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Cultura y comunicación

Lilia Koutsoukou, con la cámara en el corazón

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Una fotógrafa transterritorial.

Una entrevista de Fernando Bellón. Fotos de Quim Labiós

El verdadero nombre de Lilia es Evangelia, que en griego lleva acento en la i y se lee “evanguelía”. Nació en la ciudad de Lamía, en la antigua región de Doris, cerca del desfiladero de las Termópilas, a un tiro de piedra de la isla de Eubea. Lilia asegura que en la montaña de Lamía incineraron el cadáver de Aquiles. Y no muy lejos de allí se encuentra el templo de Delfos, que alberga el Ónfalos u ombligo del mundo. Atenas está a unos 200 kilómetros al sureste de Lamía. Con esta suma de antigüedad clásica se puede pensar que Lilia es, por lo menos, sacerdotisa de Apolo. Pero Lilia es fotógrafa profesional. Especializada en fotografía monumental y arquitectónica, se gana la vida en España desde 1996. Lilia tiene un hijo.

Lilia Koutsoukou ha hablado con Agro i Cultura-Perinquiets de su profesión, su formación en Grecia, su experiencia española, y ha arrojado algo de luz sobre el gran misterio griego presente: cómo bandean sus ciudadanos la crisis de la que cierta Europa hace responsable a Hélade.

 Mis clientes son empresas de turismo extranjeras o grandes inmobiliarias de apartamentos turísticos, hoteles. Al final acabé trabajando para extranjeros, porque aquí nadie paga nada.

 Para mí, la fotografía en la era digital es mucho mejor. Nuestro trabajo se difunde mucho más, la técnica digital es impresionante, te da unas posibilidades tremendas.

 Para entender a Grecia no hay que compararla con España, porque en general funciona según unas leyes no escritas, pero reales.

SONY DSCEstudié fotografía en Atenas, en una escuela semejante a la de Bellas Artes de la Universidad Politécnica de Valencia. Comprendía decoración, diseñadores, grafistas y restauradores de antigüedades. En mi caso eran cuatro cursos de fotografía. En realidad no los hice completos, porque había muchas huelgas, y perdimos un año. Era una escuela problemática. Hay mucha competitividad entre fotógrafos. Y como yo trabajaba con uno de ellos, había otro que me ponía barrera, y tuvieron que quitarle para que yo pudiera avanzar y acabar los estudios. Luego le volvieron a poner.

Seis meses antes de terminar la escuela empecé a trabajar con un profesor. Estuve con él hasta que me marché de Grecia.

Mi tesis era sobre fotografía aérea. Estuve dos años trabajando en este campo. Muchos de mis trabajos estaban relacionados con la arquitectura y con la fotografía documental. Hacíamos fotos para una revista internacional, creo que alemana, que se llama Max, del mismo grupo de “Playboy”. Nos daban un número de la revista alemana, no señalaban un reportaje, y nos pedían que lo hiciéramos igual, pero en localizaciones griegas. Provocábamos la acción que determinaba el reportaje, no esperábamos a que sucediera por sí misma. También hacía fotografía arquitectónica con helicópteros. Me iba muy bien.

¿Por qué te marchaste entonces de Grecia?

Tenía 25 años y trabajaba muchísimo. Y pensé, no quiero pasarme la vida trabajando, quiero hacer más cosas. El chico con el que trabajaba tenía justo 10 años más que yo. Uno de los mejores fotógrafos europeos. Yo le veía, y decía, vive sólo para su trabajo, no tiene vida propia, no quiero acabar así. Decidí ir a Londres a estudiar fotografía submarina. Y allí me enamoré de un español y vine a España.

Era el año 96. Y no hablaba español. Pero encontré un trabajo muy chulo a los seis meses. El centro de operaciones estaba en Valencia, pero viajaba por toda España. En aquella época la empresa tenía un nombre distinto al posterior. Luego se llamó Uno Ediciones. Hacían suplementos para los periódicos y los vendían en toda España. Ahora esa empresa es muy polémica, tiene juicios con un montón de gente por todas partes.

Empecé haciendo un suplemento que se llamaba “Castillos”, para el diario “Levante”. Después hicimos el “Atlas Visual de la Comunidad Valenciana” para el diario “Las Provincias”. Otra publicación se titulaba “Pueblo a pueblo”. No recuerdo muy bien, porque entonces no hablaba español. Me limitaba a hacer fotos, y no me enteraba mucho de las cosas. Yo era feliz. Además el editor me llamaba y me preguntaba qué tipo de fotos me apetecía hacer. No me pagaban muy bien, pero me daba igual, porque era muy divertido el trabajo, conocí toda España.

Luego hubo problemas en la empresa. Estuve con ellos hasta el 1999, cuando tuve un hijo. Seguí trabajando con ellos hasta que mi hijo tuvo un año. Y en un viaje a Canarias pensé que no podía estar separada de él tanto tiempo, y decidí dejarlo. Cuando el niño cumplió tres años, volví otra vez a viajar. En esta ocasión hicimos un proyecto de árboles monumentales en el territorio español, y un libro sobre arquitectura valenciana.

Luego me ofrecieron coordinar el trabajo de los fotógrafos por toda España, pero no me gustó, y seguí viajando para esa empresa, hasta que empezaron a surgir diferencias, juicios, y les envié a la mierda antes de que la cosa se pusiera peor.

Estuve un tiempo trabajando por mi cuenta. Con otras personas hice una revista para el Parque Tecnológico. También, un libro de árboles, como editora, para el ayuntamiento de Valencia. Hice talleres… Y al final acabé trabajando para extranjeros, porque aquí nadie pagaba nada. Sigo haciendo fotos de arquitectura, y también contribuyo a bancos de imágenes. Mis clientes son empresas de turismo extranjeras o grandes inmobiliarias de apartamentos turísticos, hoteles, tipo Trivago. Hasta que estalló la crisis, las empresas extranjeras enviaban a sus propios fotógrafos, pero ahora contratan en el país porque les sale más barato.

Veo que durante un tiempo, los libros de fotos más o menos de lujo eran una fuente de ingresos para los fotógrafos profesionales. ¿Ahora ya no se hacen?

Creo que no. Antes nosotros creábamos proyectos, libros, y los presentábamos a empresas o instituciones que podían patrocinarlos. Dejé de hacer eso en el 2007, porque todos ponían la excusa de que no había dinero y no se cerraba ningún negocio. Pero no tiene nada que ver con la revolución de Internet. Lo que hacíamos nosotros podía ser también digital, aunque lo más bonito eran los libros de lujo, verdaderas obras de arte, no eran guías. Y la verdad es que el coste era muy pequeño para una gran empresa, que los podía utilizar luego como regalo. El primer libro que hicimos para Repsol recibió un premio al mejor libro de interés turístico de España. Al empresario no le costaba más de 30 euros cada libro. Cualquier caja de regalo a los mejores clientes de un banco, por ejemplo, cuesta mucho más.

Las empresas ya no quieren oírte, no te reciben. Y no sé si siguen haciendo esas ediciones. Me he desentendido. Me han llamado varias veces después de haber abandonado ese tipo de ediciones, porque habían trabajado con fotógrafos aficionados, prácticamente sin pagarles… Pronto comprendieron que era necesario trabajar con profesionales antes que contar con un arboricultor que tira fotos por compromiso. Cuando te envían lejos de Valencia para hacer un recorrido de dos mil kilómetros fotografiando árboles, sabes que no puedes excusarte diciendo que no has podido, como pasa con los arboricultores.

¿La supremacía de lo digital ha acabado con la fotografía artística?

Qué va, qué va. Para mí, la fotografía en la era digital es mucho mejor. Nos da mucha más libertad. Nos ha beneficiado como fotógrafos. Nuestro trabajo se difunde mucho más, la técnica digital es impresionante, te da unas posibilidades tremendas. ¿Ahora pensamos menos las cosas porque es más barato? Cada uno que lo vea como le parezca.

Ya no utilizo el laboratorio. Fui de las primeras que pasé a lo digital, porque trabajaba en prensa. No soy una artista fotógrafa. Soy comunicadora, intento comunicarme con la gente y hablar con mis fotos. No sé qué es el arte. Supongo que tratar de hacer algo bien. En Grecia antigua la palabra arte no existía. En griego arte es hacer bien el trabajo, kalitechne es hacer bien el trabajo. Techné es hacer una labor, y kalós es hacerlo bien. Si haces bien tu trabajo, eres artista.

Grecia es en estos momentos un enigma. Según las noticias que llegan de allí, la vida personal y colectiva es un milagro.

Voy a Grecia de vacaciones. Veo a la misma gente en los mismos sitios, las plazas están siempre llenas y la vida más o menos sigue igual. Hay cosas que han cambiado. Para entender a Grecia no hay que compararla con España, porque en general funciona según unas leyes no escritas, pero reales. Quiero decir usos, costumbres. Se vive bien en Grecia. ¿Hay afectados por la crisis? Igual que aquí. Yo conozco más gente aquí que ha perdido su trabajo que en Grecia, quizá porque vivo en una ciudad grande. En Atenas es igual. Mi hermana me decía ayer que es muy triste porque ella vive en el centro, el barrio más comercial, y vas por la calle y las tiendas están cerradas, igual que en Valencia, o en Madrid.

Pero en Valencia no se nota tanto en el centro, ¿no?

En el centro de Valencia me consta que hay muchísimas empresas pequeñas que han cerrado.

Pon algún ejemplo de esos hábitos con fuerza legal que hacen tan distinta a Grecia.

Es en todo. Es la manera de comportarse. Por ejemplo, los impuestos. No sé quién hará una declaración de la renta auténtica en Grecia. La mitad de las cosas no se declaran. La gente ve tan ilógico tener que pagar, por ejemplo, el impuesto de bienes inmuebles, que se ponen muy nerviosos. He hablado con cuatro personas que son de mi edad, no son personas de otra época. Y preguntan por qué tienen que pagar este impuesto. Yo ahora no lo entiendo, supongo que cuando estaba allí lo compartía. Después están los impuestos que afectan a las relaciones laborales. Cuando yo trabajaba en Grecia, estaba dada de alta como autónoma, algo que hace todo el mundo, aunque el que te contrata te paga la seguridad social. La explicación es que si el empresario declara que tiene personas trabajando para él, el Estado le obliga a pagar unos impuestos muy altos, porque deduce que es rico. Creo que hay un límite de beneficios, a partir del cual se supone que tienen trabajadores a tu cuenta. Para no excederlo, el empresario evita contratar, paga la contribución del autónomo, pero su relación con él no es laboral.

Otro ejemplo es el de la cilindrada de los coches. Mi hermana tiene cuatro niños y tiene un coche grande. Pero el gobierno tienen un impuesto sobre el vehículo dando por supuesto que el propietario gana una barbaridad. Es un impuesto antiguo, pero con el que jugaban los gobiernos, quitándolo o poniéndolo según les interesara electoralmente. Pero ahora no se puede escapar nadie de él. El gobierno necesita dinero para pagar sus deudas. Es una especie de impuesto de lujo que grava muchos conceptos.

El volumen de dinero negro y de economía sumergida debe ser tremendo, ¿no?

Los médicos públicos cobran también en privado. Tienes que pagar a parte un sobre gordo. Este verano pasado han operado a mi padre del corazón, y pagamos a un médico 15.000 euros sin recibo ni nada. No era excesivo. Según un primo nuestro que es médico, era la tarifa habitual. A mí eso me agobia muchísimo. Es así en todas partes. En este caso, a mi padre le han operado en un hospital privado, y el médico ha cobrado dos veces, una a través del hospital, otra a través del sobre famoso.

Mi madre era matrona, trabajaba en la consulta de un pueblo. Iba de visita a una casa, y como no aceptaba dinero, le daban hortalizas o animales de granja. La costumbre es que el médico tiene que estar satisfecho para trabajar bien, y le tienes que pagar aunque esté en un hospital público. Eso a mí me parece fatal. Ahora, mi familia busca médicos públicos y no los encuentran. Se han marchado, y como además la gente no tiene dinero, no puede aportar sobres.

Por lo que yo sé la sanidad pública va a peor. No sé dónde va a llegar. La gente está preocupada con eso. Pero tampoco dejan que la gente se muera en la calle. En Atenas hay tantos pobres y personas sin hogar como en Madrid o en Valencia.

Los pobres tienen un problema en todas partes, pero parece que la clase media está muy tocada en Grecia.

Es consecuencia de la evasión de impuestos. Al no pagar impuestos, la gente conserva su dinero para ese tipo de emergencias. Imagínate, si en cualquier operación tienes que dar 5000 euros en negro, y no los tienes… ¡Los tienes que tener! Recuerdo siempre la época de las declaraciones de la renta en mi familia. A mi madre, como es funcionaria y no podía manipularla, le tocaba pagar. Mi padre tenía negocios y era siempre más “pobre” que mi madre. Las cosas son así. Si no tienes dinero negro no puedes defenderte en ese país, al menos en la sanidad. Es una pescadilla que se muerde la cola. Arreglar eso es muy difícil.

Cuando yo estaba en Grecia trabajábamos para cinco de las grandes empresas constructoras involucradas en las construcciones de los Juegos Olímpicos. Se olfateaba ya la crisis. Y mi jefe me decía que Grecia no llegaría nunca a entrar en crisis, porque la economía griega está basada en los negocios sumergidos, y a estos nunca les iba a afectar. ¡Se equivocó!

Los negocios más afectados han sido los de publicidad. Las revistas han cerrado todas. Porque no hay empresas legales con capacidad de pagar publicidad y ediciones. Eso se destrozó por completo. Eso no quiere decir que no se hagan obras en Grecia. Sí que se hacen. Quizás ahora con los impuestos. La gente está muy cabreada porque están intentando pillarla por todas partes, y los griegos están acostumbrados a esconder lo que tienen. Están muy cabreados. Y eso sí que tiene que cambiar, porque es malo.

¿Qué solución tiene modificar estos hábitos más fuertes que la ley o hay que legalizarlos?

No pueden legalizar cosas que son ilegales en otros países. Y cambiar los hábitos es difícil. Los griegos creen que son perfectos y pasan de cambiar. [Lilia lanza una risa entre irónica y triste] ¿Por qué? Porque son griegos. Lamentablemente existe ese sentimiento.

La Troika dice que Grecia es el problema de Europa.

No creo que Grecia tenga tanta importancia como para ser el problema de Europa. Es tan pequeña, y su población es tan limitada, que no molesta a nadie, si nadie nos molesta. Damos más cosas que las que nos dan. Pero, sí. Yo creo que pueden cambiar las cosas siempre que las cambiemos nosotros una vez que hayamos sido conscientes de que debemos hacerlo.

¿Cómo? Igual que aquí, dejando que gobiernen personas más responsables. No tener miedo a los cambios. En las últimas elecciones he estado en Grecia, las he vivido de cerca. Me asombró la manera que la gente no quiso cambiar por miedo. ¿Miedo a qué? Al cambio. A que les fuera peor. Me lo dijo mi madre. Y yo no me lo podía creer. Fui adrede para apoyar a gente que conocía, SÝRIZA Coalición de la Izquierda Radical (Synaspismós Rizospastikís Aristerás), que no son ni mucho menos izquierda radical, solo gente que nunca ha gobernado y que no han adquirido los malos hábitos de los dos que siempre lo han hecho. Mi madre sabía que yo iba a apoyar a esta gente. Y al final, en el momento de la votación me dijo que ella no les iba a votar, porque les habían dicho que les iba a quitar sus propiedades. Yo le decía que no había nada para quitar. Yo creía que tenían derecho a la oportunidad de gobernar, y sus propuestas eran bastante correctas, y a las personas que conozco de Siriza son personas que han vivido fuera de Grecia, que es muy importante, y están preparados para cambiar Grecia. Los griegos decíamos que ojalá pudiéramos salir todos de Grecia unos años. Volveríamos porque los griegos tienen facilidad de aprender, porque somos pocos y el país pequeño, y necesitamos aprender de los demás. Y al regresar a Grecia sería más fácil mejorar las cosas.

¿Existen paralelismos entre la Grecia Clásica y la moderna?

A mí me gustaría pensar que sí. Vivir en Grecia es duro, pero es real. Los griegos, por ejemplo, no son amables porque no hace falta que sean amables, saben vivir las cosas de verdad. A mí me asombró de España la amabilidad de las personas. Todos te saludan, todos te besan, todos te preguntan sin necesitas algo. En Grecia no es así. Pero después, los españoles no te hacen ni caso. Confías en las personas aquí o en Europa en general, pero en realidad nadie es sincero, no quieren hacer nada por ti, sólo ser amables. En Grecia no es así. Nadie se siente obligado a a sonreírte, pero si pides ayuda a alguien, te ayudará. A mí me parece que cuando los griegos hagan algo, lo harán de verdad, y lo van a terminar, no hacen cosas a medias. Si no tienen la seguridad de que van a conseguir algo, no lo hacen. De la antigua Grecia nos queda la capacidad de hacer las cosas bien, sin prisas, pero bien.

 

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