Excavando en el pasado reciente
Compartir

Recupero de mi agenda de notas de 2017 dos entradas que me ha parecido ilustrativo hacer públicas para mostrar el cambio de percepción a medida que pasa el tiempo sobre los seres humanos.
Fernando Bellón
7 de octubre
Evocación en torno a Carmen Martín Gaite
Saqué de la biblioteca municipal Los raro es vivir, de Carmen Martín Gaite, y lo he leído de dos tirones. Huelga decir que me ha gustado y que, además, es una excelente novela. Carmen Martín Gaite nunca me atrajo como novelista, y las veces que intenté abrir un libro suyo no tardé en dejarlo. Debe de haber cambiado mi percepción o mi sensibilidad, porque desde luego ella sigue siendo la misma.
Lo más curioso de todo esto es que Carmen Martín Gaite siempre me cayó simpática. Esto es porque, de un modo rocambolesco, la hice encajar en mi vida caducada. Un antiguo amigo, camarada del PCE en las últimas turbulencias del franquismo, pasó en la cárcel de Carabanchel algún tiempo. Y allí conoció a Chicho Sánchez Ferlosio, que nunca tuvo nada que ver con el PCE. No obstante el abismo ideológico (prohibitorio de buenas relaciones entre comunistas y libertarios), se hicieron amigos. El mío, el del PCE, sostiene que la letra y la música de “Si las cosas no fueran…”, del inigualable LP “A Contratiempo” las compusieron al alimón.
Chicho Sáncez Ferlosio fue cuñado de Carmen Martín Gaite, casada durante veinte años con Rafael Sánchez Ferlosio, el reconocido autor de “El Jarama”, que se estudiaba en los departamentos de español todas las universidades extranjeras, e hijo de Rafael Sánchez Mazas, falangista valeroso, y sobreviviente de un fusilamiento que le convirtió en héroe y en protagonista de tertulias y de la novela “Soldados de Salamina”, de Javier Cercas.
Los meandros familiares se cruzan con los no familiares. Los Sánchez Ferlosio, los Aldecoa, los Sastre, los Fernández Santos, los Edmundo de Ory, creadores notables, eran casi todos amigos, mantenían tertulias y publicaban en revistas de baja circulación pero de renombre.
Creo que les llamaban “los hijos de la guerra”, porque eran chiquillos o algo más durante el combate. Para mí constituyen la última generación de escritores formados en la literatura española del siglo XIX y XX y, desde luego, en nuestras letras clásicas.
Cuando lees a Carmen Martín Gaite y a cualquiera de los demás, te das cuentan de que han leído con atención a Baroja, y también y sobre todo a Cervantes, a Quevedo, a Lope, a Fernando de Rojas… pero también a los escritores europeos de la época, que a su vez afilaron sus plumas en sus literaturas nacionales de finales del XIX y principios del XX.
Los que se han formado después de los años 50 carecen del poso clásico que para mí les hace tan atractivos. No hay mucha diferencia entre una novela española de hoy y una alemana, inglesa, francesa, portuguesa o norteamericana. Lo mismo pasa en el cine.
Se libran, por fortuna, muchos escritores iberoamericanos.
28 de diciembre
Me comparo con el que era hace 30 años, en la cumbre de mi juventud. Y comparo también aquel mundo en el que yo vivía con tanto apasionamiento y atolondramiento con el presente.
Este ejercicio es frecuente, lo hace casi todo el mundo casi todos los días, sobre todo cuando se levanta con una murria de origen oscuro. Entonces piensa que las aspiraciones y sueños de su vida se han esfumado. Y se dice, “todo ha cambiado, pero yo no he conseguido nada o casi nada de lo que me proponía como objeto de mi felicidad.
Es una perspectiva errónea. Uno no ha cambiado mucho, sigue siendo más o menos el que era a los 35 años.
Post Scriptum. – En relación con la primera nota, confieso que no recuerdo nada de la novela Lo raro es vivir. No sé si es un problema neuronal relacionado con la edad o es falta de la atención debida a la autora.