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Bitácora y apuntes

Los visigodos

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Porta Ferrada del monasterio de Sant Feliu de Guixols. Dicen que mozárabe, pero no excluyen que puede ser visigoda.

Gaspar Oliver

Estoy leyendo un excelente libro de historia: Los visigodos, hijos de un dios furioso, de José Soto Chica, editado por Despertaferro. La Spania visigoda está ausente de la memoria histórica de la mayoría de los españoles, tiene mala prensa. En mis días de estudiante, el empollón de la clase recitaba sin atascarse la lista de los treinta y tres reyes godos. El estado hispanogodo es el apestado de nuestra historia: cruel y regicida, débil y fragmentado, incapaz de contener una invasión de bereberes que dio al traste con él.

José Soto Chica desmonta estos prejuicios sin fundamento, del mismo modo que Yeyo Balbás define con claridad las flaquezas visigodas y las fortalezas musulmanas en Espada, hambre y cautiverio, la conquista islámica de España, que Waltraud García está resumiendo en Agroicultura-Perinquiets.

He comprobado que hay lugares donde se cuenta la historia de una región pasando por encima de los visogodos, como si jamás hubieran estado en ella: del Bajo Imperio Romano a la invasión musulmana. Yo no sé si esto lo hacen con alguna torva intención o es simple ignorancia.

Los peores enemigos de los visigodos no fueron los musulmanes o los vándalos, son las izquierdas indefinidas que ocupan estamentos culturales del estado español. Tampoco tengo claro por qué.

Hasta el siglo XX, la historiografía y la literatura española dedicaron estudios y libros a los visigodos. Adquirió cuerpo una polémica imposible de resolver: el origen de España estaba en Recaredo y en San Isidoro o en los Reyes Católicos. Cuando la izquierda disuelta y disolvente renunció a la idea de España, el asunto se olvidó. Hoy vuelve a la actualidad.

Pío Moa, que suele asomarse a esta columna, sostiene que la unidad de España como nación proviene de la política de Leovigildo y su hijo Recaredo, y fue su invocado recuerdo el que sustanció políticamente y también religiosamente, la Reconquista. Lo que hizo la Reconquista fue recomponer España, salvo por una quinta parte de la península, y debe reconocerse que se trató de un caso único en la historia europea o de cualquier otra nación:  un país anegado por la invasión islámica, que su estado, religión, lengua, derecho y costumbres son sustituidos por otros, y lo recupera todo en un largo   proceso partiendo de una mínimas bases rebeldes.

No dice, es cierto, que España se forja con Recaredo. Sólo fija el hecho innegable de la existencia de un estado unitario que renace con perseverancia de siglos.

Otro punto de vista es el de Pedro Insúa en su libro Cuando España echó a andar, editado por Ariel, en el que fija la existencia de España en Alfonso X el sabio, en plena Baja Edad Media. Una de las razones que aporta de la fecha, siglo XIII, es que con la toma de Sevilla por Fernando III y la conquista de media Andalucía, la unidad cristiana se ha realizado, salvo en un quinto de su territorio, el Reino de Granada que, no obstante, está sometido a Castilla a quien paga su ”independencia”.

Por último, están los partidarios de que la nación española tiene su origen y fundación en la Constitución de Cádiz de 1912, cuando se proclama formalmente, contra la invasión napoleónica, la existencia de un pueblo español constituido en nación.

De todo esto, que no es más que un resumen, se desprende que la idea y la existencia de España llevan navegando en el océano de la historia desde que la historia existe. Se puede decir lo mismo de Portugal, Italia o Francia y, como mucho, de Grecia. Todas estas naciones actuales tuvieron un imperio, siendo el romano y el hispánico los más extensos y duraderos, y el francés el más efímero.

En un mundo dominado por conflictos imperiales modernos, China contra Estados Unidos, Estados Unidos contra Rusia, India calladita esperando su momento, polemizar sobre la longevidad de una nación puede parecer innecesario. Sin embargo, no es así. La idea y la existencia de España está en el candelero en los últimos tiempos, y no por capricho o pirueta de la historia, sino porque hay fuerzas que la quieren romper, y cuentan con el apoyo del gobierno del estado.

Así que, bienvenida sea toda polémica en torno a España. Es una oportunidad para quienes deseamos que se mantenga viva y unida.

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