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Bitácora y apuntes

Leviatán, un drama ruso

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Una reseña de Segismundo Bombardier

La casualidad es un fenómeno muy oportuno. He tenido ocasión de ver Левиафан (Leviatán), una película rusa de 2014 dirigida por Andréi Zviáguintsev, premiada y aclamada en varios festivales. Al parecer se basa en el Leviatán de Thomas Hobbes, que no conozco. Se desarrolla en la península de Kola, en el mar de Barents, cerca del círculo polar Ártico, un lugar desolado, escenario soberbio para un melodrama oscuro y cenagoso.

Digo casualidad porque el cine ruso es una rareza en Occidente, y más ahora.

Resumo el argumento de principio a fin, y advierto que no estropea para nada la trama, común, de género, y con final evidente desde más o menos la mitad del metraje. Lo más importante para mí ha sido observar el retrato de un sector de la sociedad rusa que desarrolla el director con parsimonia eslava. Un retrato anticonvencional, algo que se agradece, y que muestra que los cineastas rusos hacen lo posible por distanciarse de los estereotipos hollywoodianos en la presentación de un tópico melodrama: conflicto de intereses entre una familia modesta y un alcalde corrupto, entreverado con adulterio sangrante.

He aquí el resumen de la trama.

Una familia modesta de cierto pueblo pesquero destartalado vive a la orilla de un mar con cantiles y olas furiosas, pero también una costa suave poblada de barcos naufragados y carcomidos, y hasta del esqueleto de una ballena. El alcalde de la población ha conseguido expropiar la casa de la familia, que también es el taller mecánico donde el hombre trabaja desde antaño. Un abogado de Moscú (amigo del de la mili del afectado) llega al pueblo con un informe que incrimina al alcalde corrupto de numerosos delitos.

Ocurren varias incidencias en perjuicio del mecánico que acaba en la comisaría de un modo abusivo. El abogado amenaza al alcalde con publicar el informe. El alcalde parece recular, pero pide informes del abogado. Un vecino amigo de la familia celebra su cumpleaños con una competición de tiro en un lugar lejano. Entonces sobreviene el punto de giro de la historia. El mecánico pilla al abogado y a su mujer en circunstancias más que sospechosas, que no se muestran en la pantalla. (Para el espectador son evidencias, porque hemos visto una escena en la que el abogado y la bella esposa del mecánico yacen juntos en el hotel.) Se escucha un tiroteo en el paraje desértico, que nunca se aclara. La siguiente escena es la dispersión del grupo: el abogado y la amante, ambos con magulladuras, en un coche, y otro matrimonio amigo, el mecánico cornudo, también con magulladuras, y su hijo en otro lado.

Piense el lector que todo esto se narra a un ritmo por completo distinto del occidental, digamos un ritmo eslavo, por decir algo. Un ritmo que nos muestra los conflictos interiores de los protagonistas, compulsivos bebedores de vodka, sin desgarrarlos.

A partir de aquí la cosa se complica. El alcalde corrupto secuestra al abogado y sus matones le dan una paliza. El mecánico consuela a su hijo (que no es de su actual mujer), rabioso por el engaño adulterino, pero la mujer vuelve a casa y busca conciliación. Esta se produce en una escena de sexo que no se muestra (gracias sean dadas a Andréi Zviáguintsev por ahorrarnos el estereotipo). El chaval la ve y se escapa ofendido.

Todo parece volver a la rutina, cuando vemos a la joven adúltera encaminarse de madrugada hacia los acantilados. No regresa ni a la fábrica de conservas de pescado donde trabaja ni a su hogar. Finalmente aparece muerta. ¿Se ha suicidado, como daba entender la escena?

La policía detiene al mecánico en presencia de su hijo y le acusa de asesinato. Se realiza el juicio, las pruebas se nos presentan al espectador como una falsedad urdida por la policía al servicio del alcalde. El tribunal que juzga al acusado es el mismo que ha rechazado todos sus recursos para conservar la casa. Acaba condenado a quince años de cárcel. Un buldócer derriba la casita. El hijo se va a vivir con la familia de amigos que han aparecido durante el tiro al blanco.

La última escena de la película es la misma que la del principio: imágenes de los acantilados, de la playa, de los barcos despanzurrados y esqueléticos. Fin.

El melodrama está narrado con una perspectiva rusa, quiero decir que no es yanqui ni europea convencional. No hay ritmo prefigurado, los personajes se nos presentan de un modo distante, sin desencarnar sus debilidades, sufren en silencio y sin alaracas. Excepto el alcalde corrupto. Ignoro si es porque “desconvencionalizar” al rufián es muy complicado en el cine, aunque sea “de autor”.

¿Qué nos muestra esta película de ese fragmento de Rusia? Los rusos no viven agobiados o en la miseria, aunque el paisaje urbano es deprimente. Beben a todas horas, sobre todo los hombres, y siempre para ahogar sus penas o sus conflictos. Da la impresión de que el alcoholismo entre los rusos varones y algunas hembras debe ser un problema espantoso. La corrupción política está a la orden del día. Antes de la descomposición de la URSS, esta corrupción se canalizaba a través del aparato, y quizá era algo más distributiva. Con la desaparición del comunismo, los más ricos son los más poderosos y viceversa, y se valen de matones que les protegen y resuelven a las bravas los problemas que les presentan los ciudadanos vulgares y honrados (pero no abstemios). La iglesia Ortodoxa es cómplice decisiva en la corrupción política, y defiende a los malvados. La Justicia también es aliada o instrumento de los corruptos.

¿Es esto así en todas partes del vasto territorio ruso?

Yo no lo sé, Pero dudo de que el desorden y la injusticia sean tan melodramáticos. Si hemos de hacernos una idea de la sociedad yanqui por sus películas y sus series tenemos que deducir que son una sociedad de codiciosos miserables, de asesinos patológicos, de seres embrutecidos, de chicos y chicas guapos pero esclavos del consumo y de la droga en todas sus manifestaciones.

Yo, desde luego, no me mudaría a vivir a Rusia o a los Estados Unidos. Pero es por razones más complejas que las que se observan en la vida común de los seres humanos que allí viven. Recomiendo “Leviatán” a los que se interesen por la guerra ruso-ucraniana, porque será una forma de aproximarse algo al “alma eslava”

 

3 Comentarios

  1. rafael escrig fayos 21 mayo, 2023

    Esta reseña sobre la película, nos muestra, una vez más, el alma rusa que retrató tan bien la literatura rusa del siglo XIX con todos los autores conocidos. Ese alma rusa, parafraseando la novela de Joseph Conrad, que muestra tan fielmente el caracter del pueblo ruso del primero al último: bebedores de vodka, por supuesto, sin distinción de sexo (te lo puedo asegurar) y el eterno escenario de pasión, conflicto y política corrupta. Vemos una vez más que es el pueblo (el mecánico) quien tiene siempre las de perder en un país en que los zares nunca murieron, sólo cambiaron de nombre. Sí, un drama crudo, como todos los dramas rusos. En cuanto a la comparación con el cine de Hollywood, sencillamente es imposible.

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    1. Redacción 22 mayo, 2023

      He buscado la visión de alguien que conoce bien el «alma rusa». Me dice que hace años vio la película hasta la mitad, y que la dejó por insoportable. Añade que las películas de ese director son muy deprimentes, y desaconsejables para conservar la salud mental. Dice que es una comercialización de la desesperanza. Como lo afirma un ruso, habrá que tenerlo en cuenta.

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    2. Proby 24 mayo, 2023

      ESA alma rusa (fem.).

      Responder

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