CARGANDO

Escribir para buscar

Cultura y comunicación

Una España ausente

Compartir

Un artículo de Fernando Bellón, editor de Agroicultura-Perinquiets

He pasado unos días en Andalucía con familiares de mi mujer. He soportado el calor sin excesivo sufrimiento. He paseado con placer por una Sevilla vacía de turistas, quiero de decir libre de los enjambres de personas (yo, fui una de ellas) que antes ocupaban las plazas, calles, terrazas, jardines, museos, torres, bares de tapas, restaurantes… Ignoro si volveremos a esa saturación. No la echo de menos. Los emprendedores del sector turístico deben de estar ingeniando remedios a su cercenado negocio. Ojalá los encuentren.

También he mirado a ratos la televisión autonómica. Y esto me ha hecho reflexionar sobre un tema que la mayoría de la población considera menor, y una minoría de esa mayoría se esfuerza en procurar: la ausencia de España y de lo español en la vida cotidiana de los ciudadanos españoles. La autonomía, la provincia, el pueblo, han sustituido la realidad nacional española.

Esto se observa de modo palmario en los medios de comunicación, y con menos evidencias pero mayor fuerza configuradora en la educación.

El problema no es sólo español, se da en toda Europa. Sin embargo en nuestro país es más grave a causa de siglos de Leyenda Negra, de la Ilustración que la creyó y la difundió, la ruina y pérdida del Imperio, generaciones que basaron la regeneración española en la desconfianza a nuestra historia y a nuestro pasado, y las últimas oleadas de intelectuales y personas ilustradas que niegan su identidad. “España no tiene remedio”, “si pudiera me iba a otro país”, “me da vergüenza ser español” o directamente “no quiero ser español, y de hecho soy andaluz, gallego, extremeño, manchego, catalán, vasco o leonés…”

Esto es patológico, es tóxico. Un estado que fomenta la carcoma está condenado a pudrirse.

Decía que no somos los españoles los únicos reos de crímenes de lesa patria autorizados por la ley y la costumbre. Por lo que conozco de la República Federal Alemana, sentirse orgulloso de ser alemán causa inquietud en quien lo escucha, porque ser alemán supone asumir toda la historia de Alemania. Esto, en público, porque en privado o sotovoce, casi todos los alemanes están muy a gusto siéndolo, y sienten que son “superiores” a otros centroeuropeos, en el sentido de que hacen las cosas mejor y viven mejor.

En Francia no se llega a tanto, pero más por inercia de país centralista que por convencimiento. Solo hay que ver las series de intriga que produce la televisión francesa (junto con la belga y la suiza, cosa curiosa) en las que muestra como subtrama escenarios y costumbres de las distintas regiones del Hexágono. La “inercia centralista” se manifiesta en que no hay policía local, sino Gendarmerie o Police National, ambas estatales. Los franceses del siglo XIX y XX  han ganado guerras a costa de la ayuda de otros. Esto prueba que la Patrie y la grandeur francesas son un gigante con pies de barro.

Cabe advertir que en Alemania hay policías “autonómicas” (Landespolizei), pero no por afecto a lo local, sino porque cuando se constituyó después de la guerra, los vencedores procuraron desarmar físicamente al Estado Alemán. De hecho lo que se conoce hoy por Bundespolizei, hasta incluso después de la unión de las dos Alemanias era la Bundesgrenzschutz, policía de fronteras.

El Mercado Común se transformó en Unión Europea, después de sucesivos pasos intermedios, con la idea fantástica de construir una “Europa Federal”, es decir, compuesta de regiones desarticuladas de sus estados nacionales. Desde luego, las “Constituciones” europeas que se han pactado una detrás de otra no reconocen tal cosa. Pero la idea forma parte de los soñadores del “europeismo”, algo vaporoso como el barcelonismo, el madridismo o el sevillismo.

Conviene recordar que el nacionalismo de los estados europeos se ha cargado de una mala fama prefabricada con la peor intención. Las dos guerras mundiales se atribuyen al “nacionalismo”, sin reparar en cómo y por qué estallaron y se combatieron. De modo que hoy en día, a los nuevos partidos políticos nacionales que se confiesan así, o colocan la denominación del país en sus siglas, se les identifica con la extrema derecha. Esto es por completo un prejuicio. Cuando se constituye el edificio político alemán en 1949, se organizan el Christlich Demokratische Union Deutschlands (Unión Cristianodemócrata de Alemania), y el Sozialdemokratische Partei Deutschlands (Partido Socialdemócrata de Alemania). Habría sido idiota suprimir el Deutschlands, Alemania, del título, porque no habrían resultado creíbles, Alemania, aunque derrotada y en ruinas, era un Estado, joven por cierto, en relación con Francia, y más todavía con España o Portugal.

En la última etapa de la Unión Europea, la del Euro, el maquillaje “desnacionalizador” se ha expandido como una mancha de aceite, y a aquellos partidos o ciudadanos que no han pasado por el aro se les ha colgado del cuello el neumático ardiente de extrema derecha o de fascistas. Según esta lógica los griegos de Siritza serían fachas, porque defendían los intereses de sus ciudadanos.

Los que más insisten en que la economía, los mercados, el libre comercio, la eliminación de los aranceles y las fronteras tributarias se impongan cuanto antes, sin que los gobiernos nacionales obstaculicen esta carrera, tienen el objetivo de minar los poderes de los estados, para que la acción política se degrade, se disuelva, desaparezca en beneficio de un gobierno mundial que se proclamaría por unanimidad democrática, por referéndum, por plebiscito o algo así.

No hay ninguna conspiración detrás de esto, es una idea absurda, irrealizable, pero que beneficia a los grandes industriales y financieros, a quienes la globalización de la economía les parece la antesala del gobierno mundial, pero saben que los intereses nacionales son una barrera insalvable.

El argumento debelador de la estrategia mundialista está siendo debatido estos días por la Fundación Gustavo Bueno en diálogos grabados y transmitidos por You Tube. El Materialismo Filosófico (Filomat) no es el único instrumento triturador de falsedades, pero sí es el más contundente.

El Filomat sostiene con argumentos y razones bien construidas que el Estado es la pieza clave en la convivencia de las sociedades humanas políticas que lo alumbran.

El Estado es el resultado del encuentro no armónico de dos o más sociedades políticas primarias previas. El Estado es un territorio defendido con límites definidos, con una clase gobernante y unas normas escritas que deben ser cumplidas bajo amenaza o coacción. El Estado no es un invento de las clases dominantes. La política es todo aquello que aparece ordenado al planteamiento y subsistencia de una sociedad globalmente considerada.

Esta síntesis está tomada de una conferencia sobre Filomat dictada por el filósofo Sergio Vicente Burguillo de “Introducción a la filosofía de Gustavo Bueno”. Las grabaciones que puede ver el lector en YouTube se encuentran en la serie “Teatro Crítico”, en concreto “Patriotismo Vs Internacionalilsmo”, “Internacionalismo Vs Patriotismo”, y “La geopolítica tras la pandemia”.

Partiendo de una polis, un nomo, una confederación de tribus, llega al estado nacional de los ciudadanos en el siglo XIX, y no hay ningún elemento superior a él capaz de organizar a los seres humanos. Ha habido imperios, entre otros y de los más universales, fuertes y generadores de beneficios, el español. Pero la posibilidad de que aparezca un poder universal y unificador está lejos de nuestras posibilidades actuales. Eso no quiere decir que jamás lo haya, pero se construirá poco a poco y necesitará el consenso de los estados actuales y de sus ciudadanos. Lo que sí ha habido es instituciones totalizadoras, por ejemplo, la Iglesia Católica, que han levantado una teología, una ontología y una filosofía general de propósito universal. Y lo hizo sin enfrentarse a muerte con los estados, sino en conflicto dialéctico con ellos, y llegando con frecuencia a entendimientos transitorios y parciales.

El propósito alternativo de los mundialistas es utilizar su poder y su influencia para demoler los estados, y se ayudan de todo tipo de argumentos que les beneficien, aunque sean contrarios a sus objetivos de dominio planetario de la humanidad. Por ejemplo, el liberalismo a ultranza, opuesto a la regularización estatal. Por ejemplo, el llamado populismo de izquierdas (chavismo, indigenismo, podemismo) que pretende poner patas arriba la historia, y la filosofía política para establecer despotismos inoperantes y destructivos.

Resulta desconcertante a los creyentes en el universalismo y en la paz perpetua que ciertos países y ciertos gobernantes que se enfrentan a la tendencia uniformadora de la Unión Europea sean de derechas o “fachas”. Según su creencia, sólo la izquierda (la suya, divagante, difusa) es capaz y está autorizada para organizar el mundo de otra manera. Polonia y Hungría no tienen empacho en llamar a las cosas por su nombre, y en dudar de la bondad congénita de la Unión, luego sus dirigentes son fachas. Y el colmo del desconcierto es la China llamada comunista. ¿Entonces no son comunistas?, se preguntan hechos un lío. La Rusia de Putin, que dejó de ser comunista hace tiempo merced al oficio de Gorbachov, también les descoloca, pero no importa porque todo se debe a la personalidad dictatorial de su líder. Se están forjando en estos momentos nuevos imperios, y el que triunfe se zampará más de un estado hoy sólido.

Para el Materialismo Filosófico las contradicciones de una sociedad no se explican con etiquetas, sino descifrando los conflictos que vive en cada momento. Ni Boris Jonhson es un borracho empedernido, ni Trump un ser despreciable al que hay que echar de la Casa Blanca a toda costa. Ni Putin es un chulo pérfido, ni Li Ping un astuto Fu Man Chú redivivo. Son personajes que han conseguido imponer orden y estabilidad en su sociedad, cada uno usando los instrumentos a su alcance, y no con las palancas del mito Democracia (salvo Trump, lo que más fastidió a Hillary Clinton). La democracia es una idea que se representa de muchas y diferentes maneras en las sociedades humanas, no de acuerdo a un modelo único.

Viajar de Valencia a Sevilla o viceversa te obliga a atravesar la estepa española. Da igual la estación del año, lo que ves por todos lados es la llanura manchega limitada por la Sierra Morena. Hacia el sur, el paisaje se hace más ameno gracias a los valles del Guadiana y del Guadalquivir. Fue este paisaje escenario de contiendas por la tierra, que finalmente los cristianos arrebataron a los musulmanes, y configuraron a España contra el Islam.

Y lo más sobrecogedor de este viaje es pasmarse por el descubrimiento y cristianización de las Américas, desde la Patagonia a Alaska. ¿Cómo es posible que de estas tierras quemadas, pobres, antipáticas si se las compara con las campiñas francesa o alemana, salieran personas capaces de construir un Imperio? Los conquistadores hoy denostados eran pastores, campesinos nacidos en el inmenso secarral español, feroces si se quiere, aunque no tuvieron inconveniente en mezclarse con indígenas, al contrario que los puritanos ingleses que exterminaron tribus para consolidar colonias, algo que el imperio español nunca tuvo, porque la actual Hispanoamérica fueron virreinatos y territorio español, según proclama la Constitución de 1812. Y también hubo clérigos muy capacitados que fundaron las primeras universidades en tierra americana, y unas Leyes de Indias dictadas por la Corona que fueron el sostén de un imperio que duró tres siglos.

El imperio español fue el primero en poder ser catalogado de universal o planetario, y lo crearon y sostuvieron “paletos” de todas las tierras de España, una España de la que somos herederos, de sus logros y de sus atrocidades. Yo no me avergüenzo de ser español, agradezco al azar haber nacido en una nación que ha dado lengua y cultura a cuatrocientos y pico millones de personas. Y confío en que mis nietos nacidos en Alemania jamás se avergüencen ni de su patria alemana ni de su patria española.

.

Deja un comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Siguiente