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Cultura y comunicación

Escabechina en Canal 9

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Fernando Bellón

Ha llegado la hora de la gran escabechina. Cuando estas líneas cuelguen del dazibao impalpable de la Red, novecientas y pico personas sabrán por fin cuándo van a perder su trabajo en Canal 9. Profesionales solventes, responsables, altamente cualificados. Todos a la calle. Sus méritos y su capacidad profesional a la basura.

Adiós, muy buenas. Aquí no ha pasado nada. Canal 9 seguirá emitiendo, aunque con los días contados y a saber qué indigesta programación.

¡A la porra una radio y una televisión públicas!

En este desastre, hay que repartir equitativamente las responsabilidades.

Primero la responsabilidad de los que estamos pagando el pato. Los trabajadores de RTVV somos reos de comodidad. Dicho con carga moral, de cobardía. No hemos tenido los redaños de plantarnos ante la manipulación informativa, ante la basura programada, ante malversaciones y corruptelas que si no se conocían, sí se sospechaban, dada la incompetencia e inmoralidad manifiesta de determinados directivos. Era tan cómodo cobrar a fin de mes un sueldecito…

Claro que, de habernos plantado, habríamos incurrido en falta grave, y habríamos sido despedidos sin indemnización. Esto no justifica nuestro menoscabo moral, sólo lo explica un poco. Ultraliberales descerebrados dirán, “pues si ustedes no estaban a gusto en su trabajo, haberse buscado otro”. Canallas.

La mayoría de quienes ahora nos vamos marchando con una patada en el trasero hemos creído y querido servir a los ciudadanos valencianos a través de la radiotelevisión pública. Pero carecíamos de los medios legales para desvincularla de los partidos, de las sectas, de los grupos de interés. Y tampoco éramos libres del mismo mal sectario.

RTVV nunca ha sido una empresa al servicio del público valenciano. Ya, ya sé que el publico valenciano es diverso; por eso precisamente convenía ser muy cuidadoso. Pero ni a los sucesivos directivos les ha importado un rábano la diversidad social y el servicio al ciudadano, ni nosotros, los trabajadores, hemos podido o sabido reparar ese desprecio. Por comodidad, por miedo.

Segundo: la gran responsabilidad, la monstruosa responsabilidad del fracaso de RTVV es de los políticos que han gobernado en la Generalitat desde el inicio de la emisión, y de casi todos los directivos que ellos han colocado en el puente de mando de las dos empresas. ¿Quién está o no está en el número de esos directivos canallas? ¿Dónde acaba o empieza la responsabilidad? Cada uno tiene una respuesta nítida al respecto, aunque no todas coincidan.

La mayoría de los políticos que han dirigido la Generalitat Valenciana han sido, a saber, incompetentes, de una obediencia repugnante a las cúpulas de sus partidos, unos saqueadores por activa o por pasiva. Muy pocos han tenido nivel y decencia; por lo general, aquellos cuya capacidad decisoria era muy baja.

La mayoría de los directivos que ha padecido RTVV responden al ese incívico modelo, incompatible con una sociedad democrática avanzada. Algo todavía más vil ha ocurrido en ciertos casos: directivos competentes se han sometido a los dictados del interés partidista, privado, sucio.

Así se ha ido hinchando una plantilla que excedía lo que el sentido común pide para una radio y una televisión regionales.

Así hemos llegado al punto en que aligerarla era inevitable.

Pero no para salvar Canal 9 y Ràdio 9, sino para aherrojarlos bien fuerte en las manos más sucias que pueda imaginarse. Manos cómplices. Manos ávidas. Manos que algún día serán cortadas, cuando a los que dominan el poder les interese.

No señores, RTVV nunca ha sido la radio y la televisión públicas que merece una ciudadanía responsable. Porque, tercero, la última responsabilidad es de la ciudadanía que se ha complacido en el sectarismo, en la chabacanería, en lo soez.

Digámoslo bien alto para que no escurra nadie el bulto. Todos somos culpables. Pero unos mucho, muchísimo más que otros.

Sinvergüenzas, mafiosos de medio pelo, excrementos de gallina… Os habéis pasado la responsabilidad y la decencia por la entrepierna. Nosotros estamos ya pagando nuestra falta de valor. Deseo que vosotros paguéis algún día vuestra incompetencia e irresponsabilidad.

 

 

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