hablar en cualquier momento.

Gaspar Oliver

La razón, la fantasía y el miedo intervienen en la idea peregrina de “Cambio Climático”. En este caso peregrina significa que va de un comité científico a otro acumulando datos imposibles de contrastar. El cambio climático no se puede discutir ni razonar. Es una verdad de fe, y basta.

El clima es un fenómeno físico químico que se conoce bien gracias a la ciencia. Y como todo fenómeno natural varía, cambia, se mueve. Hablar de cambio climático como un hecho apocalíptico es como hablar del cambio o sucesión de las mareas o de las tempestades como una amenaza. Todo lo que se puede decir ya está comprobado: la mareas suben y bajan como efecto, entre otras cosas, de la gravedad cruzada entre la Tierra y la Luna. Las tempestades pueden llegar a ser previsibles, pero no inevitables. El clima varía de un día para otro, y también en fases o periodos que se han estudiado con profusión, porque han dejado huellas geológicas bastante claras. El cambio climático se mide en siglos, no en grados y en meses.

Poco más se puede hablar del cambio climático del que somos supuestamente responsables los seres humanos. Su análisis detenido y minucioso es tan complicado que puede ser utilizado al antojo e interés de quien lo realiza.

Señalar al “cambio climático” como una catástrofe apocalíptica imposible de evitar provocada por el ser humano es como desear que en el momento menos esperado nos invadan los marcianos y castiguen nuestras malas costumbres.

Que en verano hace calor lo estamos comprobando año tras año. Que ha sucedido siempre lo conservamos los mayores en la memoria de nuestra niñez. Yo en Madrid he pasado un calor espantoso desde que empecé a habitarlo a los seis años. En la Mancha el verano es todavía peor, el propio Cervantes se hace eco del asunto. Y así seguido. También ha habido periodos nada cortos en los que se ha registrado una bajada considerable de temperaturas.

En verano hace calor y en invierno hace frío, dicho sin entrar en detalles. En la edad de las tecnologías energéticas, se han inventado procedimientos para reducir los efectos domésticos y laborales de las altas y de las bajas temperaturas. Quemar combustible ha servido para ambas cosas, enfriar y calentar. A costa de contaminar la atmósfera. El perfeccionamiento de las máquinas de frío y calor ha rebajado la contaminación. Pero no la ha evitado ni podrá hacerlo por completo.

Se ha atribuido el “cambio climático” a los automóviles, a los aviones, al consumo eléctrico desaforado, a los pedos de las vacas. El atrevimiento de los “científicos” y de los medios es escandaloso.

No hace mucho leí en un diario que el mes de julio pasado había sido el más cálido en los últimos ciento cincuenta mil años. ¿Qué neanderthal sobreviviente habrá proporcionado los registros de su época? ¿Ha sido en más cálido en todo el planeta, en la mitad del planeta o en el barrio del idiota que ha compuesto la noticia?

Otra genialidad: una universidad anglosajona ha hecho un largo y sesudo estudio para concluir que, en las grandes ciudades, el calor del día se acumula en verano en las paredes y en el asfalto, y mantiene la temperatura nocturna muy alta. Supongo que en esta universidad repartirán el título de doctor a las puertas de las guarderías.

Casi todos tenemos la evidencia de que el cambio de clima de un año para otro y de un territorio para otro es algo natural e inevitable. Que llueva poco y nieve menos ya se ha observado en el mundo desde que alguien se preocupó de anotar los fenómenos meteorológicos extraordinarios.

Es decir, a casi nadie le provoca el frío y el calor más que bufidos o tiritones de mal humor. Quejarnos del calor o del frío nos gusta a los humanos. Sí, ya sé que hay personas que lo están pasando muy mal; pero el moralismo no contribuye nada a la ciencia y tampoco a mejorar la situación.

Sin embargo hay quien se lo toma en serio. Y no un grupo de fatalistas, de miedicas, de sectarios. No, hay muchísimas personas convencidas de que el cambio climático es algo fatal, una herejía cometida por, por, por… el capitalismo, la ultraderecha, Meloni, la hija de Le Pen, Abascal o Netanyahu. No es una exageración, es un hecho.

Son seres humanos como usted o como yo. Pero por razones inexplicables han decidido angustiarse, agobiarse, sufrir, vivir acollonados.

¿O no?

Si no es así, ¿a cuento de qué no paran de aterrorizar a la ciudadanía? Porque ellos mismos parecen vivir tranquilos.

Yo tengo amigos ilustrados que creen fervientemente en el cambio climático, convencidos de que la humanidad está condenada, y se quedan tan panchos: tienen coche, viajan en avión, comen carne, en verano encienden el aire a condicionado y en invierno la calefacción, y tienen hijos que, según ellos, no llegarán a adultos. Para mí esto es inexplicable. Es un acto de cinismo y de hipocresía.

Está visto que lamentarse del cambio climático y no hacer nada es el mayor compromiso que están dispuestos a hacer quienes creen en él.

Yo les pido coherencia. Por ejemplo, que hagan caso a Open Society y al Foro de Davos, que nos prometen vivir más pobres y más felices, y que se vayan a vivir y a predicar a los lugares en conflicto del planeta, que son tantos. O que cojan todos sus ahorros y se vayan a la isla de Cuba, donde la gente pasa calor y todo tipo de privaciones con resignada paciencia, y son ejemplo de una sufrida sostenibilidad, y empiecen a vivir en armonía con la naturaleza. ¡Ya está bien de leccioncitas morales incoherentes!

1 Comentario

  1. Rosa Marin 29 octubre, 2023

    Me gustan mucho tus análisis, Fernando y creo que tienes razón!

    Responder

Deja un comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.