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Cultura y comunicación

Una joyita en el vertedero. «El cuarto oscuro de Damocles»

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Una novela de Willem Frederik Hermans

Gaspar Oliver

Hace un par de semanas compré casi al azar dos libros de saldo en una librería de ídem.

IMG_2436El primero, una novela policíaca ambientada en la Rusia de hace nada, una década. He llegado a la mitad, y me he librado de ella porque me ahogaba en un océano de inmundicia. El autor presenta un cuadro expresionista de la sociedad rusa al estilo George Grosz, compuesta por criminales de todas las tallas (de S a XXL), policías corruptos, empresarios amorales, borrachos crónicos, prostitutas degradadas (aunque de buen ver), jóvenes echados a perder por el desempleo y la droga, niños abandonados o que han huido de hogares donde la convivencia es insoportable, y familias convencionales que se dejan arrastrar por esa corriente de mugre social. Si la sociedad rusa es solo la décima parte de asquerosa que describe el autor, no me explico cómo sigue existiendo y no se ha convertido en un lodazal ensangrentado.

El segundo libro es la joyita,  El cuarto oscuro de Damocles, una novela del holandés Willem Frederik Hermans, un veterano y desconocido (para  mí) escritor fallecido en 1995, publicada por Tusquets (también fallecida-absorbida por Planeta) en 2009, y escrita entre 1952 y 1958.

Cuando digo joyita en el vertedero me refiero a esas librerías de saldos donde van a parar los libros que han perdido el valor comercial que tuvieron al ser impresos. Vertedero viene a cuento por contraste con las librerías de nuevo, decoradas como tiendas de ordenadores y teléfonos móviles. Entrar en una librería de novedades es meterse en un bosque paradisíaco  con una variedad de especies, donde cada árbol, cada libro, ofrece a su comprador algo de apariencia diferente, pero de contenido casi igual al que le hace compañía en el estante o en la mesa. Los géneros literarios y narrativos contemporáneos son como marcas de aparatos electrónicos diseñados por críticos, catedráticos y ejecutivos, ingenieros de software editorial. El mundo de las grandes librerías está condenado a diluirse en el océano digital. Debe ser por eso que preparan con tanto esmero la presentación de sus productos.

Pero mientras llega ese momento y sus imprevisibles consecuencias, el recurso del lector sensible de textos en papel son las librerías de saldos y las librerías de viejo.

El cuarto oscuro de Damocles se lee con el mismo gusto que una novela de intriga,  si bien enmarcada en un escenario alejado de estereotipos. Aclaro que «de intriga de la de antes», porque la de ahora es artificiosa, como la que dejé a medias sobre ese vómito literario en torno a la sociedad rusa. No voy a destripar la historia. Baste decir que nos cuenta las peripecias de un vulgar protagonista, un ciudadano holandés acomplejado por su apariencia femenina, al que la invasión alemana se le echa encima y le ofrece la posibilidad de convertirse en un héroe de la Resistencia. El tono de la narración es humorístico, aunque las peripecias son dramáticas e incluso trágicas. Dice el resumen de contraportada que «El cuarto oscuro de Damocles es una historia de traición, mentiras y ambigüedad moral», un thriller.  Se lee como un thriller, pero no tiene nada que ver con los tópicos sobre la resistencia contra el nazismo creados por Josep Kessel en su «Ejército de sombras», con Francia como escenario. En  las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial se editaron cantidad de novelas bélicas y de espionaje que fueron armando un edificio canónico. Aguantó incólume hasta que a partir de los noventa el género se trastornó y se volvió circense.

Pero El cuarto oscuro de Damocles está fuera de toda clasificación de género, aunque es una recomendable novela de espías.

Zambullido en Internet (no solo en Wikipedia) he llegado a saber que Willem Frederik Hermans obtuvo numerosos premios en Holanda y en la Bélgica Flamenca por su trabajo literario. El libro que comentamos le situó en la rampa de lanzamiento de los escritores profesionales, algo que hace cincuenta años era todavía más complicado que ahora. Le costó situarse en órbita, porque durante años se ganó la vida como profesor de geografía en la universidad de Groninga. Hasta que salió un energúmeno con birrete y le acusó de ser un mal profesor, que dedicaba todo su tiempo a escribir, olvidando sus obligaciones académicas. Willem Frederik le denunció por calumnia y se largó a París. Parece que no le fue mal, y empezó a recibir premios y reconocimiento. No sabemos qué fue del compañero que le acusó de estafa escolar.

El cuarto oscuro de Damocles nos presenta personajes y situaciones con los que no cuesta nada identificarse porque son auténticas, verosímiles, domésticas. Nada de tópicos, ya he dicho. Nada de retorcimientos febriles. Los buenos y los malos están confundidos, mezclados, como en la vida real, y no son muñecos, sino vecinos con los que nos encontramos en el ascensor. La intriga que se mantiene a lo largo del libro se resuelve de un modo magistral. Además, el peso específico de las reflexiones del autor es sólido, existencialista, fuerte. Dice un personaje muy secundario que aparece al final de la novela, todavía en el marco del año 1945, aunque esa parte debe estar escrita hacia 1958: «La verdad no puede mantenerse a raya con la autosugestión. El hombre tendrá que acostumbrarse a vivir en un mundo sin libertad, sin bondad, sin verdad. ¡Dentro de poco se enseñará esto en las escuelas primarias!¡Esta guerra es tan solo es una muestra del mundo que nos espera! El mundo estará demasiado poblado como para dejar sitio a los locos, a los buenazos y a los santos. Del mismo modo que hemos dejado de creer en las brujas y que los tabúes sexuales desaparecen, así de natural será para nuestros bisnietos dejar que sucedan con total tranquilidad e indiferencia las cosas que horrorizan al rebaño de contribuyentes y votantes de hoy en día».

Estas palabras parecen proféticas, y en cierto modo lo son, visto nuestro mundo con desapego. Pero en realidad, lo que se debatía en los frentes de 1943 es lo mismo que hoy tienen la desgracia de padecer millones de ciudadanos de Oriente Medio, de África y de diversos rincones de Asia y de las carcomidas repúblicas ex-soviéticas. Lo mismo que enfrentaba a los persas y los griegos, lo mismo que condujo encadenados a millones de seres humanos de África a las Américas, lo mismo que hizo sucederse a dinastías herteróclitas en el trono de la China… El mejor valor de El cuarto oscuro de Damocles es el de los buenos libros, que nos permite reflexionar sobre el caos de la vida desde la cómoda butaca de nuestro salón de estar.

Por cierto, la traducción de Catalina Ginard Ferón es sobresaliente.

(La fotografía de presentación está tomada en una librería de viejo de Buenos Aires en 2005.)

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