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Cultura y comunicación

«Ahorrar en formación le cuesta a la industria española mucho dinero»

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Andrés Martín, un manchego en Alemania

Una entrevista de Fernando Bellón

Andrés Martín es uno de los españoles emigrados a Alemania más veteranos de Nuremberga. Tiene 82 años, y llegó a un pueblo de Renania en 1958, con 25. En los 57 años que ha pasado en Alemania ha llegado a conocer a fondo la lengua, la mentalidad y las expectativas de una de las naciones más sólidas de la Europa contemporánea, como evidencian las adversidades del último siglo de su historia, que ha conseguido volver del revés, para sacar partido de ellas

Andrés Martín como era cuando llegó a Alemania

Andrés Martín como era cuando llegó a Alemania

Andrés Martín es hombre optimista, aficionado al estudio, con un sentido práctico innato centroeuropeo, poco aficionado a la aventura, pero protagonista involuntario y exitoso de algunas de ellas, que le llevaron a ser jefe de personal de una empresa papelera con miles de empleados, la mayoría de ellos Gastarbeiter (trabajadores invitados) españoles.

Con formación y experiencia bancaria adquirida en España, tuvo que ganarse la vida de peón en una industria de vidrio nada más llegar. Pero un accidente laboral que estuvo a punto de costarle una mano, le obligó a buscar empleo en una ciudad. El destino quiso que fuera Nuremberga, donde la industria de la floristería es próspera. Se suponía que él iba a ejercer de agente de importación de flores de España. Pero la oferta resultó un fiasco, y se quedó en la calle y sin recursos.

La especialidad de Andrés Martín ha sido hacer de la necesidad virtud. Algo que aprendió de su madre, de una próspera familia de Valdepeñas con inclinaciones republicanas. El abuelo de Andrés poseía 50.000 vides en La Mancha, pero sus descendientes salieron republicanos. Uno de sus hijos, licenciado en Derecho, abrió un colegio de enseñanza media en Valdepeñas, con profesores escogidos, uno de ellos pastor protestante, a pesar de que la institución no se decantaba por ninguna fe. El director tuvo la ocurrencia de publicar en la prensa local un artículo contra otro colegio de religiosos; denunciaba que estaban dando clase sin preparación para ello. El colegio religioso fue cerrado, y la denuncia nunca perdonada. Después de la guerra civil, el hombre acabó en la cárcel, igual que otro hermano. A un primo de ambos, un joven imberbe que había presidido las Juventudes Socialistas, le juzgaron sumariamente y le fusilaron, a pesar de que, según Andrés Martín, “jamás había matado ni a una mosca”. Con media familia en la cárcel y la otra media sin recursos, el abuelo tuvo que ir vendiendo las 50.000 viñas para asegurar la subsistencia.

La madre de Andrés Martín era mujer de recursos, y consiguió una beca para él en un internado de jesuitas de Madrid que formaban a una suerte de elite bancaria. Pronto pudo opositar Andrés para el banco de Bilbao, donde terminó en el departamento de moneda extranjera.

Dice Andrés que “lo peor de una guerra civil es la envidia. La envidia es una enfermedad que ningún médico cura, y para la que no existen medicamentos en las farmacias. En los pueblos hay envidia”.

Con nociones de alemán aprendidas en casa de su novia, una muchacha alemana a la que conoció en Madrid, y que fue el detonante de su traslado a Renania, y su conocimiento experto en contabilidad financiera, fue a buscar trabajo a un banco. La secretaria que le recibió, le despachó amablemente sin dejarle hablar con la persona responsable que él buscaba.

De pronto, intervino la suerte, la casualidad, el hado. Tomó el ascensor en compañía de un caballero con aspecto de directivo. Intercambiaron unas palabras, las suficientes como para que la vida de Andrés diera un giro que sin exagerar podríamos calificar de copernicano. Aquel caballero era el que Andrés había ido a ofrecerse como empleado bancario. No le tomó para trabajar en el banco, eso habría sido propio de una película de Dysney, pero le ofreció la posibilidad de formarse como aprendiz en el departamento de contabilidad financiera de la empresa papelera que en aquel entonces fabricaba los pañuelos Tempo y una variedad de productos higiénicos hechos de celulosa.

Todos los días Andrés lee tres diarios y trabaja en sus cuadernos de español y en sus memorias.

Todos los días Andrés lee tres diarios y trabaja en sus cuadernos de español y en sus memorias.

Andrés Martín. Yo me mudé a Alemania porque mi novia era alemana. Trabajaba de traductora, pero se había cansado de España. La única posibilidad de seguir con ella era venirme a Alemania. Nos habíamos conocido en un autobús que une la calle Sáinz de Baranda con la Puerta del Sol de Madrid. Coincidíamos en él todos los días, para ir a trabajar. Yo me bajaba en la calle de Sevilla.

Fui un pionero, sin quererlo, de la emigración. En enero de 1961 vinieron los primeros trabajadores españoles a Alemania. La empresa, en la que ya estaba perfectamente establecido, me encomendó que hiciera de intérprete de los recién llegados. Luego estuve de coordinador de todas las fábricas donde había españoles.

Los primeros trabajadores eran especialistas, de una fábrica de papel que acababa de cerrar en Valencia. Luego, venían de todas partes, sin preparación. Venían más mujeres que hombres. Eran más indicadas porque la manipulación de productos dedicados a mujeres (compresas, apósitos, pañuelos, servilletas, pañales) lo hacían mejor las mujeres.

¿Quiere decir que las mujeres trabajaban mejor que los hombres?

Quiero decir que las mujeres se adaptaban mejor, porque tenían que contar los paños higiénicos, ponerlos en la cadena… Un hombre no se siente motivado con este trabajo. Los hombres se dedicaban a la producción de celulosa en otra fábrica, y a la maquinaria. Allí trabajaban a turnos, tres turnos las 24 horas, y las mujeres no podían hacer estos turnos de trabajo. Se trataba de siete máquinas muy grandes, que producían la celulosa que, manufacturada, se trasladaba a otros departamentos, donde estaban las mujeres.

La conversación con Andrés Martín es torrencial, aunque de un torrente alemán, que se sale poco de su cauce. Voy acotando la entrevista a los temas que me interesan, de acuerdo con la intensa biografía de Andrés, que conozco gracias a una larga tarde pasada con él, previa a la entrevista presente. Le pregunto por una preocupación extendida en la actualidad europea, la corrupción política.

Yo creo que lo que actualmente ocurre en España es una sucesión de lo que aconteció con Franco. La diferencia es que con Franco la corrupción no se hacía pública.

Mi primera experiencia de corrupción fue en el servicio militar. Los militares encargados de la gestión de los aeródromos, con quienes yo estaba, ganaban muchísimo dinero por la adjudicación de obras. Y no sólo ellos, los dos o tres soldados que estábamos en esta sección, también ganábamos lo nuestro. Yo ganaba allí en un mes lo que tres meses en el banco, donde trabajaba por las tardes.

En Alemania, ¿no existe ese fenómeno de la corrupción?

Si existe, pero en proporción muy escasa.

SONY DSC¿Por qué?

Porque aquí está todo más controlado. En España no existe ningún control parecido. Aquí, además, tienen otra mentalidad muy diferente a la de los españoles, sobre todo los funcionarios públicos. Una anécdota te servirá para entenderlo. Durante un tiempo yo me cuidaba en Alemania  de la tramitación de los pasaportes de los inmigrantes, y una de mis obligaciones era visitar casi todas las semanas al departamento de la policía que gestionaba este papeleo. Debido a eso, hice amistad con el jefe de la policía dedicado a esos trámites. Un día, me invitó a jugar al ping-pong con él, en un club. El jugaba mucho mejor que yo, y siempre me ganaba. Al final, nos fuimos a la barra a tomar un cerveza, y yo le quise invitar, y él me dijo, “Andrés, ¿estás intentando sobornarme?” Y lo decía en serio, no en broma. Así es como suelen comportarse los funcionarios públicos alemanes, se les forma para que sean así.

Dentro de las instituciones políticas hay un gran control. No hace mucho se han producido dos dimisiones de cargos políticos porque se descubrió que habían copiado sus tesis doctorales. Y eso lo hacen de inmediato, no esperan a que se les impute o se les juzgue.

Algunos se habrán escapado del control, ¿no?

Es posible, pero es muy difícil que se escapen. Además, la prensa alemana, como la española está al tanto en busca de escándalos, porque de eso vive.

Aprender alemán es mucho más fácil que llegar a conocer la mentalidad alemana. El autor de esta entrevista y editor de Agroicultura-Perinquiets ha publicado en la Bitácora OLIVERROCK cuatro artículos sobre sus Visiones de Alemania al cabo de más de cuarenta años de visitas y estancias. Prosperidad, Psicologia nacional, y La insoportable densidad del Dasein.

¿A qué se debe ese prurito alemán, que es una realidad, no un tópico, de hacer las cosas bien?

Se debe a que aquí está todo reglamentado, hasta ir por la calle. Está fijado que ningún alcalde se pueda fijar sus emolumentos. Los alcaldes cobran según la población de su municipio. En relación con esto, está la reestructuración municipal que ha habido en Alemania, no hay municipio menor de 4.000 habitantes. Los alcaldes de estos municipios pequeños también cobran un sueldo, pero se ha de dedicar por completo a su trabajo municipal.

La reglamentación afecta a todos los aspectos de al vida. En invierno, por ejemplo, tenemos la nieve. Los propietarios o comunidades de propietarios están obligados a limpiar las aceras, porque si hay un accidente, la responsabilidad es del dueño de la casa en cuya acera se ha producido.

Otra de las virtudes que se dice que posee Alemana es la de reconocer el mérito de las personas.

Aquí funciona ese sistema. El mejor ejemplo es mi propio caso. A mí me nombraron jefe de personal, pero el traje me venía un poco ancho al principio. Lo que pasa es que aquí, si la empresa cree que una persona tiene la capacidad intelectual y la formación para desempeñar un puesto, te ayuda, te forma. Te hacen asistir a muchísimos seminarios, te vas a un hotel, te estás cinco días, te dan clases de psicología, de leyes… te preparan. Las empresas se gastan mucho dinero en formar a sus empleados.

¿Las pequeñas también?

También tienen obligación de formar a sus directivos y jefes. Sin formación, en Alemania no se va a ninguna parte. Sin formación, no tienes nada que hacer en el mercado de trabajo. Necesitas un título reconocido para trabajar de químico, de ingeniero, de informático, de lo que sea. Eso lo dicta las necesidades de la industria.

Andrés ha tenido oportunidades varias de contrastar la eficiencia empresarial alemana con la improvisación empresarial española.

Como buen español y buen jefe de personal, empecé a hacer buenas relaciones. La empresa me permitía trabajar como intérprete externo en determinados días. Pude conocer empresarios vascos y catalanes. Tanto unos como otros me desilusionaron. Tienen una mentalidad muy distinta a la del empresario alemán. El empresario alemán, si ve que puede contratar a un buen trabajador, considera rentable aportar algo a su formación.

Una de estas ocasiones fue la compra de una patente industrial por parte de un empresario catalán. Me llamó una señora de la Oficina de Trabajo, y me pidió hacer de intérprete durante un par de días, porque un empresario catalán quería comprar la patente de una máquina. Acudí, y encontré al director general, al técnico y al contable de una empresa alemana que fabricaba aparatos eléctricos para máquinas diversas. Por el otro lado, estaban el propietario de la empresa española, el director técnico y el comercial. La dificultad empezó con que los catalanes empezaron a hablar catalán entre ellos, y lo intentaron en francés o en inglés, muy mal por cierto, con los alemanes. Entonces, les dije, señores, o hablan en español o me voy, porque yo he venido aquí solo a hacer de intérprete, no tengo el menor interés en estar aquí todo el rato sin hacer nada. Si quieren pueden buscarse ustedes otro intérprete.

¿Te sentiste menospreciado?

Yo, no. Era su actitud. Yo veía que para ellos el español era un idioma menospreciable. Pero en seguida se pusieron a hablar en un español muy correcto. Se redactó el contrato, se lo traduje. Y el empresario alemán le dijo al catalán: “Nosotros el instalamos la máquina, y le daremos las instrucciones para que puedan usarla. Estaremos el tiempo suficiente en Barcelona hasta que estén rodados, pero yo le recomiendo que manden a un mecánico para formarle en las posibles averías que puede tener esta máquina. Si este mecánico, sabe alemán, en seis meses la cuestión está liquidada, a cargo suyo, claro. Y si no sabe alemán, será un año”.

El catalán empezó a echar cálculos, y dijo que le salía muy caro. Eso a pesar de que yo le había advertido que conocía a trabajadores españoles especializados, con el título expedido por las autoridades alemanas correspondientes, y una larga y excelente formación, y con el suficiente conocimiento de alemán para ponerse al corriente en esas máquinas en cosa de tres meses, y que estarían encantados de irse a trabajar a Barcelona. Le seguía pareciendo caro.

Se llevó la máquina y a los tres o cuatro meses, el catalán me llamó, desesperado, pidiéndome que le enviaran un técnico porque la máquina estaba parada. Tuvieron que enviar un técnico, pagarle el avión, las dietas, etc. Les salió más caro, naturalmente. Es un problema de mentalidad. Querer ahorrar en formación le cuesta a la industria española mucho dinero. No entienden que para producir de un modo rentable, lo principal es invertir en la formación, en la inteligencia de los empleados. Si inviertes en la inteligencia aumenta la productividad.

Otro caso, nosotros teníamos aprendices mecánicos y electrotécnicos. Eso en todas las empresas. La práctica la realizan en la empresa, Y dos veces a la semana se les dan clases teóricas a cargo de la Cámara de Comercio. Durante cuatro o cinco meses están de ayudantes de los oficiales, hasta que el oficial les considera preparados. Para nosotros el aprendiz era muy rentable, porque en seis meses, había aprendido el funcionamiento de una máquina. Si la máquina se parada una hora, y no se detectaba la avería, el coste era de cinco mil marcos, entonces. Claro, si tenías a una persona que conocía la máquina, aunque fuera aprendiz, en cinco minutos te la arreglaba.

Yo no comprendo que en España los empresarios no quieran formar a los aprendices. El que en Alemania no sea así es una de las causas de que aquí no haya casi paro entre la juventud, un cinco por ciento, un porcentaje que la sociedad puede soportar. Eso es así porque las empresas alemanas pagan el aprendizaje.

¿Qué opinión te merecen los nuevos inmigrantes españoles, esos que llegana Alemania con una excelente preparación tecnológica y académica?

Yo estoy orgulloso de los que vinieron hace cincuenta años, porque aun no sabiendo muchos leer ni escribir trabajaron y se abrieron camino estupendamente. Los españoles eran preferidos. Esto se dio incluso luego, cuando la reunificación alemana. Nuestro director prefería trabajadores españoles a sus conciudadanos del este.

Aquí llegaron muchos españoles sin formación, y llegaron a ser responsables de máquinas muy complejas, y tener a su cargo un grupo de personas. Si trabajas bien, las empresas te dan un premio. Además hay otra forma de actuar en cuanto a los directivos: en las cantinas, los directores hacen cola igual que los demás, no son señoritos; los ingenieros también hacen cola para comer, y se ponen el mono de trabajo cuando tiene que arreglar una máquina. Este tipo de coas que los españoles veían en sus empresas, les animaban a trabajar mejor.

De los que vienen ahora no tengo muchos datos, porque estoy fuera de juego. Pero según mis informes, en la empresa Siemens, por ejemplo, hay muchos ingenieros e informáticos. A ellos se les exige saber inglés, no alemán. Están bien pagados, y los que yo he encontrado en «Las Bodegas Andaluzas» (supermercado español en Nuremberga) están contentos con sus trabajos.

Por otro lado hay personas que vienen sin contratos, y esto no debe ocurrir, porque venir aquí a la aventura es muy arriesgado. Si no tienes una base para venir, más vale que no vengas.

La oleada de emigrantes de los 60 venían la mayoría con contratos, ¿verdad?

No la mayoría, todos. Algunos españoles vendieron contratos falsos en España, pero eso es otro problema, que entra dentro de la picaresca criminal. Todos venían con un contrato de un año prorrogable. En Alemania, un contrato de trabajo tiene que ser aceptado por el consejo de empresa. El consejo de empresa está elegido por los trabajadores. A partir de 300, son siete representantes. Los contratos de la empresa se hacen con la autorización del consejo. No se puede introducir ninguna modificación en las condiciones de trabajo o en cosas extralaborales, como la cantina, sin contar con el consejo. En cualquier cuestión social interviene el consejo. También en los despidos. No todos los representantes del consejo son miembros de un sindicato, aunque es lo normal. El sindicato forma a los representantes de los trabajadores. Si el representante sindical liberado tiene que vérselas con el jefe de personal, debe estar al mismo nivel, para que sea competente y pueda actuar mejor.

Se dice, a veces se reprocha, que Alemania es la potencia que decide el rumbo de la Unión Europea. ¿Es esto así?

Verás, el que tiene dinero es el que tiene la sartén por el mango. Alemania aporta las dos terceras partes del presupuesto europeo, de modo que la U.E. dependen del dinero alemán. Partiendo de esa base, es lógico que Alemania tenga más poder que los demás. Aunque en realidad tendría que tener más poder, porque si fuéramos a una federación europea, como lo es la República Federal, los estados que tienen más habitantes, tienen más capacidad legislativa de voto. El estado de Renania, con sus ocho millones de habitantes, tiene una representación en el Bundesrat proporcional a su población. Baviera, que es más grande territorialmente, con solo cuatro millones, tiene la mitad de representantes. Desde este punto de vista, Alemania tendría que tener más poder que Luxemburgo, que solo tiene 500.000 habitantes, y el mismo poder de decisión y veto que otro país con 82 millones de habitantes.

Esta semana el semanario Spiegel ha sacado en su portada un artículo en el que se cuestiona a Alemania como el Cuarto Reich.

No. Aquí no hay nada de eso. Eso forma parte del pasado. Y lo que le pasa al Spiegel es que tiene que vender. No te puedes guiar ni por el Spiegel ni por el Bildzeitung. Del Bild se dice aquí que no lo aprietes demasiado, porque chorreará sangre. El Spiegel es muy crítico. Volviendo a la realidad, el poder en Alemania está muy dividido. Se dice que la señora Merkel es muy poderosa, y eso no es verdad. Aquí hay 16 Bundesländer (estados), y 9 están gobernados por los socialistas, otro por los verdes y otros por los comunistas, Die Linke, el de Turingia.

¿Qué te parece el conflicto entre Grecia y Alemania?

Es un conflicto que puede reproducirse en España con Podemos, aunque las circunstancias son diferentes. En la constitución griega se fija que los armadores no paguen impuestos. Si los armadores hubieran pagado impuestos, el gobierno contaría con unos ingresos de 140.000 millones de euros. Ni los conservadores, ni los socialistas ni los nuevos tienen intención de cambiar la constitución. Y por otro lado, uno de los factores que no comprendo de la política griega es que no eliminen los gastos militares. A la propia Alemania le han comprado armas por valor de 5.000 millones de euros. ¿Por qué Grecia, un país pequeño necesita tantas armas, estando, además en la OTAN? No me explico por qué este y los anteriores gobiernos no acometieron una modificación de los gastos de armamento.

En Alemania, en el año 2008 se hicieron muchos recortes. El gobierno vendió el Postbank, vendió los Correos, vendió parte de los ferrocarriles y de los servicios telefónicos. También hizo una reestructuración municipal. Los pequeños municipios se reunieron, de modo que no hubiera ninguno con menos de 4000 habitantes. Aquí se hicieron recortes, pero no afectaron a los más pobres. En Grecia, los recortes hicieron mucho daño a los menos favorecidos, y eso es lo que ha dado lugar al triunfo electoral de la izquierda radical, porque la han votado los parados y los que se han visto perjudicados por los recortes. Los recortes fueron provocados por la Unión Europea, pero debían de haberlos pagados los armadores y los ricos que no pagan impuestos. Si comparo a Grecia con España, veo que allí también ha habido recortes en la Seguridad Social, en Educación, en Investigación, en sectores donde en Alemania no hubo recortes.

No es que estemos contentos con esos recortes. Correos no funciona como antes. Donde había seis funcionarios, ahora hay seis, y una cola que llega a la calle. ¿Por qué? Por que Correos tiene que ganar dinero… Eso hace la diferencia. Los ferrocarriles tampoco funcionan muy bien, hay retrasos, hay huelgas… Otro recorte fue la congelación de las pensiones, que duró dos años.

Alemania arrastraba los problemas económicos de la reunificación de 1989, que se llevó más de dos billones de euros. Un gasto incomparable al de cualquier país de la U.E. Las ciudades, las autopistas, las carreteras del este estaban hechas polvo. Ha habido casi que construirlas de nuevo. Y lo peor de todo es que vinieron cinco millones de pensionistas de un Estado que estaba en ruina. Hubo que integrarlos en la caja de pensiones de la R.F.A.

En Alemania hemos tenido problemas muy grandes. Lo que pasa es que aquí los políticos tiene otra mentalidad cuando se trata de sacar el carro del cieno. En Alemania, en las grandes crisis, como la de 1973, hubo la Gran Coalición, aunque los conservadores tenían la mayoría, pero para cambiar la constitución, para cambiar ciertas leyes, para sacar el carro de la industria del cieno hubo que formar una gran coalición, y los políticos pospusieron los intereses partidistas a los de la nación. Y esto es lo que no pasa en España, una gran coalición para hacer las reformas que requiere el país. Allí cuando hay que recortar se recorta a costa de las clases más débiles de la sociedad, los que estudian, los pensionistas, los parados. Al gobierno español actual, aunque tiene mayoría absoluta, para modificar la constitución, le hacen falta las tres cuartas partes de los votos del parlamento. Y esto sería necesario con el fin de cortar por arriba y no por abajo.

¿A qué recortes se refiere?

Eliminar el Senado, reestructurar ayuntamientos y diputaciones con el fin de ahorrar dinero, gastos del Estado. En este aspecto, los políticos alemanes son más alemanes que socialistas o cristiano demócratas.

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Dos páginas de uno de los cuadernos autoconfeccionados que Andrés Martín utiliza en sus clases de español

Dos páginas de uno de los cuadernos autoconfeccionados que Andrés Martín utiliza en sus clases de español

Andrés Martín dedica todas las semanas varias tardes a dar clases de español a alumnos alemanes y no alemanes, matriculados en uno de los cursos promovidos por una institución municipal denominada Bildungszentrum. Lo hace desde hace varias décadas. Andrés ha sido tesorero de la Asociación de Profesores de Español en Alemania, y se muestra orgulloso de su trabajo: “Muy lejos de ser un Bárcenas , me encontré con ocho mil euros en la caja y abandoné mi cargo dejando 210.000 euros contantes y sonantes”. Este artículo redactado por él es un ejercicio de clase, que los alumnos deben leer y entender. Andrés compendia cada curso un cuaderno con decenas de textos propios o extraídos de los medios españoles. Un ejemplo:

La “Madre” Estado

Lo que antes era el “Padre Estado” se ha convertido en “Madre” con 246.944 ordenanzas que regulan la vida de los alemanes.  A continuación, un día cotidiano de la familia Wasle.

El Estado ya está despierto antes de que suene el despertador de la familia Wasle. El Estado no duerme. Todavía alumbran los faroles de la calle. Y la ambulancia con su tatü-tata lleva a un enfermo a la clínica. El Estado está presente en las calles con los socavones.

El ciudadano paga 42% de impuestos si gana mucho. Él trabaja la tercera parte del año para el Estado. Además, paga el IVA en todas sus compras. En Alemania hay 14 impuestos de la Hacienda Federal, 7 impuestos de los países federados y 4 impuestos municipales.

El alemán vive en un país, en el cual, todo, absolutamente todo, está reglamentado.

Como la familia Wasle, la mayoría de los alemanes desconocen que el Estado determina cada hora de su existencia.

A las 6,30 horas comienza la vida de la familia Wasle. La Sra. Wasle prepara el desayuno. Según el país federado, la leche está subvencionada. Entre 296 hasta 367 euros percibe el campesino por hectárea. También en los panecillos encontramos céntimos de subvención.

La familia se encuentra sentada a la mesa, falta el hijo de 13 años, quien se ducha. El Estado prescribe que del grifo salga una presión de 0,1 Mega Pascal por 0,15 litro de agua.

A las 6,40 horas alumbran casi todas las bombillas de la casa. Cuando la familia Wasle gira el importe de la factura eléctrica, supone que la compañía se embolsa todo el dinero. Falso. El Estado se queda con el 50%.

A las 6,50 horas, las niñas Josefina y Paulina empaquetan sus mochilas. Todo está reglamentado. El cuaderno de matemáticas A4 26 (16hojas), dos carpetas de plástico A4. Lápices, todo según lo prescrito en la mochila de DIN 58124.

A las 7,00 horas, Paulina, de 11 años de edad, abandona la casa. Toma el autobús 181 y después el metro. El billete mensual cuesta 30,10 euros. Paulina es la tercera hija. El importe del billete mensual se reduce a partir del segundo hijo.

A las 7,47 horas, la madre recoge la cocina. Por la terraza pasa un gato. El gato no genera impuestos, pero sí el perro, 90 euros anuales. Y si se trata de un perro peligroso (Terrier) el fisco se lleva 600 euros.

A las 8,50 horas, Elena, una de las hijas, se limpia los dientes. El agua, con que se enjuaga los dientes, viene de una empresa municipal (100%). El agua está considerada en Alemania como un “bien” común.

A las 9,05 horas, una ardilla trepa por un árbol del jardín. La ardilla es un animal protegido por la ley. La Sra. Wasle ni siquiera debe intranquilizar a la ardilla. Naturalmente, está en su derecho de cazar las ratas y los ratones.

A las 9,30 horas, la Sra. Wasle va un gimnasio. Toda la familia practica el deporte en este gimnasio ubicado a 300 a metros de la casa. La cuota anual total para la familia: 672 euros, 1,84 al día, 0,31 céntimos por

cada miembro de la familia y por día. Resultado: nueve veces más de lo que subvenciona el Estado, 3,4 céntimos por día.

A las 10,30 horas, la Sra. Wasle regresa a pie por la calle, en que los jóvenes de la Unión, jugaron al golf por los agujeros que había. La calle se está arreglando. El municipio gastó 8,82 euros por habitante. Para los trabajos de la calle era necesario talar 30 viejos árboles. Una iniciativa ciudadana reunió 8000 firmas. Y en un referéndum los ciudadanos decidieron que los árboles no se talaran.

A las 11,05 horas, la Sra. Wasle va en su coche al taller. Como está prescrito, le cambian los neumáticos. En invierno la ranura debe ser de 1,6 milímetros de profundidad. Después lleva el coche al ITV. En los casos, la factura contiene el 19% del IVA.

A las 12,35 horas, la Sra. Wasle hojea un álbum con fotos de la familia. Ella conoció a su marido en una fiesta de Navidad. Se casaron el 5 de abril de 1997, pero también se casaron con el Estado. El matrimonio es la forma de vida más protegida por el Gobierno, 200 mil millones de euros en el presupuesto anual.

A las 13,22 horas almuerzan las hijas y la madre, pero antes de la comida rezan una oración. Impuestos de iglesia 156 euros al año, 43 céntimos al día.

Después del almuerzo, la Sra. Wasle y las niñas recogen y limpian el comedor. La madre pone la radio. 59 céntimos al día. Se haga lo que se haga, el Estado impone impuestos en todos los lugares, también en el cementerio.

A las 14,06 horas, la Sra. Wasle friega la sartén. El hamburgués consume al día 107 litros de agua: ducha, bebe, friega, etc., 40 céntimos al día.

A las 15,52 horas, la Sra. Wasle da cursos en una institución para niños. Cobra 50 euros por 50 minutos. Ahora bien, tiene que prepararlos en casa y hacer las correcciones. ¿Merece la pena? No, dice Cristina Wasle. En 2011 tuve incluso un déficit. Ahora bien, la familia tiene la ventaja porque el esposo gana bastante.

A las 19,02 horas, Cristina, la madre, pone la mesa. El Estado prescribe la composición de la comida. Por ejemplo una rosquilla de pan contiene un porcentaje de harina, sal y agua. El Estado decide, además, cuales son las substancias aconsejables para el ciudadano.

A las 19,41 horas, la Sra. Wasle va al cine. Proyectan una película alemana. El Estado subvenciona el cine alemán con 344 millones de euros.

A las 20,45 horas, Casper, el hijo, va al baño y se pone la grapa de los dientes. La Caja del Seguro de Enfermedad corre con los gastos de la grapa si entre los dientes hay una diferencia al morder de 6,1 milímetros.

A las 21,05 horas, la madre va a las habitaciones de los hijos, baja las persianas y les da las buenas noches. Abre su correspondencia electrónica y encuentra un mensaje de su esposo que anuncia su llegada en Airbus A331. Ella desconoce que la gasolina de los aviones está desgravada, treinta y un mil millos en el pasado año.

A las 21.34 horas, la Sra. Wasle bebe una copa de vino tinto. El Estado es mucho más rico si los ciudadanos beben bebidas alcohólicas o fuman.

A las 23,30 horas, Cristina Wasle apaga la luz. Llegó la hora de dormir. El Estado en Berlín no duerme. Las deudas aumentan en 870 euros en cada minuto que pasa.

 

 

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