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Agricultura y naturaleza

Alfons Domínguez, de «La Vall de la Casella», en Alzira

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“Las cooperativas pequeñas trabajando en red son mejores que las grandes”

La historia del cultivo agroecológico en la Comunidad Valenciana tiene dos escenarios. Por un lado, el de los pioneros, profesionales con experiencia convencional en el campo, que se convencieron de los aspectos nocivos de la agricultura que practicaban, y se dedicaron en exclusiva o a tiempo parcial a lo ecológico. Por otro, el de los jóvenes (de aquella época, hace entre 20 y 30 años) que estudiaban tecnología agrícola, forestal o ganadera en sus diferentes grados, personas con una conciencia política ecologista, impulsores de los primeros pasos de esos movimientos.

Algunos de estos últimos se hicieron funcionarios del Estado y luego de la Generalitat, y desde su posición hicieron todo lo posible por mejorar la agricultura, en especial la biológica. Otros se metieron de cabeza en la producción agroecológica a tiempo completo (o a tiempo parcial, reservando un tiempo de trabajo a asegurarse el sustento en otro oficio o desarrollo agrícola). Ambos grupos constituyen los cimientos del actual edificio agroecológico valenciano, amplio, variado y con capacidad para albergar a muchos profesionales más.

Todos echan algo en falta, las mejores condiciones para desarrollar su trabajo. Hubo una época en que las instituciones públicas valencianas dedicaron atención a la agroecología; hoy le han dado la espalda. Solo con un poco de apoyo institucional en forma de legislación favorecedora de la ecoagricultura y las imprescindibles subvenciones, este sector se dispararía y sus beneficios regarían una sociedad que, de un modo o de otro, sigue apegada a la tierra.

Uno de esos jóvenes de antaño es Alfons Domínguez, licenciado en Ciencias Ambientales e Ingeniero Técnico Agrícola por la Universidad Politécnica de Valencia, y socio de la cooperativa La Vall de la Casella de Alzira, dedicada a la producción de cítricos biológicos. Alfons también es director de la Estación de Investigación Agraria de Carcaixent, dependiente del Instituto Valenciano de Investigacions Agrarias. Compañero suyo en el centro es Josep Roselló, miembro activo de Llavors d’Ací (Red de Semillas), y del que hemos hablado en Agroicultura-Perinquiets.

Una entrevista de Fernando Bellón. Fotos FB y La Casella

20131110_134138bAlfons Domínguez. La Vall de la Casella nace en el año 96, de una vieja inquietud entre varios amigos, compañeros de estudios agrarios. Ya a principios de esa década, cuando estábamos acabando nuestra formación en la Escuela de Agrícolas, teníamos interés en comprobar si la agricutura ecológica era algo viable. En la Escuela no había nada de agroecología. Cero. Encontrábamos la información en revistas extranjeras.

Los que salimos de allí empezamos a trabajar en escuelas taller, y yo en el primer Consejo Regulador de Agricultura Ecológica, que dependía en aquella fecha del Ministerio de Agricultura. Entonces vimos que necesitábamos ver cosas prácticas, sobre todo en Valencia. Aquí había gente pionera trabajando, pero muy poquitos todavía.

Nos surgió una posibilidad de trabajar en una finca propia. Convencí a varios amigos y nos pusimos en marcha. Convencí a mi padre para que nos dejara experimentar en su tierra. No le costó cedérnosla porque era un hombre con un gran cariño a la tierra, y pronto se convenció de que se podía cultivar sin química, y él mismo participaba. Dos años después de empezar allí, nos pusimos en contacto con Belén, una médico naturista, que nos llevó a ver su finca en su finca de la Casella, con naranjos centenarios. Nos enamoramos a primera vista. Se la alquilamos, hasta que hace dos años terminamos por comprársela.

Empezamos tres socios, y ahora ya somos ocho. Hemos crecido, pero relativamente, porque no nos gusta lo grande, pensamos que no es abarcable. Son mejor las cooperativas pequeñas trabajando en red que las cooperativas muy grandes.

Ahora mismo hemos iniciado una especie de ampliación, con gente al rededor del núcleo principal. Algunos son socios, y otros, asociados del entorno geográfico. Seremos en total una veintena. Personas allegadas y hechas a nuestra forma de trabajar, más implicadas, podemos ser una docena. En este momento podemos estar hablando de una producción de cítricos de unos 150.000 kilos, naranjas, mandarina y pomelo, y varios centenares de granadas. Unos dos tercios serán propios, y la tercera parte de asociados.

Lo que hemos hecho ha sido diversificar la producción y el mercado. Los clientes, sobre todo grupos de consumo, nos piden más variedad que cantidad. Esto nos viene muy bien, porque coincide con nuestro principio de acción. Diversificamos las naranjas, con frutos de diferentes tipos desde el principio de campaña hasta el final, igual que con las mandarinas y limones.

mandarines3¿Cómo organizáis el trabajo en la cooperativa?

Somos pocos, y algunos de los socios trabajan en las parcelas. Yo me encargo de la dirección técnica y del contacto con los clientes, y otra compañera lleva la contabilidad. Tenemos también en distintos periodos tres o cuatro personas trabajando con nosotros como fijos discontinuos.

¿Qué tipo de clientes tenéis?

Al principio trabajábamos con intermediarios. Lo que nos interesaba entonces era ver si la agricultura ecológica era viable. Todo el mundo nos decía que íbamos a perder los árboles, y queríamos comprobar si era así. Conforme iba pasando el tiempo, veíamos que el árbol funcionaba, que no necesitaba tanta química. Lo que nos preocupaba eran las técnicas, una novedad para todo el mundo. No nos era difícil vender a terceros que exportaban a Francia o a Alemania. Había más facilidad de venta, menos oferta, porque había muy pocos productores en España. El cien por cien se iba a la exportación.

Nosotros veníamos del mundo ecologista y pacifista. Habíamos participado en movimientos como Acció Ecologista Agró. En aquel momento la agroecología empezaba a sonar y se identificaba vulgarmente con el movimiento hippy, tipo melenudos que quieren vivir en el campo con florecitas en la barba. Y nuestra idea no era esa. Así que aprovechamos que estábamos metidos en esos colectivos para decir, “tenemos que vender en España, poco en Valencia, quizá, pero en Madrid, en Navarra o en el País Vasco puede que les interese”. Poco a poco nos implicamos con los grupos de consumo de Navarra, que entonces eran simplemente personas activas como nosotros. Se organizaban para comprar directamente al agricultor, sobre todo si era cercano. Las naranjas nos las compraban a nosotros, aunque estábamos lejos, pero no tenían más remedio si querían consumirlas. En nuestro caso eran personas de Lakabe, un pueblo de Navarra recuperado por un grupo de personas con inquietudes. Eran gente vinculada a movimientos pacifistas y ecologistas que se fueron allí a vivir. Entramos en contacto con ellos a través de uno de los socios, César Almiñana, hermano de Santi Almiñana, un objetor famoso por sus campañas que le llevaron a la cárcel en Picassent. Estaban relacionados con nosotros por nuestro expediente pacifista, y presentaron en Lakabe nuestras naranjas. Venían con una furgona, y se llevaban novecientos o mil kilos de naranja. En aquel entonces producíamos unos sesenta mil kilos que vendíamos casi por completo a terceros, salvo esta excepción de Lakabe, que se llevaban tres o cuatro mil.

Poco a poco, el boca a boca iba extendiendo nuestra experiencia. Se crearon grupos de consumo y se convirtieron en clientes nuestros. Así que a estas alturas le hemos dado la vuelta a la tortilla de la distribución. Un ejemplo es el movimiento del 15 M de Getafe, que se puso en contacto con nosotros y ahora reciben nuestras naranjas. Son relaciones económicas y sociales, una combinación de amistad y mercado. Esta vinculación con movimientos sociales está extendida en toda la Horta Sud de Valencia, en Picassent, en Alaquàs, en Alcàsser, en Alberic. Todos hacen algo parecido. Vendemos a tiendas e intermediarios, pero hay muchos grupos de consumo que coinciden en sus aspiraciones sociales ideológicas con gente como nosotros que, además, producimos.

 

Los socios

Los socios

Nosotros colocamos en venta directa, tiendas y grupos de consumo, entre un sesenta y un setenta por cien. Hay otros productores que también actúan como vendedores en mercadillos o con cestas, que nos compran entre un veinte o veinticinco por cien. Y de un diez a un quince por cien lo vendemos a terceros, aunque son distribuidores que elegimos muy bien. No son empresas reconvertidas en ecológicas como antes, sino empresas que tienen un seguimiento de la producción, y hacen casi envíos directos a sus clientes.

Algunos grupos de consumo vienen a recoger la naranja, pero lo más habitual es que les enviemos al domicilio del grupo, directamente desde el campo. La mayoría de esos grupos intenta hacer alguna visita para conocernos. Son los más fieles. Es una faceta que nos gusta mucho, porque eso permite al consumidor ver cómo trabajamos el producto. En este caso no necesitaríamos ni certificado del CAEV (Comité de Agricultura Ecológica de la Comunitat Valenciana). Yo he sido inspector del CAEV, y creo que hay que hacer un seguimiento mínimo que se atenga a una normalidad, porque no todo el mundo que hace ecológico lo hace bien. Pero el control máximo y más importante es el del consumidor, el participativo (algo parecido a los sistemas de garantía participativa), en el que los compradores vienen, te conocen y saben lo que estás haciendo con la naranja en cada momento. Se nos ha ocurrido incluso colocar una webcam para que nos puedan ver por internet.

No todos los grupos pueden venir aquí. Hay gente de Huesca y de Navarra que se acercan a Valencia, pero otros no pueden, y les enviamos el producto. El panorama del transporte ha cambiado mucho. Antes era muy complicado y caro, y ahora se ha diversificado mucho, y hay opciones rentables. Recogen paquetes pequeños, o medios palets, que es lo que suelen pedir los grupos. La rentabilidad es alta. Y puede llegar a un precio final por debajo del convencional. Es porque va directo, desde el campo al consumidor, sin otro gastos adicional que el del transporte.

slidshow_12¿Cual es la rentabilidad real de la cooperativa?

La mayoría de los ocho socios trabajamos también en otras actividades complementarias, aunque nuestra idea es poder vivir de la cooperativa por completo. La idea es llegar a tener también socios trabajadores y ampliar a los asociados, pero no es fácil en estos momentos. Sí es cierto que damos trabajo casi continuo a los trabajadores, que nos ayudan, y eso es uno de los puntos importantes de neustro ideario social y connivel de vida digno.  

Lo que sí puedo decir es que el rendimiento de los agricultores asociados a La Vall de la Casella es superior al que obtendían si se dedicaran a la agricultura convencional. En el caso de los cítricos, en convencional se saca ahora 10-15 céntimos por kilo. Y en ecológico, nosotros ponemos un máximo al campo de 35 céntimos a la naranja y de 45 a la mandarina; en limones y en pomelos puede ser mayor, aunque a veces la cualidad puede reducir el precio. Que se pueda vivir o no del cultivo ecológico depende de cómo te organices para que los costes no se te disparen. Hay agricultores que son buenos y lo hacen bien, y otros que no lo hacen tan bien, y tienen dificultades. Hace falta una superficie mínima. Cuatro hanegadas no van a permitirte vivir. Si son hortalizas muy intensivas, a lo mejor… Pero necesitas más terreno.

¿Andalucía va por delante de la Comunidad Valenciana en agricultura ecológica?

Lo que yo conozco mejor es la explotación de los cítricos. Está claro que cada vez hay más iniciativas. En Andalucía el tema está mucho mejor. Allí ha habido un apoyo explícito a la agricultura ecológica, desde hace varias legislaturas. Hubo un acuerdo del PSOE con los Verdes, y ellos impusieron una Dirección General de Agricultura Ecológica. Eso dio lugar a que se realizara un trabajo previo con todos los sectores implicados. Y se ha concretado en la realización de una línea muy clara de apoyo. Se han potenciado los comedores escolares, los cáterin a los hospitales, el cooperativismo… Eso ha dado lugar a un desarrollo importante. Sino recuerdo mal, el sesenta por cien de la producción de la agricultura ecológica española está allí. En la agricultura convencional de cítricos estamos parecidos; aquí tenemos un sesenta por ciento de la producción total nacional, y un treinta en Andalucía. Y en cítrico agroecológico estamos al revés: el sesenta por ciento en Andalucía, y aquí, no llegamos al veinte del cítrico ecológico nacional. Allí se está moviendo mucho la agroecología. Tienen mucho más apoyo y mucha más oferta, y llegan al mercado antes que nosotros. El cinco por ciento de la producción agrícola andaluza es ya ecológica, mientras que en la Comunidad Valenciana no llegamos al 1,1 por ciento. En Italia, entre el 10 y el 20 por ciento de los cítricos son eco, pero se debe a que los dirigen a los consumidores europeos, conscientes del valor de lo bio.

Lo que observamos es que los precios y la rentabilidad se están moviendo hacia la baja. Hay mercados donde creíamos que no tendríamos problemas, y hemos empezado a tenerlos. Quizá por nuestra idiosincracia, porque estamos trabajando con grupos y eso se valora de otra manera, no nos está afectando tanto, pero se nota ya en el ambiente. La gente que exporta más, que son los que nos compraban antes, lo notan muchísimo. Los precios en frontera hoy son casi los mismos o menores que hace veinte años. Eso es debido al tirón de la oferta que tenemos por Andalucía, con esos grupos tan grandes que se están creando. Allí las empresas son mayores, tanto a nivel productivo como comercial, y aquí el tamaño es más familiar. Allí los costes de empresa son a nivel de escala, y aquí no tienes esa posibilidad, y lo que haces es ofertar la calidad, una manufactura familiar. Además, nosotros trabajamos mucho el tema social, el consumidor puede ver cómo estás produciendo y en qué te estás gastando el dinero. Hablo del mundo del cítrico, pero en otros cultivos suele pasar también, sobre todo a nivel productivo, la elaboración es otra cosa.

 

Una visita de agricultores a la finca

Una visita de agricultores a la finca

¿Hay nuevos proyectos en marcha?

Proyectos similares a los nuestros los tiene, por ejemplo, en Picassent, Angel Cerveró, de Terrabona. Nos conocemos desde hace mucho tiempo. Hemos compartido trabajo en la cooperativa Ecomediterrània, de Francesc García, otro histórico; o la gente de Aiguaclara, de Alberic, Pep y Pep, otros históricos. El problema de algunas cooperativas es la dispersión geográfica. Si todos los que hemos creado pequeñas estructuras nos juntamos, según estamos viendo ahora, la confluencia podría favorecernos, por ejemplo en información y en trabajo. Queremos crear una base, todavía no sabemos qué tipo de estructura, pero algo que trabaje en unos principios que todos compartimos: tiendas más concienciadas, grupos de consumo con mayor conciencia social no solo ambiental, y en otros, venta de proximidad o lo más cercana posible, pensando en nacional y no en exportación (cítricos).

Los pequeños proyectos, cooperativos o no, han tirado para adelante por pura fuerza de voluntad. Si el factor determinante hubiera sido el económico, posiblemente habrían cerrado casi todos. Cuando el esfuerzo empezaba a dar frutos, se nos ha echado encima la crisis, y nos ha pillado a contrapelo; y encima los andaluces tiran a la baja, porque necesitan sacar al mercado su enorme volumen.

¿Cómo se las ingenia el pequeño agricultor ecológico para sobrevivir?

Es una de las cuestiones más complejas para los que llevamos mucho tiempo en la agroecología. Nosotros empezamos así con un esfuerzo heroico de voluntad, pero hemos ido derivando a estructuras un poquito más empresariales. Este es el futuro que yo veo para aquellos que deseen vivir de la agricultura ecológica. La militancia llega hasta un punto en que el compromiso social debe ir supeditado a las necesidades económicas. Si el proyecto no es viable desde el punto de vista económico, no funciona; no puedes dedicar tu vida a la agroecología, hacer horas y horas sin sacarles rentabilidad. Puedes tener clara la militancia y la ideología. Pero la cuestión económica te vence.

Hablo de experiencias que yo conozco, como Ecomediterrània. Cuando hables con Paco y te dé su versión, verás cómo el esfuerzo es tremendo. Uno de los problemas es que a veces algunos clientes no te pagan. Otros, a pesar de la militancia y de la comprensión, no llegan al compromiso de saber que de este precio no puedes bajar, porque tienes unos costes mínimos que cubrir y un beneficio para seguir funcionando. Si en Andalucía les llega a 60-70 céntimos por kilo en frontera o al consumidor, dependiendo del tipo y cantidad del producto vendido; aquí, viendo lo que nos está costando en campo, los jornales dignos que has de pagar, el producto no es tan barato, llegamos alrededor del euro. Y tampoco queremos ir a la baja. Ese tipo de cosas acaban siendo definitivas para la sobrevivencia de una iniciativa agroecológica.

¿Faltan gestores profesionales en la agricultura ecológica?

La experiencia fracasada de Terrasana no la viví en primera persona. La gente de la Unió puso mucho en el asador. Y la final acabaron escindiéndose fundamentalmente por una cuestión económica. No era por falta de gestores profesionales. Los había, y siguen trabajando en otros sitios, lo que demuestra que su trabajo funciona; tienen clientes que quizá hicieron entonces, saben hacer viable su esfuerzo. Otra experiencia es Punt de Sabor, una tienda de productos agroecológicos promovida por la Unió.

Dos cosas son determinantes. Una, la localización física, geográfica, que es muy importante, porque irse a hacer reuniones a donde Cristo perdió el gorro, te acaba minando. Necesitas estar cerca para mantener el conjunto. La segunda cosa es el tema económico, la rentabilidad de tu trabajo. Necesitas una estructura mínima y sólida porque aquí no te apoya nadie, no pasa como en Andalucía, no tenemos líneas prioritarias agroecológicas,

En algunos casos, los agricultores que tenían que renovar el quinquenio (es decir, ayudas para cinco año) han tenido problemas: a los que han pillado en mitad de la ayuda, sí han seguido recibiéndola, los que hemos acabado el quinquenio, nos han dejado en off por este año; se supone que el año que viene volverán…

Dentro de la Conselleria estamos cuatro personas trabajando, no por amor al arte, porque cobras un sueldo, pero no tienes recursos. No nos quejamos porque la cosa está tan mal que no vale para nada quejarte. Si tuviéramos apoyo tecnológico, lo que se dedica a I+D en convencional, iríamos como un cañón. Como tampoco hay dinero para pagar el trabajo de un buen gestor, el problema se agrava. Un ejemplo de buen funcionamiento es el de Fruites Tot l’Any, de Alzira. Son dos hermanos, uno vive en Alemania. En dos o tres años se han puesto las pilas. Bernat, el de aquí, es un buen gestor. No es que no tengas un profesional, es que no le puedes pagar. No obstante, hay cooperativas grandes que funcionan muy bien, como Cofrudeca, de Albaida, que la mayor parte de su producción la hace en eco.

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