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Cultura y comunicación

Vivir de otra manera

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Entrevistas realizadas por Fernando Bellón

 

Isidro Miñón con un giróscopo, juguete científico.

Isidro Miñón con un giróscopo, juguete científico.

Ecojuguetes de Palencia-Cantabria

¿Puede haber algo más bío que un ecojuguete como los de antes? Sin circuitos integrados, sin aplicaciones actualizables, sin joysticks, sin gaitas, sin leches en vinagre.

Juguetes científicos. Tel 979 181 003 y 636 914 219

Isidro Miñón es de Reinosa, Cantabria, pero vive en Mata de Hoz. Fabrica juguetes en un taller de Valbezoso, en la provincia de Palencia, no lejos de la raya cántabra. Y trabaja por allí y por aquí. Lleva veinte años en el tema, con un grupo de socios.

“Siempre hemos sido vendedores de calle. Con el puestuco en mercadillos y ferias medievales. Ahora hacemos menos ferias medievales, porque los organizadores están insoportables. Los precios se han disparado, pagamos unos dinerales por la ocupación de vía pública, para el lucro del organizador, sin tener en cuenta si vas a vender algo o nada.”

Esta es la duodécima edición de Biocultura a la que acuden. Han pasado por todas las ciudades donde BioCultura se manifiesta, ahora Valencia, pero también Madrid, Barcelona y Bilbao que acaba de empezar; son fijos.

“La filosofía de nuestro puesto, juguetes mecánicos movidos por energías alternativas. Juguetes tipo antiguo, hechos con hojalata principalmente. Fabricamos una parte de ellos, los barcos; otra parte la comercializamos. Empezamos viniendo a BioCultura solo con lo que hacíamos, productos totalmente artesanos. Pero solo con la artesanía, no nos salía a cuenta participar en una feria cara como esta. Y nosotros somos lo que se ve aquí, un pequeño puesto. No somos ni vendedores al mayor, como hay en este tipo de certámenes, ni tampoco tenemos tienda, ni almacén. Nosotros tenemos el puestuco.”

Su trabajo, aparte de fabricar los barcos de vapor, que funcionan con un ingenioso sistema movido por una lamparita de aceite, es una labor de investigación grande. En otras ferias o en sus viajes buscan y encuentran juguetes que entran en el rango de su filosofía: mecánicos, movidos por energías alternativas, de diseño antiguo, juguetes magnéticos o juguetes científicos como el giróscopo…

“Somos cinco personas y tres familias. Bueno, cinco personas involucradas directamente en la empresa, más nuestras familias respectivas, incluidos los niños y el perro…Vivimos en pueblitos pequeños, vida rural. Y de allí salimos a la guerra. Hay temporadas que salimos todas las semanas, en verano, en Navidad, épocas puntas de año. Y otras temporadas salimos menos”

Hubo un tiempo en que Isidro y sus socios experimentaron lo que era vivir en la carretera. Comprendieron que si querían prosperar, debían esclavizarse al asfalto.

“No es esa la idea. Podíamos habernos enfocado más al lucro en el sentido de ampliar el negocio, hacer distribuciones, vivir más en la carretera. Pero nuestra idea es, un poquitín, de auto subsistencia. Vives en el campo, cultivas tu huertuco. Tienes este negocio en el que llevamos toda la vida.”

Este tipo de ferias les salen rentables. No tienen muchos encargos, porque esa no es su línea de trabajo, aunque algunos atienden. Lo suyo es la venta directa.

“Si te quieres comprar un artículo que vale diez euros, y lo compras por correo, con los portes te vale 15. No vendemos por internet, no tenemos página web. A lo mejor nos hacen un pedido por email. Pero no es lo que más trabajamos, ni siquiera el uno por ciento del volumen de ventas. Lo nuestro es la venta directa en la calle y en las ferias”.

 

Chema Pascual

Chema Pascual

Sonidos rituales terapéuticos de Salamanca

Que la música cura lo saben hasta los bichos. En esta evidencia se han basado Chema Pascual y sus socios de Ritual Sound, en Salamanca, para atender las necesidades de un sector de la población convencida de la terapéutica musical de la percusión enmadera, cuero o metal, y el viento por las cañas.

“Recorremos el mundo buscando instrumentos que tengan un sonido que trascienda la música, no un sonido para melodías, para divertirse. Que posea unos componentes míticos, sonidos para relajación, hipnóticos, con un efecto sobre la mente”.

No hace falta saber música, insiste Chema. Su lema es “todo el mundo puede tocar”. No creen que haya una diferencia entre el músico y el no músico, todos sabemos de música, todos tenemos un ritmo en el corazón. Su secreto a voces acercar un instrumento, algo que uno tenga a mano, un tambor, y empezar a utilizarlo.

“Algunos de los instrumentos que vendemos los fabricamos nosotros, otros los traemos de todo el mundo, en nuestros viajes. El objetivo es que de una manera sencilla, fácil, te dejes llevar por la intuición y toques. Son instrumentos de viento, de percusión, de metal, madera, piel. Intentamos trabajar con materiales naturales, aquí no hay nada de plástico”.

Su presencia en BioCultura se debe a que el sonido cada vez se utiliza más para terapias. Se hacen terapias con gong, con tambores chamánicos, con cuencos tibetanos.

“Nosotros no somos terapeutas, nuestro trabajo es proporcionar instrumentos para la sonoterapia, que cada vez se empela más como forma de sanación. Nosotros ofrecemos estos componentes no sólo al terapeuta sino a cualquier persona, para que puedan relajarse sin utilizar pastillas. Que utilicen el cuenco tibetano, por ejemplo, que deja la mente un poco en blanco”. Llevan con este negocio de los instrumentos unos 12 ó 13 años.

“Yo no soy músico profesional, ni sé leer partituras, tampoco me importa. Yo era profesionalmente muchas cosas, pero hace 30 años me propuse ganarme la vida con lo que más me gusta, que es la música. He hecho de todo, programas de radio, música, he trabajado haciendo efectos de sonido, hasta que me puse a viajar y a buscar instrumentos. A veces somos 10, a veces 15, a veces 3. No tenemos un plantilla”.

 

 

Roberto Bonilla

Roberto Bonilla

El recuperador de aldeas, en Teruel

Roberto Bonilla es propietario y gestor de Masía Collado, un proyecto familiar en una aldea recuperada por él al cabo de 13 laboriosos años, en el término de Olba.

“Yo vivía en Valencia, donde teníamos una imprenta y llevábamos una vida ajetreada. Hace 13 años, mi mujer y yo decidimos vender todo lo que teníamos. Tuvimos la suerte de comprar una aldea a cinco familias. Estaba abandonada, no tenía ni camino de acceso.

Se llama Collado Royo y pertenece a Olba. El lugar está en el valle de Olba, un lugar que durante muchos años ha permanecido en la sombra, por el atractivo turístico de Valdelinares, no muy lejos de allí. Eso ha permitido que se mantenga esta aldea y otras como esta, todas de piedra. Con una naturaleza en estado puro.

“Durante 13 años hemos estado reconstruyendo la aldea. Primero con el dinero que teníamos. Luego se nos acabó a mitad de proyecto, y pudimos más fondos reunir para salvarnos. Mi mujer es traductora y era la fuente de sustento. Ella se quedó en Valencia hasta que yo preparé la casa, entonce vino ella con el nano”.

¿Cómo será vivir en mitad del campo, lejos de comodidades y servicios a los que el urbanita está acostumbrado?

“Allí hay vida social. Existe una red de familias en otras aldeas cercanas a la nuestra. Se ha rehabilitado mucho. El colegio de Olba es el único que está creciendo, en contra de otros de la zona que están cerrando. Han rehabilitado casas aisladas o partes de una aldea y están viviendo familias con niños. No te ,mueves tanto. Haces mucha vida familiar. Pero también hay quien hace muchas visitas y reuniones. Nosotros somos un poco ermitaños, pero eso va en el carácter de la gente. No somos muchos, pero ya hay un mercadillo mensual en Olba, y un mercadillo de trueque. Hay movimento.

Para la reconstrucción, Roberto contrató dos personas del pueblo. Estuvieron tres años al principio, y cuando aprendió, se puso a trabajar solo.

“Solo estaban las estructuras. Hemos rehabilitado todo, tabiques, ventanas, puertas… Hemos gastado mucho dinero. Llevamos tres años abiertos. Ahora estamos empezando a funcionar bien. Hay meses flojos, meses fuertes. Pero ahora vemos indicios claros de que va a funcionar. Este no es un negocio de temporada. Hay un año que a lo mejor te sale un mes precioso, como junio, y no te viene nadie, y al año siguiente, junio funciona.Pero ahora ya no nos asustamos tanto de esos bajones como al principio, siempre acaba subiendo”.

 

Dos madres de día

Dos madres de día

Madres de Día, el hogar versus la guarde, en Valencia ciudad

Imma Contreras pertenece a la Asociación Madres de Día. Una asociación de mujeres que reunidas para dar a conocer lo que es la labor de una madre de día, y publicitar sus servicios.

“Una Madre de Día es una educadora titulada que además es madre. Se une con otras madres para atender en su hogar a niños de otras madres que trabajan fuera de casa, y de ese modo el niño no sale del ámbito del hogar. Reivindicamos el derecho del niño a permanecer en el hogar. Es una alternativa a la guardería tradicional”.

La mamá trabajadora lleva a su hijo, hasta los tres años, a la casa de la Madre de Día, a quien paga una cuota, como si pagara a una guardería, con la diferencia que en uno hogar así no atienden más a que tres niños, cuatro como máximo, mientras que en una guardería hay un buen puñado de niños atendidos por una sola persona. Según Imma están mejor atendidos en un hogar.

En Madres de Día están intentando unificar el precio, pero cada mamá de día cobra lo que le parece más apropiado. Hablamos de entre 300 a 350 euros al mes, si comen.

“Hay bastantes madres de día en Valencia. Dentro de la Asociación que se acaba de formar, somos 10 personas. Han venido algunas a ofrecerse como una alternativa al trabajo, pero no es lo mismo. En un caso, por ejemplo, han cerrado la escuela infantil y la madre se ha convertido en madre de día. Pero no tiene titulación. Uno de los requisitos de una madre de día es tener una titulación, de profesora o educadora infantil, y la experiencia de ser madre”.

Imma lleva personalmente dos años, moviéndose para crear la asociación, constituida desde hace seis meses. Cada madre trabaja en su casa. Aunque algunas veces dos madres se juntan en la casa de una de ellas.

“Yo no ejerzo en una guardería porque no creo en esa fórmula. Me parece que la de Madres de Día mejora la forma de tratar al niño, se basa en el respeto hacia él”.

 

Mariano Garrido, a la izquierda, y uno de sus socios.

Mariano Garrido, a la izquierda, y uno de sus socios.

Domos: Casas de paja, madera y adobe en Guadalajara

Mariano Garrido es uno de los socios de Domos de madera y paja, un proyecto de bioconstrucción enclavado en la sierra norte de Guadalajara.

“Intentamos hacer casas sostenibles con materiales naturales, que no tengan un consumo energético grande. Madera, paja, cañamiza, corcho, mortero de cal para recubrimiento exterior, materiales que hoy están en desuso.

Acaban de constituirse y de empezar. Han realizado unos talleres de madera y de piedra, y con esta base y su experiencia profesional han este proyecto.

“Ahora trabajamos en nuestra provincia, haciendo un Domo modelo. El grupo lo formamos cuatro personas, un arquitecto y tres profesionales de la construcción y la madera. Ahora mismo no nos da para vivir. Tenemos un taller de carpintería y cantería en Sigüenza. De momento vivimos de eso, y llevamos en paralelo el proyecto Domus”.

Están seguros de que es un proyecto viable. El parón en la construcción ha dado alas a la bioconstrucción y la autoconstrucción, con materiales naturales como la madera o la paja.

“Esto está pensado más bien para entornos rurales, en una ciudad igual desentona un poco. Y necesita un espacio especial, no se pueden construir varias alturas, y en la ciudad se optimiza mucho el tema del espacio”.

Han venido a BioCultura para averiguar qué tipo de personas podrían estar interesadas en este proyecto. Personas interesadas en la conservación del medio ambiente, preocupados por el planeta.

“El tema económico es fundamental. Nuestra construcción es bastante más barata”.

Hay que hacer las cosas bien, sostiene Mariano: hablar con el ayuntamiento, desde luego, para obtener los permisos de obra. Como es una vivienda necesita un proyecto firmado por un arquitecto.

“Nosotros hacemos el proyecto y desarrollamos su obra, un proyecto integral de bioconstrucción. Estudiamos las necesidades del cliente, desarrollamos el proyecto y lo entregamos llave en mano. Estamos terminando uno en nuestro pueblo. Si el tiempo nos lo permite, porque ha habido meses de lluvia y nieve, lo terminaremos en breve”.

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