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Agricultura y naturaleza

RAÚL AVINYÓ DE L’HORT DE CARMEN, ALCÀSSER, VALENCIA

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«Este tipo de pequeños proyectos mueven el mundo»

L’Hort de Carmen es una alquería situada en la Huerta Sur de Valencia, en el término de Alcàsser. Abandonada durante décadas, se había convertido en un depósito de residuos urbanos e industriales, coches viejos, muebles en desuso, y a veces la ocupaban infelices ciudadanos expulsados por la corriente poderosa del Sistema. Pero Raúl Avinyó conocía otra cara de l’Hort de Carmen. Cuando era niño acudía allí con su familia a “hacerse una paella” o a bañarse en la balsa, porque la alquería cuenta con un motor de extracción de agua subterránea. Por eso, cuando en la bisagra de los siglos XX y XXI, Raúl se propuso convertirse en un agricultor ecológico, pensó que la alquería de l’Hort de Carmen era el espacio idóneo. El éxito del proyecto, asegura Raúl, está en la colaboración de diversas formas que le prestaron y le prestan todo tipo de profesionales y de amigos, porque vivir al margen del Sistema es imposible si no se cuenta con la complicidad de personas generosas que viven dentro de él sin dejarse arrastrar por sus peores vicios. Raúl Avinyó está casado con Francesca y tiene un hijo. Ha cumplido ya 40 años. No tiene formación agrícola. Hizo Artes y Oficios, especializado en Diseño Gráfico, Cerámica, Interiorismo y un poco de todo. Rodolphe De Rhellinck es su socio más comprometido, un belga licenciado en Historia, que encontró en la Huerta de Valencia su paraíso particular.

Una entrevista y fotos realizadas por Fernando Bellón

Amigos de Raúl preparando semillas

Amigos de Raúl preparando semillas

Lo macro nos ha llevado a donde estamos, una crisis muy fuerte.

Nos han proyectado para ser objetos pasivos de consumo, y nosotros queremos darle la vuelta a esto.

Hemos creado una red de protección social:

Si tenemos amigos médicos, masajistas, lo que sea, les pedimos que nos atiendan comprometiéndonos a que no les va a faltar verdura.

 

Mi familia ha estado vinculada a la agricultura desde siempre. Mi padre, de Alcàsser, mi madre, de Villena, Alicante.Me he criado en la huerta, y siempre me ha gustado. Formaba parte de mi entorno, era el paisaje de mi infancia. Luego he estudiado módulos de agroecología, cursos, talleres. He trabajado de jardinero, en un almacén, en la construcción. Monté en Silla un taller de serigrafía donde diseñábamos e imprimíamos. También estuve trabajando como voluntario en un centro social que montamos en una antigua vaquería aquí, en Alcàsser, Centro Social Autogestionado El Montó, que todavía continúa; la mayoría de las actividades son gratuitas; se programa por consenso, y hemos trabajado lo social, lo cultural, lo medioambiental, con niños, con jóvenes, con adultos. El objetivo era crear comunidad en el pueblo.

No ha habido un salto a la agricultura ecológica, porque siempre ha estado ahí. Mi padre ya tenía campos, y yo le ayudaba mucho en los cultivos, compaginando con otros trabajos y con los estudios. Pero hace 15 años me propuse buscar algún lugar en el campo tanto para vivir como para cultivar. Y este Huerto de Carmen era un lugar idóneo. Lo conocía de pequeño, cuando veníamos a nadar a la balsa, porque esto es un motor de riego donde se bombea el agua de una comunidad de regantes que distribuye el agua en la zona.

La Alquería con el motor de extracción de agua en primer término.

La Alquería con el motor de extracción de agua en primer término.

Antes vivían caseros, y en verano, una familia. Durante muchos años estuvo abandonada. Nos daba mucha pena. Hacia 1998-99 hicimos una propuesta a los dueños para que nos dejaran habitarla a cambio de rehabilitarla. Les pareció bien, aunque costó trabajo porque la propiedad estaba muy repartida entre los hijos de los primitivos propietarios. Hicimos un contrato de palabra, que mantenemos.

El entorno y el espacio estaba muy degradado. Había coches robados, montañas de basura, estuvo ocupada por diferentes inquilinos que deberían tener el síndrome de Diógenes, porque aquello era un basurero. La casa había que imaginársela. Pero vimos que tenía posibilidades, aunque estaba claro que con mucho trabajo por delante. Empezamos en el tejado, lo más urgente por las lluvias. Y poco a poco hemos ido colocando puertas, ventanas, instalación de luz y de agua, aprendimos a hacer de todo.

Dices empezamos, en plural. Así que erais varias personas.

Este proyecto ha llegado hasta aquí y se mantiene gracias a un montón de gente que colabora, que echa una mano, que propone ideas. Dentro del concepto agroecológico, hemos dado importancia al tema social. Y en eso estamos. Comprometidos con el proyecto que yo inicié. El núcleo lo constituimos tres personas, pequeños productores de por aquí que decidimos unirnos y transitar el mismo camino. Aquí había tierra, había recursos, había agua… La tierra es de diferentes propietarios. Y hemos seguido una línea de “primero un campito para empezar”, y luego íbamos alquilando tierras, sobre todo por medio del trueque o intercambio: verduras por el alquiler del campo, y hubo quien se limitó a dejárnosla con la única condición de que la cultiváramos.

Las huertas que empezábamos a labrar habían estado muchos años yermas, estaban descansadas, abandonadas. En términos agroecológicos nos interesaba esto. Debemos de tener ahora 40 hanegadas, de las cuales cultivamos entre veinticinco y treinta, haciendo rotación. Plantamos muchas variedades: ahora mismo hay veinticinco variedades de hortalizas, más variedad que cantidad; a parte, aromáticas, frutales… Eso es ahora, en invierno-primavera. Pero a lo largo del año, a lo mejor hay unos setenta productos diferentes. Intentamos cultivar las variedades tradicionales y las autóctonas.

Como tenemos muchos amigos, y estamos dentro de una red de agricultores que se llama Ecollaures, trabajamos conjuntamente en un certificado social participativo de garantía. También colaboramos con Llavors d’ací, una asociación encargada de un banco de semillas locales, que promueven el intercambio.

Cosecha de habas

Cosecha de habas

Vivís varias familias, a juzgar por los niños que se ven jugueteando por aquí…

En principio, una. Francesca, mi mujer, y yo, con nuestro niño. Pero es que hoy han coincidido varios amigos, que han venido a ayudarnos, a cambio de llevarse verduras y de aprender. Antes organizábamos talleres y cursos. Pero lo que hemos visto de un tiempo a esta parte es que, entre que la gente está muy liada, y que hay una demanda de práctica, no de teoría, les decimos, mira, nosotros trabajamos todos los días, y hacemos todo el proceso agrícola, desde la selección de la semilla, la siembra, la plantación, el cuidado, la recolección, la venta y la distribución; de modo que cuanto más veces vengas, más aprenderás. Hay visitas continuas, a diario, gente que viene y realiza prácticas, cada uno a su ritmo, de acuerdo con su interés y su realidad, su experiencia; y nosotros los vamos asesorando.

También hay otra opción, gente que está en la Escuela de Capataces de Catarroja, y viene aquí a hacer prácticas. Y a nivel internacional también funcionamos. Formamos parte de un programa de intercambio que se llama WWOOF una organización internacional de voluntarios rurales. Vienen personas a cambio de vivir y comer, y echan una mano.

Estables en la huerta, somos Rodolfo y yo, ahora, con gente de tránsito. Planificamos los cultivos y organizamos a los voluntarios. Francesca se dedica La Remolacha, la tienda del barrio de Benimaclet, en Valencia, y Manuela y Quique a tema de ventas, difusión y web. La tienda no es nuestra, es de un amigo, pero la llevamos nosotros.

¿Ha costado mucho? Porque organizar esto no es nada baladí.

Nos ha costado y nos cuesta. Vamos como las hormiguitas. Planificamos un pequeño cuaderno de campo agroecológico, empezando desde poquito, autoconsumo. Cultivaba para mí, para mi familia y para algún amigo. Claro, como las condiciones de esta huerta son tan favorables, en tres meses puedes cambiar el cultivo de ciclo más largo; aunque hay rabanitos y lechugas que en dos meses ya están. Vas aprendiendo estas cosas, y vas ajustando la cantidad, la variedad, y la venta y distribución. Yo hacía un circuito muy corto, familiares y amigos, y luego vino Fernando y vino Rodolfo, éramos más gente… Fernando ha hecho un paréntesis y no está con nosotros ahora mismo.

Lo más complicado es gestionar la variedad de productos y de personas. Vamos a un mercado en el pueblo de Alcàsser, al de Godella, a otros que se realizan puntualmente, con el objetivo de dinamizarlos y estabilizarlos.

¿Se puede decir que habéis renunciado de momento a tener ingresos estables?

Huertos en torno a la alquería

Huertos en torno a la alquería

Hemos hecho malabarismos. En la casa siempre hemos vivido varias personas, que compaginábamos su rehabilitación con el trabajo en el campo. Y al principio, con otros trabajos: yo he trabajado de cartero a media jornada, venía a las tres, me echaba un baño en la balsa y me ponía a plantar… O me salía otro jornal, un amigo que te decía, “mira, me ha salido un trabajito para un mes y te puedo contratar quince días”. Esto no es ningún secreto, es una de las maneras de sobrevivir: con ingresos aleatorios y ahorros de hormiguita. Ahora pago la luz, ahora compro un poco de material, ahora arreglamos esto, ahora recuperamos… Y luego, gracias a la cantidad de gente que ha colaborado con nosotros, que nos ha ayudado, alguien que dice, mira Raúl, que tengo aquí material sobrante de una obra, o que soy electricista y tengo cable…La solidaridad es imprescindible. Y funciona. Solo hay que tener mucha ilusión, mucha fe, muchas ganas. Al hacer un balance no puedes valorar solo lo económico. Estamos todo el tiempo reinventándonos, reestructurándonos…

¿Te ves muchos años en la misma linea? ¿Confías en la perseverancia y la extensión de la solidaridad?

Yo creo en esto. Es un tema complejo, pero al mismo tiempo emocionante e interesante. Es fundamental creer en un proyecto y echarle tiempo, ganas dedicación, compromiso, responsabilidad. A largo plazo me veo. Este tipo de proyectos es de los que mueven el mundo. Pequeños proyectos que hacen que haya una pequeña estabilidad. Lo macro nos ha llevado a donde estamos, una crisis muy fuerte, una deuda que nos tiene atrapados y que considero ilegítima. Así no evolucionamos ni como Humanidad ni como personas, ni como economía ni como país. Han cambiado leyes, constituciones, lo que haga falta para legitimarlo, para llegar a estos niveles de infrahumanidad.

¿Funcionáis como cooperativa?

Somos una asociación agroecológica, supongo que el equivalente a una asociación cultural. No sé si una o dos personas están dadas de alta como autónomos. Pero los demás estamos aún buscando la manera de que podamos estar de alta y nos salgan los números. Desde hace muchos años nos hemos propuesto hacerlo, pero tal y como están los requisitos, ahora pagaríamos más de lo que ganamos. Resulta que darse de alta puede ser un peligro para la pequeña estructura que tenemos. Creemos que a largo plazo podremos hacerlo. Pero ahora mismo no nos lo podemos permitir. También estamos mirando la posibilidad de constituirnos en cooperativa de usuarios o algo así. Probablemente iremos por ahí. Pero no nos queda otra solución que conformarnos con lo que hay, y confiar en que será un proceso que vamos a recorrer. Así que estamos creando una red de protección social: si tenemos amigos médicos, masajistas, lo que sea, le pedimos que nos atiendan comprometiéndonos a que no les va a faltar verdura. Al fin y al cabo todos trabajamos por la salud. Si hay un cliente que se ha quedado en paro, no le va a faltar comida. Si es una persona relacionada con el tema de la educación, le ofrecemos nuestro espacio para que se traigan a sus alumnos y les hacemos una visita y un taller de pan o de cultivo. Lo vamos haciendo pasito a pasito, porque no se puede abarcar todo.

También habéis utilizado el sistema de recolección de fondos llamado crowfunding.

Hace un año, necesitábamos ajustar algunas infraestructuras y maquinaria, y no disponíamos de inversión. Hicimos una propuesta a la gente: hacían una aportación económica, y se llevaban verdura, hacían una estancia con algún taller… La aceptación fue muy buena. Con lo que sacamos compramos una pequeña furgoneta, un motocultor, y arreglamos el almacén.

Estamos convencidos de que tenemos que interactuar con las personas de a pie, crear comunidad. Lo hacemos en el pueblo (Alcàsser), o en los barrios de Valencia. Estamos montando un circuito corto de distribución y relaciones sociales, del que salgamos beneficiados mutuamente. Creemos que tenemos que incidir de esta manera en la sociedad para cambiarla. La forma cotidiana de realizar este cambio es en el consumo. Nos han proyectado para ser objetos pasivos, y para que consumamos sin cesar; se trata de transformar nuestras ideas e ilusiones en consumo. Lo que nosotros queremos es darle la vuelta a esto, y hacer que nuestro carro de combate es el carro de la compra. De manera que el ciudadano diga, si yo apoyo un pequeño proyecto estoy apoyando a una familia, a seres humanos con una economía limitada, horizontal, afín a lo que yo pienso y creo; y si apoyo a una multinacional, hago todo lo contrario, defiendo con mi dinero algo insostenible, inviable, que crea violencia, tensión agresividad, y que nos ha llevado a la política que ejerce el Banco Mundial y el FMI, que son los que gobiernan. Votar cada cuatro años es algo muy anecdótico, porque nos toca votar entre Guatemala y Guatepeor, gracias a una ley electoral que siempre beneficia a los mismos. Así que cada día, con nuestro euro o nuestros dos euros, nuestros cien euros estamos votando. Cuidadito dónde metemos ese dinero… Ahí podemos hacer mucho y decidir mucho cada día. Y no solo en el consumo: incidir en la comunidad, en el pueblo, en el barrio, el lugar donde vivimos.

 

Rodolphe con unos amigos canadienses

Rodolphe con unos amigos canadienses

Rodolphe De Rhellinck es otro de los socios de l’Hort de Carmen. Belga de apellido flamenco, tiene 32 años

Yo no tengo formación relacionada con el campo. Yo estudié Historia. En Bélgica, mi madre siempre tuvo un huerto y un jardín. A mis padres les gusta. En casa he visto cómo se cultiva la tierra. Y al llegar aquí hace ocho años empece a trabajar en La Peira, en un bancal de autoconsumo. Ahí aprendí a cultivar todo el año con las técnicas tradicionales. Era la primera vez que plantaba yo solo. Por aquella época yo trabajaba en otra cosa para ganarme la vida. Poco a poco empecé a hacerme vegetariano, aunque cuando voy de tapas a Valencia tomo queso, tortilla, champiñones o algo de pescado. Al cabo de varios años, dejé ese trabajo y me dejaron un campo en Almusafes. Empecé a cultivarlo y a vender los productos, y comprobé que podía vivir de esto. Al cabo de un año, abandoné el campo porque a su propietario no le gustaba lo que yo estaba haciendo, y quería plantar caquis. Decía que mi parcela estaba “sucia”. Yo ya había comprado verduras a Raúl en l’Hort de Carmen para la Fira Alternativa de Valencia, donde yo cocinaba. Vine a ver si podía colaborar, y me quedé. De esto va a hacer tres años.

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