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Cultura y comunicación

De John Le Carré a Andrés Trapiello por la ventana de la casualidad

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Una reseña de Gaspar Oliver

Ser buen lector es una cualidad imprescindible en los intelectuales, los que le dan al intelecto por encima de las manualidades.

Yo no soy un buen lector y no me avergüenzo de ello, aunque a veces mi indisciplina me hace sentir culpable. Yo leo a trozos, a saltos, varios libros a la vez, de distintos géneros y materias, me canso pronto, y se me queda poco de lo que leo, bien que subrayo a discreción, pero nada.

Es que no soy un lector profesional ni un profesional de la lectura, categorías ambas que van amarradas a la de escritor. Profesional es que se gana la vida con su oficio, y no con ningún otro. Es decir, el oficio lo da la práctica,  la profesión, la recompensa remunerada.

Así que aprovecho que acabo de terminar tres novelas y un “diario”, y pongo a prueba mis debilidades.

The Little Drummer Girl (1982) y Absolute Friends (2003) de John Le Carré, y Ayer no más (2012) y Las inclemencias del tiempo (diario referido a 1996), de Andrés Trapiello.

Parece que son dos autores que residen en universos literarios distantes, pero eso es un prejuicio de intelectual no remunerado. Estoy seguro de que el inglés estaría encantado de conocer al español, pues lo contrario estimo que es un hecho, ¿quién no conoce a Le Carré?

Parto de una flaqueza crítica, ambos me gustan, y en especial estas tres novelas y el diario, quizá porque son los últimos libros que he leído. Así que no voy a enmendar nada de su trabajo. Es decir, no voy a hacer un comentario de texto, sino unos apuntes personales

Le Carré y Trapiello son dos autores profesionalizados gracias a la fortuna y a su excelente oficio, de los pocos que se ganan la vida con la pluma. Esto ya de por sí tiene mérito. Además, el uno y el otro practican la literatura, y no el cultivo del main stream o corriente dominante del mercado de best sellers.

¿En qué se parecen estas tres novelas tan dispares? ¿Por qué incluyo en el paquete una suerte de ensayo? Lo segundo, porque es lo que he encontrado de Trapiello en la biblioteca municipal. Lo primero por el paralelismo temático. Las novelas mencionadas de Le Carré tratan de dos facetas del terrorismo del último medio siglo. Las de Trapiello sobre los problemas personales que ocasiona el terror mal enterrado de una guerra civil que unos perdieron y otros ganaron (un intelectual postmoderno diría que se perdió y se ganó al mismo tiempo).

Cada una de estas novelas cuenta una historia, y la cuenta bien. De Le Carré aprecio los esfuerzos que hace para salirse del estereotipo, quizá porque los que él ha creado tienen sólidos cimientos. Si los servicios secretos no son exactamente como él los ha descrito, es posible que sean todavía más turbios e incompetentes. Se documenta con celo Le Carré, y agradece con nombres y apellidos la ayuda de sus fuentes. Explica en detalle los mecanismos del terror y el contraterror. Presenta un complejo retrato psicológico de unos personajes que viven circunstancias nada comunes, de alto riesgo, y lo hace tan bien que nos permite meternos en sus pieles a nosotros, tipos corrientes.

La Chica del tambor cuenta la trepidante historia de una inglesa activista antisistema y actriz de la legua, enredada en una exhaustiva intriga urdida por los servicios de inteligencia israelíes, que la utilizan, con su reticente consentimiento, para infiltrarla en una red terrorista palestina.

Amigos absolutos narra la larga historia de dos jóvenes antisistema que se conocen en Berlín Occidental en los años setenta, se distancian y vuelven a encontrarse varias veces, en el marco de la Guerra Fría, donde ambos actúan como agentes dobles, y más tarde en la efervescencia del llamado terrorismo islamista. Casi la primera mitad de la novela la dedica Le Carré a sentar las bases biográfico-psicológicas de sus protagonistas, un británico nacido en Lahore el mismo día de la independencia de Pakistán, y un alemán de su misma edad nacido en la RDA. Es decir, aquí la intriga y el espionaje solo se anuncian. El autor emplea las mejores artes de su oficio para mantener el interés del lector hasta que empiezan los episodios inquietantes, y a partir de entonces la novela fluye hasta su final pesimista. Dice la Wikipedia que Amigos absolutos “ha sido duramente criticada por los gobiernos del Reino Unido y de los Estados Unidos”. Suena a argumento promocional, pero lo cierto es que los servicios secretos británicos y estadounidenses quedan muy mal parados, en especial los últimos, pero eso no es nada original, porque en los canales temáticos abundan las series de espionaje de corte orwelliano y están producidas en Hollywood. Hay quien sostiene que en este apartado literario y audiovisual de las conspiraciones, catástrofes y misterios internacionales está promovido por los poderes fácticos para ir insensibilizando a la población por lo que pueda pasar.

Otra de las virtudes de Le Carré es su disección de los intereses ocultos, geopolíticos, industriales y financieros del escenario de antaño (la Guerra Fría) y de hogaño (el mundo unipolar). Antes, vienen a decir los espías de Le Carré, había lealtad a un orden, a un establecimiento, a un país, pero ahora la verdad (interesada, nacional, ideológica) ha dejado de existir, y está todo confuso. Una de las conclusiones de Amigos absolutos es que el terrorismo con apellido o sin apellido que aflige al planeta es un mero montaje de los servicios de inteligencia de uno y otro bando, algo que uno siempre ha sospechado.

NOPQRT. Collage pintoresco de G.O.

Trapiello también se distingue por sus cimientos documentales, que ha ido trabajando a lo largo de su vida. Viene a cuento recordar que acaba de salir una ampliación de su ensayo Las armas y las letras. Lo explica el autor así: “Los escritores e intelectuales españoles se vieron obligados a escoger por la fuerza entre dos bandos, y la mayor parte de ellos llegaron al final de la guerra a creer que estaban en el bando equivocado. El libro narra este drama y la aniquilación de la tercera España a manos de las otras dos. Los verdaderos vencedores de la guerra fueron Falange Española y el Partido Comunista. Los falangistas administraron la victoria y los comunistas la derrota y, lo más importante, el relato”.

La maldita memoria histórica parece cosa de los españoles. No lo es. Tras la liberación de Francia en 1944-45, y la derrota aniquiladora del Tercer Reich alemán, franceses y alemanes han vivido esa manía persecutoria. Italia también ha padecido su cuota de memoria histórica. Y Grecia, Yugoslavia, Hungría, Rumania, etc….Los ingleses, no, porque se escaparon por los pelos de un desgarro interno semejante; aunque luego, al caérseles encima el Imperio, no pudieron evitar que las ex colonias les hayan señalado con el dedo desde entonces. (Lo de Irlanda es otra cosa.)

El oficio literario de Trapiello le permite construir en Ayer no más un argumento que desarrollan media docena de voces. Sin recurrir al narrador omnisciente, arma un tablado tremebundo. Esto es la buena literatura. El tema, la memoria histórica que, según uno de los protagonistas, a mi entender la voz del autor, “permite que los oportunistas busquen únicamente su provecho personal, no la verdad, repitiendo una ficción que creen real solo por habérsela repetido tantas veces.”

El protagonista es un valorado profesor de historia contemporánea, cuyo padre resulta haber formado parte de un grupo de falangistas que asesinaron a un vecino por venganza allá en 1937. La intriga de la novela es la peripecia del descubrimiento de este dato, oculto hasta entonces, por una profesora ambiciosa y sin escrúpulos (la oportunista). Cabe asimilar esto a la novela negra, que es la que se más se vende, claro que toda peripecia novelesca contiene una o varias intrigas que estimulan su lectura.

Dudo que Trapiello acepte incluir Ayer no más en la intriga policíaca o detectivesca. Me resulta más próxima a las historias, también con un fondo oscuro, de Don de Lillo como White Noise o Point Omega, no por su semejanza, sino por la mirada clínica del autor y su esfuerzo en construir buena literatura. La diferencia es que el español mantiene un criterio visible y un aire de optimismo, mientras que el norteamericano parece un arcángel desengañado de la condición humana.

Suscribo la reflexión de Trapiello al estilo barojianao, lo que piensa él lo hace decir a sus personajes. Por ejemplo: “Y es que se dio esta paradoja: los rebeldes, tan clericales, fiaron la victoria en su creencia en Dios, pero, por si las moscas, se pertrecharon con el mejor armamento y con la mayor parte de la oficialidad del Ejército, en tanto que los republicanos, tan descreídos y materialistas, estaban convencidos de que para ganar la guerra les bastaría creer en el Pueblo y darle el mando de sus milicias a un puñado de estrategas desarrapados y sobrevenidos.”

Las inclemencias del tiempo confirma la voluntad profesional de Trapiello, capaz de escribir diarios, dejarlos descansar, revisarlos y publicarlos. Admiro el dominio de su instrumento de trabajo, la lengua, sin ser profesor de Literatura. No son pocos los profesionales de la enseñanza que han aprovechado sus conocimientos literarios o su cátedra para hacer incursiones muy provechosas en la novelística.

El criterio literario de Trapiello se basa en su conocimiento de la literatura española antigua, clásica y moderna (dudo que le interese la postmoderna, si es así, ya tenemos algo más en común). Cultiva los autores que cuidaron mucho de ser entendidos, Baroja, Azorín, Unamuno, Machado, Ortega en la generación del 98, y otros más antiguos que hoy son tenidos por antiguallas inabordables, aunque se llamen Cervantes, Quevedo o Calderón. Y desde luego, los de la generación de la Guerra Civil, a quienes dedica Las armas y las letras.

Construye sus diarios de un modo depurado, culto, ingenioso y con naturalidad. Me hace pensar en esos maestros franceses de l»esprit, con la ventaja de ser de León, y no de la Turena o de Grenoble.

Yo diría que Trapiello está fogueado en los “campeonatos de estilo” de culteranos traviesos, y es hombre de tertulias, animadas por profesionales de la literatura como él y por aficionados. Es un observador atento, con instrumentos de precisión. Me lo imagino trabajando año tras año en un fichero inmenso lleno de cajoncitos con datos cruzados, un bibliotecario con aficiones turísticas (de las de antes), simpático y charlatán, con ráfagas maníacodepresivas.

Y para que se conozca todo esto, lo publico en agosto de 2019 para beneficio de quien desee leerlo.

P.S. Documentándome en Internet para escribir este artículo me di de bruces con una larga conferencia en You Tube sobre Teoría de la Literatura del profesor de esa asignatura en la Universidad de Vigo, Jesús G. Maestro. La escuché y me gustó. Por eso la recomiendo: Crítica a “Prohibir la manzana y encontrar la serpiente”, de Un Tío Blanco Hetero y Leire Kyal. Es una somanta de palos a la Universidad en general, pero en especial a la española.

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