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Cultura y comunicación

Elvira Rodríguez Puerto, poeta y estratega del Butoh

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Elvira Rodríguez Puerto en una instantánea hecha en Cuba.

Es Elvira Rodríguez Puerto, artista y polímata (excelencia en varias tareas del conocimiento). En esta reseña, un esbozo de retrato.

Fernando Bellón

La mayoría de los seres humanos hacemos poesía sin darnos cuenta. Son chispas de los engranajes cerebrales, neurotransmisores escapados de las sinapsis que suelen perderse en el mar de neuronas, y quedan flotando en él como sargazos en desuso.

Luego están los poetas realmente existentes, los que se atienen a una disciplina retórica, por extravagante que sea.

También hay poetas sin recursos y sin pozo cultural del que sacar algo valioso.

Y poetas profesionales a quienes sólo les falta un uniforme para reunirse en batallón.

Y así seguido, la lista de poetas se expande como una mancha de petróleo en alta mar.

En este océano literario navegan los poetas hispanoamericanos, memorables algunos, inescrutables muchos, densos como el pedernal y ligeros como las esponjas.

Toda esta introducción es para enmarcar a Elvira Rodríguez Puerto como poeta cubana. Los poetas cubanos son soberbios, y los hay a millares. En las tiendas de chinos de mi pueblo, Burjasot, hay poetas cubanos. Es algo curioso que los chinos contraten con preferencia a cubanos, no hay nada poético en ello, pero puede dar lugar a un cuento de Elvira Rodríguez Puerto.

Elvira Rodríguez Puerto, ¡qué nombre, que apellidos tan hispanos!, es una poeta cubana genética, es decir, lleva la poesía en los genes. Cuando habla en su cadencia caribeña va recitando poesías. Y luego se pinta de blanco la cara, se embadurna de rojo, se viste de lienzos de papel cortados por ella misma y, envuelta en todo ese material, contradanza Butoh, que es territorio de varones en Japón, y que ella transgrede como casi todo.

Elvira Rodríguez Puerto no se ha impuesto transgredir nada, pero va tropezando con paredes invisibles para la mayoría de los mortales, y tropieza en minas administrativas y políticas. Una mujer así es una pesadilla para cualquier dictadura, no digamos la cubana, y sin embargo siendo una exiliada y una opositora, no ejerce de ello. Ejerce como fotógrafa profesional, danza Butoh y es poeta (al escribir esta última palabra me ha salido opeta, quizá Elvira es una Opeta).

En Cuba nació en una familia humilde pero privilegiada. Su tío y padre de crianza, Frank del Puerto fue un gran modisto cubano. Creció entre artistas internacionales. Se ha pasado media vida estudiando: Derecho, escritura de guión, realización audiovisual, fotografía, dramaturgia, terapia Gestalt y danza Butoh, primero en Cuba, luego en Alemania y también en Japón.

A los quince años empezó a escribir, y ha obtenido premios de poesía, narrativa y becas para la creación artística y literaria en Alemania. Fue una de las fundadoras de la revista cubana Hip Hop Movimiento. Produce y dirige documentales y eventos de arte. Estudió piano, y la única disciplina que confiesa no haber practicado es la pintura. Explotó a fondo la cultural de una nación de creadores. No se refiere a Cuba, el país de la paradoja, que produce artistas, los absorbe o los expulsa, bueno, los expulsa el castrismo. Su capacidad creadora, dice, nació de la necesidad, de ser madre y tener que criar sola a su hija; es decir, que hay algunas Elviras en Cuba, o quizá muchas.

Se marchó con su hija a Alemania Federal en el cambio de siglo. Vivió envuelta en indumentaria cultural en el país de la Kultur, aprendió alemán y lo añadió a su acervo de inglés e italiano. Y finalmente se vino a España para seguir proyectándose en la poesía de la existencia vulgar con ecos íntimamente gloriosos.

Puede el lector admirarse y preguntar, ¿y cómo una mujer así no está en el Olimpo mediático?

Yo tengo mi propia versión, que quizá no sea la más acertada. Elvira Rodríguez Puerto no responde al estereotipo de “progre”, entre otras cosas porque no encaja en ese estereotipo tan extendido en el planeta. La verdad es que no hay manera de situarla en ningún género. O sí, ¿renacentista?

Su libro Estrategias de una mujer madura, publicado en Múnich en 2005, por la editorial Lagrev, contiene lo que otro llamaría vivencias del tránsito de Cuba a la nueva Alemania. Son historias fabuladas a su estilo Caribe hispano, el más antiguo y el más auténtico.

Es una amalgama que empieza con una declaración (¿políticamente incorrecta?) “Yo amo de cualquier manera al hombre”, y termina con “La mujer que amaba a su país y por eso no podía dejarlo”. Entre medias, 170 páginas de algo que define Lic. Amir Valle, escritor y periodista cubano: “la irreverencia desde la belleza, la acidez del juicio crítico desde la cordura, la defensa de la libertad de su mundo fabulado desde la libertad íntima de esas tragedias existenciales que cabalgan junto a todo escritor”.

El discurso y la retórica de Elvira Rodríguez Puerto es un Cuba revuelta, un trabajo de orfebrería de la lengua española.

Estrategias de una mujer madura desafía el lenguaje con una naturalidad manifiestamente elviriana-cubana.

Copio algunos de los apuntes, y si necesitan explicación, alguna tendrá. Agénciese el lector Estrategias de una mujer madura y verá de qué hablo.

“La mujer con los siete años perdidos”. Tiene la cara como los pies. Espera siempre a su marido, que está loco y vaga por la ciudad. Ella le ayuda a volver. “Una vez confundió el cuello de ella y lo apretó muy duro. Pero ella nunca tuvo miedo a morir. Al menos en tierra. Por eso el barrio confiaba en él. Era un loco repleto. Pero ella no, la locura no es un oficio fácil.” Pero ella, María, persiste, sigue, sin reparar en los besos martillo de marido. Tienen hijos, nietos, y todo su trazado inevitable. “María tenía un esquizo oscuro alrededor de sus ojos. Como los del barrio. Por eso el barrio empezó a amarla pero no a seguirla nunca.”

El español de Elvira está enriquecido con tremendos cubanismos: la fregona es el trompo volador o el palo de trapear; entra en las casas robativamente; otra ella misma escribe en su ordenador historias de promiscuidad. Los cubanos se escabullen del español peninsular esclerotizado, y arman un idioma que es el mismo pero otro.

Una realidad pavorosa es la imaginación. La imaginación nutre de especias todo lo picantes que puede aguantar el paladar. Los sujetos-verbos-predicados desenganchados, los adjetivos calientes, los verbos desaforados, las discordancias de género, de número, las desconjugaciones, todo eso es el andamiaje visible de lo que se adivina palpando la realidad a medias del recuerdo.

La literatura hispano americana es un universo apenas conocido en España. Los que escribimos en territorio (todavía) español nos entretenemos en divagaciones peninsulares e isleñas, y no nos damos cuenta de que la vida de un continente que piensa, habla y escribe en español es un tesoro que supera cualquier sueño.

A Elvira Rodríguez Puerto no la encontrarán en las librerías de superventas, todavía. Tiene publicados y agotados varios libros de poesía. Bien vale a pena leerlos si encuentran alguno para volar como ella hizo desde Cuba hacia la libertad, zambullirse en el caos europeo, y seguir tan fresca.

Pueden seguirla en las redes, y estar atentos a sus actuaciones de danza Butoh que es su actual poesía escultórica. En estos momentos escribe un ensayo sobre este arte performativo que convierte la pasión en fantasmagorías.

 

Más información en estas direcciones web

www.elvirarodriguezpuerto.de

www.butohvalencia.es

@elviminato

1 Comentario

  1. rafael escrig fayos 11 septiembre, 2024

    Muy buen artículo: ilustra, anima a profundizar y deja buen sabor de boca. Además está bien escrito. Antes se decía: «Esto es la caraba»

    Responder

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