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Cultura y comunicación

Abyssal Ferrando Monolith

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Un reportaje de Fernando Bellón, también autor de las fotografías.

Esta construcción de acero ferroviario es Abyssal Monolith y representa a Plutón, el último planeta reconocido del Sistema Solar. El escultor calpino Víktor Ferrando ha tardado casi un año en darle forma y montarlo. El periodo de tiempo es proporcional a la masa del material empleado (33 toneladas), a las dimensiones de la obra (11 metros por 8 por 6) y al trabajo necesario para el ensamblaje. Este último es peliagudo de cuantificar, pero debe de sumar muchos terajulios (un diez elevado a la potencia 12), que han salido casi todos del cuerpo de Víktor Ferrando, y el resto, de las grúas manuales usadas para levantar esos módulos en los que cabe un ser humano. En invierno y en verano ha estado encarcelado Víktor durante días en esas cajas de acero, con el soplete en la mano, revestido de ropas de protección y máscara.

Quien no conozca la obra de Víktor Ferrando tenderá a ver en esta descripción una hipérbole amistosa. Sin embargo, las palabras que anteceden reflejan la nuda realidad. Con un añadido dramático que incrementa el mérito de Abyssal Monolith, una grave enfermedad que el artista ha superado en la última etapa de la creación.

Hay adjetivos que se emplean retóricamente: heroico, titánico, colosal, y que pertenecen al ámbito de la mitología clásica o moderna. La mitología moderna ya no está en los libros, sino en las pantallas de cine y televisión, donde todo es virtual. Los monstruos son conseguidas elaboraciones digitales, los combates, un compendio de tecnología. Todo en esa mitología es falso, y ni siquiera de cartón piedra, sino intangible, fantástico, algo que no podremos jamás palpar, que no nos puede hacer daño ni curar porque sólo existe en dos dimensiones.

En la cabeza del artista hay una hoguera incombustible, que en la cabeza del espectador al que va dirigida la obra se transforma en chispas de comprensión o afecto genial.

Yo puedo figurarme a Víktor Ferrando en su adolescencia en un cine, viendo La Guerra de las Galaxias o esas maravillosas películas de serie B de alienígenas y viajes espaciales. Y mientras se desarrolla la acción ante sus ojos, el joven Víktor piensa, “yo voy a pelearme con todos esos bichos, y le voy a vencer”.

Una de las primeras creaciones intuitivo-dadaístas de Víktor Ferrando. A la derecha, Manuel Ferrando.

Una de las primeras creaciones intuitivo-dadaístas de Víktor Ferrando. A la derecha, Manuel Ferrando.

No estoy refiriendo un hecho real. Sólo imagino. Porque es la forma más inmediata que yo encuentro para explicarme por qué Víktor, a los 35 años, sin la menor experiencia técnica, coge un soplete y se pone a construir una barandilla tutelado por Juanjo, un viejo marinero y metalúrgico, y diez años después está apunto de completar una réplica del Sistema Solar que él llama Planet Ferovia, porque casi todo el material son traviesas, tornillos y raíles del antiguo ferrocarril de vía estrecha Alicante-Denia.

Para Víktor la creación artística es un acto de heroísmo, es un esfuerzo titánico. Sólo lo concibe así. Con frecuencia se le ha preguntado por qué no reduce las dimensiones de sus creaciones para poder exponerlas en galerías al uso. El responde que no es capaz de trabajar más que en tamaños superiores al suyo, con hierro, con fuego, con la violencia organizada y contenida del trabajo, con julios extraídos de su cuerpo.

En vano buscará el erudito del arte planos proyectados por Víktor antes de emprender su obra. No existen. Está todo en su cabeza, que cabría calificar de olímpica, porque, como Zeus, saca de ella sus criaturas. Así, este artista inclasificable viene a ser una aleación incomprensible de Palas Atenea y Hefaistos, hermanos antagónicos.

Víktor Ferrando es un lector apasionado de Nietzche. Yo veo en sus obras representaciones de los pensamientos cósmicos de aquel alemán que amaba tanto a la Humanidad que quería transformarla a golpes de una voluntad pura, infantil, noble y amoral.

Un momento de la comida entre amigos. Víktor, el segundo a la izquierda.

Un momento de la comida entre amigos. Víktor, el segundo a la izquierda.

El sábado 25 de mayo, Víktor Ferrando presentó a un grupo de amigos Abyssal Monolith. Fue un día memorable para quienes tuvimos la suerte de asistir. Este artículo está ilustrado con algunas de las fotografías tomadas allí. Esperemos que pronto esta cueva de las maravillas que es el Tros Vell, pueda abrirse al público, como ambiciona Manuel Ferrando, padre de Víktor, coleccionista exquisito y promotor del reciclaje.

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