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Cultura y comunicación

La guerra es la hoguera de la información

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Fernando Bellón, editor de Agroicultura-Perinquiets

La guerra de Ucrania es parte de la dialéctica entre imperios: Rusia y la OTAN (léase EE.UU.) Esta forma de entenderla nos evita ponernos de una parte o de otra y nos facilita la comprensión de un fenómeno que el espectáculo informativo nos sirve en nuestras casas seguras como si se tratara de una serie. Una tempestad mediática se ha formado en la nube informativa. La guerra lo cambia todo, y quema noticias como un alto horno. Una visión no partidista sino encuadrada en los conflictos o dialéctica entre naciones e imperios es necesaria para librarnos de sus consecuencias, algo que está en mano de unos gobiernos que menosprecian los orígenes de esta guerra. En este artículo se dan argumentos y se proporciona una serie de enlaces para que el lector interesado tenga elementos para formarse una opinión menos apasionada.

Cinco semanas de guerra en Ucrania, y no parece que vaya a alcanzarse un alto el fuego y menos, la paz. Miles de muertos y heridos: infortunados soldados rusos y ucranianos, civiles, todos inocentes. Cientos de miles de desplazados y refugiados; no importa que hablen ruso o ucraniano, que se sientan ucranianos o no. Las televisiones nos sirven la tragedia en bandeja a mediodía y a la hora de cenar.

Hace no mucho eran harapientos y famélicos africanos los que constituían nuestro menú. Luego, otra Delicatessen: ciudades sirias, iraquíes, libias, afganas machacadas. Es algo hipócrita escandalizarnos por los damnificados de Ucrania, debido a que estén menos lejos que los árabes, caldeos en general o hutus y tutsis de Ruanda. Sin embargo nos conmueve más la desgracia de los hombres, mujeres y niños de nuestro continente, entre otras cosas porque las consecuencias de su espantoso drama empiezan a afectar nuestra estabilidad consumista, que no tiene nada de inmoral, y mucho de beneficioso.

La guerra en Ucrania alimenta cada día los noticieros de radio y televisión, y los diarios digitales e impresos de nuestra venturosa sociedad. El contenido suele ser monstruoso, abrumador, algo opuesto a nuestra seguridad cotidiana. El dolor y la violencia ajena son más fáciles de sobrellevar.

Uno de los métodos más empleados para mantenernos imperturbables es el discurso moral.

El otro es el discurso geopolítico.

Nadie en su sano juicio puede esperar que la información que se nos suministra tenga más valor que el emocional. No es que haya desinformación, es que la información se limita a titulares alarmantes de fundamento incierto, fotografías insensatas de un francotirador de madelman, una rubia imponente con un arma nuevecita en las manos, tanques ardiendo, ciudades arruinadas, muertos tendidos en medio de la calle o entre escombros, familias como las nuestras acogidas en centros de refugiados, mujeres y niños saltando entre escombros… La información de verdad se la reservan como es lógico los Estados Mayores. La violencia bélica da pábulo a reporteros de televisión, en medio de un escenario chamuscado, con incendios a sus espaldas, como si estuvieran contándonos algo que no supiéramos. Como periodista, a mí estas exhibiciones me avergüenzan, porque son vacías, innecesarias, y porque son indignas.

Pero no es de moral de lo que cabe hablar.

Puesto que la información es indiferente, poco verosímil y menos aún veraz, los medios utilizan a fondo el recurso de los contertulios y de los especialistas. Los primeros se limitan a juicios éticos, y los segundos, a conjeturas de escaso valor. Geoestrategia de manual.

Dedico bastante tiempo a navegar en la Red capturando la información más sólida que encuentro y las valoraciones más documentadas al alcance en YouTube, que contiene un 99 por ciento de ganga, y un uno por ciento de material valioso.

La información que llamo más sólida consiste en un cruce de fuentes, las que dependen de la OTAN y las que dependen de Rusia. Suelen decir los “analistas” más audaces y caraduras tonterías como que “el pueblo ruso no se está enterando de lo que sucede en Ucrania”, y que tienen cortados los enlaces con el exterior a través de internet. Esto es una majadería, porque yo mismo he hablado vía whats up con un antiguo colega ruso de televisión vecino de Moscú, recibo sus entradas en Facebook, y leo las informaciones de las páginas de RT y de Sputnik. Es obvio que estas últimas prescinden de los temas que no interesan al gobierno ruso. Pero también nosotros ignoramos lo que de verdad está pasando en los frentes de Ucrania, fuera de las imágenes dramáticas y los comunicados del gobierno ucraniano.

Lo único indiscutible es que Rusia ha invadido militarmente Ucrania, y que el ejército y los voluntarios ucranianos se están defendiendo con contundencia y valor excepcionales. También sabemos que el gobierno ruso, personalizado en Putin, ha actuado de acuerdo con unos objetivos estratégicos y otros tácticos. Pero ignoramos cuáles son.

La conjetura más verosímil es que las declaraciones de Putin sobre las causas de la invasión se basan en un temor geoestratégico real: Rusia se ha sentido engañada y acorralada por la OTAN, y ante la posibilidad de que Ucrania se entregara en manos de los anglosajones de varios continentes, ha intervenido, porque consideraba esto la única respuesta a la altura de un cerco político y militar que busca debilitarla frente a los intereses de esos anglosajones de varios continentes.

Yo mismo consideraba hace unas semanas que Rusia había calculado mal el uso de la violencia militar, y que lo pagaría caro, que la población rusa se acabaría manifestando contra la guerra y que el gobierno ruso caería a medio plazo.

El conocimiento que he adquirido mediante las páginas mejor acreditadas, me hace ver las cosas de otro modo. El error de cálculo de Putin es bastante evidente, pero en lugar de retirarse o admitir un alto el fuego, ha decidido seguir presionando. Ya veremos hasta cuándo. Eso es un asunto táctico militar sobre el que no cabe especular por especular.

El pueblo ruso, concepto por lo demás gaseoso, no está deseando que Occidente les entregue el elixir de la democracia para construir un país de Jauja. El ideal del pueblo ruso, así dicho en abstracto, no se diferencia mucho del programa de Putin, que está donde está por decisión de una mayoría de votantes, y se resume en esto: la seguridad de Rusia, su aspiración a controlar las riquezas de la nación, y a competir con el resto del mundo como hace cualquier nación independiente, al margen del color y del sistema político que la gobierne.

Tomo de la página de Rafael Poch esta cita: El politólogo moscovita Dmitri Trenin define así esos objetivos: “Para el Occidente dirigido por Washington, el objetivo principal no es solo cambiar el régimen político en Rusia, sino también eliminar a Rusia como entidad independiente en el escenario mundial, e idealmente meterla en conflictos internos. Para Rusia, el objetivo principal es establecerse como país autosuficiente e independiente de Occidente en términos económicos, financieros y tecnológicos, así como afirmarse como gran potencia y uno de los centros del emergente mundo multipolar. Estos objetivos no dejan espacio para un compromiso estratégico”, dice. Y ahí radica el peligro.

La democracia occidental no es un bálsamo de Fierabrás; se ha aplicado con fuerza militar en varios lugares y ocasiones, y lo único que ha conseguido es destruir el cimento social de los países “auxiliados”. Por eso resulta cómica esta “información” publicada: “La Alianza exige a China que no se implique en la invasión de Ucrania prestando apoyo a Rusia”. El verbo exigir da risa, y si yo fuera chino me produciría indignación y ganas de ayudar a Rusia. Otra declaración que evidencia el objetivo real de los anglosajones son las palabras de Biden refiriéndose a Putin: «Por el amor de Dios, este hombre no puede permanecer en el poder».

No me cabe duda de que el gobierno ruso merece una condena moral. Se me hace evidente que la ciudadanía rusa está sufriendo las consecuencias de la guerra: familiares muertos y mutilados, carestía, más restricciones a la libertad política, etc. Pero Putin no ha actuado como obraría un perturbado con una visión imaginaria de la realidad, ni el ejército y el gobierno rusos están compuestos por incompetentes y tiralevitas del jefe. Cuándo considerará Putin que la intervención debe pararse, cómo y dónde es algo que llegará en un plazo no muy largo.

También veo necesario que Ucrania debe ser auxiliada militar, política y económicamente. De momento sin condiciones, pero también con una visión estratégica que la deje fuera de la OTAN. No es una paradoja. Si la OTAN no acepta que Ucrania quede fuera de ella al estilo de Austria, Rusia seguirá utilizando la fuerza cuando considere que no le queda más remedio que hacerlo.

Y por último hay una cosa que me ha sorprendido y hasta causado perplejidad. He observado la diversidad ideológica de los analistas que coinciden en responsabilizar a la Alianza Atlántica y a sus dirigentes anglosajones del cerco insoportable a Rusia (no a Putin, el cerco empezó con la caída de la URSS). Esta visión la comparten, con muy pocas variables, politólogos y especialistas competentes de ideologías diversas e incluso enfrentadas: de izquierdas y de derechas, marxistas y conservadores, europeos, hispanoamericanos y norteamericanos.

Una breve selección: Eldiario.es, Público.es, Posmodernia, Santiago Armesilla , El Jacobino, Miklos Lukacs, Pío Moa, Paloma Pájaro, Attila Demco, John Mearshimer, Jacques Baud, Rafael Poch de Feliu, George Kennan, Henry Kissinger, y bastantes más.

Es un alivio ver que el pensamiento inteligente carece de ideología.

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