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Cultura y comunicación General

Elvi Minato, sacerdotisa del butoh

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Elvi Minato danza en Roma (Pertenece a la pieza (SHIGAN) Vestido realizado y despedida a Natsu) foto (c) Javier Buergo, Roma, 2024

¿Quién es esta artista nacida en Cuba como Elvira Rodríguez Puerto y rebautizada en Japón como Elvi Minato?

Por Antonia Bueno Mingallón  (Fotografías cedidas por Elvi Minato)

 

En las sendas del Tiempo, los relojes detienen su carrera y observan conmovidos: Elvi Minato danza.

Creadora capaz de abordar con éxito múltiples géneros artísticos: pintura, escritura, fotografía, audiovisuales, performance, danza… Ha sido gestora, productora, editora, comisaria de exposiciones… Hablo de una mujer renacentista, una mujer multifacética, como las personas competentes de la antigüedad. Hablo, en definitiva, de una mujer sabia.

Ella se autodefine como artista “cubano-alemana”. Debemos añadir también “japonesa”. Porque es esta fructífera trinidad la que la construye y conforma.

Y es en el centro de ese exquisito paisaje nipón, donde se alza su majestuosa danza butoh. Porque, Elvi Minato, por encima de todo es una sorprendente butohka.

La Lengua de Elvi. (Pertenece a la pieza San Mitsu (foto (c) Manolo Torres (2025, Galería Louvit)

La danza butoh surgió tras la Segunda Guerra Mundial. Si hacemos caso a lo que dice internet, nació de las entrañas de Japón para expresar su derrota; danzar el Gran Duelo sería la forma japonesa de catarsis para afrontar las heridas de la guerra. Pero los japoneses disienten de esta definición, afirmando que el butoh surge como oposición a la danza de Occidente, bella y estandarizada, planteando otra forma totalmente diferente de concebirla, creando una nueva poética. En el butoh la presencia del sexo es muy importante, como puede verse en una obra emblemática: El color prohibido de Yukio Mishima, título que en japonés alude a la homosexualidad.

El danzarín de butoh se asemeja al árbol del ginkgo biloba, que resistió moviendo aturdido sus ramas en el aire infectado tras la devastación de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Los cuerpos blancos de los danzantes de butoh, influencia tal vez del kabuki, o quizás cubiertos de cenizas, danzan el Silencio tras la gran Hecatombe.

Elvi tuvo su hecatombe personal. Fue cuando le diagnosticaron artritis reumatoide, precisamente en Japón. Su sistema inmunitario había atacado los tejidos del cuerpo, causando una dolencia crónica que la acompañaría el resto de su vida. El dolor, ese compañero oscuro e impertinente, se instaló pidiendo su lugar. Había que aceptarlo y vivirlo. El butoh ha sido desde entonces su terapia y su navío en este turbulento mar de la vida. “Cuando el alma danza nos estamos vaciando de todo, y los dolores de mi cuerpo dejan de ser protagonistas” son sus palabras.

Elvi Minato Pies y Manos. (Pertenece a la pieza San Mitsu (foto (c) Manolo Torres (2025, Galería Louvit)

El silencio, el minimalismo. Los japoneses dibujan una rama florida y ésta contiene toda la primavera. Un gesto del artista butoh contiene todo el abismo interior de nuestra alma. Por eso se trata de un arte esencial, podríamos decir sagrado, religioso, en el sentido de “re-ligare”, volver a unir, reunir las piezas descoyuntadas de nuestro interior.

El silencio de las palabras, para que el cuerpo hable sin ataduras conceptuales, sin prejuicios, desnudándose y dejándose habitar por el milagro de la vida, compañera de la muerte. De la plenitud personal como antesala de la disolución cósmica. La medida del silencio para comprender la música del mundo.

Así es Elvi Minato y su butoh, tan personal y a la vez tan ancestral. Porque, cuando nos abrimos, como hace ella, conectamos con la inmensidad de ese océano llamado Humanidad.

Hace más de treinta años, en Madrid, en un festival de los Veranos de la Villa, vi por vez primera un espectáculo de butoh y quedé fascinada. Unos actores teñidos de blanco, prácticamente desnudos, realizaban una danza cadenciosa, sus cuerpos en contra de la gravedad, como plantas mecidas por un leve viento, que en momentos arreciaba para volver a la suavidad. Autocontrol, levedad, elegancia. Tal vez fue Amagatsu Ushio y su troupe Sankai Juku danzando con un pavo real… Las procelosas aguas informáticas, en las que he buceado denodadamente, no me han permitido aclarar los huecos de mi memoria.

Treinta años después he visto danzar a Elvi y he reconectado con ese impacto que transmite el butoh.

Elvi Minato Parto en la gallera con Flor Roja Pertenece a la pieza “San Mitsu" Foto (c) Manolo Torres Galeria Louvit (La Gallera), 2025

Al principio sólo eran hombres los que danzaban. Después se han incorporado destacadas mujeres. Muchos de ellos y ellas han sido maestros y maestras de Elvi Minato, como Yoshito Ohno, hijo del legendario Kazuo Ohno, cofundador junto con Tatsumi Hijikata, del butoh. O Natsu Nakajima, discípula a su vez de ambos fundadores.

En 2023, durante el taller impartido por Natsu Nakajima, ésta pidió a Elvi que le confeccionara un vestido para viajar a la otra orilla. Confeccionar vestidos con papel es otra de las virtudes creativas de Elvi. Los utiliza en sus danzas performativas y los confecciona para otras personas. Muestra de ello es su proyecto que culminó en el hermoso libro 1010 PERGAMENTBRÄUTE (NOVIAS EN PERGAMINO) donde, haciendo uso de otra de sus capacidades artísticas, fotografió a mil diez mujeres luciendo imaginativos vestidos de novia, realizados por ella con papel de pergamino, en un brillante alarde formas, acordes con la personalidad que a la fotógrafa le inspiraba cada una de ellas.

Elvi Minato fabricó el vestido que le pedía Natsu Nakajima, quien, tal como había previsto, cruzó la otra orilla meses más tarde, el 3 de marzo de 2024. Días después, el 9 de marzo, Elvi realizó una hermosa danza butoh como ofrenda y homenaje a su maestra.

Ofrenda a Natsu Nakajima Selfportrait (c) Elvi Minato, 2024

También ha bebido Elvi Minato de otras personalidades internacionales butohkas, como Tadashi Endo. Pero ha hecho suyas todas estas enseñanzas, imprimiéndoles el sello de su personalidad, marcada por esa feraz trinidad de la que hablábamos: cubana-alemana-japonesa. Un enorme privilegio que permite que su forma de danzar butoh sea muy particular.

Ankoku butoh es la traducción de “Danza de la Oscuridad Absoluta”. El butoh danza con el dolor, capacita a los bailarines para superar circunstancias adversas, para iluminar esos agujeros emocionales que a veces absorben nuestra energía vital. El butoh explora esas oquedades, en un ensayo de vida y muerte.

Danzar con las Sombras. Eso me hace pensar en Jung y su trabajo sobre la Sombra. La importancia de integrar la Sombra, de no luchar contra el Dolor, sino integrarlo, caminar con él, danzarlo. El cuerpo retorna al origen, renace. En tiempos apresurados, en este correr hacia todas partes, que en definitiva es no llegar a ninguna, el butoh se presenta como acto importante para hacernos conscientes de la danza de vida y muerte con la que nos movemos en este devenir terrenal.

El butoh de Elvi Minato trabaja con la Oscuridad, pero no se queda en la negrura, posee la riqueza de combinar la Oscuridad con la Luz. Tal vez su estancia en Alemania le da ese plus jungiano añadido a la base japonesa. Y, por supuesto, no olvidemos su raíz cubana, imperiosa, permeando todas sus acciones. La levedad con lo grotesco. El minimalismo con lo barroco. La razón con la pasión. El silencio con el grito… Baile de opuestos en una búsqueda de integración armónica, personal y cósmica. Así es el butoh de Elvi Minato.

Me viene a la mente una comparativa de acciones, que me sorprenden por su concomitancia: gallos y gallinas. Tatsumi Hijikata realizó en 1959 una danza catártica del sufrimiento japonés tras la Guerra, estrangulando entre sus piernas una gallina, que agonizó ante los espectadores. Elvi Minato danzó hace poco en la antigua gallera de Valencia, una hermosa performance, en la que festejaba su 61 aniversario, renaciendo, volviendo a gestarse a sí misma, madre e hija. Las piernas de Elvi Minato no mataban, por el contrario, aquí el dolor del parto danzaba con la esperanza, haciendo renacer entre sus piernas la Vida.

La he visto celebrando la Vida y venerando la Muerte. La he visto envuelta en flores y envuelta en luto. La he visto desnuda, sacerdotisa ofreciendo su cuerpo al mundo en una comunión místico-profana. La he visto danzar las almas de los que se fueron y el alma de la naturaleza que renace.

Elvi Minato sabe plasmar todo ello en los duelos personales, el suyo y el de sus seres queridos. En Danzando con mi hermano, me estremecí con aquella danza que Elvi estableció con unos sencillos zapatos que habían sido de su hermano desaparecido. Aquellos zapatos, otrora llenos de vida en los queridos pies fraternos, eran de nuevo revividos por las manos y el cuerpo entero de su hermana, que desnudaba su alma y ofrecía su cuerpo en una liturgia desgarradora. Elvi oficiante, sacerdotisa de un potente ritual arcano y a la vez vívido, por sincero y auténtico.

Elvi Minato danza con su hermano (Pertenece a la pieza “Tokonoma”) foto (c) Javier Buergo Estudio Inma Coll, 2023

Y es que Elvi Minato conoce sobradamente el dolor, que ha asomado su rostro y le ha dejado impresas sus huellas de múltiples formas en su cuerpo y en su alma.

En 2003 Elvi tuvo que abandonar Cuba por las represalias a su familia y el desacuerdo con el Régimen. Salió de La Habana con lo puesto, dejando a su hija en la Isla, y exiliándose en Alemania, donde la recuperó. Vivió en Múnich, donde desarrolló sus múltiples facetas artísticas, alcanzando importantes premios. Allí conoció a Javier Buergo, Javi para los amigos, que desde entonces es su compañero inseparable de vida y de arte. Por último, vinieron ambos a España, instalándose en Valencia, para el goce de quienes tenemos el placer de conocer y disfrutar a esta creativa pareja.

Elvi Minato imparte interesantes talleres donde los participantes exploran y expresan sus emociones a través de ejercicios para conectar el subconsciente y el cuerpo físico, unificándose a través de la danza, generando el equilibrio interior. El butoh y su poder transformador. Invito vivamente a formar parte de ellos.

Elvi Minato Semidesnuda en Estudio Inma Coll 2023 Pertenece a la pieza “Tokonoma" Foto (c) Javier Buergo Estudio Inma Coll, 2023

Y espero ávida su próxima danza, que promete será en breve, pero mantiene en secreto la fecha y el lugar.

Valencia tiene la suerte de contar con Elvi Minato. Y yo tengo la suerte de contar con su amistad. Una amiga sabia y generosa, con la que he compartido intercambios creativos muy enriquecedores.

Se dice que las mujeres japonesas se cuentan entre las más longevas del mundo. Querida Elvi, disfruta de los 61 años que te dio tu raíz cubana, y sigue danzando otros 61, hasta los 122 que te otorga tu adopción japonesa.

Gime la noche,

Elvi Minato danza,

nace la vida.

 

Más información sobre Elvi Minato:

https://butohvalencia.es/ES/home.html

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