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Agricultura y naturaleza

Angel Cervera y Mireille, de «La Agustina» , en Segorbe.

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«ABANDONAMOS EL CAECV PORQUE ES UN ORGANISMO BUROCRÁTICO»

Ángel Cervera, que pronto cumplirá sesenta años, es uno de los primeros ecoagricultores de la Comunidad Valenciana. Mantiene su compromiso en un ribazo de Segorbe llamado La Agustina, que disfruta de un microclima excepcional; aunque ahora ya no cultiva para vender, sino para el autoconsumo. La huella principal de su veteranía es su participación en un proyecto que marcó época, la cooperativa Terra Viva. En ella se experimentaron varios de los más antiguos agricultores ecológicos de la Comunidad, y aprendieron de sus errores.
Su vida laboral la ha hecho en Telefónica, lo que le ha permitido practicar la agroecología sin apuros económicos. Pero su vocación es el campo. Vive en Segorbe, y en su hectárea y media de La Agustina se ha hecho un lugar donde habitar cerca de sus verduras y su granja de gallinas, conejos, patos y cabras. Comparte con su compañera, Mireille, esta vida pastoril.
Un reportaje y fotografías de Fernando Bellón

La Agustina en el término de Segorbe. MIrando al sur y con un microclima especial

La Agustina en el término de Segorbe. Mirando al sur y con un microclima especial

ÁNGEL CERVERA. Yo vengo de Utiel por nacimiento, de familia de agricultores. Cuando tenía pocos meses, se vinieron mis padres a la capital. Perdí la relación con la agricultura. Mi contacto es a partir de los 17 años, y luego sobre todo cuando entré en la cooperativa Terra Viva. En mi cabeza pronto vi que los teléfonos no se comen. Me dediqué al teléfono porque mi padre estaba en Telefónica. Entonces vi que tener un trabajo era bueno, pero que donde estaba a gusto era en el campo, y encima comía calidad. Después comprendí el sinsentido de la química. Yo cultivaba satsuma, y era un tratamiento tras otro. Gastas dinero y el resultado no es rentable. Mi concienciación vino por la alimentación sana y la economía. Luego encontré a otras personas con las mismas ideas y propósitos…
Ángel conoció a Vicent Martí, agricultor ecológico de Alboraya, en los años 80, al crear Terra Viva. Tras el fiasco de la cooperativa, se pusieron a trabajar juntos en una S.A.T., Ángel, con la cobertura de Telefónica, que no sabe decir si fue una ventaja o una rémora.
ÁNGEL. Del campo no he podido vivir nunca. No soy como Vicent, que a parte de poseer más tierra y más profesionalidad, tiene otra forma de afrontar el consumo, es más austero. El tenía los campos de cultivo en Alboraya, yo, en Almássera. Nos ayudábamos. A la hora de montar la Sociedad Agrícola de Transformación, entramos en porcentaje en función de la tierra que teníamos cada uno: él un 70% y yo un 30%. Al principio hacíamos exportación, pero lo dejamos al abandonar el CAECV.
Hasta mediados de los años 90 exportaban exclusivamente a Alemania en invierno, porque en verano en Europa producen género. Sus productos eran patatas variedad Nicola, cebollas, hinojos y “colirrabe” (rábano). En verano cultivaban forraje para los animales.
ÁNGEL. Funcionó hasta que los alemanes empezaron a importar género ecológico de Marruecos, y se pusieron a apretar los precios. Pasaban de calidad y de historias. Entre eso y el Comité, que no paraba de apretar con lo de las producciones, lo enviamos “a fer la ma”. Tomamos la decisión de olvidarnos del Comité de Agricultura Ecológica, porque es un ente que se dedica en exclusiva a crear papeles y a cobrar, y no te facilita nada. El Comité de Agricultura Ecológica es una institución burocrática.

Angel Cervera. Pesimista, pero con esperanza

Angel Cervera. Pesimista, pero con esperanza

A partir de entonces se dedicaron a cultivar sin certificación, aunque ateniéndose rigurosamente a la agroecología, y a vender los productos en cajas, algo que después se ha convertido en un recurso muy extendido en los nuevos agroeco jóvenes de las Huertas y los valles del entorno de la ciudad de Valenciana.
ÁNGEL. Se fue corriendo la voz de nuestras cajas. Además de la agricultura, estábamos muy involucrados en el entorno de la defensa de l’Horta, en la lucha contra la destrucción del Cabanyal. Mucha gente se enteró de que producíamos verdura. Las cajas funcionaban de categoría. También hay que tener en cuenta que entonces no había tanta producción en l’Horta. Teníamos poca competencia, dicho entre comillas.
A la vez se daban cuenta de que el entorno de l’Horta se iba degradando. Ángel y su compañera Mireille emplearon muchos días en la búsqueda de tierra, hasta encontrarla en Segorbe.
ÁNGEL. El sistema de cultivo estaba claro que tenía que ser riego a manta. Primero nos recorrimos el Turia. Luego vinimos a buscar por la cuenca del Palancia. Empezamos por razones climatológicas en Jérica y en Viver. Allí la cosa estaba complicada para algunos cultivos. También miramos en Villatorca y en la otra parte de Segorbe. Aquí, en la Agustina, vimos que estaba muy justito, pero que funcionaba. Tanto los limoneros como la alcachofa, que son cultivos críticos, funcionaban bien, aunque de vez en cuando padecen. Porque la Agustina es un pequeño ecosistema, la zona más cálida de Segorbe, porque da al Sur, y tiene una acequia que corre día y noche. Eso es lo que nos atrajo a este lugar, la calidad de las aguas y del entorno.
Entre 2002 y 2004 realizaron tres compras de terreno. Y ahora poseen nueve hanegadas de regadío y nueve de secano, en total hectárea y media. Empezaron a preparar cajas con los cultivos. Había meses en que repartían doce y hasta diecisiete cajas. Poco si se compara con la producción de Vicent Martí, que ha llegado a hacer 150. Luego se echó encima la crisis, y la expansión pegó un frenazo. Afectó tanto a la agricultura ecológica como a la convencional.
ÁNGEL. Los precios en la producción convencional de la patata y de la cebolla son los de hace treinta, cuarenta o cincuenta años. Aquí al lado hay dos campos de coliflor. El que los cultiva lleva el género a la cooperativa. Pero ni sabe cuándo lo va a cobrar ni lo que le van a pagar. No se puede trabajar perdiendo dinero… Antes, cuando el asunto estaba algo más animado, venía gente a ayudarnos Pero ahora el asunto está parado. Hasta el año pasado bajábamos cebollas, coliflores y zanahorias a Vicent Martí y a Enric Navarro. Ahora el asunto está por los suelos. Los precios dan pena. El año pasado tomamos la decisión de que si viene algún pedido en condiciones, lo cogeremos, y si no dedicamos la tierra a nosotros y a los animales. Al autoabastecimento. En este momento no producimos para la venta.
Ángel y Mireille son poco optimistas, aunque no pierden la esperanza.
ÁNGEL. Mira a tu alrededor: depuradoras, nadie se preocupa de ellas; potencia de sol, nadie se preocupa por las placas, no las ves. Tampoco ves aliciente en el campo. La esperanza no se pierde porque siempre la tienes en la cabeza, pero la realidad es la que hay. Nosotros nos sentimos más que productores restauradores de la finca. Hemos encontrado un lugar estupendo, por la calidad de las aguas, con piedras para reconstruir la casa y mantener los campos.
MIREILLE. Nosotros pensamos que la agricultura ecológica ha de ser de proximidad. Si cultivamos aquí, tenemos que vender aquí. Hay un mercado potencial grande, comedores escolares, residencias de la Tercer Edad, Hospitales. Yo no tengo interés en vender a grandes supermercados de Valencia. Cuando el petroleo empiece a escasear, no tendremos más remedio que comer lo que producimos local, la despensa siempre ha estado cerca de la cocina.
ÁNGEL. El mercado es una realidad. Los precios del mercado son una realidad. La salud de los productos ecológicos también es una realidad. Hay cantidad de enfermedades alérgicas hoy. Porque echan a las cosechas una variedad de productos químicos.

Angel y Mireille, en el corral de las cabras.

Angel y Mireille, en el corral de las cabras.

En su terreno tienen gallinas, conejos y patos, y en un bancal que todavía no han transformado están las cabras, un macho y dos cabras, que cada año dan diez choticos. Aprovechan la leche y la carne. El grano para los animales lo sacan del campo: maíz, algarroba, soja, sorgo, algo de cebada, pesolina (guisante pequeño), y siembran verduras para su consumo, coles, habas; y lo que sobra, para los animales. Es un régimen de estricto autoabastecimiento, para eliminar gastos.
ÁNGEL. En este espacio hay una variedad tremenda de cultivos, casi más que en l’Horta, por la climatología. L’Horta se basa en la verdura, y aquí el entorno te permite diversificación de fruta y de verdura. Si este espacio estuviera en Alemania, aquí se pagaría para entrar: tienes agua, clima, tierra. Aquí casi no gastamos fitosanitarios eco, mientras que en l’Horta hay que gastarlos mucho.
Por encima de donde corre la acequia, es secano. Aunque los vecinos riegan, porque aquí hay agua por todas partes. Riegan de la balsa del Chopo, que viene del manantial de la Esperanza. Yo no he trasformado mi parcela de secano. Hemos aprovechado un espacio para las gallinas y los conejos, y otro bancal para las cabras que todavía no hemos transformado, porque cuando llegamos todo eran frutales. Lo más curioso es que algunos de los bancales que compramos estaban dados de alta en el CEACV. Era solo por las subvenciones, que en aquella época existían. A finales del siglo pasado todavía se soltaba dinero por lo ecológico. Ahora han desaparecido las ayudas.
La parte negativa es el abandono.
ÁNGEL. Al ser bancales pequeños, donde no entran grandes tractores, el abandono es progresivo. Además, hay que mantener la piedra que sujeta los bancales. Nosotros lo hacemos, pero la gente se extraña, y nos dice que por qué no usamos solo hormigón. La piedra está aquí. Estéticamente es mejor. Claro, hoy en día todo se basa en lo prefabricado.
El fondo solidario y social de Àngel es indeleble. Confiesa utilizar los servicios de la cooperativa convencional de Segorbe. Pero su experiencia cooperativista en la agricultura ecológica le parece negativa.

Contentos con su vida austera.

Contentos con su vida austera.

ÁNGEL. Mis experiencias en cooperativa es que ninguna se mantiene. Sí que funcionan, pero muy pocas duran treinta años. En Terra Viva nos dimos cuenta pronto que no tenía sentido montar una empresa a nivel Comunitat, desde Alberique y Gandía a Castellón, Llíria, l’Horta… La comunicación, el transporte son un obstáculo. Hace falta tiempo, proximidad, constancia. El agricultor tiene su jornada laboral completamente cubierta. Sobre todo cuando vas ajustado económicamente, y no puedes pagar a alguien para que te ayude en el trabajo. Casi todo pasa por tus manos, y eso consume muchas horas. Para organizarse hace falta más cultura, y eso es responsabilidad del Estado, de todos nosotros. Si dedicas todo tu esfuerzo a crear una asociación, no dedicas esfuerzo a tu trabajo de agricultor.
Sobre la posibilidad de vivir de la agricultura, en concreto de la agricultura ecológica, Ángel señala el mercado de la tierra, que ha desaparecido, sobre todo en las comarcas interiores, donde el abandono paulatino es inevitable. No obstante o quizá debido a ello, la tierra casi se deja gratis a quien quiera cultivarla, en especial en l’Horta a los jóvenes que se arriesgan.
ÁNGEL. Aquí también está pasando. Pero dura poco la iniciativa. El problema es la profesionalidad. Con Enric Navarro lo hablamos mucho. Hay personas que se meten en el cultivo ecológico atraídos por el buen sonido del concepto “ecológico”. Se animan. Pero les falta esa profesionalidad, ese saber. Las Cámaras Agrarias montan la escuelas de capacitación, pero no sirven, no funcionan bien. Las universidades tampoco forman.

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