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Mil palabras de Azorín Series

Mil palabras de Azorín (M, N y O)

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Nos entrega Rafael Escrig palabras azorinianas que empiezan por M, N y O. Cabe destacar el trabajo encomiable de documentación que se ha tomado el naturalista para explicarnos el origen y el uso de términos que hoy apenas se emplean, desbordado el español por una marejada lamentable de vocablos anglosajones.

MIGUERA.

Relativo a las migas del pastor. Del latín mica.

LUCERO MIGUERO.

El lucero miguero, o la estrella miguera, es la estrella Sirio (α CMa) de la constelación del Can Mayor.

El lucero miguero o estrella miguera, según la mitología popular, es como llaman los pastores al lucero de la mañana, porque cuando aparece de madrugada es el momento de preparar las migas y salir al campo.

Igualmente, el planeta Venus es el Lucero borreguero, porque sale a la hora en que los pastores recogen a los borregos para que vuelvan al corral.

“Por la luz sabe el pastor, durante el día, la hora. Las estrellas que cuajan el cielo se la dicen de noche. Cuando salen los murciélagos sale la estrella miguera. El lucero de la tarde es amigo de los pastores. Le contemplan con tristeza los que penan del corazón: -Lucero que brillas tanto, dime dónde está mi amor. –La mocita que tú quieres se la llevó un rondador. –Lucero, dile que venga; sin ella no vivo yo. –Está presa en una torre; no la deja su señor.

Doña Inés, Madrid, Biblioteca Nueva, 1972, pag. 79.

MUNDANISMO.

De mundano, y éste de mundo, del latín mundus. Relativo a las cosas mundanas, pompas, placeres y vana ostentación.

Todo lo que conduce a los placeres y al lujo, y en especial al mundo que rodea ciertos ambientes socialmente elevados.

En el contexto de la novela de Azorín que sirve de referencia al vocablo, no tiene nada que ver con el mundanismo como corriente filosófica contraria al materialismo, ya que, en realidad, está diciendo todo lo contrario. El vocablo mundanismo, aquí se ajustaría más a lo mundano, en su aspecto más trivial y materialista. Sería todo aquello que nos acerca a los aspectos más mundanos de nuestro alrededor. También llevaría ligada esa sensación de sentirse superior por el mero hecho de haber viajado y conocer otras cosas.

Incluyo un párrafo de la contestación que hizo Azorín al discurso de D. Joaquín Álvarez Quintero (1872-1944) como recipendiario del sillón E de la Real Academia Española de la Lengua, donde contiene el vocablo mundanismo con ese cariz de algo presuntuoso y de quien todo lo sabe. En el párrafo que he escogido, Azorín hace un paralelismo entre los personajes de los hermanos Quintero y el de la novela de Anatole France, Jerónimo Crainquebille, vendedor ambulante al que le cae todo el peso de la justicia, por una infeliz injusticia. Esos personajes que, como dice Azorín, “aceptan el mundo tal como ha sido hecho”. Veamos:

“En la obra de los Quinteros existen tipos tan simpáticos como éste de France; son tipos episódicos. Una campechana filosofía nos los hace gratos. No poseen nada; son pobres; pero la pobreza no les asusta. Aceptan el mundo tal como ha sido hecho. Dentro de su insignificancia, estos hombres anodinos pueden darnos una bella lección de cordura. Nos percatamos de que todo nuestro saber, todo nuestro mundanismo, no vale lo que la simpática simplicidad de estos seres. Con su capita raída, con su sombrero grasiento, pasan joviales por la vida. Llevan en el bolsillo, allá en el fondo, un poco de tabaco. De tarde en tarde lían un cigarro. Y mientras echan el humo a lo alto, nos van contando una historia insignificante. La moralidad no está en las palabras que escuchamos; está en la calma, en la resignación, en la socarronería bondadosa con que estos hombres afrontan la pobreza y el dolor. Así es Crainquebille. Y así son –por no citar más que dos o tres de estos tipos humanos- Corbata, en “Cabrita que tira al monte”; el señor Zapata, en “Ramo de locura”, y don Félix, en “Pipiola”.

“Biarritz; en las primeras horas de la tarde; en la calle central; entre muchedumbre; en el núcleo de la vorágine; automóviles; bocinas sonorosas; bellas, sensuales mujeres. Félix, de pie ante un escaparate; la luna de una joyería. De pie y absorto; ve y no ve el anaquel de las joyas. Se siente complacido, con voluptuosidad, en este ambiente de mundanismo y elegancia; ansía perpetuar este momento.”

Félix Várgas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1928, pag. 81.

NAVAZO.

Probablemente del vasco naba, tierra llana y –azo, sufijo aumentativo. De origen prerromano, quizá derivado del galoromance nauda, prado pantanoso.

Tierra sin árboles y llana, a veces pantanosa, situada generalmente en llanuras altas, donde se suele concentrar el agua de lluvia.

Charca de agua llovediza que rara vez se seca. Tierra pantanosa.

En algunos lugares de Andalucía, nombre que se da a un tipo de huerto, ubicado en arenales próximos a la playa.

Existen algunos estudios etimológicos que lo relacionan con el latín, navis o con el árabe nevaa, pero no están suficientemente argumentados.

Según Corominas en su DCECH, las últimas investigaciones demuestran que se trata de un vocablo prerromano y no de una simple reliquia del protovasco o del íbero, sino que pertenece a un sustrato lingüístico de más amplia extensión.

Veamos un artículo referido al navazo titulado “El navazo. Un ejemplo de patrimonio rural”, publicada por la revista sanluqueña Ecologistas en Acción:

“Los navazos son explotaciones en forma de cubeta que permite el riego autónomo por el ascenso capilar del agua ayudado por el flujo de las mareas. Su estructura se enmarca en unos bardos de arena laterales dispuestos a modo de cortaviento y que se empleaba para el cultivo de hortalizas, con la capa freática de agua dulce localizada a poca profundidad, alta capacidad de insolación y elevadas temperaturas interiores. Denominamos, por tanto, navazo a un sistema tradicional y casi exclusivo de Sanlúcar de huertas organizado en forma de cubetas. Según parece, la etimología proviene del vocablo árabe «nevaa» que significa manar agua, dado que el aporte hídrico no se realiza con el riego sino aprovechando una propiedad física del agua: su ascenso por capilaridad.

Las primeras noticias escritas que se tienen sobre la existencia de navazos son del siglo XVI y sabemos que en el XVIII se promovió su implantación, para contener el alarmante avance de las dunas que se formaron desde la playa del “Espíritu Santo” hasta Bonanza.

La cualidad más destacada, a simple vista, es su forma de cubeta que se debe a su peculiar forma de riego que era de abajo arriba al contrario de la forma natural. Edafológicamente, se localizan sobre arenas finas que permiten el drenaje sin dificultad y bajo toda esta arena se encuentra una capa de arcilla muy impermeable que retiene el agua. La duna es sólo un soporte físico de la planta ya que no tienen componentes fertilizantes. La principal dificultad del navazero era la de que la plántula alcanzara esta capa freática y esto se hacía con riego manual planta a planta. Una vez alcanzada la capa freática se abastecerá aprovechando los flujos y reflujos de las mareas.

Como ya se ha dicho, la etimología del nombre, “navazo” proviene del vocablo árabe nevaa o nevat, que significa manar agua. Otra teoría, menos apoyada, argumenta que viene del euskera “nava”, que significa “llanura pantanosa entre montañas.”

En tierras de La Mancha, donde nos va a situar Azorín en la acotación que sigue, se llama navazo a unos pequeños embolsamientos de agua de lluvia que quedan recogidos en ciertas oquedades del terreno. Esta agua se emplea para dar de beber al ganado, generalmente ovejas.

Los Navazos también es el nombre de una aldea de la provincia de Albacete, perteneciente al municipio de Pozo Cañada.

Sin alejarnos del topónimo, tenemos dos enclaves más: la Lagunilla de los Navazos, cerca de Abenojar, en la provincia de Ciudad Real y el Navazo de la Negra, en Toledo. Ambos navazos son unas pequeñas extensiones semipantanosas que se cubren de agua de lluvia cuando sube el nivel freático de la zona.

También existe la llamada Ruta de los Navazos, que es un recorrido por los alrededores de Villaluenga del Rosario, en la provincia de Cádiz. Se trata en este caso de diferentes zonas en las que se pueden encontrar pequeños arroyos o simples depresiones de roca kárstica susceptibles de ser inundados por la lluvia.

“No era otro el propósito de los mozos tobosinos sino el de llevar a Cervantes a una laguna próxima y chapuzarlo en sus cenagosas aguas. En el Toboso son peritísimos en esta operación. Cuando arriba allí algún recaudador, lo somormugen en el dicho navazo. ¡Oh, en esto de atormentar a los ajecutores o comisionados son diestrísimos en el Toboso y con orgullo salvaje les oiréis referir mil atrocidades de las consumadas en la villa con estos pobres emisarios de la Hacienda!”

Páginas escogidas, Altea (Alicante), Editorial Aitana, 1195, pag. 85.

NOCHERNIEGOS.

NOCHARNIEGOS.

Disimilación de nochorniego, y este de nochorno, del latín nocturnus, y el sufijo –iego.

Noctambulo. Que anda de noche. Que pasea de noche y le gusta disfrutar durante esas horas.

Veamos lo que dice el Arcipreste de Hita en su “Libro del Buen Amor”:

Después fice muchas cántigasde danza e troteras

Para judías, et moras, e para entendederas,

Para en instrumentos de comunales maneras,

El cantar que non sabes, oílo a cantaderas.

Cantares fis´algunos de los que dicen ciegos,

Et para escolares que andan nocharniegos,

E para muchos otros por puertas andariegos,

Cazurros et de burlas, non cabrían en diez pliegos.”

“¿Quién es este canónigo? –os tornáis a preguntar. ¿En qué estancias hará resonar sus joviales carcajadas? ¿Amará, con franco y sano amor, como Juan Ruiz, las troteras y danzaderas? ¿Le placerá como a Juan Ruiz, correr las ferias de los viejos pueblos en compañía de ruidosos estudiantes nocherniegos? Y si lee, por acaso, alguna vez, en los ratos de aburrimiento, ¿qué es lo que leerá?”

Los Pueblos, Madrid, Biblioteca Nueva, 1935, pag. 75.

NOUMENOS.

Del griego nooymenon, lo pensado, lo que se pretende decir, de noein, pensar.

En la filosofía de Immanuel Kant, esencia o causa hipotética de los fenómenos, según las noticias que el entendimiento recibe de los sentidos o de la propia conciencia.

“Anoche, en una hora de insomnio, imaginé el siguiente cuentecillo… Oyelo… Se titula Sobre la utilidad de la metafísica, y dice de este modo:

“Una vez caminaban solos en un vagón dos viajeros. Uno era gordo y con la barba rubia; otro era delgado y con la barba negra. Los dos dejaban traslucir cierta resignación plácida, cierta melancolía metafísica… Y como en España todos los que viajamos somos amigos, estos dos hombres se pusieron a platicar familiarmente.

-Yo –dijo el gordo acariciándose suavemente la barba- creo que la vida es triste.

-Yo –dijo el flaco ocultando con la palma de la mano un ligero bostezo- creo que es aburrida.

-El hombre es un animal monótono –observó el gordo.

-El hombre es un animal metódico –replicó el flaco.

Llegaron a una estación; uno se tomó una copa de aguardiente, otro una copa de ginebra. Y volvieron a charlar melancólicos y pausados.

-No conocemos la realidad –dijo el hombre gordo mirándose contritamente el abdomen.

-No sabemos nada –repuso el hombre flaco contemplándose tristemente las uñas.

-Nadie conoce el noumenos –dijo el gordo.

-Efectivamente –contestó un poco humillado el flaco-, yo no conozco el noumenos.

-Sólo los fenómenos son reales –dijo uno.

-Sí, sólo los fenómenos son reales –repitió el otro.

-Sólo vivimos por los fenómenos –volvió a decir uno.

-Sólo vivimos por los fenómenos –volvió a repetir con profunda convicción el otro.

Y callaron en un silencio largo y triste…

Y como llegaros al término de su viaje, se despidieron gravemente, convencidos de que no conocían el noumenos y de que sólo los fenómenos eran reales.

Uno era un filósofo kantiano; otro un empresario de barraca de feria.”

La Voluntad, Madrid, Biblioteca Nueva, 1939, pag. 51.

OBRIZO.

ORO OBRIZO.

Del latín obryzum, y éste del griego óbryzon, oro afinado.

El oro muy puro, acendrado y subido de quilates.

El oro obrizo, entre los romanos y otras naciones, estuvo siempre en gran estima, y por degeneración del vocablo se decía obrizo, algo así como ophirizo u ophiriso, esto es, traído de la región de Ophir. La etimología nos remite a que la palabra venga de fuente griega, óbrizon, auténtico, limpio, fino, que ha sido una y otra vez fundido al fuego.

En la época del Imperio Romano, se dice que Nerón exigía al pueblo plata pura y oro obrizo, por ello a las monedas o sueldos se les llamaba obrizados.

El padre jesuita José de Acosta, misionero en el Perú, a partir del año 1577, compuso un extenso tratado sobre la historia de las Indias, desde la perspectiva de todas las cosas naturales que allí vio. En palabras suyas: “cosas notables del cielo, y elementos, metales, plantas y animales, así como ritos, leyes y guerras de los indios”. El libro se imprimió en 1608 con el título de “Historia natural y moral de las Indias”.

Con referencia al oro que era lo que el comercio de los españoles iba buscando (El Dorado) hace una reflexión, basada en ciertas leyendas e historias bíblicas, en donde deduce que era imposible que el oro se encontrara en aquellas Indias Occidentales, y habla también del oro obrizo, explicando porqué, según esa misma leyenda, se le llama así. Veamos:

“Preguntarme ha alguno a mi, según esto, que region, o provincia sea Ophir, adonde yva la flota de Salomon, con marineros de Hiran, Rey de Tyro, y Sidon, para traerle oro, a do tambien pretendiendo yr la flota del Rey Iosafat, padecio naufragio en Asiogaber, como refiere la escritura. En esto digo, que me aliego de mejor gana a la opinión de Iosefo en los libros de Antiquitatibus, donde dize, que es provincia de la India Oriental, la qual fundo aquel Ophir hijo de Iectan, de quien se haze mencion en el Genesis: y era esta provincia de oro abundante de oro finissimo. De aquí procedio el celebrarse tanto el oro de Ophir, o de Ophaz, y según algunos quieren dezir el Obrizo, es como el Ophirizo, porq aviendo siete linages de oro, como refiere Hieronymo, el de Ophir era tenido por el mas fino, assi como aca celebramos el oro de Valdivia, o el de Caravaya. La principal razon que me mueve a pensar, q Ophir estâ en la India Oriental, y no en esta Occidental es, porque no podia venir aca la flota de Salomon, sin passar toda la India Oriental, y toda la China, y otro infinito mar, y no es verisimil, que atravesassen todo el mundo para venir a buscar aca el oro: mayormente siendo esta tierra tal, y mostraremos despues, que no se podia tener noticia della por viage de tierra, y mostraremos despues, que los antiguos, no alcançaron el arte de navegar, que agora se usa, sin el qual no podian engolfarse tanto. Finalmente en estas cosas quando no se traen indicios ciertos, sino conjeturas ligeras, no obligan a creerse, mas de lo que a cada uno le parece.”

“En un rincón reposa una tinaja; cuatro cántaros rojos de Villacastín le dan guardia. Cazos grandes y cazos chiquitos, peroles, un calentador, una chocolatera –todo de azófar- brillan amarillos, como el oro viejo y claro, de oro obrizo, sobre la nitidez del muro. Enfrente, colocadas en una poyata, se ven calderas grandes y calderas chiquitas. Su fondo, batido por millares y millares de martillazos, relumbra encendido al igual de hierro enalbado.”

Doña Inés, Madrid, Biblioteca Nueva, 1972, pag. 92.

OLVIDANZAS.

De olvidar, del latín oblitare. Cesación de la memoria que se tenía.

En el libro de Las siete partidas de Alfonso X el Sabio, encontraremos el vocablo “olvidanza” en el capítulo CXXI de la tercera partida, donde habla de la justicia. El libro se titula: “Las siete Partidas del rey don Alfonso el Sabio, cotejadas con varios códices antiguos, por la Real Academia de la Historia”. Editado en Madrid, en 1807. Dice así:

“Que la escriptura que alguno ficiese en su quaderno á pro de sí et á daño de otri, que non debe valer.-

Escriben los homes en sus quadernos por remembranza lo que les deben, et otrosi lo que ellos deben á otri, et á las vegadas escriben verdat et a las vegadas el contrario por olvidanza ó maliciosamente. Por ende decimos que si fallaven en quaderno de algunt home finado quel deben dar ó facer otros alguna cosa, que tal escriptura como esta non debe ser creida, nin facer prueba, maguer paresciese buen home aquel que la fizo escrebir, et hobiese jurado que era verdadera; ca serie cosa sin razon et contra derecho de haber home poderio de facer á otros sus debdores por sus escripturas quando él se quisiere.”

“Y las voces frescas y traviesas vuelan junto a las voces serias y graves, que las persiguen, que las amonestan, que reclaman de ellas cordura, mientras las notas de la guitarra, prestas, armoniosas, volubles, se mezclan agudas en los retozos de las unas, se adhieren profundas en los consejos de las otras.

Y Azorín escucha a través de su letargo este concierto de centenarias melodías, este concierto de melodías tan dulces, tan voluptuosas, que traen a su espíritu consoladoras olvidanzas.”

Antonio Azorín, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 210.

ORO DE GUAÑÍN.

ORO DE GUANÍN.

De guanín, voz antillana. Entre los colonizadores españoles, era el oro de baja ley fabricado por los indios antillanos.

La profesora María Antonieta Andión Herrera, en su libro “Americanismos no indígenas en la historia de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas”, nos aclara la procedencia del vocablo:

“Según minuciosos estudios, Guanín es un vocablo taíno, derivado del prefijo pronominal posesivo de primera persona del plural gua- y del sustantivo –nin, corazón.

Otros estudios, coinciden en su procedencia del arahuco general. A estas dos posibilidades, hay que agregar el nahuatlismo teputzque, pero sólo guanín dejó huella en el español hispanoamericano a través de un derivado de guani(d)o que, en el oriente de Cuba, significa abundante en dinero, y cuyo etimo se considera un indigenismo arqueológico.

La Real Academia Española, adoptó el término en la 15ª edición de su Diccionario, 1925, como oriunda de Colombia y Cuba, sin aplicación remitía a guañín y de éste a oro guañín. En la sucesiva edición 1939, suprime guañín y adopta una definición propia para el indigenismo.

El guanín se fabricaba en el Continente (Oviedo) con tres metales. En 32 partes de un guanín dio el ensayo 18 de oro, 6 de plata y 8 de cobre.”

En el Taíno, cultura de las Antillas, un guanín o Gua-Nin significa “El Noble de Nobles” era una insignia de honor del liderazgo y la autoridad tribal, usada por los caciques y por el nataíno (clase de la nobleza). El guanín, llamado también tumbaga, era una aleación de oro, cobre y plata, con la cual fabricaban varios objetos.

En Colombia y Centroamérica se confeccionaba formando figuras antropomórficas y zoomorfas, mediante la técnica del fundido a la cera perdida. En las Antillas, al no conocer las técnicas de la fundición, el oro era golpeado hasta formar pequeños láminas con los que iban recortando las formas que, después, el cacique podía llevar colgando alrededor de su cuello, cintura o brazos.

Siendo el taíno la lengua de los primeros americanos que tuvieron contacto con los españoles, fue una de las principales fuentes de amerindismos en el vocabulario del idioma español. La presencia de las voces taínas en nuestro idioma, es relevante en las categorías de nombres de plantas, animales y prácticas culturales de los indígenas americanos. Varias de esas palabras han pasado directamente al español, como: canoa, hamaca, piragua, maraca, carey, colibrí, iguana, batata, tiburón, bejuco, maní, papaya…

“Suele acontecer que son las obras mediocres, y no las bellas, las que dan más pábulo a un actor para su lucimiento. En la mediocridad de la obra el genio resalta más. El genio convierte en oro de tíbar lo que es oro guañín. En El cochero Henschel, de Hauptmann, Zacconi estaba prodigioso. Véole ebrio, enfurecido, golpeando con el puño la mesa, arrebatado de una ira y de un dolor que no sabemos dónde van a llegar.»

Valencia, Madrid, Biblioteca Nueva, 1997, pag. 127.

ORO DE TÍBAR.

Del árabe hispano tíb[a]r, y éste del árabe clásico tibr, oro.

Dícese del oro puro, muy fino y acendrado.

El Diccionario de Autoridades nos informa que: ORO DE TIBAR. “Un oro mui acendrado, que se coge en un rio llamado assí, que dicen Covarr. y Tamarid llaman los Arabes Etar. Lat. Aurum Obryzum.»

Corominas, por su parte, dice: “Del árabe tibr, oro, lingote o pajuela de oro. La primera documentación, la encontramos hacia 1490, La Celestina.” En los versos que siguen de Fernando de Rojas, los que preceden a la tragicomedia, se encuentra el vocablo como adjetivo, con el valor de “hecho de oro puro”:

Estando cercado por dudas y antojos,

Compuse tal fin que el principio desata:

Acordé dorar con oro de lata

Lo más fino tíbar que vi con mis ojos

Y encima de rosas sembrar mil abrojos.

Suplico, pues, suplan discretos mi falta.

Teman groseros y en obra tan alta

o vean y callen o no den enojos.”

Son muchas las leyendas que sitúan al oro de Tíbar u oro tiberi, en las regiones interiores de Africa (en Sudán y en Niger). Hablan de que era transportado por caravanas por cientos de sacos llenos de dicho oro en polvo y de que se habían visto piedras de oro que entre varios hombres no podían mover; las clásicas leyendas de grandes riquezas existentes en los lugares más alejados y desconocidos, como la de El Dorado, en América. Según todos los indicios el oro de Tibar y el oro Obrizo (descrito más arriba), se confunden en la leyenda como un oro muy puro, pues prácticamente surgen del mismo ideario que he señalado antes. Las enciclopedias consultadas, difieren en muy poco y en todas ellas se hace coincidente la alta calidad de ambos metales. El oro de Tíbar: el muy puro y acendrado; el oro obrizo: el muy puro, acendrado y subido de quilates, que prácticamente es lo mismo, pues el aumento de quilates, se consigue, precisamente, con la pureza y con la operación de acendrado, también se consigue lo mismo, más pureza, por la eliminación de las impurezas existentes en el metal.

Así pues, hoy en día, lejos ya de las fantasías que confundieron a los pueblos en busca de riquezas desde las primeras épocas históricas, ambas denominaciones hacen referencia al oro de veinticuatro quilates. Y, por otra parte, ya no buscamos en el mapa algún lugar incógnito donde imaginemos la existencia del nuevo Tíbar. Ahora sabemos que el principal país productor es China con 355 toneladas en el año 2011 y que Perú, todavía posee una gran producción de este metal.

“Suele acontecer que son las obras mediocres, y no las bellas, las que dan más pábulo a un actor para su lucimiento. En la mediocridad de la obra el genio resalta más. El genio convierte en oro de tíbar lo que es oro guañín. En El cochero Henschel, de Hauptmann, Zacconi estaba prodigioso. Véole ebrio, enfurecido, golpeando con el puño la mesa, arrebatado de una ira y de un dolor que no sabemos dónde van a llegar.»

Valencia, Madrid, Biblioteca Nueva, 1997, pag. 127.

OXEAMOS.

De oxear, u ojear, espantar la caza, derivado de la interjección primitiva ¡ox!

Espantar las aves domésticas y la caza. Por extensión: espantar las moscas y otros insectos.

Es el mismo Azorín el que nos va a documentar esta referencia en varias situaciones y ejemplos, para un artículo del periódico ABC. El autor divaga sobre las diferencias que encuentra entre el campo y la ciudad, y pondera, como es habitual en él, las ventajas de la vida en el campo, añorando todos aquellos recuerdos de su niñez. Y después de esto, fijándose ya en una escena concreta. Dice:

 

“En la mesa, a mediodía, Remediets –diminutivo de Remedios- me sirve; está en pie, atenta. Pasa su mano, a cierta altura de las viandas, de un lado a otro, verticalmente: oxea las moscas. Lo que, principalmente, se oxea en Levante son la moscas; se oxea el averío, en el corral; se oxean los gorriones, que vienen a comerse el trigo que les echamos a las palomas. Junto a la mesa están el perro y el gato aguardando; podemos también oxearlos, aunque no los oxeamos. Remediets oxea con la mano; en la casa se ha perdido el oxeador. En un mango, una caña, se pone, al extremo, multitud de tiras de papel de seda, en varios colores; cuando lo agitamos, sobre la mesa, se produce un sordo rumor que oxea las moscas. No es otra la función del oxeador. En la “Escala espiritual” de San Juan Clímaco, traducida –rehecha, con aumentos- por Fray Luis de Granada, se lee, en el capítulo VII, párrafo cuarenta y dos: “Ten cuidado… de oxear de ti aquel perverso can”. El verbo oxear podemos también usarlo en sentido figurado: oxeamos de la mente los malos pensamientos, las suspicacias. En la “Escala”, capítulo XIX, párrafo tercero, se dice: “Y oxea de sí todas las vanas imaginaciones y representaciones”. Para oxear preferimos el imperativo del verbo: “oxe”, aparta, quita, marcha. Terminada la cura de soledad, de silencio y de paz, vamos a oxearnos del campo a nosotros mismos.

(Se puede prescindir, naturalmente, del término oxear; eso va en gustos. En “Herejes” de Chesterton, traducción de Barroso Bonzón, Barcelona, 1932, página 103, se lee: “Mister George Moore, el cual, según nos informa, se ha alejado la mosca de Stevenson. No sé dónde la ha alejado”, etc. En cambio, Fray Luis está eencariñado con oxear. En “La guía de pecadores”, libro primero, tercer título, escribe: “Se juntó con el cuerpo muerto, guardándolo y oxeando las aves y las bestias.”)

Oxear. Artículo para el diario“ABC”, Madrid, 22/4/1950.

“Nos encontramos en un momento terminal en la historia del arte: acaba un mundo, comienza otro. Para juzgar con serenidad lo que ese nuevo mundo entraña, sería preciso colocarnos en una situación de interior renunciamiento: oxeamos ilusiones, repudiamos esperanzas. Cuanto amamos la literatura está en vías de desaparecer. La gloria literaria advenidera es la más engañosa ilusión que podemos forjarnos.”

Para el diario “ABC”, Madrid, 24/5/1950.

El Cinematógrafo, Valencia, Pre-Textos. Caja de Ahorros del Mediterráneo, 1995, pag. 40.

“Sirve a la mesa Remedios. Remedios es una moza fina, rubia, limpia, compuestita, callada, que pasa y repasa suavemente la mano por encima de las viandas, oxeando las moscas, cuando las pone sobre la mesa; que coloca el vaso del agua en un plato; que permanece a un lado silenciosa apoyada la cara en la mano izquierda y la derecha puesta debajo del codo izquierdo; que algunas veces, cuando por incidencia habla, mueve la pierna, con la punta del pie apoyada en tierra.

Esta moza tan meticulosa y apañada –piensa Azorín- me recuerda esas mujeres que se ven en los cuadros flamencos, metidas en una cocina limpia, con un banco, con un armario coronado de relucientes cacharros, con una ventana que deja ver a lo lejos un verde prado por el que serpentea un camino blanco…”

Antonio Azorín, Madrid, Biblioteca Nueva, “Obras Selectas”, 1943, pag. 202.

Extractado de esta novela apareció, unos años más tarde, el artículo que hemos visto más arriba, para el periódico ABC, con el título de “Oxear”.

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