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Cultura y comunicación

Pío Moa y el ingenio español

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Un artículo de Fernando Bellón

El amigo Pío Moa se lamenta de que las ventas de su estupendo ensayo Galería de charlatanes no llegue a las expectativas que el autor y la editorial albergaban.

Esto repercute en su condumio, siendo la escritura el único modo que tiene de ganarse la vida. Pío Moa es un intelectual no orgánico, no depende ni escribe al dictado de nadie. Se ha creado él solito su sólido crédito de historiador. La coalición para borrarle del territorio monopolístico cultural es todopoderosa, lo que otorga a Pío más mérito.

No obstante, la conclusión que se deduce de este bajo interés de la población lectora por un libro fuertemente político es que el mercado está saturado de política, y echa a perder joyitas que pasan inadvertidas. La gente está hasta las narices de vocerío y de ensayos políticos.

Para alguien que se gana la vida con la péñola digital vender sus textos es casi azaroso.

Pero el lamento de Pío no es el de quien ve menguar sus ediciones y su condumio, sino el de quien ve que sus análisis agudos y fundamentados calan poco en un público tendente a la siesta moral.

Pío Moa es un agitador político de nacimiento y forjado en buen material. Yo recuerdo entre brumas sus argumentos en la Escuela de Periodismo, donde nos conocimos, y también en las reuniones del Partido Comunista en el que militábamos ambos. Había camaradas que repetían como loros las consignas de París. Otros intentaban ser más creativos y sólo conseguían liar las ideas. Algunos, como yo, callaban porque no tenían nada nuevo que decir. Pero las palabras de Pío eran meditadas, se basaban en hechos, no en ideas preestablecidas, y exigían coherencia, acción. Por eso salió del PCE y acabó en al PC(r) y el Grapo.

Para aquel joven la misión revolucionaria no era masticar el maná de una línea establecida desde lo alto, sino observar la realidad, sacar conclusiones de ella y ponerlas en práctica. Se tomaba a Marx y a Lenin en serio.

Era evidente que la población española del último franquismo no tenía ninguna gana de meterse en una revolución. Además, la realidad sociológica y política no se acercaba ni de lejos a las circunstancias necesarias para un levantamiento popular. Por eso era necesario fabricarla a toda prisa. Así que crearon un brazo armado del PC(r), Partido Comunista Reconstituido, suponiéndolo un método rápido y eficaz. En teoría. Una vez más, la teoría se opuso a la realidad. La realización de esta teoría, los secuestros de figuras del Régimen de Franco, los asesinatos indiscriminados de agentes de policía, se revelaron ineficaces.

Pío fue consciente de ello. Y terminaron apartándole, porque estaba poniendo en cuestión la inobjetable teoría marxista leninista de la revolución de 1917, que sólo funcionó en Rusia, porque los líderes y las circunstancias implicadas la favorecían.

Cuando Pío Moa empezó a revisar los textos de la República, se pasmó de ver la impostura que la oposición al Franquismo llevaba décadas vendiendo, incluido él mismo. La República no fue nunca la antesala del paraíso. La República fue utilizada por la izquierda incendiaria como una antesala de la revolución. Los republicanos feroces, los radicales y los tontos rabiosos, en especial los socialistas instrumentalizados por el Komintern, fueron socavando los cimientos de la convivencia durante cinco años, hasta que la convivencia fue imposible, y alguien intervino. Si Franco, que era un pragmático, no restableció el orden republicano fue porque era inaceptable; había que salir de aquel infierno y ofrecer a los españoles algo firme sobre lo que construir un país, quizá una monarquía. Sí, el franquismo fue duro y cruel. Pero en 1975 España era un país equilibrado, industrializado y seguro, nos guste o no, por mediación del franquismo.

Documentándose exhaustivamente, contrastando unos textos con otros, buceando en todos los archivos disponibles Pío Moa descubrió un Mediterráneo que para la generación de nuestros padres era evidente e incuestionable, opuestos a cualquier aventura revolucionaria. Pero al distanciarse en el tiempo la República y la Guerra Civil, sus atrocidades se fueron ocultando en la niebla de la manipulación académica y mediática. Descubrir un Mediterráneo no es algo baladí. Pío Moa se restregó los ojos, se quitó las legañas, leyó las fuentes y dinamitó la falacia con contundencia, con precisión, con tenacidad.

Y siendo fiel a su instinto de agitador, desde entonces no ha parado.

Estamos en medio de una crisis política de envergadura nada común. Pero a la vez la población está ahíta de palabrería. El problema es que las voces lúcidas se pierden en ese océano, por mucha terquedad que pongan en el empeño.

Lo que suceda a partir de ahora es imprevisible. Lo probable es que la salida del poder del gobierno Frankenstein alivie los males. Pero también es probable que le suceda un gobierno sin voluntad de atajar el problema básico de España: la defensa de la nación con todos los medios a su alcance, incluida la intervención en las regiones rebeldes, la recentralización de sanidad, educación y orden público, y una nueva articulación constitucional de todo ello. Es decir, una nueva constitución redactada para todos, pactada entre todos y votada por la mayoría.

Esto me parece imposible en un futuro inmediato. Sólo sucederá cuando el hartazgo de la población sea incontenible, y con fuerzas políticas arraigadas en la población y con prestigio. El papel de Vox ahí creo que será importante, pero Vox necesita más experiencia y cintura política para llegar a esa meta impuesta por la necesidad.

De un tiempo a esta parte, la izquierda razonante se ha espantado de la deriva centrífuga y de las brumas que envuelven a la izquierda indefinida y extravagante. El propio concepto de izquierda ya no vale (y tampoco el de derecha) para definir casi nada. Hay una izquierda jacobina que se dice proletaria, y otra izquierda que reclama la razón y la filosofía cómo instrumentos políticos. Esto siempre ha sido así, hasta que los fucken gringos empezaron a embrollar el escenario académico, supongo que con el auxilio de los aparatos de inteligencia. Establecieron el buen rollito cancelatorio anglosajón, y la “izquierda” occidental se pirró por la impostura.

Por la otra cara se va imponiendo el adjetivo de hispanoamericano o iberoamericano sobre el galicismo latinoamericano. Y la unidad de la nación española se presenta como argumento primero para hablar de política.

Quizá llegue un momento cuando la que hoy se considera izquierda nacional española (marxista o no marxista, proletaria o trasversal) cuaje en organización política, al estilo de lo que hoy ha llegado a ser Vox. Me parece improbable. Si algo así ocurre, será después de un profundo y breve periodo de caos.

Una de las razones de mi desconfianza es que la división social en dos bloques disfrazados de ideología de saldo es algo común en los países desarrollados y sostenidos en democracias parlamentarias. La fucken Unión Europea, la fucken Otan, el fucken globalismo. Pero este tema se escapa del presente artículo.

Vuelvo al amigo Moa.

Pio Moa tiene más propiedades que la de historiador, compatibles con su instinto de agitador. Es un estupendo novelista que ha publicado, que yo sepa, tres títulos, uno al estilo de una farsa barojiana, dos de carácter político con marco histórico, que quiere completar con otra en la época actual. Según Google hay 82 libros publicados en los que aparece el nombre de Pío Moa, de los cuales dos son obras colectivas. Según él mismo, puede que sean 35. Su capacidad ensayística es inagotable. Y yo espero que algún día se eche al ruedo de la especulación filosófica, teológica y moral.

Es evidente que un ciudadano así no se va a morir de hambre, porque lo único que derrocha es el ingenio.

Post Scriptum.- Recomiendo al lector el artículo contiguo a este, escrito por Pío. Una reseña caudalosa y especiada de la memorias de Gabrel Albiac En tierra de nadie

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