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Bitácora y apuntes

Guillermo Brown, el libertario y proto podemita

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Un reseña de Gaspar Oliver

Una ilustración de Thomas Henry, de una historia de Guillermo Brown

Pertenezco a una de las generaciones que acompañaron su adolescencia y juventud con Guillermo Brown, el personaje de la inglesa Richmal Crompton, que durante cinco décadas se negó a pasar de los once años. Richmal Crompton no escribía las historias de Guillermo para entretenimiento de niños, sino para adultos con sentido del humor, que resultaron ser millones, de diferentes edades y lenguas, y siguen aumentando poco a poco, cincuenta años después de la muerte de su autora.

            Muchos de mis amigos de la juventud fueron lectores de las historias de Guillermo Brown, además de El Jabato, El Guerrero de Antifaz o Roberto Alcázar y Pedrín. En el colegio de curas donde yo estudiaba, dos compañeros y yo formamos un club de lectores para compartir los tebeos de aventuras que el padre de uno de ellos, apellidado Carrión (a quien llamábamos el Gurriato, no recuerdo por qué), le compraba semanalmente. Equivalían a las series de televisión actuales.

A Guillermo Brown también lo compartíamos otros compañeros, quizá de gustos más selectos e internacionales.

Todos estos elementos darían lugar a un estudio sociológico de la infancia y adolescencia de los años 50 y 60 en España, que temo desmintiera el mito de la memoria histórica, según el cual el Franquismo fue una losa plomiza que se abatía sobre las mentes y los cuerpos de los desgraciados españoles. Pero estábamos con Guillermo Brown.

También él y su autora son dignos de un estudio sociológico y antropológico, del cual hay muestras en la red, que el lector interesado puede conocer pinchando aquí.

He empezado a releer uno de mis viejos libros de Guillermo (Guillermo y los pigmeos, William The Showman, original de 1937), y me he topado con un capítulo que merece un comentario.

Se trata de la historia titulada (en español) “Guillermo inaugura el Año Nuevo”, la más larga del libro, 33 páginas. Los escenarios y temas de fondo de las historias de Guillermo los tomaba Richmal Crompton de la realidad de sus días, mediante una selección que revela sus ideas políticas. La familia de Guillermo es conservadora, posiblemente Tory; pero Guillermo es un rotundo libertario. Y Richmal Crompton, que en su juventud fue sufragista, me atrevo a deducir (no sé casi nada de ella) que era laborista con pedigrí fabiano, el grupo de intelectuales que echó los cimientos de la socialdemocracia inglesa.

Más allá del Reino Unido los fabianos son poco estimados por puro desconocimiento fuera de las instituciones académicas. Recomiendo este libro This Little Band of Prophets: The British Fabians, de Anne Freemantle, que describe las peculiaridades de esa banda de la que formaron parte, entre otros, Bernard Shaw y el marido de Virginia Wolf. Fueron lo más parecido a los hippies norteamericanos de los sesenta, y se tomaban la vida con un liberalismo y un desapego británico, nada puritano.

Eran personas dispuestas a cambiar de pareja (entre ellos), de darse sablazos, de ejercer de funcionarios del imperio, de beber metros cúbicos de alcohol, sin perder la compostura ni la amistad. Eran educados, algunos de ellos bien situados en la alta y media burguesía, y estaban convencidos de que a la clase obrera se la podía rescatar de la miseria moral en la que vivían antes de que Dickens la describiera, simplemente dándole la oportunidad de hacerlo.

Esto es algo que Richmal Crompton pone en cuestión en el capítulo citado de William The Showman. Una vecina del pueblo de Guillermo visita a su madre e intenta convencerla de que “adopte” a una familia pobre. Esta activista, Miss Milton, realiza una campaña ella solita, de puerta en puerta, visitando las familias pudientes de los alrededores para convencerlas de que se podría tratar de un “gran movimiento social que se extendiese por toda Inglaterra. Estoy segura de que con ello se solucionarían todos nuestros problemas sociales.” La señora Brown declina con firmeza la propuesta.

En la década de los treinta, el Reino Unido estuvo plagado de tormentas, agitaciones y revueltas; lo mismo que Francia, Alemania, Italia y España, por citar a unos pocos países europeos. Richmal Crompton refleja esta agitación con astucia a través de las aventuras de Guillermo. En este caso, Guillermo decide meter a un niño proletario en la casa de la pulcra señorita Milton. Visto en perspectiva, Guillermo tiene un comportamiento proto podemita, procurar el bienestar de los desfavorecidos a costa de otros que no fuera ellos. El psiquiatra británico Theodore Dalrymple, estudioso del fenómeno de la indigencia social, dice: “Los británicos tienen una curiosa actitud hacia la riqueza: la desean para ellos, pero se la niegan a los demás.” Pertenece al libro Life at the Bottom, The Worldview that makes the underclass,

En general, la personalidad y las acciones de Guillermo son las de un niño inglés bien alimentado, y educado en el free thinking y el free speach , y consecuente con todo ello, lo que le convierte en un simpático libertario que podría haber sido amigo de pablo Iglesias Turrión y de Santiago Abascal, cada uno por su cuenta.

Mi experiencia juvenil de Inglaterra, siendo yo filocomunista en los primeros setenta, fue toparme con una working class de la que habrían renegado los fabianos: egoísta, perezosa, dependiente de los servicios sociales, con madres solteras a porrillo, delincuencia y alcoholismo en los barrios más marginados, y otros pecadillos.

Guillermo Brown siguió teniendo once años en los sesenta, y su creadora todavía escribió algunas de sus aventuras en esos escenarios. Vale la pena leerlas con la vista puesta en el fondo de la historia.

Para acabar, Richmal Crompton, una resistente que sobrellevó una polio más de media vida, escribió decenas de novelas en las que Guillermo Brown está ausente, pero no del todo, porque parece que le hizo sombra a todo ese trabajo. No he leído ninguna de ellas. Fue una profesional de la literatura con talento y digna de mayor fama.

 

 

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