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Agricultura y naturaleza

Héctor y Tino, ecolago en el océano cítrico de Castellón

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Fidelidad orgánica y pragmatismo

La provincia de Castellón es un mar de naranjas y mandarinas de todas las variedades, aunque domina la clemenules, por razones de denominación geográfica. Es casi un monocultivo, que en industria tiene un paralelismo en la cerámica. Castellón es naranjas y cerámica.

Pero igual que hay cerámica artesana y de calidad, las naranjas también tienen su versión ecológica. Constantí Ortells y Hèctor Cabedo, ingenieros agrícolas por la Universidad Politécnica de Valencia y labradores, cultivan cítricos orgánicos en sus campos de Vila-real y alrededores. Se unieron hace siete años y encarrilaron la producción hacia lo bío, aunque conservan algunas parcelas que todavía no han transformado en convencional.

Comprometidos con la salud de la tierra y de sus productos, no ven en la agricultura ecológica un dogma, sino un fenómeno social que tiene diferentes facetas.

Reportaje y fotografías de Fernando Bellón

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La sierra del Espadán al fondo, y la valla protectora de uno de los huertos de naranjos ecológicos de Tino y Hèctor.

Admiten Constanti (Tino) y Hèctor que no viven solo de las naranjas ecológicas, aunque aspiran a ello. Tino asesora en diversos espacios e instituciones, y Héctor ha sido agente agrícola en el ayuntamiento de Nules, ha dado clase y ha trabajado en gestiones pública y privadas agrícolas.

Cambiaron la orientación fundamental de su trabajo por afecto familiar y por convencimiento científico. Hubieron de hacerse cargo de las tierras de sus padres jubilados, y decidieron convertir los naranjos a eco. De las alrededor de cien hanegadas que cultivan, solo un tercio lo hacen en convencional, y dirigido hacia lo orgánico.

“Hay zonas de riego con pozos y riego por goteo que incluye la fertilización, el agua lleva el abono. Estas parcelas no las puedes convertir en agricultura ecológica. Son parcelas de nuestras familias que no nos podemos permitir el lujo de no cultivarlas”, advierte Hèctor, que cuando se asoció con Tino empezó a estar en contacto directo con la labor agrícola con sus propias manos. Tino llevaba más tiempo en la faena.

“Calculo”, dice, “que estamos en torno a los sesenta o setenta mil kilos al año. Se colocan casi todas las variedades, aunque algunas de las más comunes tienen mucha competencia, como las clemenules. Quizá la mitad de la producción, más o menos, va a la exportación. Alterbio y Terra i Xufa son nuestros mayores compradores, y dedican mucho a la exportación”.

Sistema de trabajo es sencillo y práctico.

“Ya sea la cooperativa o un exportador privado, vienen con sus recolectores o collidors”, dice Héctor. “ Recogen en cajas y se lo llevan y lo confeccionan en almacenes. En nuestro caso, parte de la producción la vendemos a exportadores especializados en eco o con una línea eco. Otros nos piden la fruta confeccionada, y para eso hemos montado un almacén rudimentario donde cepillamos la naranja, la calibramos y la empaquetamos Tres personas nos ayudan, dependiendo de las demandas del día.

“Si un día nos piden un palet de mandarina clemenules y medio de naranja grande”, explica Tino, “ recogemos el producto, lo confeccionamos y lo llevamos al cliente”.

También venden a tiendas locales, pero muy poco. La razón es la limitada densidad urbana en la provincia de Castellón. En los pueblos, todo el mundo tiene un huerto de naranjos, y nadie necesita comprar fruta. “El consumo ecológico está ligado a las grandes ciudades, es un consumo urbanita: Barcelona, Madrid, Valencia”, apunta Tino.

Casi toda la tierra de Castellón está dedicada a los cítricos, se ven muy pocas parcelas de hortalizas.

Una de las garantías del éxito de Tino y Hèctor es su experiencia acumulada.

“Yo empecé como técnico asesor en almacenes convencionales”, dice Tino. “Luego trabajé en una finca andaluza de aceitunas eco. Durante un año estuve viviendo en Mas de Noguera, donde la practican, y me puse al corriente de los métodos de trabajo. Cuando empecé a trabajar mi propia tierra me convertí en agrobio. Fue al tener que hacerme cargo de tierra familiar. El labrador aquí está trabajando en el campo hasta que ya no puede hacerlo físicamente. Entonces pasa la tierra a los hijos o a quien se pueda hacer cargo de ellas. Es nuestro caso. Y decidimos convertir los cultivos en ecológico. El primero en 2007. Luego, todas las tierras de las que nos hicimos cargo las fuimos convirtiendo en eco.

Hèctor sostiene que como hay tan pocos labradores en Castellón dedicados a lo bio, “se puede considerar que somos veteranos Aunque los veteranos de verdad son personas como Vicent Martí, que lleva cuarenta años en lo bio”.

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Hèctor Cabedo

Pragmatismo orgánico

Convencidos de las ventajas y cualidades del cultivo orgánico, no son sin embargo doctrinarios.

“Yo soy poco militante”, dice Hèctor. “Me he dedicado durante tiempo a otros sectores y no podía atender los huertos. Me inicié en el cultivo eco cuando empecé a hablar con Tino para trabajar juntos, y sabía que una condición suya era la certificación ecológica. Por formación y por convencimiento personal estaba abierto al cultivo bío. Pero es cierto que el salto a la agricultura ecológica requiere de un cambio mental. La barrera para hacerse agrobío es mental. Conocemos propietarios jóvenes que tienen pozo propio, sin problemas de agua, y no hacen agricultura ecológica porque tienen esa barrera mental”.

El mercado bío tiene limitaciones de precio y de publicidad. ¿Puede y deben las administraciones favorecer el consumo de alimentos orgánicos?

“Voy a poner un símil”, dice Hèctor: “tirar dinero desde un helicóptero. La mayoría de los propietarios de campos no dedican el día entero a la agricultura, son a tiempo parcial. No les convencerás que hagan agricultura ecológica. Para eso tiene que haber consumidores. Son dos cuestiones paralelas, para producir eco tiene que haber demanda. No tiene sentido fomentar artificialmente el cultivo eco. Es algo complicado. La influencia de la Administración es relativa. Lo que influye es el mercado”.

“Está bien que se hagan campañas de concienciación”, puntualiza Tino. “Pero el mercado eco está en evolución, ya llegaremos a los niveles de Alemania. No se trata solo de convencer a la población de que se alimente mejor, sino que todo el mundo vea que el cultivo eco es respetuoso con el medio ambiente y nos beneficia a todos”.

Para Hèctor, el impacto del la Administración es limitado. Las campañas están bien, pero el cambio de mentalidad es un proceso de largo recorrido.

“Es una evolución de la sociedad”, insiste Tino.” Cuando más avanzada es una sociedad, más conciencia y preocupación hay por la forma de alimentarse. Los mayores índice de consumo están en Alemania, Austria, Suecia, Suiza. Son sociedades que han llegado a un alto nivel de desarrollo y bienestar. En Mauritania, por ejemplo, no se preocupan de la ecología, lo que necesitan es alimentarse, comer. En España hemos llegado a un nivel en el que ya nos interesamos en la salud de lo que comemos, y la gente se preocupa por la forma de producción de los alimentos. Los consumidores, tanto los españoles como los europeos que comprar los productos agrícolas convencionales y bío, quieren conocer de dónde vienen y cómo se han cultivado. Y no solo desde el punto de vista medioambiental, sino social, si los trabajadores que han producido las frutas y las verduras han estado tratados con dignidad y bien pagados, respeto a sus derechos laborales. Es una evolución de la conciencia de las sociedades”.

Comento con mis interlocutores la experiencia de los grandes invernaderos. Los de alta tecnología que producen verdura de verano en pleno invierno centroeuropeo, y los mediterráneos, también de alta tecnología, que exportan productos orgánicos al norte.

“En Almería hay invernaderos ecológicos que exportan”, reconoce Héctor. “Se ganan la vida así. Claro que nuestra opinión sobre esa forma de cultivo no se basa en el conocimiento, nos dedicamos a la citricultura. Pero entendemos que si un agricultor eco tiene un invernadero no puede estar varios meses sin cultivar, para esperar la temporada, y vendiendo un producto en un mercado saturado. Verdura de invierno, brócoli, coles… que pagan a precios bajos. Pero si plantan berenjena la pagan mejor… Es una lógica comprensible para quien tiene que pagar facturas, las reparaciones de la máquina, la gasolina del tractor…”

“Muchos agricultores eco te dirán que eso es una aberración”, señala Tino. “Y desde el punto de vista medioambiental lo es. Pero el consumidor quiere tomates todo el año, y habrá que suministrarle. Si no hubiera demanda, nadie produciría. ¿Es sostenible ambientalmente? No, pero…”

“El tomate no tiene el mismo coste en Alemania que en Almería”, apunta Hèctor. “En l’Horta de Valencia casi no hay invernaderos, y se dedican a la verdura de temporada porque son cultivos que no necesitan protección. Es absurdo construir invernaderos para cultivar productos que crecen al aire libre”.

“Alguien como Vicent Martí te dirá que eso no se debe hacer”, advierte Tino. “Él construyó un invernadero y se arrepintió, Ahora lo utiliza como almacén y como lugar de reuniones colectivas. Está claro que se debe de consumir los productos de temporada, pero si el consumidor lo demanda, también está claro…”

Un huerto de naranjos convencionales en las cercanías de Vila-real. Al fondo, una fábrica de cerámica.

Un huerto de naranjos convencionales en las cercanías de Vila-real. Al fondo, una fábrica de cerámica.

Una estabilidad eco transitoria

“Y otra cosa es que en los mercados agrícolas, a la mínima se satura un producto”, subraya Hèctor, “y los precios caen en picado. En determinados meses de verano o invierno, la fruta o la verdura de la temporada, tiene los precios por el suelo”.

“En la agricultura eco los precios son más estables”, dice Tino, “aunque también se deben a la oferta y a la demanda. Pero hay mayor estabilidad”.

“Pero conforme se incorporan nuevos productores y aumenta la producción, si el consumidor no aumenta la demanda, los precios tienden a la baja”, señala Hèctor.

Ambos reconocen el camino que queda por recorrer a los labradores orgánicos valencianos para organizarse, unir sus intereses y defenderse ante las incidencias del clima y del mercado.

Tino informa que ha habido diferentes intentos de constituir a los labradores ecológicos profesionales, que siempre han fracasado. “Mi propia experiencia en Castellón, no funcionó por dejadez de las personas. No tienen tiempo, están muy ocupados, y creen que haciendo estas reuniones están perdiendo el tiempo. Hay sindicatos con sectoriales eco, como la Unió de Llauradors del PV. También está la SEAE, que incluye a agricultores y no agricultores, investigadores, profesionales, aficionados…

“La Unió”, concluye Hèctor, “que además de un sindicato es una asociación de profesionales, tiene una sectorial de la que Tino forma parte. Yo creo que tiene más repercusión formar parte de la Unión, que siendo un grupito minoritario nuevo. La Unió es ya un interlocutor reconocido, con influencia en la Administración. Si se creara un grupito nuevo, le costaría llegar a ese grado”.

Tino y Hèctor tienen por delante un verano de intenso trabajo: podas, tratamientos contra la broza, y preparar los campos para la cosecha del otoño. Su experiencia profesional y personal les hace afrontar con optimismo la nueva temporada.

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