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Agricultura y naturaleza

Los Aroca de Burjassot, una familia de fruteros

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Un reportaje y fotos de Gaspar Oliver.

Ismael Aroca (en el centro de la fotografía) y sus hermanos Francisco (a la izquierda), Antonio y Paquita, con el auxilio altruista de su padre Francisco Aroca Cebrian (a la derecha), lleva dieciocho años comprando la mejor fruta y verdura a agricultores de la zona y en Mercavalencia y vendiéndola a los vecinos de Burjassot. “Hermanos Aroca” no es un bombazo, pero sí un negocio estable que resuelve la vida a tres familias, y da de comer a cientos de otras de la contornada a precios asequibles. El éxito de “Hermanos Aroca” está el la profesionalidad de quienes la gestionan. Ismael y Antonio han trabajado en Mercavalencia años, y conocen el negocio. El padre y Antonio cultivan huertas en l’Horta Nord de Valencia, y venden los productos, naranja, patatas, caquis, calabazas, ciruelas en sus propias fruterías (Antonio tiene una en la localidad de Montcada). En este reportaje Ismael nos cuenta los secretos del negocio, hace un retrato robot del comprador de su tienda, y descubre curiosidades como lo que hay detrás de las fruterías de paquistaníes que han aparecido como hongos en la mitad de las esquinas de Valencia y zona metropolitana.

 

Lo mejorcito de Mercavalencia y de l'Horta

Lo mejorcito de Mercavalencia y de l’Horta

Ismael Aroca era ebanista. Al acabar la mili cerró la carpintería en la que trabajaba, y “le colocó su padre” en Mercavalencia. Esta manera de describir la entrada en su segundo trabajo revela la ejemplar cohesión de una familia dedicada en cuerpo y alma a una profesión. En Mercavalencia, Ismael (y luego su hermano Antonio) adquirió una experiencia valiosísima del negocio de la fruta y la verdura. Culminado el grado, vino el doctorado.

“Un cliente que compraba allí para sus tiendas me ofreció la concesión en un supermercado relativamente grande de Vara de Quart llamado Nusico. Me hice cargo de la sección de verdulería. Estuve ahí hasta que cerró, un año y medio o dos años después.”

El siguiente paso vino rodado. Encontraron un espacio en una planta baja en la avenida de Aussiàs March de Burjassot, al lado de la plaza de Emilio Castelar, donde se halla el Ayuntamiento, y empezaron a utilizar en su provecho y en el de sus clientes, el conocimiento adquirido en el negocio frutero. Eso fue hace dieciocho años. Con el paso del tiempo, se incorporaron a la frutería los otros hermanos.

“Empezamos mi hermana y yo. Luego, mi padre, luego un hermano que acababa de terminar el colegio, y después otro hermano que estaba también en Mercavalencia. Francisco, Antonio y Paquita. Actualmente, Paquita vive en Jarafuel. La tienda como es ahora, amplia, funciona desde el 2002, al poquito de empezar el euro”.

Era una época de prosperidad. Trabajo para casi todos. Los hermanos servían fruta y verdura a varios restaurantes, los vecinos acudían a diario a abastecerse de alimentos frescos. También hacían repartos a domicilio. El boom pasó, pero “Hermanos Aroca” se mantiene sólida.

Producción propia

“El comprador vecino del pueblo es la clientela básica. Cuando más se vende es el fin de semana. También servimos todavía a varios restaurantes. No mucha cantidad. Tenemos alguno fuera, en Godella, y poco más. Hace unos años teníamos más. El tema de la crisis ha perjudicado mucho. Te encuentras con sorpresas, no te pagan, o si son negocios, cierran y de quedas con la deuda. La crisis también se nota en la clientela, compran menos. Antes por la tarde se acababan los productos que traíamos cada mañana, una fila (caja) de ochenta a cien quilos de lo que fuera».

Pocos compradores jóvenes.

Pocos compradores jóvenes.

Los Aroca también producen en sus campos de los alrededores de Burjassot, y en los que conserva el padre en Jorquera, alvacete, de donde procede la familia: caquis, mandarinas, naranjas, calabazas, patatas, ciruelas, depende de la temporada.

“Mi hermano Toni empezó a plantar el año pasado berenjenas y pimientos, y este año espera cosechar habas. No producimos más porque no tenemos tiempo. También nos traen los agricultores locales productos de temporada, sobre todo las cosechas de verano, que abarcan de mayo a septiembre: pimientos, pepinos, berenjenas tomates, lechugas, cebolleta tierna. Vienen de Poble Nou, de Borbotó, de Bétera… Mira, esas calabazas vienen de Teruel, que las ha traído uno que vive en Poble Nou, de unas tierras de sus padres. Los productores directos nos traen sus productos y nos preguntan si los podemos defender. Los vemos, y si son malos, se los llevan a otro sitio.

El vientre de Valencia, Mercaídem

Esta oferta de fruta y verdura próxima no supone una rebaja en el precio final. La razón está en la competencia de los labradores que ofertan sus productos en Mercavalencia cada día.

“En Mercavalencia hay una nave con quinientos y pico labradores de l’Horta y la Ribera que van todas las madrugadas a vender, de tú a tú, sin facturas ni nada. Es algo legendario. Es una nave del tamaño de dos campos de fútbol, y en el suelo están dibujados pasillos y unas líneas que representan “tarimas”, una parcelita de pocos metros cuadrados. Cada labrador alquila por tres euros una tarima para una noche y coloca su género. Aparca en el muelle su furgoneta, carga su carretilla y se coloca en su tarima o en sus tarimas si ha alquilado más de una. Empiezan a las cuatro menos cuarto. Los precios son prácticamente los mismos que los de los productores que nos traen aquí su cosecha. Y si regateas un poco, igual lo sacas más bajo. Tú tienes un huerto, vas a las oficinas de Mercavalencia, te das de alta, y luego obtienes tu autorización para vender. Nosotros vamos todos los días. Me levanto sobre las tres, y a Mercavalencia. Tienes que estar antes de las cuatro menos cuarto, porque si no no coges muelle donde encular el camión y entrar directo con la carretilla; si no tienes que cargarlo a mano”.

Toni, en la caja. Una frutería bien provista.

Toni, en la caja. Una frutería bien provista.

Cuenta Ismael que lo más difícil es acostumbrar a la mujer, “luego ya el cuerpo se te hace”. Los lunes y los viernes madruga más porque se vende más. Y el resto de los días, a las cuatro ya está fuera de la cama. Son compras que se pagan en efectivo. Pesan el género en unas básculas, hacen un albarán, y se llevan el género.

Las fruterías de los paquistaníes

Pregunto a Ismael si las fruterías de los paquistaníes son una competencia para ellos. Revela algunos pequeños secretos para el gran público.

“También compran en Mercavalencia. Un ejemplo sobre cómo funcionan: el otro día compré naranjas, y esta mañana he devuelto las cajas para que me las vuelvan a llenar. Y he preguntado a los de Mercavalencia, ‘¿Cómo es que los paquistaníes venden naranjas a cinco kilos un euro?’ Me contesta, ‘Me están diciendo que los que van recogiendo naranjas en collas, los peruanitos y todo eso’, son sus palabras, los peruanitos, ‘meten cada uno siete o diez cajas en su coche, y luego van a los pakistaníes y se las venden a dos euros, a uno cincuenta…’ Supongo que serán cajas que les da el dueño de la finca, ‘Toma unas cajas pa casa’. Algo así. Luego la picaresca es vendérselo a los moros, a los paquistaníes. Ellos compran en Mercavalencia mayormente géneros de segunda.

Además de seleccionar el género más barato, a veces recurren a otra forma de picaresca. Le cuentan a Ismael que algunos hacían la trampita de: “Me lo llevo, ya te lo pagaré.” Pero ahora les dicen, “Antes de cargar”, sea lo que sea, plátanos, etc, “pasa por taquilla; y luego, cargas.”

“Han dejado bastantes pufos. Por eso ahora los mayoristas tienen esa ley, antes de recoger el género, pasas por taquilla. En la nave de los labradores se paga al contado. Están organizados entre ellos muy bien. Habrá de todo, pero son gente que viene muy aprendida de su país. Conozco muchos que no tienen malicia, pero otros, sí. Van con trampas y líos. Por ejemplo, una vez en Mercavalencia atropellaron, sin querer, ojo, sin querer, a un hermano mío. Estaban echando marcha atrás, y no vieron a mi hermano que estaba detrás de un remolque, y lo chafaron. Tuvo que venir una ambulancia, y el chaval estuvo quince días de baja. Entonces vino un seguridad, y le dice al paquistaní, ‘A ver, los papeles’. Y el otro dice, ‘No, el jefe, el jefe’. Llamó a su jefe. Y a los diez minutos se presenta.Y el segurata le dice, ‘¿Es usted el jefe?’, y el tipo dice, ‘Sí, he sido yo, he sido yo’. ‘¿Cómo que has sido tú?’, mira para atrás y el que había atropellado a mi hermano se había escapado. Se ve que no tenía papeles ni nada. El paquistaní tenía el camión asegurado, y se hizo cargo del accidente.

Conoce Ismael otro caso, también a través de Mercavalencia. Se trata de una cadena de seis o siete tiendas. A los empleados les pagaban el piso, doscientos euros, y les contrataban por dos horas; y los iban pasando de una tienda a otra cada dos horas.

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Rebollones a mogollón. Francisco Aroca con un cliente.

La crisis interminable

El conocimiento del negocio es clave para su éxito. “Tú tienes tu clientela y sabes lo que necesitas. A veces te ofertan alguna cosa, y si te interesa la coges”. Los precios los ajustan al máximo. “Nuestro margen son entre quince, veinte y treinta, treinta y cinco céntimos. Hay alguna cosita que más. Lo hemos hecho toda la vida así”.

En “Hermanos Aroca” entra todo tipo de personas. “Hay quien come con la vista, quien es más delicado. De todo. Puedes estar aquí un año y te quedas alucinado”.

Además de fruta y verdura ofrecen al público pan, bollería no industrial y encurtidos

“Vino un chico que pasaba por aquí, que tenía un horno en Serra, y dice, ‘¿Podéis vender aquí unas barritas de pan?’ Y mi padre, ‘Nunca nos ha pedido nadie pan’. Y dice el de Serra, ‘Os voy a dejar unas cesticas’. Dejó unas cesticas con seis siete, ocho barras, y la gente pedía. Se corrió la voz, y ahora ya vendemos otras cosas que nos ofrecen los representantes.

Sobre el final de la crisis, Ismael no es ni optimista ni pesimista, sino una persona con los pies bien firmes sobre el suelo.

“No parece que la crisis esté pasando. Está igual Tienes un día bueno y dos malos. No hay una continuidad. Igual ves una mujer que no se queja un día, y está dos o tres quejándose. ‘¡Qué caro está esto!’ O ‘¡He salido con cincuenta euros, y ya me los he gastado!’ Iba la mujer con varias bolsas. Y eran las doce o doce y media. Los euros se van volando”.

En “Hermanos Aroca” hay pocos productos ecológicos certificados, aunque algunos tienen una carga relativamente baja de agroquímicos. No obstante, Ismael ha ofrecido a la venta productos ecológicos elaborados, sin mucho éxito, reconoce. “Aquí yo he probado con un señor que le dicen Juan, y lo han valorado dos o tres personas entre cien”. Actualmente en los estantes he visto aceite ecológico de la Comunidad Valenciana.

Le pregunto si cree que una campaña debidamente preparada desde la Administración incrementaría la venta de lo ecológico.

“Yo creo que no funcionaría. La gente que viene ahora a comprar, no haría mucho caso. Cuando venga la siguiente generación, igual cambia la cosa. Pero de momento, no. Yo he tenido ahí de todo, leche de almendra, y productos frescos. De hecho los tengo. Casi todos los que nos traen de aquí son prácticamente ecológicos. Y los nuestros, también. Aunque no lo anunciamos. No tenemos un sello. Los tratamientos son mínimos”.

He aquí un retrato robot de la clientela de “Hermanos Aroca”, según el ojo clínico de Ismael, que no es nada miope.

“Entre semana, la clientela está por encima de los cincuenta. Gente joven, entre un veinte o un veinticinco por cien. Será porque no tienen tiempo, y se van a los supermercados los fines de semana. Los críos, y todo… Ahora los jóvenes lo queremos, todo, coches, teles buenas, y tienen que trabajar los dos. Así que no tienen tiempo. Ahora ,entre semana viene algo más de gente joven por el tema del paro y tal, porque no trabajan los dos, trabaja uno solo… o incluso ninguno. A ver si pasamos de esto, que ya son muchos años de crisis”.

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