Entrevista con el capitulador de La rendición de Lenin
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“Capitulador” no está en el diccionario de la RAE. Se usa aquí como la persona o institución que recibe la rendición o capitulación de alguien. Es verdad que Lenin no se rindió jamás, ni siquiera después de muerto. El título La rendición de Lenin es una argucia para llamar la atención de una novela en el océano de libros donde solemos naufragar los lectores y los autores sin atributos digitales o académicos.
Entrevista con al autor a cargo de Waltraud García
Waltraud García.–En varias ocasiones has dicho que le rendición definitiva de Lenin la realizó Gorbachov en diciembre de 1988 en Nueva York ante Ronald Reagan.
Fernando Bellón.– Es una conjetura mía. Si fuera cierta tendría perendengues, el bolchevique se va a la patria del imperialismo para rendirse, para capitular, y encima ante el jefe de la caballería que exterminó a los indios. Es algo en lo que no ha caído en la cuenta mucha gente. Gorbachov ha pasado a la historia como una especie de libertador de los rusos, un Bolívar de la democracia occidental. Como Bolívar, Gorbachov es un mito de barro. Ahora, eso sí, se cargó a la Unión Soviética.
W.G. – La rendición de Lenin se anticipa a la desintegración del bolchevismo como sistema en la Nochevieja de1990.
F.B. – El escenario de la novela es anterior en un par de años. Empieza en diciembre de 1988 en Berlín, y termina en diciembre de 1989 en Madrid, cuando quedó claro que las dos Alemanias se reunían. Tú eras muy joven.
W.G. – Sí pero me acuerdo de la vuelta de calcetín que hizo el canciller Kohl: de Wir sind der Volk a Wir sind ein Volk. En el Gymnasium impactó eso del pueblo libre y unido, aunque no entendíamos mucho la diferencia de las dos expresiones, una diferencia capital, sólo por un artículo. De “Somos el pueblo”, que pretendían los revoltosos de la RDA para librarse de los viejos dirigentes, a “Somos un pueblo”, que significaba la desaparición de la Alemania del Este absorbida por la Federal, la capitalista y la rica. Los alemanes del este, ¿querían unirse a los del oeste?
F.B. – Es algo que dudo. El pueblo llano estaba deseando convertirse al consumismo. Pero los que se movilizaron, clase media muy bien ilustrada gracias al sistema educativo, pero sin posibilidades de vivir desahogadamente, tenían una idea bastante clara de lo que es el capitalismo, y no les hacía gracia. Querían una RDA libre y abierta, pero no juguete de las multinacionales.
W.G. – ¿A que se debe tu intensa relación con Alemania?
F.B. – En Alemania me inicié como periodista, conocí a mi primera mujer con quien tuve una hija, y a su vez mi hija se casó con un alemán, y tiene un chico y una chica, mis dos nietos, que creo que son compañeros de tus hijos en un Gymansium de Nuremberga. Haces una pregunta retórica pero adecuada para que los posibles lectores de la novela entiendan que cuando hablo de Alemania conozco el género.
Mi biografía Renau. La abrumadora responsabilidad del arte, publicada en 2009, constituye los cimientos de la novela. Recogí tanto material en Berlín, conocí a tantas personas que vivieron el socialismo realmente existente, que lo apoyaron y luego lo soportaron, que me pude hacer una idea cabal de las condiciones de vida en la RDA. Además, yo conocí la RDA en 1976, hice un curso de verano de alemán en la Humbolt Universität. Me recordó bastante a la España de Franco, en los decorados urbanos, las ciudades reconstruidas a medias, en el orden establecido con rigidez prusiana, en un nivel de vida bajísimo en relación con el de la RFA. Uno de los personajes, Oliver, tiene esta visión al llegar a Berlín Este reclamado por su padre, un español republicano que vive en la RDA.
W.G. – ¿Es La rendición de Lenin una novela convencional, perteneciente a algún género definido o se sale de las hormas y de las normas?
F.B. – Espero que no se salga de ningún lugar establecido y común. No soy amigo de las vanguardias. En un tiempo como el nuestro ser vanguardista es una falsificación. En ninguna de las disciplinas artísticas puede haber vanguardia hoy. Quizá dentro de un decenio o dos, cuando los cambios políticos y sociales cuajen o estén en ebullición, el arte descubra nuevos caminos, que en realidad serán viejos como la civilización.
La rendición de Lenin sigue el modelo de planteamiento-nudo-desenlace, y la trama va encadenada con una serie de acciones y reacciones clásicas, amor, desengaño, codicia, intriga y espionaje de dimensiones humanas,verosímil, porque las novelas de espías están llenas de extravagancias. Le escenografía estaba clara, había que dotarla de protagonistas, y yo me los fui inventando a medida que escribía.
W.G. – ¿No te hiciste un plan, un curso de acción, eso que llaman “novelista con mapa”?
F.B. – Pues no. A veces lo he intentado, y no he podido avanzar, porque si me metía en una dirección predeterminada, al poco me interesaba más otra. En los talleres literarios creo que se insiste mucho en la planificación. Yo soy incapaz de planificar. Mis personajes no saben cómo terminarán, yo tampoco sé como concluir las novelas. Las voy haciendo hasta que me los protagonistas me dicen, ya vale.
W.G. – También has dicho que es una novela que mezcla géneros.
F.B. – Sí, histórico, intriga, espionaje. A los lectores hay que darles referencias.
W.G. – Pero no está construida como una tragedia, ni como un melodrama.
F. B. – La ficción de nuestros días está tan trillada, tan sobada, que el melodrama y la tragedia estilo Macbeth o Rey Lear, parecen un método infalible para fingir que eres un tipo ilustrado. Es muy difícil escaparse de la horma. Una fórmula es la ironía, aunque el peligro es caer en el cinismo. El triunfo de Cervantes fue la ironía. En mi caso, el estilo empleado en La rendición de Lenin tiene un fondo de ironía, porque los sucesos históricos influyen en los seres humanos de un modo tan brutal que el escritor sensato hace bien huyendo de la tragedia, sin refugiarse en lugares comunes, o haciéndolo lo menos posible.
W.G. – En tu caso yo diría que se nota, que no acabas de creerte la urdimbre del género. Eres un escritor sensato.
F.B. – Procuro serlo. Es posible que se note, porque es verdad. Yo huyo del disimulo, creo que es el defecto más difícil de ocultar en el creador. No puede disimularse que uno copia o se basa en obras previas. El que no imita no avanza. La impostura se termina pagando. El plagio te puede costar caro. Pero disfrazar ciertos estereotipos es un juego infantil como el escondite.
Yo he tenido malas experiencias con editores. Con La rendición de Lenin unos intentaron estafarme. Otro me dijo que tenía que modificar algunas cosas, porque la narración le resultaba incoherente y coja. No se conoce ninguna novela o drama teatral sin incoherencias. La vida es incoherente. Era una excusa para que les dejara en paz. A mí me parece bien que un empresario se proponga ganar dinero, pero no a costa del engaño y la trampa. Y en el mundo editorial de medio tamaño esto abunda. A las grandes editoriales no les interesamos los autores desconocidos. Se ve en los super premios, siempre otorgados a personas de cierta popularidad, apuestan a caballo ganador. En cierta forma lo entiendo, necesitan asegurar al máximo su inversión. Todo el mundo hace igual con su patrimonio. Pero es ridículo confundir la selección con la excelencia. Bueno, es mentira.
W.G. – Autoeditarse es el único remedio que le queda a un autor desconocido. El mayor riesgo es no vender, almacenar en casa los ejemplares que no se venden.
F.B. – Ese riesgo lo asumimos todos los que nos autoeditamos. Si no “luchas por tu producto”, como dicen los publicistas, te lo comes.
W.G. – Entonces, ¿por qué se autoedita uno, por vanidad?
F. B. – Desde luego. Pero hay algo más. El creador, el artista, no es nadie, ni siquiera artista si no consigue que se reconozca su obra. A esto le han llamado algunos “arte sustantivo”, y otros “arte institucional”.
Fernando Bellón abre el ordenador y busca ciertos archivos, que usa para el siguiente argumento.
F.B. – La escuela de Gustavo Bueno distingue entre “arte sustantivo” o “poético, y “arte adjetivo” o “alotético”. Viene a ser una derivada de la distinción entre Bellas Artes y Artes Mecánicas o Serviles, éstas últimas en el sentido de que sirven a un propósito práctico, la artesanía. El carpintero, el zapatero, el alfarero están atados a sus trabajos, por decirlo así.
Otra teoría, la del arte institucional es de una escuela de pensamiento norteamericana. En resumen viene a decir: las obras de arte son arte como resultado de la posición que ocupan dentro de un marco o contexto institucional. Lo que quieren decir estos académicos, es que el artista debe ser reconocido por una institución: una universidad, la prensa, un círculo de gente importante, un ayuntamiento, el gobierno de una nación, un asociación civil, en fin, lo que sea, siempre que afecte a un grupo organizado.
En otras palabras, si no dice alguien importante o semi importante que eres novelista, no lo eres. La paradoja en esta teoría es que admite que la producción artística está al alcance de todos, algo en verdad cierto.
Y por último está la teoría de la literatura de Jesús González Maestro, un excelente profesor. “La literatura es una construcción humana y racional. Se abre camino hacia la libertad a través de la lucha y el enfrentamiento dialéctico. Utiliza signos del sistema lingüístico a los que confiere un valor estético o poético, y otorga un estatuto ficcional. Se desarrolla a través de un proceso comunicativo o sistema de dimensiones históricas, geográficas y políticas. Los términos fundamentales de la literatura son cuatro: el autor, la obra, el, lector y el transductor”.
Así que yo cuento con los tres primeros términos, y me falta el último, que no quiere decir traductor, sino elemento mediador entre el autor y los lectores.
W.G. – Me dejas anonadada. Hay que reconocer que tomas apuntes interesantes y oportunos. Estos cuatro elementos no son nada accesibles a muchos autores. Tú tienes una obra, pero para que llegue a un transductor que le dé estatuto de obra literaria, primero tiene que estar editada, porque los e-books tienen poco valor testimonial; el papel deja huella carbónica.
F.B. – El cine es todavía menos accesible a la audiencia. ¿Tú sabes la cantidad de películas y documentales que se ruedan al cabo de un año y que jamás se difunden? Los escritores al menos no nos gastamos un dineral, aunque nos autoeditemos. Aquí el secreto no lo es tal, si tu trabajo tiene la suerte de llegar a manos de alguien de voz potente, mediática o académica, te conviertes en autor reconocido. Yo tengo ocho novelas escritas incluida la que sale ahora, tres novelas cortas y dos colecciones de relatos. Debería sentirme un autor, pero hasta que alguien no “me otorgue el estatuto” no hay nada que hacer.
W.G. – La producción artística está al alcance de todos, y eso significa que cualquiera puede hacer una obra de arte. De hecho el mercado está lleno de artesanía, de mobiliario, de lámparas, de joyas, y de libros de esto y de aquello realizado por personas comunes y corrientes. ¿El mercader no es un transductor?
F.B. – ¡Qué va! Como algunas personas saben, uno de los propósitos del comunismo marxista era crear el hombre nuevo (a la fuerza, claro). Al eliminar las clases y el trabajo asalariado llegaría un momento en el que los seres humanos podrían dedicarse a la creación propia, a disfrutar de las creaciones de otros, el paraíso en la tierra.
El propósito comunista es imposible y absurdo, contraviene a la naturaleza. El ser humano siempre será imperfecto. La religión en el Antiguo Régimen quería convencernos de algo bastante asumible, que al Paraíso entramos después de muertos. Sólo la muerte nos acerca a la Divinidad, cuando no tendremos que pelearnos con nada ni con nadie para ser felices. Las Revoluciones brutales y sangrientas, las dictaduras del proletariado, más bien dictaduras de la vanguardia del proletariado, se envuelven en la Cultura, e intentan convencer a la población de que si se educan convenientemente, serán felices. Tiene gracia que sea la elite industrial y financiera la que nos proponga ahora que seamos más pobres y más felices. Es un sarcasmo inaceptable. Pero hay montones de personas que se lo creen. Es decir, el bienestar material ha atontado a la gente.
Yo he intentado que La rendición de Lenin contenga estos contra-argumentos. No como declaraciones políticas o ideológicas, sino que las acciones de los protagonistas dejen translucir la hipocresía de los poderosos. Las buenas novelas son retratos de la moralidad vigente en el tiempo en que se escribieron. Me gustaría que las mías se aproximaran a ese concepto de la literatura. Como dice Maestro, “ La literatura es una construcción humana y racional. Se abre camino hacia la libertad a través de la lucha y el enfrentamiento dialéctico”. O, como decía Cicerón, “la comedia es una imagen de la realidad”. El realismo, la verdad, siempre por delante de la retórica y de la impostura.
W.G. – Pues muchas gracias, Fernando. Que tengas éxito con tu rendición de Lenin.