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Cultura y comunicación General

Lenin, rendido y derrotado en Ubik Café de Valencia

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Elvira Minato interrogándose a sí misma y al autor.

Jornadas como la del sábado 16 de noviembre de 2024 en el Ubik Café de Valencia se dan pocas en la vida de un autor novel. Autor novel de 75 años, con nueve novelas escritas, dos libros de relatos, y publicados una biografía del muralista Renau y un libro práctico sobre las rutinas realmente existentes en los informativos electrónicos de finales del siglo XX, más algunos ensayitos sobre Comunicación en revistas especializadas. Pero como en mi caso es la primera novela publicada, su presentación tuvo algo de revelación angélica ante un público nada convencional, cómplice y jubiloso.

Fernando Bellón

Además, ¡vendí unos pocos libros! Por cierto, en la cajita de la derecha de la página de inicio (La rendición de Lenin) los interesados en la novela pueden ver la forma de hacerse con ella.

El acto no habría sido nada sin la presencia de Elvira Rodríguez Puerto, Elvira Minato, por sus habilidades en la danza Butoh.

Habíamos preparado toda una escenografía, que funcionó a la perfección. En el telón de fondo había tres creaciones plásticas de la Cántropus Academy of Arts & Trash, dirigida por Txemacántropus (Jose María Sánchez, autor de las ilustraciones y la portada de La rendición de Lenin) y sostenida por el autor de esta novela, y el artista multifuncional Álvaro Olavarría, cuya creatividad todavía no ha sido reconocida en ninguna academia.

Elvira se acercó al escenario de los hechos anunciando en alemán lo que seguía a continuación. Luego se tradujo, excusándose porque se había confundido de ciudad, pensaba que estábamos en Berlín.

El autor anunció a los espectadores que guardaran silencio porque el camarada Erich Honecker iba a dirigirnos unas palabras. Tras ellas entró a todo trapo el grupo Ifa Wartburg, con su DFJ (Freie Dutsche Jugend), un himno ajustado a los tiempos de las Juventudes Libres de Alemania (RDA).

Iniciamos formalmente el acto con un minuto de silencio por los fallecidos en la riada de Valencia.

Y cumplido el piadoso rito, Elvira Butoh se puso a analizar la novela, a leer trocitos de ella y a sugerir candentes comparaciones entre la dictadura a la que estuvieron sometidos los alemanes del Este y la que todavía soportan los cubanos, obligados a la penuria comunista, que acostumbra a repartir la miseria entre casi todos.

Realizó preguntas al autor, que éste contestó cumplidamente, y al acabar (con gran aplauso de los asistentes) cedió al palabra a un servidor.

Me limité a leer unas líneas que reproduzco:

Los protagonistas de todas las novelas son estereotipos. El novelista ha de modelar estos estereotipos, esculpirlos para convertirlos en seres humanos verosímiles. Uno de los saltos literarios de la novela moderna sobre la épica clásica es el antihéroe, el primero de todos fue Don Quijote.

Los antihéroes también son estereotipos que hay que modelar.

En mis novelas yo procuro que mis antihéroes sean seres humanos normales y corrientes, sin rasgos psicológicos excepcionales. Esto es algo que las series televisivas de policías hacen ahora con frecuencia: los protagonistas son profesionales de la llucha contra el delito y el crimen, pero con problemas personales y familiares. Funciona bien, pero al final todas las series y los capítulos parecen escritos sobre la misma plantilla.

Yo he intentado huir de las plantillas de las novelas de espionaje. He imaginado a mis personajes como vecinos o colegas míos, y también he imaginado las circunstancias que conforman la trama como sucesos corrientes, accesibles a un ser humano normal. No me alejo mucho de la realidad que conocemos: un vulgar portero de discoteca se convierte en un alto funcionario, un ministro que se hace acompañar de una escort en sus viajes oficiales, una ministra que ejerce de payasa histérica en las Cortes…

Son seres humanos corrientes y molientes, ni siquiera son antihéroes. Me he concentrado en mirar la vida de esos otros en la RDA como se observa a los vecinos en una reunión de escalera, penetrando en su yo vulgar y verdadero, no en su estatus profesional. He intentado penetrar en la carne bajo la epidermis política e ideológica, huyendo de otros estereotipos que hoy son una plaga, las etiquetas que tapan la personalidad real de la gente, fachas, rojos y toda esa mierda.

Espero haber acertado.

Luego vinieron preguntas y explicaciones, ajustes y matizaciones, hechas unas y otras con agudeza y precisión de ciudadanos ilustrados y civilizados.

Añado ahora algunos de los detalles que he ido elaborando sobre mi trabajo. Sirvan de información para aquellos que estén interesados en La rendición de Lenin.

El cuarenta aniversario de la RDA se celebró el 7 de octubre de 1989. Gorbachov dijo públicamente que “la vida castiga a los que llegan demasiado tarde”. Estaba advirtiendo a Honecker, presidente de la RDA, que o cambiaba de actitud o se hundiría. Y se hundió.

La retirada del Muro estuvo posiblemente pactada entre Gorbachov y Reagan en diciembre de 1988, en Nueva York. De ahí el título de la novela. En diciembre de 1989 Gorbachov y el nuevo presidente, Bush padre, llegaron en Malta a un acuerdo (no firmado) que ponía fin a la Guerra Fría. Supongo que Gorbachov quería que la vida no le castigara. Pero sí castigó a su pueblo con dureza.

Sobre este fondo histórico se desarrolla la novela.

Tiene seis protagonistas y más de una decena de personajes secundarios. Los seis principales son:

Florian Kapellu, un joven periodista de la RDA, patriota del socialismo, aunque consciente de sus defectos

Su hermano Peter Kapellu, disidente, pero informador de la STASI.

Oliver, un español de mediana edad dedicado a intermediar en el comercio de objetos preciosos y tecnología con la RDA.

Horst Riedel, un alto dirigente de la Stasi, tío de Florian y Peter.

Olegario Micó, padre de Oliver, un copista de cuadros antiguos, residente en Berlín Este desde 1945, que trabaja para los museos berlineses, padre del segundo.

Karheinz Schulze, un agente durmiente de la Hauptverwaltung Aufklärung (servicio de inteligencia exterior de la RDA) en España

La narración sigue varias tramas que involucran a los protagonistas y se enredan entre sí.

Los escenarios de la acción son Berlín, Leipzig, Dresde, Madrid y Valencia.

Tras una clásica analepsis o flash back en Madrid, noviembre de 1989, la novela arranca en marzo de 1989, con la visita del joven periodista Florian  a una Valencia envuelta en humo, mascletás y una lluvia persistente. Termina de nuevo en Madrid un año después de un modo explosivo.

La sombra del cartelista y muralista Renau planea sobre la acción, y llega a intervenir en algunas evocaciones del pasado, naturalmente imaginadas por el autor.

Casi todo lo que se cuenta en la novela, incluida la intriga y el juego de espías, está inspirada en hechos documentados, cuyas referencias se dan.

La elección de un protagonista español y otro alemán oriental es una metonimia entre personas y estados. Oliver, el mediador comercial, representa la España de los años 50 y 60, cuando le llevaron a Berlin Oriental. Al llegar se encuentra con un país que, salvo la cultura, la lengua y el clima, es muy parecido a España, todavía arruinado por una guerra, muy pobre y militarizado.

Florian Kapellu, el periodista de la RDA, representa la fe en el socialismo real y su voluntad de fidelidad hacia él, a pesar de los signos de inquietante falsedad que va detectando.

Esta es la base del conflicto que desarrolla toda novela que se digne. Pero al contrario de las novelas de género, no se producen aventuras tenebrosas, sino hechos que pueden admitirse como verosímiles, y que a veces son reales.

La construcción del Muro de Berlín y la barrera de alambradas en toda la frontera entre la RDA y la RFA fue un acto desesperado del gobierno de Walter Ulbrich por retener ciudadanos cualificados que se habían formado en la parte Oriental, atraídos por los cantos de sirena del Occidente rico. Pero produjo inmenso sufrimiento, y pronto el desvarío de la casta dirigente del socialismo real.

Las dos partes de Alemania eran el frente caliente de la guerra fría. La OTAN y el Pacto de Varsovia dirimían allí su rivalidad en el tono sordo de la provocación y la batalla de los servicios de inteligencia. La RFA recibió dinero y armas nucleares de Norteamérica, pero la RDA sólo recibió dinero para armarse hasta los dientes y para controlar el descontento popular, bien abastecido de argumentos por los medios occidentales. Tuvieron que reconstruirse solos, y con muy pocos medios.

Los que la han leído han apreciado la calidad literaria y de la trama. Como de momento pocos han leído La rendición de Lenin, no tengo críticas adversas.

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