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Cultura y comunicación

Utopía o Plutocracia

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Un libro de Joan Lao que invita a pensar sin modelos preestablecidos

Declaraciones recogidas por Fernando Bellón

 Joan Lao es Joan Maria Xavier Ferrer i Díaz. Nacido en Chiva en 1949, es teólogo por la Facultad de Salamanca, médico psiquiatra por la Universidad de Valencia. Ha trabajado en el Hospital Psiquiátrico de Bétera, y actualmente es psiquiatra en el Centro de Especialidades de Burjassot.

Comprometido desde su juventud con una visión y actitud crítica frente a los hechos establecidos, ha dedicado mucho tiempo al estudio del pensamiento y de la cultura orientales, especialmente de China, país que ha visitado.

Edita el blog saludmentalabierta, al servicio de los enfermos y de los sanos, y tiene colgados en YouTube diversos ejercicios de relajación.

Su libro Utopía o Plutocracia, de cómo tus sueños están desplazando la pesadilla, de la editorial Magama se presenta en la librería Primado (Av Primado Reig, 102) de Valencia el martes 16 de octubre a las 20:00

 ¿Qué es Utopía o Plutocracia?

 Utopía o Plutocracia es una opinión, una visión muy personal, sin más pretensiones que exponer en público mis concepciones. Intento sintetizar y ordenar conocimientos que son de dominio público, para proporcionar una posible visión de la realidad y unos estándares sociales diferentes a los que se están vendiendo en el mercado político, económico, religioso, o académico. La visión del mundo, digamos, estándar es fatalista: las cosas son como nos las pintan. Y no hay más que hablar.

Yo estoy convencido, y lo compruebo cada día en mi trabajo, que todo se puede cambiar. Sólo es necesario el esfuerzo consciente del individuo. Para eso hay que conocer antes cómo funcionamos y estar en condiciones de sacar el máximo de partido de ese conocimiento.

¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos?

Empiezo con una descripción del clásico de dónde venimos, quién somos. Son preguntas obligatorias, y que me permiten desmontar las visiones al uso que desde hace muchísimo tiempo dominan el conocimiento inmediato, a veces de una forma absoluta, como es el caso de la religión o las ideologías.

Así que me propuse responder a esas mismas preguntas desde un punto de vista diferente. No apoyándome en escuelas o ideologías, sino leyendo con objetividad la información acumulada por personas que llevan mucho tiempo investigando, y que está a nuestra disposición, a nuestro alcance.

Por ejemplo, sabemos lo suficiente de los orígenes del ser humano como para situarlos en la propia evolución del universo. Las estrellas como generadoras de moléculas elementales que luego se pueden ir asociando, organizando, desembocando en lo que los seres humanos hemos llegado a ser.

Los misterios de la religión se pueden ir comprendiendo, teorizando, dándoles una coherencia de un modo aséptico e independiente, sin recurrir a ninguna fuente iluminadora externa.

Yo no discuto el punto de vista de las ideologías de izquierda o derecha, intento acercarme a lo que sabemos de la biología, de los organismos vivos, para comprender cómo funcionamos, de un modo natural, al margen de esas suposiciones.

Luego, una vez que hemos encontrado al ser vivo con capacidad evolutiva y que llega a organizarse, a tomar decisiones, a construirse a sí mismo, a ampliar los grados de libertad, a aprender, a crecer, es decir, a valerse por sí mismo como individuo, y aportando todo eso al colectivo de la especie o de la biosfera, la pregunta es muy evidente: ¿por qué no ejercemos nuestras potencialidades como seres humanos?

No las ejercemos porque se nos está enseñando y condicionando para no creer que podemos ejercerlo, para no creer que tenemos libertad de actuación, que no podemos organizarnos a nosotros mismos, que somos salvajes e inmaduros, que necesitamos a alguien que nos proteja, que nos guíe, que nos cuide. Es decir, una ideología que mantiene el poder desde siempre, y a nosotros nos deja fuera, para obedecer, someternos, portarnos bien y ya está.

¡Pero es que eso va en contra de la propia evolución! No contra la naturaleza divina o humana, sino contra lo que es útil para la pervivencia y reproducción de los seres vivos.

 ¿El defecto del ser humano es querer imponerse a la naturaleza, apartarse de ella?

 La evolución nos muestra que las diferencias genéticas de los seres humanos con los grandes simios son mínimas, prácticamente despreciables. Lo que nos diferencia es que esas funciones y formas de vida anteriores a la humana parece que se adaptan más a la sobrevivencia, la perpetuación de la especie y su adaptación al medio. Algo indiscutible es que hay una realidad a la que hay que adaptarse para sobrevivir, y punto. En el caso de la especie humana, parece ser que gracias al desarrollo del encéfalo, a la capacidad de abstraer, de inventarse mundos, en realidad, lo que al final hacemos es anteponer a la realidad la visión que nosotros construimos. Nos alejamos de la realidad, inventándonos una propia.

En eso consiste la cultura. Todas las sociedades han inventado una realidad, o bien explicando los orígenes, la naturaleza el ser humano, la forma de aplacar las fuerzas de la naturaleza, el origen de la vida, el sentido de la vida. Todo eso han sido construcciones culturales, gran parte de las cuales se han dedicado a la construcción de religiones, aprovechando el miedo al más allá, a la muerte, a lo desconocido.

Una forma de aplacar el miedo era dar explicaciones tranquilizadoras, y designar a alguien que tranquilizara, que guiara, que hiciera de padre de los grupos sociales. Y así hemos llegado a la actualidad.

 ¿Puedo deducir de tus palabras que la autoconciencia, en lugar de beneficiar al ser humano le ha perjudicado?

 No. La autoconciencia, no. El mal uso de la autoconciencia por el miedo y el sometimiento a quienes te cuentan cosas que tú puedes explicarte por ti mismo.

 Entonces, ¿tener consciencia es un perjuicio o un beneficio?

 Vamos a ver… Yo parto del concepto más sencillo de conciencia de las tradiciones orientales. Ser consciente es tomar nota de algo. Es como una grabadora, un espejo. La función de la conciencia es darse cuenta de lo que ocurre. Cuando diriges tu atención hacia el exterior, percibes las cosas. Luego, las almacenas en la memoria, y luego las construyes, las organizas. Esas construcción o reconstrucción es la que nos separa del resto de los animales. Pero no nos acercarnos mejor a la realidad por medio de las comprobaciones, para ver si lo que hemos construido confirma y elabora nuestro conocimiento según el paradigma científico.

Lo que sucede es que las construcciones de la realidad sirven a intereses establecidos, del individuo, de su clan, de su tribu, de su religión, de su partido. Y luego, se reformula, se hace una narración de la realidad acorde con lo que nosotros queremos comprobar. Con lo cual le damos la vuelta al método científico. En vez de aproximarnos a la realidad para ver si coincide con la idea que nos hemos hecho de ella, deformamos la versión de la realidad para que lo que decimos parezca verdadero.

 ¿La ciencia, la filosofía, el pensamiento son esclavos del aparato de poder de la sociedad? Esto es lo que proponía Marx.

 El problema siempre aparece cuando en lugar de aproximarse a la vida para entenderla, se hace para utilizarla en su propio beneficio. Eso se produce cuando hay alguien en la sociedad que puede sobrevivir sin trabajar, cuando no tiene que ir a buscar agua todos los días, cuando no tiene que cultivar los campos, cuando no tiene que cazar. Eso supone que alguien lo está haciendo por él. Cuando en la sociedad se produce la distinción entre los que trabajan físicamente y los que se aprovechan de ello, ya la hemos liado. Ya empiezan a aparecer personas que no tienen interés en comprender la realidad perceptible, sino en forjar una explicación que perpetúe la situación que le permita vivir en sus privilegios, del trabajo de los demás. Los instrumentos son el prestigio, el miedo, la supuesta magia, la religión, el poder de las armas…

 Nunca ha cuajado ninguna utopía social en la historia de la humanidad. ¿Tu propuesta es que ahora por fin se realice la utopía?

 El libro acaba con una frase: “¡viva la utopía inacabada!” Es decir, la utopía como tendencia, como horizonte, como sueño, como factor orientador de la vida del individuo y de la sociedad. Cuando crees que has alcanzado la utopía, ya tienes algo perfecto, algo que defender, y haces que la realidad de adapte a tus intereses, para seguir realizando la perfección que has creído alcanzar. La utopía que se realiza deja de ser utopía. La utopía es la tensión que nos permite seguir evolucionando. Yo la utilizo en su valor de recogedora de sueños de mejoría. Y un sueño es algo irrealizado, algo que mueve tus intereses, tus aspiraciones, tus inquietudes, tus tendencias biológicas también, ¿por qué no? En el universo nada es estable. Una utopía estable es inviable. La utopía, para ser vigente, ha de estar inacabada, en evolución, en transformación. Esa tendencia a crecer a transformarse, mejorando la comprensión del medio es lo que yo califico como utopía inacabada.

Todas las religiones e ideologías te proponen su propia utopía. Vótame, sígueme, créeme, que yo te proporcionaré un mundo feliz. Algo por completo falso.

 ¿Estamos en este momento de la historia en mejores condiciones que en el pasado para avanzar por el camino de la liberación, por llamarlo de un modo convencional?

 Creo que es un momento muy importante porque hay un factor que antes no existía: la transparencia y el desbordamiento de la información, gracias a la tecnología existente. Hasta ahora, el poder se basaba en el alejamiento sistemático, en el ocultamiento, en el misterio, el disimulo, la desinformación. Los emperadores orientales tenían muy claro que el pueblo tenía que estar lo más lejos posible de ellos. Había emperadores que ni se dejaban ver, salvo en las grandes ocasiones. Ahora la información llega a todas partes, se realizan filtraciones, la luz y los taquígrafos se imponen como una necesidad, empiezan a ser una realidad, no por una voluntad política, sino por la propia dinámica de la sociedad de la información. Ahora todos los ciudadanos tenemos al alcance suficientes elementos para darnos cuenta de cómo se monta el poder su forma de perpetuarse. También tenemos elementos para comprendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Y tenemos conciencia también de nuestro grado de madurez como seres vivos, que no tenemos que depender eternamente de los amos del mundo, algo que no está escrito en la naturaleza.

En la naturaleza, por ejemplo, los líderes de manada no se aprovechan de la manada, se juegan la vida por ella. Están para eso, y su función dura lo que dura, lo que aguantan mientras son útiles a la manada. En la especie humana no necesitamos a un líder más fuerte, ni más listo ni más guapo. Tenemos una capacidad semejante a la de los bancos de peces, o bandadas de pájaros, en donde el colectivo en su conjunto se auto dirige, se auto organiza. En la especie humana se están viendo movimientos colectivos puntuales para resolver problemas concretos. No en función de intereses ideológicos o religiosos, sino de una adaptación mayor a la realidad. La sociedad detecta un problema, la gente reacciona, se organiza, lo soluciona, y se consigue solucionar.

 El peso o el lastre de una mala educación, supongo.

 El problema de esto es que nos han educado así desde pequeños. Somos animales de costumbres, tenemos hábitos adquiridos. El aprendizaje significa estar dispuesto a romper una costumbre, a hacer un esfuerzo, a un consumo de energía. Desde pequeñitos nos acostumbran a creer lo que nos dicen los padres, los profesores, los mayores, los jefes es indiscutible. Se nos ha dicho que tenemos que confiar en los que tenemos por encima. Así pues, ¿cuándo hemos tenido la oportunidad de descubrir que no necesitamos tener a nadie por encima?

Se trata de que alguien te mande para que no te puedas organizar con otros. La perpetuidad de las funciones de gobierno y de poder son otro invento, no está escrito en ningún sitio. Delegamos en el poder porque hemos perpetuado el sistema de las monarquías y los imperios absolutistas en algo llamado democracia. Nos hemos acostumbrado a que “desde arriba” nos solucionen las cosas, nos den trabajo, nos democraticen la sociedad, nos hagan crecer. Y eso no es así. La responsabilidad de cada uno es inalienable. La sociedad lo que tiene que hacer es facilitar ese crecimiento de una forma coordinada y armónica con el resto del planeta.

Claro, otorgar a alguien el poder de dirigir a los demás es arbitrario, es perpetuar el poder del antiguo chamán de la tribu, el poder del que pegaba más tortas en la guerra, el que tenía más riqueza. Eso lo seguimos creyendo. Primero porque era orden de Dios, que ungía a los reyes, Franco entraba bajo palio en las iglesias, por ejemplo. Y aún ahora se utilizan argumentos religiosos para defender posturas ideológicas de conservación de intereses. Esa santificación del poder terreno no está tan lejos de nosotros.

Lo que ocurre es que ahora, como eso queda un poquito más descarado, se está monetarizando. Se justifican los poderes despóticos por razones de mercado, de transformación de estructuras económicas. Pero eso está camuflando el hecho de que o haces lo que yo te digo, o a la calle. Si te lo crees por motivos religiosos, vale; si es por motivos económicos, vale; por motivos políticos o ideológicos, vale, y si no, a palos. O tragas o estás fuera de la sociedad. El que ostenta el poder esto no lo puede decir, pero lo hace. Lo ha de camuflar. Necesita que tú creas que lo hace bien, que no queda más remedio que hacerlo así, que debes someterte.

Lo que nunca se ha discutido a fondo hasta ahora es la naturaleza del poder. En España estamos hartos de oír que somos un pueblo indómito, que necesitamos mano dura, que sí, que debemos ser tolerantes, pero necesitamos que alguien nos meta en vereda, porque si no, esto es un desastre. Claro, esos argumentos mantienen a un pueblo bajo el dominio de los poderosos, él mismo reconoce que necesita una mano fuerte.

En el libro establezco una similitud basada en el crecimiento de cualquier ser vivo. Durante un periodo de tiempo necesita la guía, la protección, el suministro de sus necesidades vitales. Lo obtiene de su entorno, familiar, social… Pero llega un momento en que tiene que tomar sus decisiones y salir de casa, independizarse. Ese paso, a nivel de sociedad humana, todavía no lo hemos dado. Seguimos creyendo que necesitamos la tutoría de autoridades. Es la clásica falacia de diferenciar la libertad del libertinaje. Libertad es libertad, es capacidad de decisión. Y todo no está permitido. Es falsa la oposición de o crees en Dios o no hay moral. Hay muchos caminos por los que transitar, sí sabemos por donde ir, la dirección en la que nos podemos mover, que sueños podemos perseguir.

 ¿Tu visión se corresponde de algún modo con la libertaria negadora del gobierno?

 Me son simpáticos los anarquistas. También me son simpáticos los taoístas y confucionistas. Pero no creo que sean la solución o la ideología liberadora. Cualquier sociedad, cualquier individuo puede sobrevivir gracias a un equilibrio. La creatividad, la innovación, el riesgo, la aventura de la vida, que es lo que nos hace crecer, se ha de ir integrando de una manera sistemática en el conjunto del organismo, de la sociedad. Es decir, la anarquía pura y dura es otra ficción irrealizable. Es creativa cuando se integra en un proceso de crecimiento. La propia vida tiene sus criterios, sus jerarquías, sus criterios.

¿Y la anarquía como opción política?

 Ahí no he querido meterme, pero no por escaquearme del asunto, sino porque yo no tengo la solución. Mi idea es que, de momento, hay dos polos sobre el tapete: la gente obedece o muerte al poder y cada uno hace lo que le viene en gana. Pero ambos casos se parecen a los cómics, el superhombre y el supervillano ejerciendo, y la población contemplando el combate. De lo que nadie habla es de una humanidad madura como para gobernarse a sí misma. El problema de los anarquismos, como el del taoísmo, es el individualismo radical. Es bueno reivindicar el individualismo creativo, pero en el seno de una sociedad, porque somos individuos dentro de nuestra especie. El que cada individuo se las apañe por su cuenta es biológicamente inviable. Cualquier animal que de una forma antinatural se separa de la manada, o es que se ha rallado, o es que se retira a morir en soledad. A la inversa, no hay ningún argumento convincente sobre el sometimiento de un individuo al jefe de su manada. Y tampoco que sea posible que cada uno vaya a la suya.

El equilibrio entre la comunidad y el individuo es el objetivo. Con dos axiomas, que el individuo está capacitado para decidir sobre su vida, y que lo está para colaborar con el resto de su comunidad en el mejoramiento de la sociedad. La madurez de la ciudadanía daría posibilidades al desarrollo del individuo de una forma coordinada y controlada en todo momento.

 Pero, ¿cómo poner de acuerdo a tantas personas?

El problema mecánico, físico, de escuchar la voz del ciudadano, ya no existe. La Red nos permite enterarnos y opinar sobre cualquier cosa que ocurra en cualquier parte del mundo. Tu voz se puede sumar a la de millones. Habrá que ver a dónde nos lleva esto. Porque también habrá que huir de los tópicos: ni es necesario un orden universal para evitar el desmadre, ni el hecho de que todo el mundo pueda opinar significa que va a ser todo ingobernable. Una de las cosas que se observan en los sistemas vivos es que son capaces de organizarse espontáneamente. Hemos visto reacciones espontáneas con una presión social asombrosa, en cuestión de horas, y sin que nadie haya manipulado, a pesar de la interpretación hecha desde el poder. Eso quiere decir que el ser humano sí es capaz de percibir como colectivo dónde están sus peligros, dónde están sus sueños, quiénes son sus enemigos. Pero para ello hay que darle la vuelta a la educación que nos han dado, no nos han preparado para eso. Creer en nosotros mismos como individuos, da miedo. Cuando hablas con personas que están sufriendo el paro… siguen esperando que alguien les de trabajo, alguien les vuelva a llamar, alguien les dé solución a su vida, sin darse cuenta de que ese alguien es él. Por ejemplo, generando situaciones en las que se autoempleara, tipo cooperativas, tipo talleres, empresas nuevas, reciclaje, aprender; eso tiene que salir de ellos mismos, aprender a resolver sus problemas.

En eso, sobre todo a la gente que venimos de la izquierda, nos cuesta superar una contradicción. Cuando durante mucho tiempo has estado defendiendo un estado poderoso que te garantizara la justicia social, que parara los pies al capital, que distribuyera, etc., estabas proclamando un poder paternal, aunque bueno, honrado, que vela por sus pupilos, por la clase obrera. Pero cuando descubres que el poder corrompe, te das cuenta de que la mejor forma de que el poder no se corrompa es que no exista, y que la mejor forma de que no exista es que nunca se desvincule de quien lo ha puesto, que quede claro que es una delegación del poder del ciudadano. Y que esa relación siempre esté viva, para que siempre el ciudadano pueda tirar del poder al gobernante. Si el poder se equivoca, se busca un mejor gobernante que esté sometido al pueblo, en lugar de aguantar cuarenta años a un dictador, y encima besar por donde pisa. Puestos a equivocarse, tampoco es tan grave.

 ¿Estamos ante un cambio de paradigma, de época, de forma de vivir, de gobernarnos?

 Esta vez no es una crisis más. Es una crisis ésta en la que está implicado todo el planeta. Ya no es cuestión de áreas. No es un problema de Occidente, no es una confrontación con Oriente, no es un problema con el Tercer Mundo. Aquí estamos todos metidos en la misma barca, y eso es una cosa nueva. En segundo lugar, toda esa humanidad, los siete mil millones de personas, podemos percibir las cosas casi, casi en tiempo real, disponer de la información, podemos opinar. Esto significa que podemos empezar a funcionar como un organismo simultáneo. La concentración de poder es tal a escala global que, o reaccionamos ahora y empezamos a construir otra forma de contrapoder que nos devuelva a los ciudadanos el protagonismo, o en muy poco tiempo esa contestación va a ser prácticamente inviable, porque el poder va a tenernos cogidos por el cuello. Esto es muy acuciante, porque antiguamente aún se disimulaba más, pero ahora los amos del mundo no se cortan un pelo, manipulan y ya está, no se molestan en disimular, se sienten muy seguros de sí mismos. Pueden hacer lo que les de la gana con países, con continentes enteros, con monedas, con mercados, con ideologías, con lo que quieran. Pueden controlar el mundo perfectamente. Así que no tenemos mucho tiempo.

¿Quieres decir que están organizados para controlar el mundo?

 Eso está muy mal visto por el tema de la conspiranoia. Pero a fin de cuentas eso también es una forma de despistar. La paranoia es una deformación de la realidad en la que tú te inventas fuentes externas que influyen sobre ti, sobre las que tú no tienes ningún control. Aquí las fuerzas las ves, y les puedes poner el nombre que quieras, están identificadas. Hay estudios académicos que explican cómo funcionan las redes de los amos del mundo, cómo se organizan, cómo manipulan el mercado global y de cada país. Luego sabes que están apuntados al Club Bildelberg, que son grados masones, que tienen familia de banqueros judíos. No hay que ponerse paranoico, hay que juntar los datos, ponerlos encima de la mesa, y ver que las personas que deciden no son las que salen en la televisión, las que han sido elegidas y debaten en los parlamentos. La gente que de verdad maneja cada día los mercados, la quiebra de una moneda o la caída de un gobierno es otra.

 ¿Por qué es tan difícil identificar los problemas, diagnosticar las enfermedades de la sociedad y buscar soluciones? ¿Es que los que tienen conocimientos y capacidad quieren confundirnos o están confundidos ellos mismos?

 Depende del grupo. Si hablamos de los académicos, el problema es que el mundo científico adolece de los mismos defectos que la sociedad, funciona por clanes, escuelas, grupos de poder, intereses económicos o políticos. El antiguo científico independiente, humanista es hoy casi inviable. Los científicos llevan su propia marcha. Una de las pruebas es que en vez de ponerse de acuerdo para investigar la realidad, se centran en defender su posición de clan, escuela o grupo; y si alguien dice lo contrario, lo ven como un ataque. La ciencia y la investigación cuesta mucho dinero, y como los estados cada vez se interesan menos por la ciencia a no ser que sea por su propio interés, todo se pasa a manos privadas, con sus intereses económicos.

La ciencia está en manos del capital privado o estatal. El periodismo está en manos de cuatro, la versión de la realidad que se ofrece es la que interesa a los dueños de los medios. De una u otra manera, tanto científicos, como religiosos, como periodistas como cualquier otra fuerza social, o están con el Sistema o a duras penas subsisten o se mueren por el camino de un accidente. La forma de ejercer de esa clase de profesiones es participar en la versión colectiva del mundo que le interesa al poder. Y el que no, es un incitador, es un incompetente, es poco serio, juega con la verdad, incita al terrorismo, etcétera.

 Descrita de esa manera, esa estructura es indestructible.

 Esa estructura no se puede desmontar. Se puede arrinconar. Porque, los que de verdad, de verdad detentan el poder son pocos, muy pocos, y el resto lo aceptamos sin rechistar. En la medida que el resto, esos miles de millones de habitantes nos vayamos dando cuenta de que podemos organizarnos, desde la esfera local a una cada vez más grande, veremos que podemos prescindir de las grandes compañías de distribución de alimentos, de las grandes compañías de gestión de ahorros, de las grandes compañías de distribución de ideologías políticas, de las grandes entidades de la ciencia estandarizada, y que cada individuo, cada colectivo, cada población, cada territorio es perfectamente capaz de construir su propia versión de la realidad compatible con la que está construyendo el resto de ciudadanos.

De tal manera que cuando vengan a imponer sus criterios, sus mercados, sus pautas, tropiecen con nuestra propia construcción. Mi crecimiento impide que tú me manipules. Pero si yo sigo con miedo al más allá, al pecado, a condenarme y tal, creeré lo que tú me digas. Y si creo que soy un salvaje horrible incapaz de tener comportamientos ciudadanos responsables, tú me venderás, lógicamente ese control como algo bueno para mí, puesto que soy ingobernable. Y si yo no me lo creo, te invitaré a un café, por qué no, intentaré decirte que estás en las nubes y que eso es mentira. Uno es lo que uno se cree lo que le han dicho que es.

¿Crees que es posible que los que nos creemos capaces de autogobernarnos podamos convencer a los ciudadanos que sostienen que el ser humano necesita directrices y palo para no desmandarse?

 Yo confío en la evolución, que lo ha venido haciendo siempre igual. Ha condenado las formas no viables, como la que estamos practicando ahora , y ha facilitado las formas más viables, por la sencilla razón de que eran más adaptativas a la realidad. El sistema integral que estamos practicando ahora los humanos nos lleva a la destrucción, la nuestra y la del planeta, somos autodestructivos.

Pero eso es inviable. De una u otra manera el planeta no lo puede soportar. La opción que estamos comentando sí que es viable. Lo que ocurre es que, claro, tiene que empezar, tiene que coordinarse. No es una fantasía mía, es algo que vas percibiendo en cuanto miras con atención: en todas las partes del mundo hay muchas personas que piensan de un modo parecido, y cada uno pone en práctica las soluciones que se le ocurren a su escala.

Unos experimentan con formas de producción al margen de los bancos, tipo cooperativas, hay microcréditos a pequeña escala al margen de los grandes bancos que sólo piensan en la explotación, hay gente que recupera los terrenos baldíos y empieza otra forma de cultivo, la transformación de las zonas desérticas, otros recuperan la vida local en ecoaldeas, experiencias de colectividades…

Lo absurdo es pretender que cualquiera de esos miles de ejemplos distribuidos por todo el globo se proponga como alternativa a un sistema y unas tradiciones que vienen de milenios atrás. Tiene que madurar. Y no buscando un paradigma homologable para todo el mundo. Entonces estaríamos en lo mismo que ahora. La homologación es enemiga de la diversidad y la riqueza de la evolución.

De lo que estamos hablando es de cómo cabemos todos, cada uno con su pequeño paradigma, con su pequeño modelo… No tenemos que buscar la solución definitiva. Cada colectivo tiene la suya. No se trata de buscar nuevos paradigmas. Un paradigma es totalitario. El conocimiento va evolucionando de una manera compleja, caótica, y cuando quieres simplificarlo estás matando la realidad y embotellándola para venderla. Lo único que está claro es que este poder presente nos está anulando como personas. Ahora, lo que haya de salir, eso ya lo diremos cada uno. Yo no pretendo ser el nuevo líder iluminado que enseña por dónde ir. Digo lo que yo pienso, por si sirve. Que cada uno de los habitantes del planeta haga su propuesta. Si no se basa en la explotación, el engaño y el aprovechamiento del los demás, ¿por qué no va a ser aplicable?

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