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Cultura y comunicación

Viaje por carretera a través de la prosperidad observable

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El legendario espetero malagueño.

Valencia – Alicante – Murcia – Almería – Málaga – Granada

Todo para presentar un montaje audiovisual sobre José Renau y la abrumadora responsabilidad del arte en el Ateneo de Málaga, el viernes, 25 de noviembre del año de gracia de 2022

Fernando Bellón, editor de Agroicultura-Perinquiets

(La fotografía de presentación es la calle Alcazabilla, frente al teatro romano. Una musulmana observa la estatua del judío del siglo XI Ben Gabirol)

Llevo más de una década con Renau a cuestas, haciendo circular por España la biografía que publiqué en 2009. La fundación Alfons el Magnànim de la Diputación de Valencia realizó 500 copias, de las que hay almacenadas unas 90. Cuando planifiqué mi viaje a Málaga quise llevarme algunos ejemplares, que solicité comprar. Una funcionaria me dijo por teléfono que no me podía facilitar (vender) los ejemplares, que era cosa del director de la institución, Vicent Flor. Le escribí días antes del viaje. Todavía estoy esperando su respuesta. Así funciona la cultura en muchas partes de España. Debe de haber excepciones, pero son raras de encontrar. El Ateneo de Málaga es una de ellas.

Málaga preparaba la Navidad, y había atracciones mayores que Renau en la ciudad, por lo que nos temíamos un rotundo fracaso de público. No llegó a éxito fulminante, pero nos reunimos entre amigos, familiares y desconocidos unos 14 ciudadanos y ciudadanas (no había ciudadanes que yo sepa) en una sala Muñoz Degrain del activo Ateneo de Málaga. El audiovisual estaba incluido en la vocalía de Historia, de las veinte que desarrollan actividades casi a diario.

Miguel Tello, presidente ejecutivo de la institución ofició el acto. Andrés Arenas, un viejo amigo de la facultad de Filosofía y Letras de la Complutense, me presentó a mí y al libro. Algo más abajo de este texto se encuentra copia de sus amables palabras. Andrés ha sido profesor de instituto, ha traducido una selección estupenda de libros de ingleses e inglesas relacionados con Málaga, en colaboración con Enrique Girón, y dedica su jubilación al cultivo de la amistad, la literatura y la contemplación mediterránea y cantábrica. Es autor de una biografía de Hemingway, que le fascinó en su juventud, y del que está tan harto como yo de Renau, y viaja en moto, lo que a su edad (que es la mía) es un mérito y un riesgo.

Pues bien, mi mujer Antonia Bueno y yo decidimos hacer el viaje en coche. Horas y horas recorriendo la franja costera entre Valencia y Málaga. La vuelta la hicimos por Granada. No nos aburrimos en el trayecto. Una de los efectos más felices del viaje fue atravesar lo manifestado en el título es este artículo, la prosperidad visible.

Los que tenemos setenta años, más o menos, hemos conocido una España en precario. Yo tuve cartilla de racionamiento hasta los dos años, cuando las suprimieron. De entonces a acá, la prosperidad se ha ido instalando y expandiendo en el tejido humano, agrícola e industrial del país. En las últimas décadas del siglo XX la expansión fue casi explosiva. Tanto, que estalló. Sin embargo, a pesar de todos destrozos parlamentarios, judiciales, sediciones y estafas, y los análisis apocalíticos, artículos y ensayos, la prosperidad sigue ahí, a la vista de todos.

Basta con hacer un viaje como el mío para confirmarlo.

De Valencia a Alicante la sucesión de cultivos de naranjos, persimones y frutas exóticas es incesante. Miles de hectáreas explotadas con precisión agrícola. Esto se observa tanto en la costa como en el interior, la carretera que lleva a Albacete. La vuelta, pasando por Alcoy, mi pueblo, me hizo pensar en las perspectivas catastróficas que se hicieron cuando la industria textil emigró a la India y a la China. Los pequeños polígonos industriales que se ven desde la carretera no parecen en ruinas, sino renovados y activos. Del turismo costero lo mejor que se puede decir es que el bajón de la pandemia lo ha racionalizado. Pero ahí siguen los curritos ingleses emborrachándose todo lo que pueden.

De Alicante a Murcia el panorama agrícola no varía más que en el aspecto. En el largo y ancho valle que corre entre sierras (Valle, Carrascoy, Espuña) hasta Puerto Lumbreras, los cultivos de verduras son interminables, en especial entre Lorca y Totana (tierra de mi línea paterna). Y en estas localidades hay centros logísticos de transportes, con miles y miles de camiones, almacenes de supermercados famosos, y toda la industria de servicios de este sector. Se ve muy poco espacio desaprovechado.

Cuando entras en Almería, predominan las ramblas secas y un terreno parecido a lomos de lagartos gigantescos. Pero a poco que pueda reunirse algo de agua en una balsa, el aprovechamiento es bárbaro. Siguen los campos de verdura, las plantaciones de arbolitos frutales. Y de pronto, el mar de plástico. A lo lejos parecen lagos o mares interiores, y no se interrumpe hasta la propia Málaga. A veces, los invernaderos llegan hasta la autovía, y se pierden en el horizonte.

Hasta Níjar, el camino va hacia el sur. Desde allí tuerce al oeste y si viajas por la tarde vas contra el sol. Muchas críticas ecológicas y medioambientales se han hecho, probablemente algunas con sentido común, a este fenómeno de la naturaleza forzada por el hombre (y la mujer). Desde Níjar hasta El Ejido, el paisaje es todo blanco o ceniciento, porque algunas de las construcciones duran años y se ensucian. En este artículo de 2017 se explica bien el fenómeno de Almería. Se dice en él Produce durante ocho meses al año mil quinientos camiones frigoríficos llenos de hortalizas diarios. Lo cual no quiere decir que Almería sea cada año más rica. La prosperidad visible oculta conflictos y problemas. Pero no vamos a detenernos ahora en ellos.

La autovía sigue en paralelo al Mediterráneo por tierras de Granada (Motril, Almuñécar). Y entra en la provincia de Málaga bordeando cantiles. Pero allá donde hay un solar aprovechable, los invernaderos se elevan hasta alturas en pendiente, que se pierden en las sierras de Tejera, Almijara, los Montes de Málaga. Andalucía tiene razones para sentirse orgullosa de su crecimiento y de su prosperidad amenazada y amenazante. Aunque no tanto como para desbarrar por la senda de la imbecilidad con el engendro del «idioma andaluz». Estas barbaridades levantan nubarrones que dan miedo.

Luego, camino de Granada, llegando al llano (es una manera de entendernos) que se extiende al oeste de la capital, y dirigirnos a ella, vuelven a aparecer cultivos, almacenes y centros logísticos, que son idénticos en cada uno de los territorios prósperos atravesados en este viaje. La Sierra Nevada nos contempla al sur, camino de Guadix y de Loja, donde tampoco la ruina es visible.

La ciudad de Málaga la he visto limpia y arreglada, salvo las obras inevitables. Repleta de turistas italianos, alemanes, ingleses, españoles. Apenas salimos de la ciudad vieja, plagada de residencias y apartamentos turísticos con sus correspondientes usuarios, de bares de tapas de menús y nombres insensatos, y jóvenes divirtiéndose en la tarde noche. Otra cara de la prosperidad manifiesta. Oigo en la radio que los chavales y chavalas se quedan en casa de sus padres hasta pasados los 30. No me fío de estos datos con los que nos apedrean instituciones subvencionadas. No dudo de que la juventud de hoy lo tiene crudo, pero nosotros no vivíamos en un jardín de rosas. Lo que menos me gusta de los jóvenes de hoy es que clavan la vista en sus móviles, e ignoran a viejos y embarazadas en los transportes públicos. Pero eso no es significativo de nada que no sea remediable con educación, sin permiso del ministerio y las consejerías del ramo, dedicadas a la pedagogía atroz, sectaria, excluyente.

En los días pasados en la ciudad, Andrés Arenas hizo de cicerone y de presentador múltiple, en el acto y en las amistades. Es clave llegar a una ciudad y conocer a su gente. Que alguien te facilite este regalo es digno de consideración y de agradecimiento. Se deduce que de un enseñante y traductor puede esperarse lo que llega, personas vinculadas a la cultura local y nacional, con las que se encuentra uno a gusto y agradecido observador de sus sabidurías cordiales.

Prosperidad, cordialidad, paseos y charlas lúcidas y divertidas. Este es el resumen de mi visita a Málaga para hablar de Renau y escuchar buenas palabras.

Concluyo con una cita de Baroja, extraída de su Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox, para compensar la visión idílica de la prosperidad. «Silvestre reconocía el progreso y la civilización y se entusiasmaba con sus perfeccionamientos materiales, pero no le pasaba lo mismo respecto a la evolución moral; veía en el porvenir el dominio de los fuertes, y la fuerza le parecía, como cualquier jerarquía social, una injusticia de la Naturaleza» Y deja claro que a su personaje «le repugnaba la prensa, la democracia y el socialismo». La novela se publicó en 1901.

Torre mocha de la catedral de Málaga, levantada sobre la antigua mezquiza aljama.
El Mediterráneo desde el cementerio inglés, donde están enterrados patricios y patricias ingleses, y algún alemán protestante que pasaba por allí. También contiene los supuestos restos de Robert Boyd, joven liberal que financio la fracasada expedición de Torrijos para derrocar la monarquía en 1831.

Presentación de Andrés Arenas

Presentar a un amigo del alma se convierte en un ejercicio de contención en el que uno no debe pasarse con la loa para que no resulte empalagoso, pero si así lo hace uno acaba traicionando a la amistad y al corazón. Y eso no estoy seguro de que quiera hacerlo.

La cosa empezó con un guasap del 15 de septiembre:

«Hi, Andy. Han invitado a Toñi a Málaga el 25 de noviembre para que participe en no sé qué evento de Enseñanza Media. O sea que iremos para allá [Málaga], y encima de convidados. ¿Cómo estaría la posibilidad de presentar en el Ateneo, creo que me dijiste, la edición de la biografía de Renau en epub, acompañada de una conferencia o charla sobre don Josep. Saludos y te acompaño en el sentimiento por la muerte de la reina de Gibraltar».

Así pues se gesta este reencuentro con la complicidad de Miguel Tello que, con el resto de la directiva de este centro, se han empeñado en hacer de este Ateneo un ámbito de cultura abierto, en donde mi colega Enrique Girón y yo mismo siempre hemos encontrado acogida, lo mismo da que se hable de la Venecia del XIX, de Virginia Woolf, de un dandi rojo o de Josep Renau, como es el caso.

Corría el año 1966 y en las aulas de la Facultad de Filosofía me encontré a Fernando Bellón que me pidió una firma de apoyo a la escritura de Azorín. Yo había leído solamente el libro que se nos exigía en Preu, que creo era Castilla y tampoco me había encantado, pero me parecía una causa justa así que estampé mi firma en aquel documento de adhesión y ahora creo que valió la pena pues fue el comienzo de una amistad que dura hasta hoy. Aquellos años eran años de una gran presencia de la política en las aulas, no olvidemos que el curso anterior 65-66 se había organizado en Madrid una manifestación al frente de la cual iban los catedráticos de la Complutense García Calvo, Aranguren y Tierno Galván quienes fueron desposeídos de sus cátedras. Me impresionó mucho el relato según el cual los grises enchufaron las mangueras a los manifestantes y allí no se movió nadie.  Con el tiempo libre que las huelgas nos dejaban Fernando y yo creamos una revista para calmar nuestra pulsión escritora que se murió al tercer o cuarto número. Al año siguiente 67-68 Fernando abandonó Filosofía y se dedicó a lo que ha hecho toda su vida: al periodismo. Eran los tiempos de la Escuela de Periodismo (aún no se había creado la Facultad) que dirigía Emilio Romero. Si no me falla la memoria fue en uno de estos años cuando Fernando acabó en la cárcel, resultado todo ello de su compromiso político, aunque tampoco era necesario ser un Lenin para acabar entre rejas en los tiempos de Franco. Yo seguí navegando por los cursos de la Filología Moderna y Fernando se dedicó a escribir, pues lo suyo sí era una verdadera vocación. En el año 1970-71 yo pasé un año en Escocia y aún conservo algunas de las cartas que me enviaba Fernando en las que me aseguraba que el «franquismo está ya a punto de caer». Pronóstico que era más que nada un pensamiento desiderativo. Su trayectoria vital le llevó a Fernando a trabajar en diversos periódicos, por ejemplo recuerdo su tiempo en La Mañana de Lérida, en donde le visité y en donde me contaba su seguimiento de los políticos locales y del análisis del contenido de sus discursos.

Ya nos vamos acercando a otro de los jalones que han ido uniendo nuestras trayectorias vitales y que es la razón por la que Fernando Bellón esté hoy aquí: la biografía. Género para algunos menor, pero que hoy se ha posicionado como generador de best sellers en las listas de ventas. Las biografías están hoy al alcance de historiadores, filólogos, periodistas y plumillas. Bien es verdad que, a pesar de ser la biografía un género literario en alza, nuestra tradición no es comparable a la inglesa donde podemos encontrar nombres como Boswell, autor de la Vida de Dr Johnson [siglo XVIII], Lytton Strachey [siglo XX] autor de la conocida Victorianos Eminentes, y ya más recientemente Richard Holmes  que ha biografiado a Shelley, y si hablamos de nombres famosos no se puede olvidar a Virginia Woolf, teórica del género, que biografió a su amigo Robert Fry, nos deleitó con su Orlando y hasta le dedicó una biografía canina a su perro Flush. A ella le debemos esa formulación tan certera de la biografía que se mueve entre el granito y el arco iris, aludiendo a la necesidad de aunar en el género la solidez del granito [datos, hechos probados, la parte histórica] y el arco iris [la parte literaria, el relato]. En estos dos polos sitúa Woolf la confluencia del género: la Historia y la Literatura. El biógrafo debe pues esforzarse porque la redacción sea fluida, porque la Historia no atasque la narrativa y el lector ansíe el retorno al personaje biografiado. Así lo reconoce la escritora inglesa quien ella misma se confiesa agobiada cuando le encargaron hacer la biografía de su amigo Roger Fry para lo cual le entregaron un montón de cajas en las que estaba el legado de Fry. Bien debía saber ella lo que es el arte de la biografía, como ella lo definía, pues su padre fue el editor del Diccionario de Biografía, cuyo equivalente español se publicó no hace tanto y produjo aquel escándalo por la generosidad con que se había tratado a la figura de Franco.

Si hubiese que ampliar el arco en países cercanos como Francia y Alemania seguramente nos llevaría a André Maurois y su trabajo sobre Lord Byron, y en la caso alemán nos viene inmediatamente a la memoria los nombres de Stefan Zweig y Emil Ludwig.

En el caso español no tengo demasiado claro a qué autores acudir, aunque soy consciente de que la fluencia de biografías en nuestro país ha aumentado considerablemente. Tal vez nos veríamos forzados a acudir a Ortega y al impulso que le dio para que se hicieran más biografías.

Recuerdo bien el momento (ya hace varios años de esto, 2008) en que Fernando me comunicó que acababa de publicar una biografía de Josep Renau [1907-1982], personaje del que sabía poco, como no fuera el nombre de un pintor valenciano. El género biográfico siempre me había interesado, creo que hubo una época de mi vida que apenas leía otra cosa que no fueran vidas escritas, que por cierto es el título de una serie de ensayos biográficos [Vidas escritas, 2007] a cargo del fallecido Javier Marías que es de lo mejor que he leído en este campo. Aún me acuerdo de algunas de ellas: la de Oscar Wilde, ya desterrado en París; la de Nabokov; Faulkner o la de Joyce.

Así pues, recapitulando, me hice con un ejemplar de la vida de Renau y me vi gratamente sorprendido por la combinación de amenidad y rigor, en lo que sin duda tiene que ver el oficio de periodista. El mismo Bellón escribe:

«La vida del valenciano Josep Renau es una de las aventuras personales, artísticas y políticas más apasionantes del siglo XX. Pero hasta ahora apenas se le ha conocido fuera de los ámbitos académicos, y siempre desde la óptica estética, no con una visión biográfica. Su lucha pública y privada a través del arte contra los valores burgueses adquirió dimensiones de epopeya. Primero, durante la Segunda República Española, con sus fotomontajes en Nueva Cultura, revista que fundó y financió, y que le costó enemistades perdurables por ejemplo con Rafael Alberti. Luego, con sus murales de Méjico, en los que retrató las lacras del capitalismo, y se enfrentó a los estereotipos antiespañoles de los muralistas mejicanos. Y de nuevo, con sus fotomontajes en la República Democrática de Alemania, donde fustigó el consumismo y el imperialismo norteamericano (American Way of Life), y aprendió a navegar por las inquietantes aguas del socialismo real. Esta biografía saca a la luz datos inéditos y esclarecedores sobre este hombre que siempre se definió como un comunista pintor».

Me encantó el trabajo y así se lo hice saber. El trabajo tenía granito (en terminología woolfiana) pues estaba rigurosamente documentada, según me dijo le había llevado varios años en confeccionarla [y se notaba]. Es decir la parte histórica se deslizaba con habilidad y se fundía con el relato puro, o sea la literatura. No me cabe ninguna duda de que la lectura de una biografía puede ser tan apasionante como lo es una novela donde uno está sedeando saber el desenlace de la trama. Este era el caso en Josep Renau, la abrumadora responsabilidad del arte, uno termina un capítulo y está deseando encontrar un rato libre para saber qué viene después.

En el año 2006 yo había sucumbido igualmente a la idea de escribir asimismo una biografía, en este caso sobre Ernest Hemingway que había sido un autor cuyos relatos cortos y El viejo y el Mar me habían fascinado. La editorial Dastin de Madrid me había hecho el encargo, así que me puse a la tarea y aprovechando fragmentos que ya tenía escritos logré terminarla en medio año. Ahora que lo pienso habían pasado cuarenta años desde que Fernando y yo redactábamos aquella revista NO SI en la Facultad de Filosofía y Letras de la Complutense. Es decir 40 años y 42 después los dos habíamos escrito una biografía.

Después de leer la biografía me dio por pensar, tal vez con poco fundamento, la estrecha relación que yo veía entre la figura de Fernando Bellón y la de Renau. Seguro que él lo negará, pero uno cree que debe haber cierta sintonía entre el personaje biografiado y el autor. Hace algún tiempo y por llevar el argumento a mi terreno, me decía el traductor Miguel Martínez Lage que él jamás traduciría una biografía de Hitler por motivos ideológicos. No estoy demasiado seguro de compartir la idea, pero ahí queda.

Cuando estábamos preparando esta charla le envié un guasap a Fernando pidiéndole un sucinto currículum vitae. La respuesta es (cita textual): «Un periodista despistado y explorador del espacio exterior». Cumplo con el encargo y paso a centrarme en el personaje que nos reúne aquí esta tarde [Renau] y para ello nada mejor que recordar que su vida se podría decir que hay un período español que va desde su nacimiento (1907) hasta 1939, fecha en que Renau se ve obligado a un exilio, y tras pasar un tiempo en el campo de concentración de Argeles Sur Mer, se embarcará rumbo a México tras pasar por Nueva York. En la capital mexicana contactará y colaborará con Siqueiros hasta 1958, año en el que se traslada a Berlín. Allí hará murales y fotomontajes, como los que tituló The American Way of Life (1977). Un año antes vuelve a España. En Berlín residirá hasta su fallecimiento en 1982.

Andrés Arenas (derecha) presentando a Fernando Bellón (izquierda). Curiosa paradoja.
Andrés Arenas y Antonia Bueno en el cementerio inglés, sentados sobre las ruinas del Imperio Británico.

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