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Agricultura y naturaleza

Cooperativa «Terrabona» de Picassent

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La mitad de los socios son personas con capacidades diferentes

Terrabona es una cooperativa de trabajo asociado dedicada a la agricultura ecológica en el término de Picassent, en la Huerta de Valencia. Su peculiaridad consiste en que cuatro de sus siete socios son personas con capacidades diferentes, según se ha acordado denominarlos en los últimos tiempos, antes, discapacitados psíquicos. Cultivan cuarenta y una hanegadas, seis de las cuales son de cítricos y el resto de productos de huerta. Terrabona funciona desde hace un año. Pero Àngel Cerverò, miembro de la Unió de Llauradors i Ramaders del País Valencià, y que dirige las labores agrícolas, lleva su vida entera vinculado a la huerta, donde nació, a través de su padre primero y luego por su propia cuenta. Uno de los recuerdos de su niñez es subido a lo más alto de un naranjo recogiendo las frutas más inaccesibles, en un ejercicio que llamaban de colmero y que sólo realizaban los jóvenes, por su menor peso y su mayor agilidad. Cultiva en ecológico con su mujer, Eva, desde 1995. Otros socios son Salvador Morató, que se dedicaba a la banca, y María José Primo, que trabajaba en una fábrica de muebles hasta que la cerraron. Todos han hecho campamentos de verano con personas con capacidades diferentes desde la juventud. Los cuatro restantes son: Juan, Jordi, Javi i Ángel.

La experiencia de Terrabona no es única, pero sí excepcional y valiente. En Olot existe una finca llamada La Fageda (El Hayedo) donde trabajan personas concapacidades diferentes; es una cooperativa de iniciativa social sin ánimo de lucro. Àngel Cerveró afirma que les sirvió de ejemplo y acicate. En diversas localizaciones del campo español el fenómeno se repite de una u otra manera.

Hemos hablado con Àngel en la partida de Devadillo, donde Terrabona tienen diez hanegadas.

Una entrevista de Fernando Bellón. Las fotos, de Terrabona.

Los socios de Terrabona

Los socios de Terrabona

Nos gustaría confluir con otras experiencias de cooperativismo agroecológico

Lo primero que aprendí fue a calibrar la cantidad de producto que podía cosechar para poder venderlo

Las encuestas dicen que los productos ecológicos tienen buena acogida, pero confundir la teoría con la realidad ha costado más de un fracaso.

Àngel Cerveró. Mi trabajo en la cooperativa es técnico de campo, labrador. Mi vida laboral anterior a la agricultura ecológica siempre ha estado vinculada al campo. De joven ya iba con mi padre, luego me puse a trabajar en la cooperativa de Picassent, y desde el 2010 solo trabajo ecológico y por mi cuenta.

Empecé en 1995 de casualidad. Tengo un amigo que a su vez conoce a otra persona que estaba haciendo una tesis sobre los compuestos químicos que se utilizaban en la agricultura, y este hombre vino a preguntarme por los productos que yo trabajaba y por los herbicidas que empleaba. Hablando, hablando me informó que había un Comité de Agricultura Ecológica dependiente de la Generalitat Valenciana, recientemente desgajado del nacional de Madrid. Fui allí a informarme, y empecé a hacer agricultura ecológica.

Me resultaba muy interesante porque yo había vivido en mis carnes la contaminación de los insecticidas y los herbicidas. Quien trabaja en el campo y emplea productos químicos lo sabe bien. Sin embargo, les dices: “Si estás haciendo un huerto para tu casa ¿cómo le añades productos químicos, si te los vas a comer?” Pues no hay manera. Eso es algo que vi con claridad en el 95. Entonces te veían bicho raro. Ahora es otra cosa, el cultivo ecológico está en auge. Mucha gente sabe de lo que hablas, de los beneficios de la agricultura ecológica para la salud y para el medio ambiente

¿Cómo fueron los inicios?

Empecé con un trocito, tres hanegadas de mi padre, con agua de río. Allí hice mis pinitos. Arrendé luego otro campo. Después entré a formar parte de la cooperativa Ecomediterránea de Alaquàs, que ahora es una Sociedad Agraria de Transformación. Dejé la cooperativa convencional de Picassent en la que trabajaba y me puse a trabajar con ellos. La experiencia duró un año. Aquello estaba verde todavía. Fue entre el 1998 y el 2000. Regresé a la cooperativa convencional porque era mi medio de vida entonces, la agricultura ecológica la practicaba en mi tiempo libre, como un hobby cuando acababa la temporada de la naranja, por ejemplo, y me quedaba sin nada que hacer en la cooperativa.

En aquella época plantaba dos o tres productos, basándome en la experiencia de la cooperativa Ecomediterránea, dirigida a la exportación. Pero decidí hacer más productos en mi campo, y colocarlos por mis propios medios.

También dejé de ir con mi padre a la tierra que él cultivaba, para tener más tiempo para mis cultivos ecológicos. Así que enfoqué mi trabajo a una gran variedad de cultivos en cantidades pequeñas. Era un experimento. Me ayudó mucho Pepe Navarro, el padre de los Navarro de la tienda, que me orientaba hacia posibles compradores. Era un trabajo múltiple, cultivar, distribuir y comercializar. Lo hacía yo solo. En la temporada de la naranja, los lunes, yo no iba a la cooperativa de Picassent en la que me ganaba la vida, porque hacía el reparto de mis productos ecológicos.

Luego mi mujer, que se quedó sin trabajo, se hizo autónoma y se convirtió en titular de la explotación. Ya empezábamos a ver colorines en nuestro esfuerzo. Nos acogimos a las ayudas de primera instalación que había para los autónomos de menos de 40 años.

Lo primero que aprendí fue a calibrar la cantidad de producto que podía cosechar para poder venderlo. Si podía vender cien lechugas a la semana, no hacía más. Por otro lado, tu producción tiene que ser continua. Todas esas cosas son las que experimentaba, no quedarme corto ni que me sobrara. De este modo fue creciendo mi cultivo ecológico.

Así llegamos al 2010, cuando dejé mi trabajo en la cooperativa convencional. Hubo una serie de motivos, pero el fundamental es que vi que podía defenderme en lo ecológico.

otraCooperativa Terrabona

A principios del año pasado vino Salva Morató, un amigo de la juventud. Habíamos estado de monitores de campamento con niños, y también con niños y jóvenes discapacitados. Me dijo que había pensado que podríamos hacer agricultura ecológica ayudando a estas personas de capacidades diferentes. Yo había visto en televisión un reportaje sobre La Fageda de Girona, y me impactó. Me pareció muy bonito que estuvieran introduciendo productos de calidad y ayudando a familias con pocos recursos.

De pronto nos dimos cuenta de que había muchas familias con hijos así. Son personas que no están visibles, y por eso no las percibes.

Pensamos que lo mejor era hacer una cooperativa, donde todos participáramos y fuéramos parte de la empresa. Era importante la decisión de no buscar el lucro, aunque desde luego lo que nos hemos propuesto es ganarnos la vida. Pero lo que nos interesa es la integración social. Redactamos los estatutos, fuimos a FEVECTA (Federació Valenciana de Cooperatives de Trevall Associat), donde nos ayudaron.

Cometimos fallos de novato, como no ser un “Centro Especial de Empleo”, donde los sueldos están bonificados y puedes obtener determinadas ayudas… El proceso fue costoso. Trabajar con personas con capacidades diferentes es muy compensador, porque el afecto que te dan es inmenso, siempre están de buen humor, te abrazan por cualquier cosa. Eso no se paga con dinero. Pero claro, el dinero es necesario para subsistir. Estamos en marcha y todos los principios son costosos.

¿Cómo funcionáis?

Todos somos cooperativistas con los mismos deberes y atribuciones. Los cuatro chavales trabajan conmigo en el campo. A las ocho de la mañana nos citamos en el almacén. Si hay que preparar algún pedido, se prepara. En invierno, como hace frío, nos quedamos un rato allí hasta que el sol coge fuerza. Luego nos vamos al campo y nos dedicamos a las tareas agrícolas. Luego está Salva, que se ocupa del tema comercial y de las relaciones públicas. Antes trabajaba en la banca, pero se lo dejó. Y María José, que es conciliadora social y tiene experiencia de campamentos, y lleva la administración. Trabajaba en una empresa de muebles hasta que cerró y se quedó en paro. Somos todos de Picassent.

Los chicos han hecho varios cursos de jardinería, de modo que el campo no les suena a nuevo. Tienen una experiencia básica que es fundamental para que su trabajo aquí sea eficiente. La principal faena es encargarse de la broza, las hierbas, en valenciano se dice birbar. Hay que aclarar que no siempre la hierba el mala. La broza tiene una función en la naturaleza. Los agricultores convencionales no entienden el funcionamiento de la naturaleza. Solo hay que fijarse en el jardín más grande del planeta, el Amazonas; da de comer a un montón de gente desde hace miles de años; los indígenas no hacen nada para explotarlo, solo lo provechan, son más inteligentes que nosotros. En ese jardín no hay pesticidas ni insecticidas, y mira lo frondoso que es.

Yo no me iría a vivir allí, lo confieso.

Son cosas que hay que ver en perspectiva. Es posible que yo tampoco me fuera, porque no tienes teléfonos móviles y otros artilugios a los que estamos acostumbrados. Pero la gente que vive allí tiene una buen relación con la naturaleza, mucho mejor que nosotros.

05_slider¿Es viable una cooperativa en la agricultora ecológica?

Creo que toda unión es positiva. Concentras la oferta y puedes tener mejor defensa ante el mercado, ya sean distribuidores, consumidores finales, cátering escolares… Por nuestra parte nos gustaría intentar ese camino de confluir con otras iniciativas. Pero es complicado conciliar las rutinas y los hábitos. En una cooperativa tradicional, el labrador es productor y punto. Va a la cooperativa, entrega el producto y ya está. En la agricultura ecológica hay muchos productores que a la vez hacen de distribuidores y vendedores. Cada uno de nosotros tiene clientes diferentes y específicos, aunque a veces coincidimos en algunos. El problema de una cooperativa es cómo se coordinan estas líneas de trabajo cruzadas.

El tema comercial es verdaderamente complicado. Están los que no aceptan para nada el mercado, las asociaciones de consumidores que se centran en comprar directamente al agricultor, pero que también buscan otras cosas que el agricultor no puede ofrecerles como huevos, leche, zumos, cosmética, y que sean más baratos que en el supermercado. Nuestra filosofía es esa, pero nos convertimos en otra cosa, por qué, no lo sé. Bastantes asociaciones de consumidores están gestionadas con base en el voluntariado, y a algunas personas les cuesta aceptar ese tipo de estructura. A veces los voluntarios se cansan porque se encuentran abandonados por el grupo.

¿Cómo puede aguantar un pequeño agricultor ecológico sin tirar la toalla?

Eso depende de la persona. Tú, por ejemplo, no te irías a vivir al Amazonas. Depende de las necesidades que te vayas creando. Si voy a tener un hijo, tendré que conseguir los medios para mantener a la familia. En el caso de la agricultura ecológica, un ejemplo puede ser que tu pareja tiene un trabajo, es funcionaria, es maestra, etc. De ahí obtienes los recursos. Y tu aportas el alimento.

¿Está la agricultura ecológica limitada a los mercados pequeños, a los circuitos cortos de producción, a atenerse fielmente a los principios?

La agricultura ecológica tiene una proyección enorme, llega a mucha gente. Nosotros estamos en el área metropolitana de Valencia, donde ha habido un boom de personas que se han dedicado a la alimentación ecológica de los ciudadanos de la ciudad y aledaños. Pero te vas hacia el Sur, y todos los que están haciendo agricultura ecológica la exportan. Puede que hagan agricultura ecológica entre comillas o sin comillas, dentro de la norma, aunque en ocasiones roza los límites de la norma, pero su agricultura es ecológica certificada para poder exportar.

Tienes que valorar lo que quieres hacer. Me preguntas, ¿y cómo aguanta la gente? Yo a veces me lo planteo. ¿Quiero dedicarme a la exportación? No sé. En el proyecto actual, en el que tengo que hacer una buena producción para que salgan los números, y podamos cobrar al final de mes, a lo mejor me toca hacer exportación. Pero si no es necesario, no la haré.

03_slider¿Cómo llegar a ese mercado enorme de los ciudadanos de Valencia?

Es un mercado potencial, pero nada más. La Universitat Politècnica de Valencia ha hecho estudios muy serios. Dicen que con la población existente, solo con que el uno por ciento consumiera, bastaría para que la agricultura ecológica se implantara. Son encuestas, cifras potenciales. Por confundir las hipótesis con la realidad, algunos agricultores se han encontrado en dificultades. Es lo que pasó con Terra Sana, una iniciativa estupenda de venta de cestas por internet. Hay que conocer el consumo real. Contar con lo real: ¿cuántas cestas tienes tú, cuarenta?, pues si quieres más, te tendrás que buscar la clientela, no puedes hacer un cálculo de venta antes de buscarte el mercado. Así es el mercado, uno que vende y otro que compra. Y el producto agrícola es de vida muy corta.

Todo está relacionado. Yo entiendo que no compres una lechuga por dos euros, cuando en convencional te cuesta sesenta céntimos. Los expertos, los profesores de universidad dicen que el precio agroecológico puede estar como máximo un quince por ciento o algo así por encima del precio de los productos convencionales.

Al no forzar el cultivo, lo ecológico tiene menos cantidad de agua. Las propiedades organolépticas del producto están mucho más concentradas. La agricultura convencional surte de nitrógeno a la planta y a la tierra. El nitrógeno hace que la planta absorba más agua, el fruto es más grande, pero tú lo que pagas es el agua, no el alimento de la planta. Es difícil que la gente lo comprenda. Además está el argumento de la porquería que no te estás comiendo. Y eso que se trata de tu salud. Luego están los beneficios medioambientales. Es una cadena de costos y de contaminación. Para fabricar fertilizantes la industria gasta petróleo, energía. Hay muchas cosas. Cuesta mucho explicarlo.

 

 

 

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