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Bitácora y apuntes

¿Será 2025 un año revolucionario?

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La tradición incorrupta, pero vigilada.

En los dos últimos siglos y medio de la historia de Occidente se han sucedido cambios súbitos e inesperados que hemos dado en llamar “revoluciones” políticas y sociales. Las revoluciones trastocan de un modo profundo modelos de gobierno, y lo hacen por medio de la violencia, y con abundante derramamiento de sangre.

Fernando Bellón

Hasta 1789 las revoluciones sociales habían introducido pocos cambios, y muy relativos, en los sistemas políticos vigentes. Se limitaban a sustituir un tirano por otro, o un monarca por un tirano más popular, o por otro de diferente estirpe. Trastornaban por un tiempo el sistema de gobierno, pero no tardaban en regresar a una rutina política parecida o igual a la que se había modificado. Las propias invasiones bárbaras o musulmanas tardaron décadas en instituir un nuevo sistema.

Las revoluciones previas a la Francesa se manifestaban en guerras e invasiones, eran provocadas por hambrunas, por distaxias (desequilibrios insoportables), o por el debilitamiento crítico de un sistema de gobierno. Sin embargo no eran explosiones súbitas e inesperadas, pero sí estaban dirigidas por fuerzas organizadas enemigas del poder existente.

No es sino en 1789 cuando el modelo revolucionario cambia, cuando se hace revolucionario de verdad. A partir de éxito sangriento de la Revolución Francesa se suceden a lo largo del siglo XIX numerosas revoluciones en Europa y en las Américas, que la historiografía académica denomina “liberales” o “burguesas”. Se supone que terminan aniquilando el “Antiguo Régimen”. Pero conseguirlo cuesta muchas décadas, con sangre a raudales y destrucción considerable de bienes y hábitos saludables. Son revoluciones menores, pero quienes las incitan han aprendido bien de la escuela Francesa.

De modo que las grandes revoluciones, organizadas con éxito por grupos políticos audaces y sin escrúpulos morales, se reducen a dos, la Francesa y la Soviética.

Es preciso aclarar que una revolución no es lo mismo que un golpe de estado. Un golpe de estado sustituye en poco tiempo y con menor violencia un gobierno o un régimen por otro. Es lo que sucedió con el Nazismo alemán y con el Fascismo italiano.

Pedagogía de la revolución

Casi todos los acontecimientos registrados en la historia del siglo XX europeo (y consecuentemente americano, africano y asiático) derivan de aquellas dos revoluciones tremendas, la Francesa y la Rusa.

Así es como llegamos a nuestro presente siglo XXI. Dejo de lado en este planteamiento la crisis política prácticamente planetaria que estamos viviendo.

Quiero centrarme en España, donde el gobierno de la nación está en manos de un selecto grupo de indeseables que se han propuesto destruirla, con el silencioso consentimiento de buena parte del electorado.

Esto no es una revolución, esto es un suicidio al que nos empujan a todos los españoles. Los cambios revolucionarios que preparan, excluyendo del Parlamento a la mitad del electorado, y urdiendo fórmulas para transformar la presente monarquía en república confederal, terminarán fracturando el estado en pedazos de difícil estabilidad y nulo servicio a la o las poblaciones afectadas. Entraremos en una etapa de saqueo y caos sin precedentes, similares, por buscar un término comparativo, al de la invasión musulmana de la Hispania visigoda.

Resulta curioso que los promotores intelectuales de esta revolución y sus predicadores mediáticos agiten la bandera de las “convicciones”. Quienes se oponen a sus convicciones verdaderas e indiscutibles son expulsados de territorio político. Las únicas convicciones verdaderas son sus artículos de fe progresista, coherentes herederos de las grandes revoluciones de los últimos siglos.

Tener convicciones es una atribución exclusiva de la especie humana. El resto de los animales, como la naturaleza en general, carecen de esta cualidad, no nos consta que tengan conciencia.

Se puede ser cristiano, budista, judío o islamista. Se puede ser anarquista, comunista, republicano o monárquico. Se puede ser varón y sentirse hembra o viceversa, cosas ridículas que se han puesto de moda. (No es lo mismo esto que la homosexualidad)

La mayoría de las convicciones son una mezcla perfecta de emoción y razón. En términos filosóficos las convicciones son ideologías.

Lo idiota, lo necio y patológico es suicidarse sin ser consciente de ello.

La España del siglo XXI, muy por encima de otras naciones vecinas, está rebosante de imbéciles y de gilipuertas, la mayoría de los cuales poseen licenciaturas y hasta doctorados.

Con el paso del tiempo su número se acumula. Menudo añito 2025 se nos presenta.

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