Felices Pascuas a todos los seres humanos de buena voluntad

Fernando Bellón, editor de Perinquiets- Libros y Agroicultura-Perinquiets

A estas alturas del año dominan los medios dos asuntos, la variedad ómicron del Covid y la asepsia pascuera.

Ayer se me ocurrió ver los telediarios de varias cadenas, después de años sin asomarme a ellos por razones de salud, y lo que deduje de todos fue que la pandemia está haciendo estragos en servicios de salud y en las ciudades y pueblos, y que lo mejor que podemos hacer es no movernos de casa. Estaban de acuerdo sanitarios, políticos y presentadores: esto no hay quien lo pare, no hay que salir de casa, no hay que mezclarse con nadie,  los hospitales están desbordados, ajo y agua.

Esto es indignante, una vergüenza política y profesional (periodística y sanitaria). Esta mañana he salido a la calle y he comprobado que la población no ha reaccionado con pánico, no hay comercios asaltados, la mayoría de los transeúntes llevaban mascarilla, pero no se apartaban unos de otros aterrorizados, había personas en los bares, y no se percibía rastro de espanto. Porque lo que están proclamando desde los medios es espantoso.

El segundo asunto que mencionaba al principio es la «asepsia pascuera». Decir Feliz Navidad o Felices Pascuas es una soberbia cultural que menosprecia a los que no son cristianos. Semejante razonamiento además de burdo es dañino. Nos daña a los que hemos nacido y vivimos en un país de tradición cristiana, porque nos condena al ghetto de los agresores. Yo no voy a reprochar a nadie que me felicite el Solsticio de Invierno, las Fiestas en abstracto o el Final del Año. Quien desee emplear estas fórmulas, libre es de usarlas. Pero que se promueva desde los poderes públicos el dislate es un acto represivo intolerable. Si alguien me pregunta en estas circunstancias si soy católico, diré que sí, aunque haya abandonado hace tiempo la fe de Cristo.

La Navidad se ha convertido en un tabú. ¡Es una orgía de consumo!, dicen los críticos más vulgares. ¿Y por qué no va a serlo? ¿O es que vivimos en Jauja, donde todo te lo dan gratis? Comprendo a aquellos que lo pasan mal en Navidad cuando han perdido recientemente a un familiar próximo, a los que están enfermos, a los que no tienen familia. ¡Es una época de crisis nerviosas y de depresiones! ¿Y qué hemos de hacer, suprimir la Navidad para suprimir las depresiones? Nadie, pero nadie, se libra de pasarlo mal en algún momento del año, sea Navidad, Semana Santa o las vacaciones de verano. Intentar solucionar estos desarreglos psicológicos, emocionales, por decreto es una barbaridad, un imposible.

Para mí la Navidad es una fecha alegre. Lo siento, pero es así. Y no estoy libre para nada de problemas. Desde el punto de vista de la religión cristiana, la Navidad celebra con júbilo el nacimiento del Niño Dios, y da igual que exista, que no exista, que naciera en Belén o en Pernambuco. Desde el punto de vista del ciudadano occidental, la Navidad es un tiempo de amabilidad, de relajo, de confianza, y de regalos, por qué no.

¿Y los que no son occidentales? Pues si viven entre nosotros y quieren ignorar la Navidad, que se encierren en su casa… o que salgan a la calle y gocen de las luces, del ambiente, de todo lo que ellos quieran. A los occidentales no nos molesta el Ramadán, ni siquiera si lo practican musulmanes que viven con nosotros, es su fiesta. Ni nos molesta el jolgorio budista, el Año Nuevo chino o las fiestas taoístas.

Bueno, hay occidentales que deben de estar enfadadísimos por todo eso, puesto que cualquier manifestación religiosa les saca de quicio. Pero no es así, el argumento de esta pobre gente es que las fiestas cristianas ofenden los sentimientos de los practicantes de otras religiones. Es una tontería de Aurora Boreal, y una hipocresía sediciosa.

Así que me alegro de la Navidad, y proclamo mi felicitación a todos los seres humanos de buena voluntad. En la buena voluntad está la clave del entendimiento. Lo demás es mala sangre.