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Cultura y comunicación

Toni Benito: fotomontador. Dar coherencia a la incoherencia

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Toni Benito en el Fotoclub Valencia. A su lado Eugenia Malea, actual presidenta de la centenaria institución

Una entrevista de Fernando Bellón

Es Toni Benito un ciudadano juicioso, tranquilo, metódico y con una imaginación férvida. Ha presidido el centenario Fotoclub Valencia durante décadas. En sus locales de la calle Mare Petra expone hasta mediados de febrero la colección de  fotomontajes “Historias a corto plazo”.

¿Es Toni Benito un profesional de este arte? La respuesta contiene otra pregunta, ¿qué es un profesional del arte? La profesión la da la práctica y la veteranía, no el diploma, y Benito lleva bastantes décadas dedicándose a la fotografía y al fotomontaje. En esta ocasión presenta 38 trabajos  sin un motivo común, salvo el de contar historias.

¿Qué historias cuentan los fotomontajes? Para Toni Benito, las que el espectador quiera ver.

— Yo procuro que tengan un mensaje. No parto de una idea prefabricada. Suelo coger imágenes que tengo almacenadas. Parto de una que me da una idea, y empiezo a buscar qué se adapta a ella, un fondo, otra imagen, e intento crear una historia. Pero no me gusta que quede muy claro, dejo que la gente sea la que lo interprete.

En la paradoja está la clave. Y esto no es un capricho.

— Al principio ponía título a las obras, hasta que vi cómo el que observa la imagen la interpreta a su modo, sea cual haya sido mi intención. En una exposición que hice en el café Lisboa, una señora me quiso comprar una y dijo, “Esa de las tetas”. Me desconcertó porque yo no había empleado ninguna imagen de tetas. Me lleva delante del fotomontaje, y lo que había era una forma que podía interpretarse como unas tetas.

La técnica del fotomontaje está en la paradoja, en la oposición de contrarios, en el contraste. Así sucedió en su origen, que procede del collage. Dadá y el surrealismo abrieron las puertas de la creación a la casualidad, a la provocación, al humor, al imaginado subconsciente.

La publicidad comercial y la acción política dieron paso al cartel, al transmisor de ideas, de ideologías, de normas y de ilusiones. En el siglo XIX se inicia este camino. El siglo XX la producción en serie, la sociedad de masas, las revoluciones y las guerras llenan Europa de carteles. Dadá entra a saco en ese universo gráfico. Y luego el bolchevismo lo aprovecha, seguido del fascismo y el nazismo. No había movimiento político sin imágenes.

El siguiente paso es el fotomontaje, que el comunista alemán Heartfield lleva a fabulosas consecuencias en blanco y negro.

Otro paso más lo da el comunista español José Renau, que introduce el color. De todo esto el lector puede encontrar documentación exhaustiva en la página de esta revista Renau, la responsabilidad del arte, que contiene la biografía del fotomontador y muralista nacido en Valencia.

— Yo empecé interesándome en las imágenes de los fotomontajes de Renau. Lo que él hacía era crear imágenes inexistentes basadas en recortes de otras imágenes. Vi que eso es lo que me gustaba, crear imágenes nuevas, imaginativas; evidentemente sin el menor intento de engañar a nadie.

Toni Benito deja bien claro quién fue su maestro de referencia.

— Yo empecé a hacer fotomontajes al principio de los ochenta. Mi modelo era Renau. Tenía varios libros sobre él y de él, y me encantaba. Entonces yo hacía collages, porque no existía el Photoshop. La diferencia técnica era que yo utilizaba mis propias imágenes de fotos que yo había hecho, no empleaba imágenes impresas en periódicos o revistas. Yo por donde paso voy haciendo fotos, que guardo.

Confiesa que la fotografía de reportaje no le interesaba tanto como la de fantasía. Y en lugar de montar un estudio para retratar modelos o bodegones, comprendió que lo suyo era crear imágenes nuevas sobre recortes de imágenes existentes, salirse de la realidad evidente, no repetir postales o retratos manidos, transformar en imágenes lo que su cabeza y su archivo fotográfico le servían.

— Me han influenciado mucho los cartelistas soviéticos. Pero también los pintores. Por ejemplo, Segrelles, un pintor valenciano que crea fantasías extraordinarias. Ese tipo de trabajos me inspiran. Así que yo voy por ahí, creando imágenes que no existen; si se les quiere llamar fantasía, pues bien. Y me pasa que disfruto más al crearlas en el ordenador que en el momento de la toma. El Photoshop te da unas posibilidades inmensas, desborda la imaginación. A veces me da la idea el personaje que retrato; busco imágenes mías archivadas que tengan relación con el personaje, y de ahí sale una crítica, una broma.

Toni Benito expondrá una colección de más de ochenta fotomontajes de todos los estilos en la Llotgeta del mercado Central de Valencia el verano de este año.

El artista, reflejado vagamente en su obra.
Toni Benito acostumbra a obtener imágenes reales en eventos como fiestas de moros y cristianos, mercadillos medievales, visitas a tierras exóticas poco contaminadas por la llamada civilización.
Imagine el lector qué historia está contando Toni Benito en este fotomontaje, y de dónde habrán salido sus componentes realmente existentes.
¿Las tentaciones de San Antonio? ¿San Francisco Javier haciendo apostolado en Japón? ¿Alegoría de la telefonía móvil?
Una alegoría de la cabeza del creador, repleta de imágenes.
El muchacho formaba parte de una cabalgata del orgullo gay, y los soldados de una reunión de representaciones históricas, no los ha sacado el fotomontador de ninguna revista. Los derechos de autor son suyos.
¿Las puertas del Infierno de Dante? ¿Judíos y palestinos? ¿El Can Cerbero del submundo griego?

2 Comentarios

  1. rafael escrig fayos 5 febrero, 2024

    Realmente, el fotomontaje , como toda expresión artística, es muy creativo, aunque al mismo tiempo desconcertante. No quiero restarle valor con ello, creo que lo desconcertante es positivo en arte. Ahí está todo el arte surrealista, tan ligado a esas «historias» que cuenta el fotomontador. Los fotomontajes del señor Toni Benito, tienen otro componente: son algo inquietantes. Pero este calificativo que yo percibo en sus obras, también podría interpretar positivamente. Creo que no hay nada mejor para una obra de arte (si dejamos aparte la belleza, puesto que no es el cometido principal del arte), que produzca en el espectador una inquietud, que le mueva a pensar. Es la mejor manera de penetrar en la obra y participar del arte.

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