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Cultura y comunicación

RTVV. Demasiado tarde

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Un buen amigo, que trabajó en su día en Canal 9, resumía su enfermedad presente con un diagnóstico demoledor: Demasiado tarde.

Los que trabajamos en Canal 9 hemos reaccionado tarde y mal. El remedio se nos escapó hace tiempo de las manos. No supimos, no quisimos, no nos atrevimos a proponerlo con la contundencia que hoy pasma a muchos ciudadanos.

Mil y pico personas nos vamos a quedar sin trabajo en el peor de los escenarios posibles: una crisis económica fabulosa, y una crisis del modelo, contenido y forma de los medios de comunicación como no se ha conocido nunca.

Debe tenerse presente esta conjunción para entender lo que está pasando en Canal 9. Estamos sometidos a las mismas sacudidas que otros medios. Lo que nos diferencia de ellos es que, sin lugar a dudas, la gestión de RTVV en los últimos diez años ha sido catastrófica. Será difícil encontrar un medio de comunicación público o privado en el que los directivos estén perseguidos por la justicia, acusados de delitos económicos y de delitos penales.

La vergüenza de haber tenido unos directivos a quienes acaso se acabe tildando legalmente de ladrones, de abusadores sexuales, de estafadores, de manipuladores, es en primer lugar de los políticos que les han designado, que no son otros que los del Partido Popular valenciano. Pero en segundo lugar es una vergüenza nuestra, de los que hemos trabajado allí, de los que hemos consentido, de los que cobrábamos a fin de mes un estupendo sueldo.

Éramos conscientes del engordamiento artificial e interesado de las plantillas, conocíamos la manipulación informativa, la zafiedad de la programación. Sufríamos todo esto en silencio. Reconocíamos la bajeza moral del medio en el que trabajábamos, pero nos encogíamos de hombros.

Por qué es una cuestión que convendría solventar públicamente, arriesgándonos a desbaratar nuestros lamentos presentes de víctimas inocentes.

A mi entender, la razón objetiva de la catástrofe de RTVV es el concepto falso de radio televisión pública. Llamamos público a lo que en realidad es propiedad particular de los políticos de turno. Las empresas privadas ejercen la imposición de sus intereses sin el menor descaro, y a todo el mundo (menos a los profesionales que se ganan la vida en ellas) le parece normal y hasta bien. El que paga, manda, es el lema de la sociedad de la libre empresa. La información es un producto más. Suena mal, y a algunos periodistas perfumados por la popularidad les irrita, pero un kilo de información vale lo mismo que un par de zapatos, un kilovatio hora, un litro de gasolina o una paella de l’horta. ¿Que no debería ser así? Pues a ver si alguien encuentra un nuevo modelo.

El que servía para hacer negocio se está evaporando a toda prisa. La información cada día es peor porque el profesional trabaja en precario, con medios precarios, con la presión de la novedad y del escándalo por encima del interés público. (Este tema está más fundamentado en mi ensayo Cerco a la Información.)

Parecía que un medio público iba a estar al margen de este baile especulativo de intereses. La experiencia demuestra lo contrario.

¡Oh, la BBC!

Este viejo recurso no resiste un simple análisis. Es indiscutible que la BBC dispensa una información de calidad. Pero eso no significa que forme parte de un paraíso informativo. Salió de él hace decenios. No hace falta vivir en Gran Bretaña y verla todos los días para apreciar la diferencia entre la BBC de hoy y la de hace veinte años, cuando la primera guerra de Irak. Uno enciende el ordenador, se conecta a la página web de la BBC y lo que encuentra es una información tan buena o tan mala (mediocre, si se me permite la valoración) como la de otras radiotelevisiones públicas europeas. No seamos ingenuos. (¿Qué demonios está pasando en Grecia? Nadie nos informa. Nadie nos de detalles.)

Es una falacia parecida a la de quienes oponen la calidad de TV3 o de Euskal Telebista a la zafiedad de Canal 9, Telemadrid o Canal Sur. Si los catalanes y los vascos lo hacen mejor quizá sea porque son catalanes y vascos, y están acostumbrados a hacer las cosas bien. Pero de ahí a considerar que la información en TV3 o en Euskal Telebista es más objetiva que la de otras cadenas públicas hay mucha distancia. La distancia de la fantasía. Y tampoco cabe olvidar que las deudas de esas empresas son también astronómicas.

En el último siglo un amplio abanico profesional ha crecido como la espuma en una bañera llena de gel. Periodistas, fotógrafos, camarógrafos, comunicadores, locutores, presentadores, showmen, técnicos de todas las especialidades de la telecomunicación. Partiendo de la nada se forjó una industria extraordinaria, al servicio de la sociedad industrial y postindustrial. Y como ella, somos una industria en declive. Internet nos está dejando a todos en evidencia. Si obtener información es gratis, ¿quién demonios va a pagar a los comunicadores? ¿El Estado? ¿Es el Estado un ente puro o un instrumento?

La crisis de Canal 9, de RTVV, es una consecuencia de la malversación de presupuestos y de ingenio realizada por sus gestores. Todos. No olvidemos que Canal 9 también la dirigió el PSPV. Que la parte brutal de pérdidas las haya generado el PP sólo significa que los políticos del PP son o más incompetentes o más parecidos a los vándalos, y han dispuesto de mucho mas tiempo para actuar. Dinero puede que no se tirara mucho hace veinte años en Canal 9, pero la manipulación era tan inflexible como la de hoy, aunque quizá ejecutada con más elegancia.

Pero la crisis de RTVV es básicamente la crisis de los medios de comunicación.

Ignoro si otros profesionales españoles están todavía a tiempo de impedir que “lo suyo” acabe también en catástrofe. Sospecho que no seremos capaces de ponernos de acuerdo y de aprender sobre estas traumáticas experiencias, porque el problema básico de toda industria es el beneficio, y donde no hay venta, no hay ingresos que repartir.

Desde luego que hay remedio. El mismo que tiene el sistema hoy tambaleante. Sólo cuando el consumismo, el crecimiento, la expansión económica, la explotación de los recursos, la competencia sin cuartel, la necesidad de beneficios meteóricos, el veneno del escándalo y otros vicios a  los que contribuimos alegremente se empiecen a eliminar, los medios de comunicación públicos y privados serán distintos, servirán a los intereses ciudadanos (aunque sean opuestos, pero nunca excluyentes).

De momento lo que no va a cambiar es el papel aglutinador de los grandes medios. Y ese es el mayor daño que la catástrofe de RTVV va a ocasionar, sin remedio, a los valencianos y a los que viven ahora en la Comunidad Valenciana sin haber nacido ni haberse criado en ella. Todas las sociedades con identidad propia necesitan de un pegamento ideológico, religioso, emocional. Destronada la religión y en retroceso las doctrinas, sólo los medios de comunicación lo proporcionan.

La tentación de lamentarse diciendo que los valencianos no queremos ser nada o somos incapaces de ser nosotros mismos es demasiado torpe. No es así. Pero sin una radiotelevisión pública de calidad, vamos a echar a andar ciegas por el bosque de la crisis. Afortunadamente quedan medios impresos con sello de identidad valenciana. Esperemos que estén a la altura de las circunstancias.

 

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