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Bitácora y apuntes

Trilerismo político autoinflingido

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Fernando Bellón

Que la democracia NO es el gobierno del pueblo es algo sabido desde antiguo. Nunca lo ha sido. Que los parlamentos NO son la representación ciudadana o popular está fuera de toda duda hoy en día. Que la libertad de expresión, reunión y asociación son algo muy relativo lo saben hasta los gorilas. Y también es una tontería que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos. Alguno bueno habrá.

Primero hay que ponerse de acuerdo en una serie de definiciones. Qué es gobierno, qué es pueblo y qué es parlamento; en definitiva, qué es democracia.

            Para nosotros, democracia suele entenderse como la forma de gobierno basada en un sistema de representación mediante elecciones populares o ciudadanas. Si tomamos como ejemplo nuestro país, España, o Portugal, o Italia, o Francia, etc. vemos que esta fórmula “democrática” deja mucho que desear.  Nuestra “democracia” será “partidista” pero no “ciudadana”. Con listas abiertas o con listas cerradas, con modelos d’Ont, winner takes all (el que saca más votos gana al resto, por pequeña que sea la diferencia), u otros existentes, el ciudadano lo más que decide es el color del gobierno, nada más, que con frecuencia es arcoíris, y esto no tiene nada que ver con lo LGTBI.

La “democracia popular” sin partidos, la “democracia orgánica”, también sin partidos y con asociaciones políticas como en el último franquismo, la “democracia griega”, la “democracia romana”, la elección y unción de rey por un concilio visigodo, todas las fórmulas que en la historia han sido se presumen antecedentes de la actual. De hecho lo son, son sistemas que NO ponen el gobierno en manos del “pueblo” o del “ciudadano”, todo lo contrario, excluyen al individuo del poder, le alejan mediante la falacia electoral.

El materialismo filosófico de la escuela de Gustavo Bueno hace un análisis despiadado de esta fantasía. La democracia es un mito. No es algo inalcanzable pero hermoso, no es el referente al que hay que dirigirse. La democracia es una idea metafísica sin cuerpo ni existencia material presente o futura.

La lógica conclusión de este razonamiento es que el gobierno “democrático” del pueblo o del ciudadano del que nos enorgullecemos es una imposibilidad. Y tal hecho irrefutable descoloca, desconcierta, irrita, enrabieta, altera, deprime o vuelve violento al ciudadano que ha dejado entrar en su cabeza la falsedad, sin pararse a meditar en ella.

¿Y luego?

Entonces tendremos que admitir que la democracia realmente existente en los países con mercados pletóricos y parlamentos no tiene nada de sagrado. Esto da lugar a las teorías conspiranoicas en boga, con argumentos basados en hipótesis con frecuencia fantásticas, imposibles. Nadie nos está engañando ni manipulando. Nosotros mismos nos valemos con nuestra imaginación y nuestro miedo para engañarnos, para urdir conspiraciones o legitimaciones políticas o filosóficas también erróneas.

Sapere aude, sentenció el mayor representante del idealismo moderno, Enmanuel Kant. Atrévete a saber.  Tuvo que llegar la avalancha materialista, socialista, marxista, leninista, maoísta para hacer el truco del trilero. ¿En cuál de las gorritas está la verdad? Todo consistía en la habilidad del mago para engañarnos, para hacernos creer que, si nos atrevíamos a destapar una de ellas, daríamos con la solución, con el confort, con la seguridad.

Cuando se dice que la política está en manos de trileros se está señalando esto.

¿Y luego?

Pues luego está la incertidumbre. Si la democracia es un mito, y la dictadura un mal mayor, ¿Qué debemos hacer para salir del encierro emocional?

Aceptar lo que propuso Aristóteles, que tampoco era un demócrata. O el pueblo se gobierna a sí mismo en la asamblea ciudadana con arcontes por sorteo (algo imposible ahora), o el pueblo se resigna a consentir un tirano que ponga las cosas en orden, Franco, por ejemplo, o Putin o Chi Jinping, y nos dirija por el camino hacia la modernización (algo desaconsejable), o deja que los más ricos del país, los plutócratas, se constituyan en gobierno efectivo, nada de gobierno en la sombra (los complejos militares e industriales anglosajones del Occidente próspero; algo impepinable).

¡Menudo panorama!, saltarán los creyentes, los paganos y los inertes.

Pues por ser pragmático, mi actitud es aceptar el régimen “liberal” y “eurófilo” con resignación, y esperar a que entre en crisis. Entonces, entre todos, iremos viendo.

Del todo imposible es que el reino de los Cielos sobrevenga en la Tierra, que los seres humanos de todos los continentes, de súbito y a la vez, se conviertan en mansos animales racionales y abracen una realidad angélica vacía como el espacio exterior.

Seamos francos: no hay mucho más. Al menos, de momento.

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1 Comentario

  1. Manuel 8 mayo, 2023

    Un texto muy interesante. Tan solo un apunte. Los países en los que el sistema lo componen democracias liberales, imperfectas claro, son los países donde existe más calidad de vida. Solo hay que darse una vuelta por el globo terráqueo para constatarlo. Eso sí, no por ello hay que resignarse en la búsqueda de un sistema más justo y representativo.

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