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Bitácora y apuntes

La Constitución no es papel higiénico

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Fernando Bellón

Domina en los medios antigubernamentales la idea de que el presidente Sánchez es un tipo sin escrúpulos y obsesionado por mantenerse en el poder. Ha demostrado hasta ahora poseer con creces ambas propiedades.

Creo que Pío Moa debe de ser de los pocos analistas que sitúan  en un orden superior una idea de mayor alcance.
Escribe en El doctor tiene una Gran Política, la derecha, no.

Una de las cosas que mejor demuestran la inanidad intelectual de la derecha es su insistencia en que el doctor quiere el poder por el poder, sin más. Por el contrario, eso ocurre más bien con el PP. El doctor tiene un proyecto un gran proyecto político de alcance histórico, cosa de la que carece por completo el PP, o resulta algo diluido en VOX.
El proyecto del doctor quedó simbolizado a la vista de todos en la profanación de la tumba de Franco, y condensado en la ley de memoria antidemocrática. Del alcance de estas cosas parece no querer enterarse nadie, pero el proyecto en cuestión consiste en destruir de una vez la herencia del franquismo. Esta herencia consiste en la unidad nacional, uno de los puntos clave por los que se luchó en la guerra civil;  en la soberanía o independencia, por la que también se luchó frente a la URSS y después frente a los intentos satelizadores de los vencedores de la guerra mundial; en la libertad personal, actualmente amenazada con leyes que pretenden regular hasta nuestros sentimientos, sin que a nadie parezca importarle; en la monarquía, visiblemente hostigada mediante campañas sucesivas; y en la democracia.

Si aceptamos que el propósito de Pedro Sánchez es mantenerse en el poder, la solución es echarle, democráticamente, se entiende. En esto se basó la campaña del PP y la prensa antisanchista. Y falló.

Es posible que el fallo se debiera, entre otras cosas, a la confianza de muchos españoles en un gobierno que ha decretado leyes en beneficio de fuertes mayorías de trabajadores y pensionistas, a las que la oposición no  negó su voto. Se dan explicaciones que rozan el surrealismo, como la supuesta estupidez de millones de votantes, embelesados por los argumentos de Sánchez, o bobos engañados por la promesa de acabar con el “conflicto catalán”. Sin embargo, es digno de admirar la trapacería del gobierno para demonizar a Vox, que sí tuvo su efecto entre el sector de quienes, sin confiar en Sánchez, identifican a Vox con el NSDP sin pararse en la comparación. En julio de 1932 el NSDP ganó las elecciones al Parlamento alemán; un año después aprovecharía la victoria para iniciar los pasos que terminarían con la proclamación. del III Reich. Comparar a Hitler con Abascal es un acto de mala voluntad y una canallada.

Si aceptamos que Pedro Sánchez tiene el plan de acabar con la unidad nacional, la monarquía y todo lo que ello implica, el peligro que acecha es impresionante, delante de las narices de todos los españoles, le voten a él o no.

¿Puede una persona sola ejecutar tal empeño? ¿No debe valerse de apoyos sólidos? El gobierno en funciones no tiene ni medio Maquiavelo, sino una banda de incompetentes. Las formaciones políticas afines al secesionismo o a la confederación de “naciones” en España, y a la instauración de una república no veo yo que tengan ni maña ni estrategia para llevar a cabo semejante plan. Yo diría que están compuestas por tíos/tías listos/as bastante bobos.

¿Entonces? Alguien con los propósitos que Pío Moa atribuye a Sánchez necesita las cualidades de un caudillo. Sánchez no es un caudillo, no se atreve a salir a la calle si no es protegido de sus acólitos.

Tampoco cabe pensar que cuente con fuerzas ocultas, por ejemplo, el ejército, las finanzas, los sindicatos, una potencia extranjera. Lo primero es poco probable. Lo segundo, todavía menos. Los sindicatos carecen de base. Y no me cabe en la cabeza que ninguna potencia extranjera esté jugando con semejante dinamita.

Hugo Chávez, vocean algunos. Hugo Chávez era militar y conocía su ejército. Los banqueros y financieros españoles no se juegan su negocio a las cartas, por tahúres que sean. Fuerzas oscuras al estilo de Soros, Gates y otros carecen de una visión práctica aplicable a cada país, por el hecho de ser globalistas.

Sin embargo, Pío Moa tiene razón. Y algunos otros empiezan ya a compartir esta acusación de subversión. Pedro Sánchez se ve a sí mismo como el salvador de España mediante su descomposición y recomposición. Ha dicho que quiere pasar a la historia, lo hará si consigue derribar la monarquía e instaurar la Tercera República, algo sumamente complicado. Puede que sea una figura de rasgos paranoicos o un loco peligroso.

Sea lo que sea, Sánchez tiene un plan, y lo viene demostrando bien a las claras desde que se instaló en el poder. Es el mismo plan que dejó trazado Zapatero: vaciar España de sentido nacional, romperla, “pluralizarla”, y dejarla en manos de caciques y sinvergüenzas, que esperan el momento con ansiedad.

El doctor tiene un proyecto, un gran proyecto político de alcance histórico, cosa de la que carece por completo el PP, o resulta algo diluido en VOX, sostiene Pío Moa.
Y lo cierto y desconcertante es que el PP y Vox no ofrezcan un programa de gobierno de España sincero, sólido y contundente, sin medias tintas, recentralizando poderes, servicios (sanidad y educación) y modificando la Ley Electoral, y sean capaces de ponerlo en práctica allí donde tienen poder, es decir, que demuestren a los españoles que ellos saben llevar a España a buen puerto. El único que está ofreciendo algo claro es Sánchez. Sólo que ese proyecto nos lleva al caos.
Me paro, y escucho los murmullos escépticos de mis amigos progresistas: si los poderes fácticos no apoyan la cacicada anticonstitucional de Sánchez, ¿con qué recursos cuenta para conseguir una amnistía (ilegal) y la promesa (anticonstitucional) de permitir un referéndum por la secesión de Cataluña? (Los paréntesis son míos, claro.) Muy sencillo, con el absoluto convencimiento en la eficacia de su retórica y la confianza total en sus santos bemoles sobre la población. Quiere pasar a la historia.
La apuesta es tan fuerte que se encontrará con obstáculos judiciales y de otras instituciones (la corona y el estamento militar en defensa de su papel al que les obliga la carta magna, más millones de españoles que saldrán la calle pidiendo respeto, cosa que ya está sucediendo). En otras palabras, la apuesta no puede ganar, porque la quiebra del orden constitucional no es ni baladí ni impune. Y al ponerse sobre la mesa una ruptura constitucional se abrirá la necesidad de un debate general y ruidoso: nueva constitución discutida hasta la saciedad en todas partes y por todos los ciudadanos.
Hay otros escenarios, el más desgraciado es que la realidad política y social se deteriore y llegado un momento salte por los aires. Si Sánchez forma gobierno y ejecuta lo que proclama y lo que tiene en mente, acelerará ese instante, el instante en el que España se parta en dos. Lo que ocurra entonces dependerá de la violencia que estén dispuestos a realizar los rompedores contra los que nos opondremos a ello.
No, la Constitución no es papel higiénico. Es la garantía de nuestra convivencia y nuestra estabilidad. Y quien intente convertirla en papel higiénico es un criminal al que hay que perseguir.

Post Scriptum.— La sesión de investidura del aspirante a presidente de gobierno, Nuñez Feijóo, está a medias cuando escribo este P.S. . Me había propuesto publicar el artículo antes de que comenzara, pero confundí la fecha. No corro el riesgo de llegar a destiempo, tanto si Feijóo acaba investido como si no, que es lo probable. La base de cuanto se dice en este artículo me parece lo suficientemente firme como para mantenerlo.

Me ha sorprendido, preciso es confesarlo, el discurso del candidato. Me ha sorprendido y me ha gustado casi todo. Habría agradecido que fuera más concreto en cuanto a los pasos que podría dar si llegara a Moncloa. Él insiste en que es un tipo de fiar. Ha dado esa impresión en el Parlamento.

Para obtener mi plena confianza me habría gustado menos europeísmo y atlantismo, más concreción en lo que piensa hacer con las autonomías rebeldes, y un compromiso de recentralización de la sanidad, la educación, la vuelta de la guardia civil a las Vascongadas y al Principado de Cataluña, con todas sus competencias, y la reforma de la Ley Electoral, para devolver a los secesionistas a su corralito, y reducir su influencia parlamentaria.

Pero soy consciente de las limitaciones de los políticos en ejercicio, y de la población en edad electoral. Ajustar las creencias de la gente es algo que lleva tiempo, mucho tiempo. Estamos tan acostumbrados a las etiquetas de derecha, ultra derecha  y facha, que a muchos ciudadanos les cuesta quitárselas de la mente, porque las ven como  brazaletes de canallas en cuanto uno les lleva la acontraria.

A mí me gustaría una España fuerte, unida, recompuestas sus fracciones, neutral en el escenario internacional, orgullosa de sí misma, de su historia, de su cultura, de su lengua. Esto es más o menos lo que Vox predica, y no tengo empacho en confesarlo. Está por ver hasta dónde sería capaz de llegar un Vox en el gobierno, suceso también rarísimo.

Sé que todo esto es difícil, sobre todo ahora, cuando la ruptura puede producirse con la intervención del propio gobierno.

Así que me conformaría con que se produjera un milagro y Feijóo fuera investido. Algo muy improbable, me temo.

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