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Bitácora y apuntes

La voluntad, los medios, Israel y la guerra

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Montaje de S. Bombardier

Una reflexión del historiador y publicista Pío Moa sobre lo que se anuncia en el título. Es raro en estos tiempos encontrar artículos sutiles, desapasionados y con argumentos sólidos sobre los escenarios de guerra que los europeos vemos a nuestro alrededor.Las ilustraciones son obra de Segismundo Bombardier.

Pío Moa

Israel es el estado más extraño e improbable del mundo: con diez millones de habitantes (7,5 judíos y casi todo el resto árabes) y una superficie poco mayor que la provincia de Badajoz, es demográfica y territorialmente insignificante comparado con su entorno desde Irán hasta Libia, y desde Turquía hasta los sultanatos árabes: algo así como 0,6% de territorio, si excluimos a Turquía y Arabia Saudí, y en torno al 5% de población.
Lo que hace tan improbable la existencia de tal estado es que los países de ese entorno, muy mayoritariamente musulmanes, lo consideran una intolerable injuria al islam, un enclave de cultura occidental que aspiran, con mayor o menor empeño, a destruir, incluso a exterminar, algo así como la experiencia de los cruzados hace varios siglos, aun si judíos y cristianos de entonces tengan poco que ver. Y de la población israelí solo 7,5 millones son judíos, habiendo unos dos millones de árabes, potencialmente enemigos. Por consiguiente, Israel es el único país del mundo que se encuentra en permanente peligro existencial desde su fundación en 1948.
Añádase además gran número de enemigos de Israel en Europa y resto de Occidente, que, aunque sin intención directa de atacarlo, se sentirían complacidos si el islam lo aplastase. Las razones de este odio son difíciles de analizar, a veces se arguye que Israel se construyó empleando el terrorismo y expulsando a cientos de miles de palestinos que vivían en su territorio; y la ferocidad y las matanzas con que Israel ataca a la población de Gaza despiertan una especial y enorme indignación.
Las acusaciones son ciertas en gran medida, pero contrastan, por una parte, con las tremendas y crueles matanzas de los islámicos entre ellos mismos o contra los cristianos, que en ningún caso despiertan tal indignación, o por mejor decir ninguna en Occidente. Sin contar que acciones asimilables a terrorismo han estado en la formación de otros estados, Irlanda sin ir más lejos. O Argelia. O el estado palestino, que estuvo cerca de establecerse. La primera cuestión que surge al respecto es: ¿cómo ha podido resistir Israel la presión permanente y la agresión abierta desde su fundación, derrotándola casi siempre hasta ahora? Creo que, por encima de todo, cuenta la voluntad radical de existir, manifiesta en dos ventajas mantenidas hasta hoy: a) Una inteligencia excepcional –en el doble sentido de la palabra– que le ha permitido tener información precisa y casi íntima de sus enemigos y capacidad para explotar sus divisiones internas. b) Y una superioridad técnica (“tecnológica”) en armamento y en organización militar sobre sus enemigos. Y detrás, el respaldo de Usa, que sigue siendo la mayor superpotencia económica, política y militar del mundo. Muchos dirán que este respaldo es el factor decisivo, incluso el “verdadero” en la supervivencia de Israel, pero ninguna ayuda puede sustituir a la voluntad de vencer y la destreza para ponerla en juego. De otro modo, la ayuda useña sería en vano, como lo ha sido en otros casos. Con voluntad e inteligencia se consiguen otras cosas; sin ambas ninguna

¿Hacia una III Guerra Mundial?

Netanyahu, con la mayor arrogancia, amenazó a Irán con un golpe repentino tal que lo iba a dejar preguntándose qué le había pasado. Y el golpe llegó, por sorpresa y sin declaración de guerra, mientras Usa colaboraba anunciando falsamente unas negociaciones para que Irán se confiase. Israel atacó con éxito instalaciones nucleares, la defensa antiaérea y a los jefes del ejército iraníes. Pero los iraníes lograron reponerse del “susto” antes de lo esperado, e Israel está sufriendo severos contraataques. Con lo que la pretensión de resolver la situación de un golpe decisivo ha derivado a una guerra, que si Irán logra mantenerla, sería de desgaste. Israel no podría sostener una guerra así, por lo que ha recurrido a Usa. Cuya implicación ha incrementado seriamente las posibilidades de abocar a una tercera guerra mundial, dada la importancia económica y estratégica de Irán para Rusia y China.

Los conflictos tipo Irán deben analizarse desde la geopolítica y no desde la pretendida democracia de la propaganda OTAN. Las razones de Usa e Israel para la guerra, sin ser las mismas, se complementan. Usa aspira a dominar una importante región estratégica frente a Rusia y China; Israel aspira a imponer un estado fallido, fomentar las querellas étnicas y fragmentar el país, como en las anteriores guerras. Ni Israel ni Usa van a llevar a Irán ninguna democracia, sino lo mismo que a Irak con el cuento de las armas de destrucción masiva. En Irán el pretexto es una bomba nuclear, proyecto que el país abandonó en 2003, como ha declarado la jefa del espionaje useño, la cual por decirlo ha sido marginada.

Conviene examinar la situación general de Israel, ya esbozada en el artículo anterior. Por su origen y situación enclavada en un inmenso mundo islámico, Israel siempre estará inevitablemente amenazada. Sin embargo, lo que cuenta es el grado de esa amenaza en unos países y otros. Aparte de haber desarrollado una fuerza militar disuasiva de eficacia comprobada, Israel ha buscado por medio de la diplomacia llegar a acuerdos y reconocimiento con diversos países.Ya en 1995, con el reconocimiento de un estado palestino en Gaza y Cisjordania, por los acuerdos de Oslo, había parecido próxima la solución del conflicto; pero hay en Israel fuerzas más o menos mesiánicas resueltas a impedir arreglos no militares: así, Hamás debe mucho a la política israelí de dividir a los palestinos para impedir tal estado. Más recientemente, los acuerdos de Abraham parecían ofrecer una vía de salida, que ha quedado cerrada tras la sospechosa sorpresa del ataque de Hamás de octubre de 2024, y la decisión de Netanyahu de aplicar la fuerza militar sin restricciones, también en Líbano, Siria y ahora en Irán, sin preocupación de unas consecuencias que pueden resultar apocalípticas.

Dos observaciones sobre Netanyahu: dividió a la sociedad israelí con su ataque a la democracia en la independencia judicial, cosa explicable probablemente por estar acusado de corrupciones que podrían llevarle a la cárcel. Y su manera de hacer la guerra, combinando el asesinato de los dirigentes enemigos con la máxima e indiscriminada destrucción física y personal (ha dejado a Gaza inhabitable), ha tenido éxito hasta ahora, pero no sabemos si lo seguirá teniendo.

 La fatal arrogancia

La acusación a Irán de estar a punto de tener bombas nucleares suena  algo similar a la de las armas de destrucción masiva de Irak. Hace 30 años que en Israel sostienen algunos que Irán está a un paso de tener tales armas. Y cuando la inteligencia useña ha dicho que el proyecto estaba abandonado desde 2003, Netayahu ha dicho que no le bastaba, que incluso la energía nuclear con fines pacíficos representaba un peligro para su país.  Dando un paso más,  Netanyahu ha declarado que todos los países occidentales deberían  unirse a él para aplastar a Irán, porque este no solo amenazaría  a Israel sino a todo Occidente. Esto ya resulta absolutamente desmesurado, por más  que Irán se declara efectivamente enemigo de occidente. Basta comparar su presupuesto militar: una cuarta parte del israelí.  Netanyahu se ha jactado de haber destruido las instalaciones nucleares iraníes con la ayuda de Usa, pero la destrucción parece haber sido solo parcial, y además la tarea puede reemprenderse mientras permanezca el actual régimen, o incluso si otro le sustituye. Habría sido una victoria pasajera.
Pero el objetivo real de Israel, no conseguido,  era precisamente destruir el régimen de los ayatolas y sumir al país en el caos y la guerra civil, como  en Irak, Libia o Siria. Porque esa es la seguridad que busca  Netanyahu desde que diseñó a tal fin, hace treinta años, una serie de siete guerras que culminarían en la de Irán. Aparte de las propias declaraciones, el mensaje del Mosad a diversos generales y altos cargos iraníes dándoles un plazo de 12 horas para romper con el régimen y huir para no se asesinados junto con sus mujeres e hijos, indica el propósito de provocar un movimiento de descomposición interno. Con un estilo ciertamente gangsteril.
Como decían los griegos, la desmesura, la hibris, conduce a la tragedia. Un problema de los judíos es el mesianismo, y tanto Netanyahu como otros de su gobierno parecen creerse nuevos mesías que garantizarían la seguridad definitiva de Israel.  Quizá no sobre  recordar que la destrucción de Jerusaén y la expulsión y dispersión de los judíos por el mundo se debió a esa desmesura mesiánica.  A una fatal arrogancia, diríamos remedando a Hayek
Y en la actual política israelí observamos  dos conceptos harto inquietantes, no solo para Israel: el de Amalek como encarnación de la hostilidad y amenaza para el pueblo judío,  y que debería ser aniquilado por completo; y la opción Sansón, que derrumbó las columnas de un templo pereciendo junto con miles de filisteos. En clara alusión a una “solución” nuclear.

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