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Agricultura y naturaleza

«L’EkoRoca» de Meliana, una Universidad ecológica

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Intuición, afecto y trueque

L’EkoRoca es un espacio para vivirlo, asegura la página web que refleja la actividad agroecológica y pedagógico-sanadora de una masía situada en el barrio Roca, de la localidad de Meliana, en medio de las huertas feraces que resisten el asedio urbano al norte de la ciudad de Valencia. Mar Vicent Forner y Ximo Roig Carsí, el matrimonio propietario del terreno, y Miguel Ángel y Marisa, la pareja que organiza las actividades no agrícolas, son el núcleo de una iniciativa que de momento es una asociación sin ánimo de lucro en trámite.

En L’EkoRoca se cultivan frutas y verduras ecológicas, se preparan productos elaborados, se recogen los huevos de gallinas que pululan libres por un corral, se cuece pan; y por otro lado, se sigue una línea de actividades pedagógicas y sanadoras, talleres de cocina, de aikido, de chikún, y otra complementaria de comidas, cenas y hasta espectáculos, excursiones y otros eventos.

Todo ello se ha ido organizando espontáneamente y con la base del trueque. Algo que nació como una salida a la crisis económica, se ha convertido en una pequeña universidad agroecológica sustentada por el trabajo voluntario de los socios.

Mar es el alma máter de L’EkoRoca. Organización y gestiona el alquiler de las casi treinta parcelas cultivadas por los socios, la tienda y la contabilidad. Ximo, su marido, se encarga del trabajo agrícola. Miguel Ángel, profesor de chikún, coordina los talleres y los eventos. Y su mujer Marisa se encarga de la web y de la comunicación.

No es una división del trabajo establecida artificialmente, sino un reparto por inclinaciones instintivas y profesionales. Aunque todos intervienen en los trabajos de los demás cuando es necesario.

Fotos e información recogida y elaborada por Fernando Bellón.

 

Ximo, colocando plantones en una nueva parcela. (En la foto de portada, Ximo y Mar)

Ximo, colocando plantones en una nueva parcela. (En la foto de portada, Ximo y Mar)

¿Vivís los cuatro de L’EkoRoca?

Ximo. Yo soy comercial y trabajo en Valencia con jornada intensiva-reducida, por cuenta ajena. Dedico las tardes a lo que me gusta, que es L’EkoRoca.

Mar. Yo trabajo aquí.

Miguel Ángel. Yo soy terapeuta profesional, y el resto del tiempo lo dedico a L’EkoRoca.

Mar. Empezamos esto porque yo trabajaba en una gasolinera de Alboraia. Estuve allí dieciséis años. Cuando me quedé sin trabajo pensé en hacer algo, para no estar inactiva. Conocí a un agricultor ecológico de Cases de Bárcena, Silvestre Carceller, y me ofrecí de voluntaria a ayudarle. Estuve con él un año. Descubrí el fascinante mundo de la agroecología. Entonces hablé con Ximo y dijimos, «Jolín, tenemos casa, huerto y un espacio aprovechable, ¿por qué no lo aprovechamos para hacer algo que nos guste?»

Ximo. Fue hace tres años. El salto nos lo proporcionó la bendita crisis. Mar estaba empleada en la gasolinera, yo tenía mi trabajo de comercial, la planta baja estaba alquilada, y el huerto lo cultivaba un primo mío que es agricultor convencional y en los últimos años de agricultura integrada. Ocurrió que la planta baja se quedó sin alquilar, y sin perspectivas de rendimiento. Mar, después de nacer Ximet, el pequeño (6 años), se convirtió en un problema para su empresa, la multinacional Cepsa, que tiene la costumbre de despedir a toda la gente mayor de 35 años porque molestan. A mí, por motivos del trabajo, empezaron a reducírseme las cosas… Y esas inquietudes que tienes de joven (yo he sido agricultor con mi padre hasta los veintitantos) de la tierra cuajan. Yo llevaba años leyendo revistas sobre los huertos urbanos en Madrid y Barcelona. Cuando Mar se quedó en el paro, empezó a trabajar con Silvestre, a quien conocíamos de tiempo atrás y a quien comprábamos productos. A Miguel Ángel, que conocíamos de antes, lo volvimos a encontrar comprando en Silvestre… y empezamos a decir, «Tenemos instalaciones y campo, ¿por qué no aprovecharlo? Venga, vamos a ver qué pasa». Y ese a ver qué pasa nos ha traído hasta aquí.

¿Cómo ha sido el proceso de Ekoroca hasta el presente?

Ximo. Empezamos con los huertos, y nos topamos con un problema con el CAECV (Comité de Agricultura Ecológica de la Comunitat Valenciana). El campo llevaba dos o tres años con agricultura integrada.

La agricultura integrada está a mitad de camino entre la convencional y la ecológica. Monitorizada por un profesional de la agronomía, cuenta con una especie de receta expedida por el profesional, sin la cual no se puede comprar el producto fitosanitario. Solo utiliza plaguicidas al principio, con un control de trazabilidad, y en la última etapa utiliza productos ecológicos y de residuo cero, para que lo que queda en la planta de plaguicida sea mínimo. Desde enero de 2014 está prohibido en Europa sulfatar sin la rúbrica de un ingeniero o técnico agrónomo, aunque se está dando manga ancha, porque las grandes multinacionales de la distribución al estilo de Carrefour o Mercadona tienen tierras de producción agrícola en Marruecos, o compran en ellas, y pueden traer toda esa fruta y verdura sin control de plaguicidas.

Bien, pues tras llevar todos los papeles y documentación, y explicar al CAECV que esta tierra iba a estar compartida entre agricultura ecológica realizada por nosotros y parcelas para autocultivo ecológico que, en principio no necesitaban certificación porque no iban a comercializar el producto, empezaron a poner pegas. Por ejemplo, no se podía saber el número de lechugas o coles, que iba a plantar yo (en régimen ecológico certificado) en relación con las que plantaran los de los huertos (sin certificar). Les expliqué que las de las parcelas son para consumo propio. Pero en el CAECV insistían en que necesitaba conocer la diferencia. Yo me comprometía enviarles un e-mail semanal con las plantaciones y recolecciones de los huertos. Entonces me soltaron que cada parcela tenía que pagar su cuota de cultivo, que son 180 euros al año; esto suponía casi 5.000 euros, y vimos que la certificación era inviable. Así que este campo no está certificado. Tenemos otro, que dedicaremos por completo a la producción ecológica, y que vamos a certificar. Aquí hay 4 hanegadas, fuera, un campo de 3, y en enero cogeremos otro de seis.

 

Dos parcelas preparadas para el cultivo.

Dos parcelas preparadas para el cultivo.

La idea es que este campo se quede para autocultivo en parcelas.

Cada parcela tiene 50 metros cuadrados y se entrega abonada con estiércol de oveja, y preparada. Se hacen cuatro tablas de uno veinte por los casi nueve metros de cada tabla, con manguera de goteo. Cuando las personas vienen y plantan, abrimos el grifo y se riega su parcelita. Conforme a la época del año abrimos dos o tres veces a la semana el riego por goteo en todas las parcelas, a parte del riego puntual de una parcela al producirse la plantación. Es agua de pozo, que antes se utilizaba para beber, pero ahora está llena de nitritos, que no perjudica al cultivo, pero no es potable para el consumo humano.

Una vez que están los caballones hechos y las mangueras puestas, ayudamos a cada agricultor a seleccionar la plantación, acorde a un calendario de productos estacionales. Aprende lo que tiene que plantar, lo que debe de hacer para mantener las plantas, cuándo cosecha, y le ayudamos para que al mes y medio pueda llevar la huerta por él mismo.

Por lo que decís, la mayoría de los socios son de clase media acomodada. ¿Es esto una casualidad?

Miguel Ángel. Yo creo que no es una causalidad total. La gente que tenemos esta inquietud por la alimentación saludable y el ecologismo, nos vamos juntando, comunicando. Viene una persona a una parcela, y se lo dice a un amigo de su condición. Poco a poco se va creando espontáneamente una red.

Ximo. La tierra la recuperamos en agosto del 2012, y en septiembre alquilamos la primera parcela a un chico que estudiaba biología y reforestación. El siguiente fue un profesor de yoga, luego vino un osteópata. Luego una mujer de cocina vegetariana, y trajo a una bibliotecaria, y luego una acupuntora y médico de medicina china. Hay gente que trabaja en una oficina o en una empresa, y viene a hacer algo opuesto a sus obligaciones diarias. Hay quien viene en busca de la memoria: se acuerdan de que su abuelo o su padre les llevaba a la huerta, y quieren recuperar aquella forma de relacionarse con la naturaleza. También hay jubilados que viven en la ciudad pero que han pasado media vida en un pueblo, en el campo. Hay actores, profesores de aikido, informáticos. La mayoría son urbanitas de Valencia capital y alrededores, Pobla de Farnals, Meliana, Puzol, Casas de Bárcena, Almássera, Alboraia, Paterna; personas que viven en un piso o como mucho en un adosado, pero no tienen tierra.

 

El corral de las gallinas

El corral de las gallinas

¿Cómo fue el salto a las actividades?

Ximo. Teníamos ideas. A Mar le gustan las terapias y el tema de la cocina. E intuitivamente nos encaminábamos hacia ahí. Empezamos con los cursos de Reflexología Podal, luego otro de Cocina Vegetariana, después fabricar y cocer pan, con Moisés.

Miguel Angel. Una cosa iba llevando a la otra.

Ximo. El primer año, en septiembre, cuando en Meliana se hace la Fimel, una feria local del comercio, hicimos unos panfletitos muy precarios y los repartimos, pero apenas vino nadie. Fue un poquito frustrante. Es que habíamos ido muy aprisa. Luego, hablándolo con amigos, uno de ellos, Toni, un hombre con espíritu de ermitaño, que hace agricultura ecológica en Teruel, me dijo que las cosas hay que llevarlas poco a poco. Otro amigo, vecino de este caserío, que fue una especie de chamán nuestro y nos ayudó en la construcción del gallinero, me explicaba: “Cuando acabes de hacer el gallinero podrás entender a las gallinas, que se pasan el día diciendo poc a poc, poc a poc, poc a poc..”. Hay que visualizar la dirección por la que vas, pero sin prisa para recorrerla. Esas pausas nos han llevado a que se nos presenten personas sin buscarlas, por el mero boca a boca, por inercia energética, gente próxima a nosotros, que acaba proponiéndonos ideas. Eso nos ha ido empujando, dando fuerza para andar. Eso y la tranquilidad de tener la puerta siempre abierta. Hay personas que vienen a su huerto, se traen una cazuela de arroz al horno, se sientan debajo del limonero y se la comen con sus hijos o con sus nietos. A veces, bajamos y nos unimos a ellos. Por ejemplo, el sábado pasado, con dos chicas que vinieron a plantar una parcelita, comimos debajo de la morera.

Los sábados se prestan al compartir. Las cenas y todos los encuentros que hacemos son para compartir. Por ejemplo cenas para celebrar lunas llenas o solsticios. Abríamos las puertas, poníamos mesas, y a ver quién viene con su cena y su bebida. Nos sentamos todos y compartimos, hablamos, realizamos un intercambio de ideas y energías que nos ha ido llevando por este camino fructífero.

Mar. El curso de aikido surgió así. Uno de los cultivadores de una parcela, dijo, «Oye, podemos montar aquí el curso. Tenemos un tatami. Pues hacemos chikún.» Yo me muevo por ahí y tropiezo con gente interesante y le ofrezco, «¿Qué no harías esto en casa?»

Ximo. Hace quince días hicimos aquí una cena para sesenta personas servida por nosotros, con monólogo de humor de Óscar Tramoyeres. Nos ayudó Miguel Ángel, que es un cocinitas. Y salió muy bien.

Mar. A Moisés, el señor que hace el curso de pan, lo encontré en Navarro haciendo lo mismo. Es un señor de 80 años, un panadero de Jaén, que ha escrito libros. Ha venido varias veces a impartir aquí. Nos ha planteado construir un horno moruno para hacer cursos de pan con mayor propiedad, en lugar de usar el horno eléctrico. En el horno no solo se podrá hacer pan, sino arroz al horno, boniatos, calabazas, como antes en los pueblos, que la gente llevaba sus cosas una vez a la semana.

Ximo. Se trata de recuperar lo sabroso de nuestra historia cotidiana. Tanto en el pan como en las conservas, como en las cenas, en que cada uno trae su bocadillo o un plato de su pueblo o una receta que se ha bajado de internet. Y se comparte.

 

Otra de las parcelas con su seto de hierbas aromáticas

Otra de las parcelas con su seto de hierbas aromáticas

¿Qué proyectos tenéis?

Mar. Vamos a arreglar la planta baja para hacer una tienda, una consulta, una cocina para hacer talleres y una sala con tatami. Tenemos una agenda con fechas para diversos cursos. El día 18 de septiembre vino Carlos Lacomba a darnos una conferencia sobre “Alimentos, amor y emociones”. El 27 hacemos un mercadillo. Tenemos prevista una excursión a una bodega de vino ecológico, probablemente en Fontanar dels Alforins. También un retiro de fin de semana para hacer chikún. Hacemos convivencias, en un pueblo de Teruel que se llama Collado Arroyo cerca de Olba, donde Roberto Bonilla ha recuperado casas arruinadas; es una aldeíta autosuficiente. Llevamos dos años yendo allí en junio, alquilamos todo el pueblo para hacer una convivencia de 25 ó 30 personas. Conseguimos crear un espacio con personas movidas por las mismas inquietudes y que buscan más o menos lo mismo, un sitio donde compartirla.

¿Formáis un movimiento, una corriente o fraternidad o grupo alternativo?

Ximo. Estamos en todos y en ninguno. Todo lo que nos mueve está en las líneas más comunes de movimientos y corrientes alternativas.

Miguel Ángel. Somos un grupo grande y abierto con ciertas coincidencias de planteamiento vital. Pero no nos identificamos como colectivo ideológico o de creencia. Hay ideas que compartimos y otras que no.

Mar. Es algo indefinible, más bien un feeling.

Ximo. Esto es como la cocina. Aquí puede haber gente que venga a un curso de cocina macrobiótica o vegetariana, pero no toda su alimentación es macrobiótica o vegetariana. Descubres y aprendes sabores, nuevas formas de cocinar, de ver las cosas. No hay una única cosa, es un poco de todo. La diversidad es lo bueno. Estar abierto a todos. No nos quedamos en este espacio físico, sino que podemos ir a cualquier sitio del mundo, o aprovechar lo que otras personas nos traen, como un chico de Ghana que es cocinero, o una argentina que vive en la huerta y es cantante, que hizo una noche argentina, con asado y luego nos cantaron tangos, lo curioso es que el que cantaba tangos es un valenciano de setenta años.

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