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Bitácora y apuntes

Océano tenebroso de palabras

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Esperando a Godot

Fernando Bellón

En las últimas semanas mi mujer y yo hemos sido protagonista de una serie de accidentes que podían haber sido fatales. De todos hemos salido casi indemnes, y atendidos con eficacia por los instrumentos estatales al efecto. La vida corriente, la vida diaria funciona, está garantizada, el estado no se ha paralizado ni parece a punto de quebrarse. Sin embargo, la prensa antigubernamental advierte de un Apocalipsis que no termina de llegar.

¿Se trata del mismo mecanismo utilizado por la prensa gubernamental, que avisa del Apocalipsis si la oposición llega al gobierno?

¿Qué es lo que tiene que pasar dentro de un estado para que sobrevenga la catástrofe?

Abra usted cualquier periódico y leerá variados resúmenes de las hipótesis y de los hechos. Muchas palabras, mucha ironía, mucha amoralidad, muy poca vergüenza.

Me embistió un coche, y casi no pude salir porque chafaron la puerta del conductor. Hicimos un parte amistoso, los seguros se pusieron de acuerdo, y ya tengo el coche reparado, aunque ha pasado un mes entre el incidente y la reparación.

Se resbaló mi mujer en la calle, se rompió un radio, el médico de familia nos atendió de inmediato, nos envió a Urgencias, tuvimos suerte de que hubiera poca gente, y a la hora y media mi mujer y yo salíamos, ella escayolada.

Volvimos un día a casa poco antes de comer y nos encontramos la vivienda saqueada. En diez minutos llegaron cuatro policías nacionales e inspeccionaron la casa. Yo fui a poner la denuncia a comisaría, y por fortuna a esas horas era el único agraviado. Me tomaron declaración y en media hora salía con una copia de la denuncia.

Al llegar a casa, la policía científica estaba tomando huellas, como en las series de género.  Al día siguiente me llamo un policía judicial para que le diera precisiones del robo. Se habían llevado 200 € y un par de joyas relativamente valiosas. El policía reunía datos de robos semejantes para ver qué conseguía aclarar.

Después fui yo quien me di un tortazo monumental y acabé en Urgencias del hospital que me corresponde. Estaba el servicio repletito de enfermos, y tardaron cuatro horas en darme el alta. Me observaron con atención, me hicieron radiografías, y viendo que sólo era el susto y el golpe, me enviaron a casa después de curarme la cara, que tenía como un Ecce Homo.

El estado se ha portado conmigo y con mi mujer según las obligaciones contraídas entre él y los ciudadanos mediante la Constitución.

¿Podrá seguir haciéndolo mucho tiempo más? ¿Está segura mi pensión?

Un estado puede venirse abajo por razones externas y por razones internas. Las segundas son las más destructivas, como demuestra la fortaleza del estado ucraniano, porque tiene un gobierno que lo sustenta y le da crédito.

En España sucede todo lo contrario. Nadie nos ha atacado (es un decir, no olvidemos Marruecos), pero avanzamos hacia el abismo. Nuestro estado es fuerte, pero lo están debilitando, ¡desde el gobierno!, a marchas forzadas.

Yo estoy bastante harto de tanto fuego graneado, cargado del mismo material sobre unas trincheras inamovibles. Palabrería, reproches, mentiras, promesas falaces.

Leo en los diarios reseñas de libros publicados por sociólogos y politólogos, que explican con detalles académicos la evolución en el mundo occidental de la “gobernanza” y el desmoronamiento de la confianza de la población en sus dirigentes, sean con mando en plaza o aspirantes a ello, en las últimas décadas. Palabrería académica. No me producen la menor tentación de comprarlos, y ninguna de leerlos. Es como leer la Política de Aristóteles en versión original; si buscas una buena traducción, dice lo mismo que esos profesores y augures, veinticuatro siglos antes.

Hasta la coronilla me tiene ese océano de palabras.

Lo realmente existente es lo alarmante. Recuerdo que en enero escribí que me parecía del género tonto pensar que Rusia iba a invadir Ucrania. Pensaba yo que eran sólo palabras.

Detrás de las palabras estaban hechos desconocidos, que finalmente emergieron desmintiendo nuestras predicciones.

Lo que había detrás de los discursos de Putin, del jefe de la Otan, de Zelenski, de Borrell se nos escapaba a los que no somos especialistas y encima somos presos de una ingenuidad que roza la idiotez.

Pero lo que hay detrás de las acciones de los políticos españoles de casi toda etiqueta no es ningún secreto.

Ahí está el problema. La acumulación de actos de desmontaje del estado por parte del gobierno llegará a un momento crítico. Y la verborrea de la oposición y sus portavoces no servirá para impedir la catástrofe, como mucho de aplazarla.

El aparato del estado que me ha servido con eficiencia en mis recientes problemas se deshará como un azucarillo, y la consecuencia será desastrosa para millones de españoles, de toda procedencia, de toda ideología, de todo estrato social.

En definitiva, o sale alguien con autoridad y determinación, y para este minado de la convivencia y las estructuras del estado, o el tortazo que se pegará España será irreparable. Nos lo pegaremos todos. Y entonces no cabrá decir que no estábamos bien informados de la trama, que es nítida y evidente. Por el amor de Dios, que venga alguien y nos ponga en las manos los instrumentos para arreglar tanto desmán, estropicio y falseamiento intelectual.

0 Comentarios

  1. rafael escrig fayos 5 diciembre, 2022

    Puede que tengas razón en todo el menú de desgracias que nos cuentas, pero me niego a creer en los Apocalipsis. Lo malo es que no puedo decir como Antonio Machado: «El hoy es malo, pero el mañana… es mío.» Puesto que no estaré para verlo. Todas las épocas han vaticinado futuros desastres y aquí estamos. La nuestra no es peor que otras épocas. Fíjate en la España del 98.

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