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Cultura y comunicación

Revolución siria, a pesar de todos

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Un testimonio sereno y escalofriante  de Némer Salamún, Dramaturgo y escritor sirio

Las fotografías están extraídas de las siguientes páginas de facebook

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«El pueblo sirio no se va a levantar nunca porque es cobarde, llevamos cuarenta años humillados por la dictadura. Si se levantan, el régimen matará a mucha gente, ellos lo saben bien, por eso no se levantarán».  Esa fue mi respuesta al comentario optimista de mi mujer, española, cuando veía cómo los pueblos, tunecino, egipcio, yemení y libio se liberaban uno tras otro de sus respectivos dictadores.
Pero el pueblo sirio me decepcionó gratamente, reivindicó su libertad pacíficamente. Hoy, un año y cuatro meses desde el inicio de las protestas, las estadísticas de las víctimas por la represión del régimen de «asad» (lo escribo en minúsculas a propósito) hablan de 20.849 muertos, entre ellos 1610 niños, 1565 mujeres, 1639 soldados, 764 murieron bajo tortura, aparte de cientos de miles que abandonaron sus casas, otros tantos detenidos, desaparecidos, etc. Eso sin hablar de la mayor destrucción de ciudades como Homs, Idlib, Deraa, las afueras de Damasco, Deir Az-zor… y ahora Damasco.


 Niños torturados por jugar con las palabras
No pensaban el dictador sirio y sus súbditos que los garabatos de unos niños en Deraa, en el sur de Siria, pidiendo la libertad iban a tener esta dimensión. Sí, la raíz de la revolución en Siria fue un juego de unos niños a los que los políticos «adultos» no supieron contener, les castigaron salvajemente, y cuando se dice salvajemente es salvajemente, o sea de una forma que nadie puede imaginar, a partir de arrancarles las uñas hasta mutilarles su miembro masculino, la muerte incluida obviamente.


Después, el levantamiento se fue trasladando poco a poco a otras ciudades. La segunda y más damnificada fue Homs, luego Banyas, Idlib, Hama, que ya sufrió en 1982 la mayor masacre entonces, hasta que llegó, hoy en día a Alepo y Damasco, las dos capitales, económica y política, con un salto de muerte y destrucción exagerada, como respuesta a una pequeña petición, la libertad, como la libertad de expresión que estoy ejerciendo ahora por ejemplo.     La respuesta del poder fue «poderosa» ya que fuerza y mente son incompatibles. La primera medida que tomó el gobierno para que la gente no saliera en manifestaciones fue reprimirlas con las armas.
Aquí no voy a entrar en detalles y análisis políticos, primero porque no soy político, segundo porque ya los análisis políticos de los expertos y no expertos inundan los cinco océanos y en tercer lugar porque me interesa más enfocar el lado humano como testigo directo en el terreno y como artista cuya misión, en mi opinión, es, aunque su profesión es ficticia, transmitir la verdad ante todo, lejos del politiqueo.

Testigo de la catástrofe
Y como testigo que vivió los hechos os estoy hablando. En Damasco vivía en un barrio en las afueras de la ciudad, se llama Zamalka… Me acuerdo como si fuera ayer cuando cayó el primer mártir en mi barrio, fue el viernes de la Semana Santa del 2011, escuchamos una voces que cantaban algunos eslóganes en contra del régimen, yo estaba en casa, no me atrevía a salir por miedo a que me detuviesen. Lloré entonces de alegría porque por fin unas voces se alzaban en el cielo de Damasco pidiendo libertad. Tras un cuarto de hora este llanto cambió de razón, se oyeron otras voces más perturbadas, salí para informarme y allí me dijeron que los francotiradores habían disparado a los manifestantes y que murió un vecino del barrio al instante. Unos minutos más tarde nos enteramos de que fueron cuatro las víctimas y que algunas ni si quiera habían participado en la manifestación sino que estaban por allí. Este momento fue clave para la gente del barrio que se animó más a salir en manifestación cada viernes después de la oración principal del medio día, algo parecido a las misas dominicales

¿Por qué los viernes? Y ¿por qué las manifestaciones salían de las mezquitas? En Siria está prohibida cualquier reunión masiva, tampoco permiten las manifestaciones si no son para apoyar al gobierno. Perdonad, me he equivocado, ni siquiera tenemos este tipo de manifestaciones porque, según la familia dictadora, son democráticos, legítimos y encima el pueblo está muy contento con ellos, o sea con los DIOSES. Por eso la palabra manifestación casi no existía, sólo se utilizaba cuando se hablaba de las protestas de occidente, nos las enseñaban en la televisión siria para demostrarnos lo bien que vivimos gracias a su política.
Bien, ante la prohibición de reuniones y manifestaciones la gente aprovechaba la reunión espontánea de los creyentes en las mezquitas y de allí salían todos protestando. Por eso el gobierno quiso vender a occidente que las manifestaciones tenían un carácter religioso para asustar a EEUU de que está por allí Al-Qaeda. No todos los que salían en las manifestaciones eran creyentes o practicantes. Algunos esperaban a las puertas de las mezquitas para juntarse después a los orantes formando el cuerpo de la manifestación.

Como artista, creía siempre que mi arte y mi postura tenía que ser a favor del hombre, el hombre más sufrido, entre mis principios se encontraba la idea de defender las grandes cuestiones humanas como la libertad y la dignidad. Siempre fui fiel a mis principios, por esta fidelidad no tuve mucho trabajo en mi país ni muchas amistades en el mundo de la farándula. Volviendo al tema, cuando el barrio de Zamalka empezó a pagar con detenciones y sangre sus protestas me puse nervioso, triste y enfadado porque todo pasaba muy cerca de mí. No sólo eso sino, que las noticias que venían de Homs, mi ciudad natal, me partían el corazón. La gran mayoría de mis parientes vivían allí, digo vivían porque van a ver que pocos viven allí actualmente.

Ante todo eso sentía que tenía que hacer algo, pensé en salir en las manifestaciones pero por miedo a algún disparo o como mínimo una detención me lo impedía. Cada viernes que escuchaba a los manifestantes del barrio gritar «libertad» me sentía mediocre porque yo, el artista, el que tiene que servir como ejemplo al pueblo, estaba escondido como un ratón en casa mientras el pueblo me daba la lección ética que necesitaba. Habíamos intercambiado los papeles.


La cárcel del miedo
Ante esta realidad que me carcomía decidí publicar un manifiesto en el que anunciaba mi retirada del sindicato de artistas en Siria como protesta por la represión sangrienta que ejercía el gobierno con el pueblo sirio. Después de haber escrito el manifiesto, me puse ante el miedo de detenerme después de publicarlo, entonces pensé en salir fuera de Siria y publicarlo. Pero el miedo que detuvieran a algún familiar mío como represalia me impidió hacerlo. De hecho detuvieron a muchos familiares de gente que anunció su postura opositora estando fuera del país. ¡Qué impotencia sentía!
Se me ocurrió una idea, modificar el manifiesto, hacerlo más ligero, lo modifiqué más de cuatro veces, pero nunca lo publiqué porque por muy ligero que fuese iban a venir a por mí o a por cualquiera de mi familia. Así se quedó el manifiesto encarcelado en mis cajones, en mi ordenador y en mi mente que casi se estallaba de rabia. Nunca me vi tan cobarde. De hecho antes de empezar la revolución en Siria me atrevía a decir públicamente muchas más cosas que otros compañeros de la profesión. Nunca me sentí tan humillado pero esta vez por mí mismo, por mis miedos generados por la dictadura claro está. Mientras yo me encerraba en mis recelos, los brotes de la revolución se abrían en la gente.

Un vecino con el que no tenía mucho trato en el principio, Abu Mahmud, me dijo un día «¡Antes tenías algunas observaciones en contra del gobierno y ahora que hemos empezado las manifestaciones nunca te hemos visto participar en una de ellas!» De allí empezamos una gran amistad a base revolucionaria, le explicaba las razones que me impedían participar con ellos. Tengo familia a mi cargo, acabo de tener una niña y quiero disfrutar de ella, yo puedo ayudar a la revolución de otra manera, etc.

Miles de posibles excusas humanas que podemos dar en momentos de apuro.


Él a su vez se reía diciéndome «nosotros también tenemos familias e hijos pero salimos porque sabemos que Dios nunca se va olvidar de los nuestros si caemos muertos.» Me decía, señalando a sus dos hijos pequeños, que se estaba preparando para perderlos en la revolución ya que la represión del poder no diferenciaba entre mayores y menores. Mi vecino me sorprendía con su gran fe, su hermano, Badr, también era como él, valiente, sereno y muy entusiasmado. Este me decía ¨vosotros, los cultos, tenéis otro papel, sois el puente que deberá hacer llegar nuestras voces lo más lejos posible y al mismo tiempo apuntarlo todo para la nueva historia de Siria». No puedo en este espacio decir todo lo que intercambiábamos de opiniones y sueños simplemente señalo algunas cosas para que tengan una pequeña idea de lo que sufre el pueblo sirio desamparado.

Brutalidad militar
El gobierno enviaba a sus soldados para reprimir las manifestaciones con la excusa de que no eran pacíficas, que los manifestantes estaban armados. Yo vivía al lado de una mezquita de la que salían las manifestaciones todos los viernes, nunca vi a ningún armado entre ellos durante mi estancia allí. Sin embargo los que sí estaban armados eran los soldados del gobierno, los cuales convirtieron el puente que separa Zamalka del primer barrio de Damasco, Jobar, en un punto de control que dificultaba el tráfico, porque sí. Bueno, con la excusa de que estaban buscando a los terroristas para proteger al pueblo. Realmente lo que nos aterrorizaba era su aspecto con los fusiles dirigidos a nosotros cada vez que pasábamos por allí. Además los soldados no se lo tomaban en serio, estaban allí sólo para molestar, algunos de ellos no sabían ni siquiera leer y aún así nos pedían nuestros carnés, los miraban extrañados y nos los devolvían. Algunos de los que sabían leer, a veces sólo por saber que la persona era de Homs o de otra ciudad conflictiva, lo arrestaban, aunque viviera en Damasco desde su infancia.

A pesar de todo aguantamos, mi mujer y yo y el resto de la familia, y seguimos en nuestro barrio hasta que un día, en Ramadán del año pasado, precisamente el 9 de agosto, me despierta mi joven sobrina de 18 años, entra en mi habitación, ya que vivíamos en la misma casa, y aterrorizada, me dice llorando: «Tío, no te asustes, pero los soldados están fuera apuntando sus fusiles hacia nuestro portal». Eché un vistazo por la mirilla, no puedo describir mis sensaciones, recordándolo ahora me tiembla el cuerpo y eso que no me hicieron nada, simplemente por verlos me asusté como nunca. Ya había reservado billetes de avión para venir a España dos meses con mi hija y mi mujer, pero faltaban dos días para el viaje. Ante la nueva circunstancia, cuando se fueron los soldados, salimos todos y fuimos a cobijarnos en una casa de un conocido durante esas dos noches. La salida no fue fácil, tuvimos que hacer malabares para hacerlo con tanta gente, como en las películas. Al día siguiente volví con mi sobrino al barrio para saber si habían entrado en nuestra casa o no. Allí nos topamos con el duelo por la muerte de un vecino que habían detenido cuatro días antes y había fallecido dos horas después de su detención, bajo tortura. Curiosamente, a él también le mutilaron el miembro sexual, parece que el gobierno creía que la hombría y la valentía de los rebeldes venían de allí. ¡Pobre gobierno que tiene la mente metida en este miembro!

Detenciones arbitrarias
Después de haber pasado dos meses en España lejos de la presión y la tensión directas volvimos a Siria, a nuestra casa de Zamalka, pero ya el barrio no era como antes. Los soldados estaban constantemente allí, había dos francotiradores instalados en la azotea de un edificio al lado de casa. Ya no me atrevía a salir con mi hija de paseo, con lo mucho que le gustaba salir a la calle. Vimos cómo un vehículo militar blindado se instaló al lado de la mezquita con un autobús para meter a los detenidos en él. Cogían a cualquiera, mayores y más jovencitos que pasaban por casualidad por allí. Algunas madres se enteraban de que habían detenido a sus hijos, iban corriendo, lloraban rogando al oficial dejar a sus hijos inocentes ¡Parece que aquel oficial era bueno! ¡Devolvía los hijos a las madres presentes pero detenía inmediatamente a otros en su lugar para llenar el autobús! Parece que su misión era llenar el vehículo de criminales y terroristas del pueblo da igual que fuesen niños o viejos, incluso gente que nunca había salido en una manifestación, además llegaban a detener a gente que apoyaba al gran terrorista, el régimen.
Después de tanto sufrimiento psicológico decidimos dejar nuestra casa y fuimos a otras. La familia de mi hermano alquiló una en una zona supuestamente más tranquila, mientras nosotros alquilamos un piso en una zona demasiado pasiva, allí nadie dice ni mu, ni siquiera las vacas, una zona donde viven los pijos, artistas, cultos, literatos, oficiales y gente de bien estar, o sea que no les interesaba la revolución. Claro, es gente cómoda.
En este periodo de tiempo notamos la diferencia entre nuestro antiguo barrio y el actual, una diferencia abismal, como si fueran dos países diferentes, uno en Europa y el otro en Ruanda. Como si la revolución fuera cosa de pobres, y lo es. Pero por desgracia al final se aprovecharán de ella los mismos, los callados ricos.
Fui invitado a Alejandría en Egipto para participar en un festival sobre las revoluciones en el mundo árabe. Participé con mi hija, que entonces tenía nueve meses, en un espectáculo llamado «Las historias de una azucena rebelde de Homs» que critica el régimen sirio al estilo de los cuentos tradicionales. No quise que lo cubrieran los medios de comunicación para no ser objeto de detención a la vuelta a Siria. Aún así la noticia se difundió en Internet y por eso estaba siempre tenso por el miedo a que me cogieran en cualquier momento.


Los temibles Shabbihas
A pesar de todo aguantamos en Damasco hasta que empezaron los atentados burdos que fabrica la banda del gobierno ilegítimo para acusar a supuestos grupos armados. Con los atentados decidimos salir de Siria para proteger al menos a nuestra hija. Hace más de tres meses vinimos a España mientras el resto de la familia sigue bajo los fuegos de los ataques y bombardeos del tirano. Ya no hay ninguna zona segura en Siria sobre todo después de que la locura de liquidar a los manifestantes se extendiese hasta Damasco y Alepo. El problema es que este loco no hace la guerra al pueblo sólo con las armas pesadas, sino que liberó desde el principio de los acontecimientos a muchos criminales condenados a muerte o condena perpetua u otras condenas fuertes, les entrenó con unas milicias suyas, matones del régimen y mercenarios y les lanzó como perros rabiosos para matar a la gente sin escrúpulo alguno. Este grupo de salvajes es conocido con el nombre de SHABIHAS.
El otro día llamé a mi familia, noté que estaban muy nerviosos, lloraban. Aún siendo de noche se habían vestido por si acaso tuviesen que abandonar sus casas. Habían oído que los SHABBIHAS estaban entrando en las casas degollando a la gente como hicieron en otras masacres y que iban a atacar su barrio.

No supe qué podía hacer por ellos estando tan lejos, a miles de kilómetros. Sólo les dije «no os preocupéis, no es más que un bulo». Después de colgar el teléfono mi corazón empezó a temblar por la supuesta escena que se podía producir, me vestí preparándome para escaparme por si me atacasen aún estando a cinco mil kilómetros. Esto parece un cuento, pero es la pura realidad, el miedo me persigue hasta aquí, estando en un país muy seguro ¿qué pueden decir ellos, los que están dentro del peligro?
La muerte, aliada del régimen dictatorial, en el principio empezó segando más o menos a diez almas cada viernes. Fue evolucionando poco a poco y empezó a cobrar lo mismo pero cada día, actualmente se mueren al día entre cien y dos cientos, sin hablar de masacres masivas que se han producido en varias ciudades, y sin mencionar las ciudades destruidas como Homs, cuya mayoría de gente viva ha dejado su hogar y se ha refugiado en otras ciudades.
Pasividad internacional
Al final un sector del pueblo sirio, que salía en manifestación pacífica durante un largo tiempo, tuvo que armarse para defenderse ante la ofensiva militar del régimen.


Ante todo eso el mundo está tan pasivo que da asco, nada ha podido conmover los sentimientos de la comunidad internacional que, aparentemente, se mueven, condenan, envían observadores cuya misión es ambigua, parece que van a Siria para “observar” cómo se muere la gente, cobran sus comisiones y vuelven tan ricos a sus casas. Envían al jubilado Kofi Annan, las matanzas aumentan, Annan se siente activo, descubre que lo han jubilado antes de tiempo.
Rusia y China se imponen a cualquier resolución pretendiendo que los que matan son los grupos armados, convirtiéndose en portavoz del dictador criminal, mientras la verdad dice que los rusos suministran a su aliado, el dictador sirio, con barcos de armas. Y encima algunas asociaciones y partidos anti imperialistas dicen que no es una revolución y los que luchan no son del ejército sirio libre sino que son grupos de mercenarios extranjeros, grupos armados, terroristas de Al-Qaeda o libres los que hacen la guerra al gobierno sirio según un complot imperialista contra el régimen sirio.
Es de risa. No descarto que se hayan introducido, más tarde, grupos armados, terroristas y criminales para cometer los atentados y las masacres, etc. contratados por el régimen para hacer estas atrocidades demostrándose limpios ante la comunidad internacional. Y sigo pensado que el que derribó las torres gemelas fue George Bush con manos de los terroristas. Pero, los que creen que es un complot en contra del régimen sirio, ¿de verdad creéis que hay algún régimen dictador inocente en el mundo? ¿No han construido su poder a base de tantos cráneos que aplastaron o cerebros que encarcelaron? ¿No sabéis que, lo que se llama el presidente sirio, nunca ha sido legítimo ya que heredó el poder de su padre, que llegó al mismo por un golpe de Estado? ¿No os bastan, como argumento, los cuarenta años de dictadura en Siria para creer que sí la gente está harta? ¿Ahora defendéis la postura de China y Rusia? ¿Os habéis fijado en qué tipo de regímenes son? China sólo Dios sabe qué régimen es y Rusia es un régimen dictatorial enmascarado por la democracia ¿Os habéis dado cuenta del juego de Putin? ¡Gobierna dos mandatos, después se convierte en primer ministro otro mandato, para volver a ser presidente por tercera vez! ¡Qué cara más dura!


Los intereses internacionales, en evidencia
Estos son los que están alargando la agonía del pueblo sirio, no hacen nada para detener la matanza. SUPONGAMOS, SUPONGAMOS eh, SUPONGAMOS que es un complot imperialista. SUPONGAMOS ¿Dejarían a los civiles morir como si fueran moscas? Aunque sea así, que no lo es, todo el mundo debería volcarse con el pueblo sirio para salvarlo y después, si quieren, protestar contra su complot imaginario.
Esta revolución delató a todo el mundo. Cuando se levantó el pueblo libio la comunidad internacional no tardó mucho en intervenir, porque el botín era mucho mayor. Intervención militar, ayudas de todo tipo, terminando con asesinar al muy dictador Al-Gaddafi para que éste no delatara a los líderes políticos que aguantaban su pesadez a cambio de  chupar su dinero.
Indiferencia ante el exiliado
Antes creía, más o menos, que existía la solidaridad entre los pueblos. Hoy lo he comprobado en mi propia carne, no existe tal cosa, hablando sólo de España, personalmente no he encontrado ninguna solidaridad ni de parte de las personas que se limitan a decir «¡qué pena!» y después se sumergen en sus problemas económicos olvidándose de que su problema no es nada ante el sufrimiento del pueblo sirio, ni de parte de las instituciones, por ejemplo, desde que llegué intenté que alguna institución me ayudara a presentar el espectáculo que mencioné anteriormente y que habla de la revolución siria, en solidaridad con el pueblo sirio.
Ninguna institución aceptó, y sobre todo aquellas que tienen algo que ver con el mundo árabe, o mejor dicho las que se alimentan del cuento árabe, todos o guardaron silencio ante mi propuesta o me lloraron su falta de dinero. Vale, no tienen dinero para hacer una actividad que no cuesta casi nada entonces que cierren su institución. Me gustaría saber cuánto cobra el director o la directora de una de estas instituciones que no tienen dinero para las actividades culturales. No por ser un entrometido sino para saber simplemente ¿dónde va el dinero que no tienen? Bueno, lo que quiero decir es que la solidaridad con el pueblo sirio es cero en España, incluso muchos de los arabistas que se demostraron partidarios con otras cuestiones, como la de Egipto, no han reaccionado para nada con Siria. ¡Vaya decepción para mí al menos!
Dije en el principio que no iba a entrar en análisis políticos pero es inevitable, aunque lo mío es más observación que análisis políticos.
Son tantísimas las cosas que se pueden contar durante los dieciséis meses de revolución, cada ciudadano tiene sus historias que ha visto, vivido o escuchado. No bastarán cientos de libros para contenerlas, se convertirán en leyendas o en testimonios que heredarán los niños. Yo estoy contando muy poco de lo que sé, me he concentrado en algunas historias de mi barrio simplemente para dar un pequeño ejemplo de gente que creyó en su proyecto, la revolución, y ofreció muchos sacrificios.


La muerte del amigo valiente
Por ejemplo, tanto mi amigo Abu Mahmud como su hermano Badr fueron detenidos tres veces, y cada vez que les liberaban salían más fuertes y participaban en las manifestaciones y las otras actividades de la revolución sin miedo ninguno. La última vez que vi a Abu Mahmud habían detenido a su hermano. Más tarde, cuando me trasladé a otro barrio, me enteré que detuvieron a Abu Mahmud y soltaron a su hermano, Badr que, en un cortejo fúnebre, murió con otras ochenta personas, y contó con más de tres cientos heridos, al alcanzar el cortejo un explosivo que lanzaron las milicias del criminal dictador. El atentado se produjo el día 30 de junio, a cincuenta metros de mi casa de allí, al lado de la tienda de Abu Mahmud, donde paseaba mucho con mi hija y conversaba con estos amigos. Al ver las fotos de las víctimas todas las caras me sonaban. Es que nosotros, los árabes, nos fijamos en las caras de los vecinos del pueblo, no pasan desapercibidos como es el caso en Occidente. Aquí, en España, no conozco a mis vecinos que comparten pared con mi vivienda. Por eso uno se siente tan triste, porque todo suena familiar.
«El pueblo sirio no se va a levantar nunca porque es cobarde» eso decía a mi mujer hace un año y medio, pero ahora me inclino ante este maravilloso pueblo y reconozco que no es nada cobarde, el cobarde soy yo.

Enlace con una página de YouTube en la que se puede ver a Némer Salamún en su medio natural de trabajo.

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