CARGANDO

Escribir para buscar

Bitácora y apuntes

Plata quemada (basada en hechos reales)

Compartir

El polícromo marco de la mitología

Una reseña de Segismundo Bombardier

Desde mi casa en la Metrópolis Europea de Lille (vivo en el barrio de Wazemmes, antes fabril y obrero) leo los titulares de los periódicos electrónicos españoles. Mantuve varias suscripciones hasta que advertí que los titulares iban perdiendo coherencia con la noticia que les seguía. Poco a poco el torneo para capturar público ha llevado a la prensa escrita (la audiovisual lo hace desde casi siempre) a colocar un titular escandaloso, presentando una notica que pocas veces tiene relación con él; muchas son hechos recalentados, potajes, retales remendados y otros platos de cocina rancia.

Así que me basto y me sirvo con leer el titular e imaginar unos hechos descosidos por redactores mal pagados, de quienes no puede esperarse un trabajo esmerado.

Pero el otro día, en un periódico sin muro, vi un artículo titulado «Plata quemada». Lo leí. Era un discurso más de retórica bien trabada, pero sin contenido ni siquiera ideológico. Juegos verbales.

Me quedé, sin embargo con Plata quemada, una novela para mí desconocida del argentino Ricardo Piglia premiada en 1997, basada en hechos reales sobre un atraco que tuvo lugar en Buenos Aires en 1965, realizado por una banda de delincuentes contratados por policías avisados del transporte de mucho dinero en un furgón. Consumado el atraco, la banda huye incumplendo su compromiso con los polis corruptos, que les persiguen hasta Montevideo, donde terminan cosiéndoles (en argentino, cosiendolés) a balazos. Me dije, vaya, ahí tienes una novela negra para leer. Y busqué en Google. Encontré que la habían convertido en película y que estaba en You Tube. Decidí ahorrarme el gasto del libro. Y la vi.

No la recomiendo. Y no porque esté mal hecha, todo lo contrario. Una falsa virtud debida a la tecnología convierte en obras maestras temas sin valor estético y moral; necesitan tan solo un buen guión y un director competente.

La dirigió en 2000 Marcelo Piñeyro, y la interpretaron actores sólidos, Leonardo Sbaraglia, Eduardo Noriega, Pablo Echarri y otros.

No me esperaba lo que vi. No es la crónica de un atraco y sus perversas consecuencias. Es una historia de afectos dementes homosexuales y heterosexuales. Luego me enteré de que es un filme de culto en la comunidad LGTB. La persecución y la traca final son el combustible que consume la psicología harto enferma de los protagonistas: una pareja de homosexuales, un mujeriego incontinente y varias mujeres que sufren estoicamente los abusos y el maltrato de sus presuntos amantes. Materia de tango.

Esta forma de abordar la crónica negra es propia del cine francés, que dio un paso más allá del norteamericano, basado en la conciencia atormentada de los criminales y eso de «el que la hace, la paga». Sabido es que los argentinos deben mucho a los franceses lo relacionado con la literatura y el psicoanálisis. Por eso prefiero la literatura y el cine argentinos menos afrancesados, más auténticos.

Los personajes de Plata quemada no son ni reales ni creíbles. Carecen de moral, viven torturados por misteriosos problemas que han nacido de la cabeza del guionista, reaccionan como muñecos programados por un cerebro intelectual con indumentaria neuronal lacaniana, se comportan despreocupadamente en circunstancias que al ciudadano más templado le harían conducirse como paranoico. A lo más que llegan es a psicópatas, mejor dicho a la idea del psicópata que tienen los creadores de estereotipos.

Nos son presentados como héroes de una tragedia inevitable. Bonita estafa. La verdadera tragedia es la que enfrenta al ser humano con un destino adverso, no la de un destino fatal fabricado por los supuestos héroes mediante sus fechorías y crímenes horrendos. Agamenón se ve obligado a matar a Clitemnestra en beneficio de su ejército y su ciudad. Los protagonistas de Plata quemada atracan un furgón y asesinan a mansalva porque les da la real gana. Los responsables de la película han dado un tinte de tragedia clásica a algo que no es más que una canallada criminal. Los han hecho comportarse como tipos de tango, que es una música más francesa que hispánica, sin menosprecio de su calidad y el mérito de sus intérpretes.

Hay una autobiografía policial, luego película con Alain Delon, llamada Flic Story o Il était une fois un flic, en la que su autor, el inspector Roger Borniche, cuenta la persecución y muerte de un hampón llamado Emile Buisson. No he visto la peli, pero sí he leído la historia basada en hechos reales de verdad. Los criminales de Borniche son seres humanos que encajan en la convención del canalla, pero con una psicología coherente y definida.

El final previsto de la historia está pasado de rosca muchísimo. Para sacar a tres pistoleros de un piso acude un verdadero ejército, además pésimamente comandado, porque los agentes armados se colocan todos juntos, para que los criminales se los vayan cargando sin necesidad de hacer puntería. Y los polis que se aventuran a entrar en el edificio son por completo incompetentes, porque se dejan tirotear sin que los asesinos cercados sufran más que al final, casi cuando se les acaban las balas, por cierto un verdadero arsenal. Es decir, la atrevida película regresa al odioso modelo yanqui.

En conclusión, los hechos reales son para mí desconocidos. Pero los filmados son un engaño estético y moral

Deja un comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.