Películas de acción en tiempos turbulentos
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Compara el articulista dos películas de espías a las que separan casi 35 años. La primera antes de la caída del Muro. La segunda en medio de la guerra de Ucrania.
Segismundo Bombardier
No hay muchos políticos e intelectuales con las ideas claras, y la mitad de las que tienen son peligrosas. Por fortuna la otra mitad sensata basta para que el mundo no se vaya a la porra.
Es una sentencia que sirve para encabezar la reseña que hacemos a continuación sobre una película y una serie de espionaje y acción, con casi treinta y cinco años de distancia entre una y otra.
Se trata de la producción norteamericana The Package, estrenada en 1989 en España con el título Entrega mortal, y la serie polaca La Frontera del Este, Przesmyk o The Eastern Gate, de 1924.
Utilizo como referencia de partida un párrafo tomado de una glosa de La Frontera del Este publicada en El País.
Corren tiempos difíciles. En los EE UU, un patán grosero se sienta en el Despacho Oval. En Moscú, quien preside la Federación de Rusia es un siniestro personaje que trabajó previamente 16 años como oficial de inteligencia exterior del KGB, la agencia de inteligencia de la Unión Soviética, y por extraño que parezca ambos actúan como pareja de hecho.
Estas palabras valen para certificar con qué ligereza se tratan temas en los que nos jugamos el futuro. Son palabras rotundas, claras y peligrosas, una estupidez de hincha futbolístico.
Entrega mortal está protagonizada por Gene Hackman y Tommy Lee Jones. Y narra un complot entre altos funcionarios canallas de los EE UU y de la URSS para acribillar al secretario general del Partido Comunista ruso de visita en Chicago, en un momento de conciliación similar al que vivieron Gorbachov y Bush padre. Si Andrew Davies, su director, hubiera sabido que el Muro de Berlín caería tres meses después del estreno de su película, no la habría hecho.
La Unión Soviética se deshizo sin la intervención de fuerzas secretas, cayó por su propio peso. Siguieron unas décadas de predominio absoluto e imperial yanqui, la traición de Washington a sus promesas de no meter en la OTAN a los antiguos estados satélites soviéticos, y la invasión de Rusia a Ucrania, para dejar claro que se había acabado su paciencia. El último personaje en esta realidad que acaba mal, al contrario que Entrega Mortal, es “el patán Trump”. Idea peligrosa que se está extendiendo entre quienes tienen las ideas claras, porque ni Trump es un patán ni Putin un siniestro personaje, valoraciones psicológicas que no sirven para nada. Esto queda confirmado en cuanto comparamos a ambos dirigentes con ciertos políticos europeos, incluidos españoles; los de aquí son mucho más hideputas, pero con menos capacidad de destrucción.
Entrega mortal
La trama de Entrega mortal es una plantilla de las novelas de espionaje y acción hollywoodienses. Vista treinta y tantos años después sirve para ilustrar la evolución del género y de la geopolítica realmente existente hoy.
Se nos presenta a dos dirigentes decididos a entenderse, y a unos generales y jefes del espionaje de ambas potencias decididos a impedirlo. Una de las flaquezas de estas películas es que no llega a explicitarse por qué los fanáticos de cada lado se alían. ¿Para provocar una guerra destructiva y final? Se supone que es para esto. Pero entonces son unos patanes siniestros, porque si actúan así es porque suponen que uno de ellos va a salir indemne de la catástrofe nuclear.
La Frontera del este
En La Frontera del Este vemos un planteamiento similar, oscuros intereses sin especificar, y por tanto mucho más confuso. Hasta la desaparición del imperio soviético dominó el esquema buenos-malos en los dos bandos. Pero hoy ha dejado de ser convincente. Lo que el público acepta es el lío. El lío en las películas es entretenido, pero en la vida real hay que calificar menos y razonar más.
Dos espías implacables polacos (una chica de cuerpo escultural, que el director de la serie se empeña en mostrarnos sin apenas ropa, y su pareja, un tipo duro como el pedernal) se enfrentan al enemigo ruso, al enemigo bielorruso, al amigo polaco que desconfía de ellos (y hace bien), y a todo el que se les ponga a tiro con cara de mala uva. Como la serie se ve por capítulos, y entre uno y otro pasa una semana, el espectador corriente pierde la cuenta de las acciones y la identidad e identificación de los personajes implicados. Yo creo que los guionistas son conscientes de ello, y se aprovechan para meter gazapos que encadenen los sinsentidos de la trama. Estoy convencido de que justificar de modo convincente esas tramas es como distinguir el sexo de los ángeles.
Los estereotipos del género se visten con disfraces nuevos. En La Frontera del Este todos son hideputas y patriotas de su país. Pero los rusos y los bielorrusos son mucho más hideputas y taimados. Los políticos polacos que intervienen en la enredada trama son personas irrelevantes, adultos enrabietados y preocupados sólo por su despacho, y a quienes los espías que se juegan el tipo en sus trapisondas les importan un rábano.
Naturalmente hay traidores indetectados hasta el final de la serie. Hay brutalidad, sangre y casi nada de sexo, si se excluyen algunos morreos inevitables y el escultural cuerpo de Lena Gora en paños menores sin que la acción lo demande.
Leo en una de las críticas que he revisado que si bien el trabajo de dirección es meticuloso y la puesta en escena refuerza la sensación de claustrofobia y vigilancia constante, el ritmo narrativo puede resultar desigual. Algunos tramos parecen extenderse más de lo necesario, lo que puede hacer que ciertos episodios pierdan intensidad.
Esto quiere decir que sobran dos o tres capítulos sin los cuales se podría seguir mejor la trama. Se incluyen en la historia subtramas quizá para emborronar las flaquezas del guión: tráfico de refugiados en la frontera bielorrusa de Polonia, y la persecución gratuita de familiares de los protagonistas que acaban mal, los pobres. Pero el ritmo narrativo de las series se impone al guión aconsejable.
Ucrania en la sombra
La serie se estrenó creo que en diciembre, es decir, que se estuvo rodando a lo largo de 2024 y quizá antes. Ucrania aparece citada sin mucho relieve, porque la guerra con Rusia llevaba en curso al menos dos años. Y resulta chocante que el peligro que intentan desactivar los espías polacos es evitar que las intervenciones encubiertas de los hideputas rusos puedan provocar una guerra.
Lo que se ve en esto es que la ficción se queda corta, y que los enredos de los guiones son meras proyecciones de mentes melodramáticas. Rusia invadió Ucrania sin avisar, e incluso avisando de lo contrario; no necesitaba ningún incidente, ni espías esculturales, ni tipos atléticos que reparten estopa y empuñan las pistolas con pasmosa habilidad. Claro que esto no es un desdoro para la ficción, simplemente un estilo o necesidad estética. Uno imagina que la guerra de Troya fue menos literaria de cómo la pintó Homero.
Uno de los episodios más relevantes para el orden internacional en el marco de la guerra y posible tema para una nueva serie es la voladura del gaseoducto del Nord Stream. El sabotaje ocurrió el 26 de septiembre de 2022, meses después de la fallida invasión rusa en Ucrania. El escándalo fue de película de espías, porque hasta la von der Leyen vino a señalar a los rusos como autores de la destrucción de un medio para ganar dinero transportando gas a Alemania a través de las profundidades del Báltico. Posteriores investigaciones atribuyeron la acción a un comando ucraniano, y luego al permiso de Noruega a los dinamiteros submarinos. La autoría sigue en paradero desconocido, sólo está ratificado que los rusos no tuvieron nada que ver en ella.
Quizá cuando la guerra ruso ucraniana termine o se suspenda empiece a guionizarse. De momento los hechos se nos ocultan, las heroicidades son dudosas. No tenemos ni idea de cómo es la vida en los frentes. Tampoco tenemos noticia de cómo es la vida de los ucranianos anónimos ni de los rusos fronterizos en sus casas, en las ciudades y en las aldeas arrasadas que vemos en las imágenes de los yutúbers de uno y otro bando. Nos la podemos imaginar, pero es descorazonador que ni un solo periodista haya escrito crónicas verídicas sobre estos terribles asuntos.
Así son las cosas, y nadie nos da razones de ellas. Nos tenemos que limitar a la ficción para hacernos una idea falsa y parcial de lo que pasa.