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Bitácora y apuntes

La triste vida del burócrata

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«La vida es un circo», dijo Nosequién.

Segismundo Bombardier

Living (Vivir), 2022, de Oliver Hermanus. Basada en una obra de Akira Kurosawa (Ikiro, Vivir, 1952, basada en La muerte de Ivan Illich, de Tostoi).

El presente de la cultura occidental está lleno de reediciones, incluso repeticiones. Es lícito decir que no hay nada nuevo bajo el sol, idea que se le ocurrió a Salomón hace tres mil años. La novedad en la literatura, en el teatro, las artes plásticas, el cine es un mero envoltorio, el contenido ya ha sido dicho, cada época añade algo de su punto de vista. Eso es todo, y es suficiente.

La cultura no occidental debe mucho a la nuestra, más que nosotros a la cultura oriental, que sustituye la filosofía y las teorías del conocimiento por la observación impasible, hoy también instrumento entre nosotros.

Un ejemplo es la película Living, dirigida por Oliver Hermanus, director surafricano, con guión de Kazuo Ishiguro y Akira Kurosawa, es decir, utilizando el esquema del fallecido Kurosawa. Living se presenta como una reedición de Ikiro (vivir), película de Kurosawa realizada en 1952, que a su vez se dice basada en La muerte de Ivan Ilich, de Tostoi. La mano es de Ishiguro, escritor británico nacido en Japón, famoso por las adaptaciones al cine de algunas novelas suyas en las que describe lo más cultivado de la sociedad británica, por arriba y por abajo.

Todo esto es necesario saberlo para entender mejor Living. De otra manera, el espectador tiene la impresión de haber visto otra película evocadora de la erosión del imperio británico en los años 50, iniciada por James Ivory con The Remains of the Day (Lo que queda del día), novela de Ishiguro. Una impresión falsa, desde luego.

Podríamos subvertir el discurso diciendo que todo en ese revival británico es falso. Está escrito por un japonés, basado en una película japonesa, basada en una novela corta rusa.

La cosa se complica todavía más si comparamos Living con películas españolas, francesas o italianas sobre el mismo o parecido asunto, el “calvario” de la vida del funcionario. Es singular cómo cada nación lo construye en el cine de manera diferente, con protagonistas como José Luís López Vázquez, Fernando Fernán Gómez y algunos más italianos o franceses, que no puedo citar aquí porque me falla la memoria y recuperarla en Wikipedia me llevaría demasiado tiempo.

El escenario es el mismo: la burocracia paralizante que se mete en el cerebro y en la actitud de los burócratas. A medida que pasan los años de oficina, los burócratas se van agriando y entorpecen aún más el funcionamiento de la sociedad que se supone deben agilizar.

Todo es mentira. Ese retrato de la burocracia paralizante es viejo como la burocracia. Lo vemos en la literatura española del siglo XVII, en la del XIX y en todas las demás, en especial la rusa y la austríaca. Pero la burocracia se ha desprendido de mucho peso muerto, incluso donde yo vivo, en la burocratizada Francia. Los anglosajones empezaron a privatizar o externalizar el Civic Service, el servicio público en los años noventa del siglo pasado. Hasta la burocracia española, tan estereotipada por los literatos y los periodistas, es hoy eficiente en la mayoría de los casos.

¿Qué nos cuenta Living, entonces? Yo diría que en lo esencial es una exposición de la mentira. Por un lado, la mentira del burócrata ultra tópico. Por otro, la mentira del estereotipo, darle vueltas a un tema con mucho garbo como se da vueltas a un chocolate fundido para que no se convierta en engrudo.

Living es una película muy bien realizada, con magníficas interpretaciones, emotiva, que cuenta una historia vieja como Salomón. En definitiva, un engrudo de chocolate fundido.

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