«L’Aixada com eixida» de Picassent, Valencia
Compartir
Cultivar, cooperar, formar
A un tiro de piedra de la carretera que une Picassent con Montserrat, ciudades próximas a Valencia, se encuentra un huerto donde un grupo de jóvenes han tomado la azada como salida a una forma de vida que ni les gusta ni les acoge, porque tiene a la mitad de la población laboral juvenil en la cuneta del paro. Se llaman a sí mismos Cooperativa Agroecològica l’Aixada com Eixida, aunque son una asociación laboral. Llevan tres años dedicados a transformar unos bancales yermos y huertos de naranjos abandonados en un bosque alimentario. Cultivan verduras, hortalizas, frutales, hierbas aromáticas y mantienen un frágil gallinero víctima de depredadores de dos y de cuatro patas. Son uno de los cientos de proyectos de autogestión agrícola que prosperan en la geografía valenciana y también en el resto de España. Pero también son más, porque dedican tiempo y esfuerzo a la realización de jornadas, seminarios, comidas comunitarias y otro tipo de actividades divulgadoras de su forma de vivir la vida. Nacidos algunos de estos proyectos al calor del 15-M, el paso de la Apisonadora de la Realidad de las Cosas Como Son parecía haberles aplastado. Después de las elecciones Europeas del 28-M, la alternativa política y económica al Sistema se ha pronunciado en voz bien alta. En esta entrega de Agroicultura hablan Raul Silla, uno de los mantenedores del proyecto, biólogo que ha aprendido más de sus viajes por Iberoamérica que de la enseñanza reglada, y Juan Cases, que lleva las cuentas en l’Aixada com Eixida, echa una mano en lo que haga falta, y se gana la vida como bancario en Alcásser.
Entrevistas y fotos realizadas por Fernando Bellón
Juan Cases: «Nos han inducido a mirarnos el ombligo, y a ignorar que ponemos la bota en el cuello del Tercer Mundo con nuestra forma de consumir»
Tengo 55 años. Y estoy aprendiendo a ser agricultor ecológico. Cuando empecé no imaginaba que me iba a gustar tanto. Yo trabajo en banca desde hace 38 años. Esto ha supuesto un cambio radical en mi vida, en la forma de pensar, otros valores.
¿Cómo se produjo ese cambio?
Yo entré aquí a raíz del 15 M, una eclosión de espontaneidad y de frescura. Parecía que iba a haber cambios sociales drásticos. 2011. El Sistema estaba asfixiando a mucha gente. Lo que se proponía era cambiar todo desde abajo. Aquello pasó. Del 15 M se han desprendido movimientos, asambleas de barrio, productores de todo tipo, autónomos, gente que se autogestiona. L’Aixada com a Eixida, no es una consecuencia directa, sino algo que aparece necesariamente; una reacción instintiva al avance del capitalismo sin razón, bestial, que está agotando los recursos a velocidad vertiginosa…
No sé qué futuro y qué vida pueden tener los nietos de nuestros hijos. Dentro de este mundo que los poderosos han querido globalizar, desde su propio punto de vista interesado. Para que estés bien en tu Primer Mundo, tienes que poner la bota en el cuello del Tercer Mundo. Esto es complicado de asimilar para los ciudadanos normales, trabajadores, de vida corriente. No haces daño a nadie, te limitas a trabajar y consumir… Sin pensar que lo que estás comprando ha supuesto una catástrofe humanitaria, como el accidente de la fábrica de ropa de Bangladesh. Hay que cambiar la mentalidad, hay que ser críticos y ejercer nuestro derecho a saber dónde se producen las cosas que consumimos y en qué condiciones, qué derechos tienen los que las fabrican.
Nos dejamos llevar, todos tenemos nuestros problemas Y el problema es que nos han inducido a que cada uno nos miremos el ombligo y nos olvidemos de los demás. Hay que abrirse un poquito. Yo no pretendo concienciar a la gente a nivel global de que necesitamos un cambio. Pero sí que este tipo de proyectos es como una red de redes: un proyecto aquí, otro a unos kilómetros más allá, las cosas funcionan así, a base de ondas. Así es como se empiezan a cambiar las cosas.
Para un bancario debe ser difícil estar dentro y fuera del Sistema a la vez.
Para estar aquí tienes que tener valores e ideas que se enfrentan por completo al Sistema. A pesar de que yo soy consciente de que estoy dentro de ese Sistema. Es así de complicado. No se puede uno escapar de lo convencional. Cuando aterricé aquí de la mano de mi hijo Lucas, vi a un grupo de gente que no tenía nada. Gente sin trabajo o con trabajos esporádicos, con ideas antisistema, perroflautas… tal y como les han catalogado desde fuera.
El mundo de los trabajadores de banca es supervariopinto. Es cierto que a veces te ves obligado a hacer cosas éticamente reprobables, pero eso pasa en cualquier tipo de trabajo Hay gente que da un paso adelante y denuncia la situación, otros no son capaces de desprenderse de la inercia de la bola que les arrastra…
A mí me ilusionó mucho este proyecto. Yo tenía un punto de vista mejor que los jóvenes, porque tengo 30 años más que ellos, y mi ilusión estaba impregnada de cautela. Esta forma de vida se vuelve difícil cuando sales de este entorno. Apuestas por el decrecimiento, algo que va en contraposición con mi trabajo que es consumo, consumo, consumo, consumo… En mi caso la contradicción es menor, porque yo soy un simple empleado de base, no tomo decisiones. Yo estoy en la caja. El tema de administración en Banca lo están externalizando; antes estaban los comerciales y los que gestionaban esa labor comercial. Ahora en administración quedamos la vieja guardia, personas de cincuenta para arriba. Nos han posicionado allí. Somos personas que no se toman su trabajo como una forma de enriquecerse; no nos planteamos el tema de prolongaciones de jornada, si no es esporádicamente. Yo pude optar por ese camino de la ambición profesional, pero mi historia personal me decía que no.
Mi padre ocupó cargos de responsabilidad en la banca de los años setenta, que no era tan especulativa. Murió cuando yo tenía 12 años, y el no poder disfrutar de él, me creó un trauma. Yo no quería lo mismo para mis hijos, y sabía que entrando en esa dinámica de la competitividad acabaría igual. Así es como se funciona. El mundo financiero es incapaz de concebir que tengas tu vida privada, que des siete, ocho horas al trabajo y te olvides de él; estamos viviendo un momento de regresión total. Lo peor de todo es que lo que es irregular lo están normalizando. Ponen el listón de las irregularidades tan alto, que los que entren después lo encontrarán normal.
¿Cómo se forjó l’Aixada com Eixida?
Esto es una cesión, un grupo de amigos de mi hijo, entre los cuales estaba el dueño de los terrenos, Salvador, que vieron la necesidad de dar salida a las necesidades vitales de cada uno. Y se metieron en la agroecología. Los terrenos estaban semiabandonados. Una parte estaban plantados de cítricos, y el resto, en barbecho. Empezaron a limpiar, con la ayuda de un tractor que removió la tierra. Se ha hecho mucha inversión. Se acondicionó el establo, construimos un horno moruno, un paellero para poder hacer reuniones y jornadas. Es un proyecto a largo plazo y militante. Al principio , en 2011, éramos cosa de ocho o nueve personas..Algunos venían de fuera del país, con unas ideas de cooperativismo, de cambio social; otros eran hijos del momento, del 15 M, esperanzados por los signos de cambio de los tiempos: la expansión del trabajo comunitario en todos los campos, no solo el agroecológico.
Cultiváis frutales y hortalizas a la vez, y tenéis gallinas…
Cinco de las treinta hanegadas de l’Aixada com Eixida son de cítricos. Hasta que entramos nosotros, los cítricos estaban integrados en la cooperativa; y el padre de Salvador nos permitió salirnos de ella, hacer nuestra gestión libre de agrotóxicos. El resto del terreno está dedicado a huerta. Queremos transformar los bancales de arriba en un huerto de árboles, sobre todo frutales. Biodiversidad, bosque. Y en la parte de abajo, más árboles, transformar el monocultivo cítrico que nos ha llevado a esta crisis agrícola.
Tenemos 15 gallinas. Al principio llegamos a tener 25 ó 30, pero tuvimos que adaptarnos a las reglamentaciones legales. También teníamos cinco pavos y cinco patos. Hicimos un cercado, pero las jaurías de perros y algún que otro humano se llevaban a los animalitos. Los pavos se murieron o los mataron. Y los patos desaparecieron el mismo día, no sé si se fueron acobardados por el panorama o en el saco de alguien.
Hacemos huerta de temporada. Nunca ha habido de todo en el mercado. La tierra tiene sus ciclos y cultiva en relación con la climatología lo que corresponde a cada estación. Todo lo demás es forzar a base de invernaderos, de microclimas…
¿Cómo os surtís de agua?
Viene de un motor del que el dueño del terreno es socio. Canalizamos el agua por goteo. Aunque lo malo es que hay una temporada que el agua viene sin productos, limpia, pero a partir de marzo le empiezan a meter medicina. Estamos vendidos, porque necesitamos el agua No podemos hacer nada. Si te opones, la comunidad de regantes, que la mayoría se dedica al monocultivo, te gana.
Te habrá tocado el papel de contable, verdad.
Es una contabilidad muy simple. También contribuyo a tareas agrícolas. Aunque la producción de la huerta la llevan los que están aquí a diario. Ellos controlan los ciclos lunares, cuándo se debe plantar, etc. Yo vengo normalmente los sábados por la mañana, y me pongo a su disposición: ¿Qué hay que hacer hoy? ¿Plantar? ¿Desherbar?… Lo que haga falta. Mi mujer se ocupa de otra pata de la cooperativa (aunque es un concepto mental, no registrada), el tema de salud: hace jabones, detergentes para lavadora, todo con productos naturales, con aceites de caléndula, por ejemplo, lavanda. La pata de producción y cultivo ecológico, es en la que yo colaboro. La otra pata es la de educación.
Estamos en estrecha colaboración con el Centro Social Autogestionado El Montó de Alcásser. La gente que empezó este proyecto procedían de allí. Llevan mucho tiempo, creo que 25 años, realizando actividades pedagógicas, instructivas, agitadoras frente al Sistema. La pata educacional es básicamente de concienciación: consumir productos locales, instruirles sobre el peligro mortal de los agrotóxicos, la necesidad de consumir sano, intentar cambiar las costumbres, o mejor dicho, recuperar las que tenían antes y que este Sistema ha arrumbado, a ser críticos y autocríticos, no creerse todo lo que te dicen, reflexionar.
Llevamos haciendo jornadas tres años. El primero, sobre agrotóxicos. Para ser lo que somos, movemos a bastante gente, y somos capaces de que vengan catedráticos de la universidad. También hicimos unas agroolimpiadas enfocadas al cooperativismo; por las mañanas hacíamos juegos no competitivos, y por la tarde, charlas. El objetivo era salirnos del horizonte local, ampliar las redes. Fue un éxito. Yo me lo pasé muy bien, y me sorprendí. El segundo año, en abril, hicimos unas jornadas sobre el agua, su privatización; pasamos un documental de Miguel Ángel Baixauli sobre la relación del ser humano con el entorno, un trabajo autobiográfico sobre la Albufera; vinieron catedráticos de la universidad. Este año, las Jornadas sobre Autonomía Comunitaria, cómo vivir sin dependencias: Bioconstrucción. Autonomía energética. Autonomía en la alimentación.
Yo cuando estoy aquí me encuentro muy feliz. Esto no quiere decir que estemos en el paraíso, porque hay muchos problemas. Pero no son los mismos que tiene una empresa convencional. Funcionamos horizontalmente, en forma asamblearia, con diferencias naturales, pero muy bien.
Raúl Silla: «La única manera de conservar pasa por el uso y gestión del territorio; el campesino lo lleva de oficio».
Mejor que hablar de mi formación, voy a hacerlo de mis viajes, que han sido mi mecanismo de aprendizaje consciente. He conocido diversos lugares de América del Norte y del Sur: Méjico, un año y pico; Bolivia, casi un año; Brasil, una estadía, y he conocido medianamente Perú y Argentina un poco. Desde de los veintipocos años me dediqué a conocer mundo con la mochila.
A parte de los viajes, mi etapa formativa académica se compone de estudios de Biología en Barcelona, Ciencias Ambientales en Valencia, y agroecología como posgrado, en Córdoba. Mencionar mi formación académica me avergüenza en cierta manera, porque es un efecto manipulador de la sociedad, que nada que ver tiene con la conciencia que vas adquiriendo.
Mi familia no tiene que ver casi nada con la agricultura, excepto que tenía un campo de naranjos, que hoy es una finca vergel. Me incliné hacia estas áreas del conocimiento para conocer la naturaleza y comprender la biología de la vida. Fue una vocación, era lo que más me interesaba. No era con el propósito de encontrar un trabajo, sino por mero interés de conocer.
Pero donde aprendiste más fue en los viajes
Para viajar hay que tener el impulso de conocer otras culturas diferentes a las tuyas. Ese fue el motivo, que en Centro y Suramérica encontraba aspectos culturales y ecológicos más atractivos, y me podía comunicar con la gente a través de una lengua común.
He señalado los viajes como primer punto en mi formación, porque han sido la forma de estructurar mi conciencia. Gracias a ellos he ido elaborando un intelecto y una mente un poco más amplia que quedándome aquí en una burbuja social.
Como mi formación académica era la Biología, me dedicaba a contemplar la conservación como una meta, y me lanzaba a proyectos de conservación de ecosistemas o de especies. Esa búsqueda de una conservación real y prolongada en el tiempo, más que una farsa y una “limpieza de manos verde”, como se llama, me llevó a darme cuenta de que la conservación no se puede comprender sin la agroecología, el uso y gestión de los recursos de manera sostenida y renovables. La única manera de conservar pasa por el uso y gestión del territorio, conocer la agricultura y ser agricultor y campesino. Son esas manos las que pueden aplicar de verdad la conservación del planeta, los ríos, la tierra y todas las variedades de flora y fauna.
En esta etapa de colaboración con ONGs me fui dando cuenta del estrecho abismo que separa el mundo real, la vida y la conservación, del mundo económico, la financiación y los intereses. Las ONGs me fueron desengañando, me mostraron su lado oculto, y yo me fui dando cuenta de que mi papel no era tanto el colaborar con este tipo de sistemas, sino empezar a conocer la naturaleza del territorio donde yo nací y donde quiero vivir. Por eso, de un día para otro, decidí que el único punto más vital, con mayor claridad profesional para mí era la agricultura.
La azada como salida.
Estos han sido mis caminos. Luego viene l’Aixada com Eixida, una experiencia comunitaria, la realidad de un grupo que se manifiesta con ese proyecto. Es un ejemplo de iniciativas asamblearias en un momento de indignación social vivido y manifestado en el 15 M, y a partir de él, que comporta muchos más; en él confluyen la historia y la trayectoria de los movimientos sociales y de las conciencias de la gente, y conlleva una realidad de vocación en la agricultura o conservación de la naturaleza, una idea que ya sopesaba el grupo. La vinculación de l’Aixada com Eixida a la agroecología corresponde a esta realidad que vemos en el territorio. En l’Horta Sud es evidente el abandono de los cultivos, más bien monocultivos, que han hecho tanto mal. El territorio hace una llamada de auxilio que la gente con ojos puede percibir com una realidad que nos afecta a todos y que nos pide actuar sin demoras.
Surge la posibilidad de una cesión de terreno, algo que estábamos esperando. Somos gente sin recursos, sin patrimonio, con vocación y motivación, pero sin nada tangible que nos pueda facilitar la opción de actuar, solo nos queda la solidaridad y la confianza de crear unos vínculos de trabajo con el territorio. Una cesión significa muchas cosas, significa el retroceso de la propiedad privada, significa también la oportunidad de un empoderamiento de la sociedad, hasta ese momento limitado a los que poseían, una oportunidad para los que no tenemos. Una relación de confianza que satisface la expectativa de un mundo más justo. A partir de ese cuestionamiento, que son unas tierras cedidas a largo plazo, forjamos un proyecto a largo plazo que dé cabida a diferentes personas de maneras variadas. Entendimos que el punto de unión era generar una cooperativa, diversificar trabajos, opiniones y filosofías, siempre bajo unos prismas agroecológicos.
Empezasteis más de los que hoy quedáis.
En principio éramos unas veinte personas, con un porcentaje equilibrado de hombres y mujeres. Ahora bien, la modalidad del trabajo y el mundo en al que nos hemos incorporado han generado muchas contradicciones sobre el bienestar y el sacrificio en el trabajo. Y eso, a largo plazo, supone una selección, un límite a la perdurabilidad de un grupo amplio. A partir de cierto momento, el grupo fue menguando y nos quedamos los que teníamos clara una filosofía de vida. Para nosotros es algo que va mucho más allá de una etapa de nuestra vida, una satisfacción momentánea, es la certidumbre de que estamos en la forma de vida que deseamos para toda nuestra existencia.
Entonces, surge el grupo, nos colocamos en la tierra, empezamos a diversificar las tareas, ocupamos huerta, pero también consideramos vergeles para el futuro, tratamos la cría de animales como algo necesario, ampliamos el trabajo a la elaboración de conservas con excedentes o de productos derivados de horno, hierbas medicinales, productos de higiene y de salud… Una amalgama de productos que tratan de cubrir las necesidades básicas, aprender a hacer todo lo que habitualmente compramos para la vida cotidiana, y cerrar esas dependencias.
¿Qué balance podéis hacer tres años después?
Un balance es un análisis autocrítico de la realidad que te compete. Por una parte está la valoración positiva; en mi caso considero que no he estado perdiendo el tiempo en estos tres años. La valoración del conjunto es grata, porque hemos creado un grupo que se manifiesta en red de trabajo, apoyo y familiaridad que ya quisieran muchos. Y desde el punto de vista social, el avance es el más lento y arduo, pero está en incremento siempre que nos movilicemos. Por tanto, el balance es positivo.
Luego están los aspectos negativos, que tienes que considerar, claro. Son aspectos predominantes, como el mercado, sus leyes. Las barreras legales que nos están metiendo al campesinado son fuertes. Esto no es algo nuevo, el campesinado siempre ha estado invisivilizado, torturado, ha sido el último eslabón de la cadena productiva, pese a ser el más importante. Formar parte de un grupo de oprimidos de la sociedad es en sí un problema. Y además, formar parte del grupo de oprimidos cuando el mercado laboral está tan precario y la situación económica del país es nefasta, genera un problema mayor… pero sumando las complejidades del momento, el balance es positivo. Algunos pensábamos que no todo era malo en esta crisis moral y ética, reflejada en el campo ecológico, que mina la supuesta felicidad y un bienestar que beneficia a unos pocos pero perjudica a otras realidades ajenas a la nuestra. Vimos que era una crisis muy estructurada que supondrá cambios en positivo. Ese el planteamiento optimista que yo quiero dar.
¿Qué modelo de producción tenéis?
La alimentación diaria es fácil de conseguir con un pequeño trozo de huerta. Nosotros hemos dado prioridad a la gestión de la huerta. El autoconsumo es el primer objetivo de una cooperativa como la nuestra. Luego está la generación de una actividad económica, que refuerce el desarrollo de nuestro proyecto. La huerta se ha ampliado y diversificado. Esto nos permite producir conservas, realizar actividades en la finca para quemar este excedente de manera moral. Son propuestas que se van sumando a la estructura rural. La cría de animales, limitada al autoconsumo, seguirá ese camino cuando podamos desarrollarla. Se trata de focalizar es trabajo en la huerta, y reivindicar la soberanía alimentaria. Esto quiere decir que el mercado de venta local es una proclama y una expresión de nuestro colectivo: llevar el producto fresco de la huerta picasentina al consumidor picasentino, este es el primer punto. Hemos generado un mercados local paralelo en Las Casetas, un barrio de Alcásser, que nos ha permitido montar una paradeta (puesto); lo hacemos de manera alegal, y todos los lunes vendemos al vecindario de un modo mucho más llevadero para el consumidor no del todo comprometido: una venta a granel a un consumidor que puede o no comprar. Nosotros nos arriesgamos como en cualquier mercado a hacer una venta oportuna para un grupo de personas.
Por otro lado, la necesidad básica de un proyecto como el nuestro es conformar una red de consumidores próximos, y que acepten la responsabilidad de formar parte del consumo de los productos que le ofrece la cooperativa. Pero eso es difícil de formar. Así que nos contentamos con encontrar esa diversidad de grupos de consumo que están empezando. Hemos estrechado lazos con algunos de ellos, y empezamos a vender entre ellos nuestra producción. Son repartos en Valencia de manera inestable, no semanal, pero funciona gracias a Internet, que facilita el contacto entre el consumidor de Valencia y nosotros.
¿Cuánto terreno estáis cultivando y cuántas personas?
30 hanegadas y cinco personas activas: el que habla, Juan y Marisa, Carlos y Jacobo. Luego hay una red de compañeros y compañeras que dan apoyo en momentos puntuales, de manera desinteresada e informal. Tres de nosotros somos agricultores y nos dedicamos a la gestión de la finca a diario. Luisa [esposa de Juan Cases] es la que se encarga de los productos de salud, Juan se encarga de la administración y en sus ratos libres viene a la huerta y nos echa un cable. Entre los cinco no solo gestionamos las actividades productivas, sino otras mucho más importantes para el grupo como las de formación, en las que nos movemos los cinco por igual. Otras actividades del grupo son las de establecer redes de venta, nuevas relaciones.
No está ocupado todo el terreno. La finca tenía algo de diversidad antes. Naranjos y almendros. La huerta la hemos centrado en unas 15 hanegadas, y hay algún bancal que está sin uso, aunque los márgenes y lindes están forestados y tenemos algunos espacios donde hemos plantado frutales y dentro de podo serán ya una realidad. Para los pocos que somos, la finca genera muchas posibilidades. Estamos en continua búsqueda de gente que quiera formar parte activa de un proyecto como este.