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Agricultura y naturaleza

Richi Lostado, agroecólogo: tesón y compromiso frente a globalización

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Ricardo Lostado, Richi, estudió ingeniería agrícola y es agrónomo practicante, esto es, que dedica sus horas de labor y sus asuetos a la agroecología, vive de ella y siembra la inquietud agrícola allá por donde pasa, y cuando madura, recoge la cosecha. Todo lo que sabe (fuera de la academia universitaria, que le ha enseñado poco, asegura) lo debe a tres maestros, su abuelo Manuel, a Vicent Martí, agricultor ecológico de Alboraya, y a Víctor Lacruz, labrador eco de Foios. En los últimos años ha puesto en marcha un programa de integración de inmigrantes subsaharianos mediante la agricultura, otro para estimular la participación de personas en riesgo de exclusión, y en estos momentos encabeza y coordina Sol Viu que, entre otras cosas, reparte cestas de productos eco en la Universitat Politècnica de València.

Richi se confiesa pesimista, cree que tal y como funciona esta sociedad nuestra basada en el consumo pletórico e indiscriminado y en la explotación de los recursos del planeta, tiene los días contados. Cuántos, no es capaz de precisarlo. Es un pesimismo basado en la observación, pero mermada su fuerza porque como Ricardo Lostado hay muchos (aunque todavía pocos) que intentan parar la deriva del planeta hacia la ruina. Se puede ser un pesimista optimista o un pesimista contracorriente.

Richi es de los que no se quedan en las teorías, se toma las cosa en serio, lleva a la práctica sus ideas y sus sueños. Le cuesta hablar de lo que hace, porque no quiere perder el tiempo en teorizaciones. Pero cuando empieza a hablar no se deja amordazar por la corrección política.

Entrevista y fotos de Fernando Bellón, y de Ricardo Lostado

Paco, que reparte las Cestas responsables en la UPV, Richi y Lorena, colaboradora.

En el mercadillo de Roca, en Meliana. De izquierda a derecha, Pau y Chavo, agricultores. Paco, que reparte las Cestas responsables en la UPV. Richi y Lorena, colaboradora.

Ricardo Fonseca Lostado, Richi.– Nací en Algar del Palancia en 1977. Mi familia procede del campo. El padre de mi madre ha sido labrador toda la vida. Mi madre rompió con la tradición, es maestra. Y mi padre trabaja en la Confederación Hidrográfica. Pero yo he vivido desde la infancia la agricultura. La he tenido siempre cerca, la he palpado. Y a la hora de elegir unos estudios, esto influye. Al acabar la carrera de agrónomo me di cuenta de que no tenía ni idea de nada. Sabía cosas en términos generales y teóricos, pero me faltaba por completo la parte práctica. Yo no sabía qué hacer en el campo.

Tenía las inquietudes que habían ido sembrando en mí mis compromisos y mis ideas. En el cambio de siglo, cuando ya había terminado la carrera, me puse a buscar agricultores ecos por aquí cerca. Un buen día, en mis búsquedas, llegué a casa de Vicent Martí, en Alboraya. De su existencia me había enterado por Internet. Le dije que quería trabajar con él, que tenía formación técnica. Me miró. Puso una cara un poco agria, y me envió a uno de sus colaboradores entonces, José Manuel. Enseguida me di cuenta de que mi idea primera, sacar unos cuartos y aprender a la vez, era un error. Porque primero tenía que demostrar que tenía una idea clara de mi relación con la agricultura eco.

El principio era muy duro. Era verano, y hacía un calor tórrido. Tuve que limpiar un campo de alcachofas y acabé muerto, a pesar de que entonces era una persona atlética. A la una del mediodía, en julio, soplando el poniente, en medio de un campo de pimientos, te puedes desmayar. Pero te vas haciendo, con esfuerzo y capacidad de adaptación. Pasé con Vicent todo ese verano y el otoño y el invierno siguientes. Fue mi primer maestro.

Después, Richi se fue a Andalucía como técnico en el plan Columela y el Plan de Agricultura Ecológica. La primera legislatura de coalición PSOE-Verdes Andalucía fue pionera en muchas iniciativas bío. Para Richi y muchos otros técnicos fue otra etapa de aprendizaje. Le sirvieron de base para los proyectos que de inmediato iba a poner en marcha en Valencia.

Un huerto en

Un huerto agroecológico en Valencia.

Richi.– Cuando volví, José Manuel, el que trabajaba con Vicent Martí, estaba colaborando con un productor que llevaba varios años en eco, y me dijo que fuera con ellos a echar una mano. Pasé tres años. Desde entonces he estado vinculado a la agricultura. No al completo, aunque en energía y en tiempo era mi actividad mayoritaria. He dedicado tiempo a la docencia.

Para mí la producción agrícola va ligada a un proceso transformador, tiene un poder de cambio muy fuerte. En todo lo que vengo haciendo desde siempre hay una parte social. La primera parte de este rasgo social es hacer accesible a los mercados locales un producto sano y respetuoso con el medio ambiente, lo que se llama comercio de proximidad.

Luego está lo que va un poco más allá. Por ejemplo, hemos estado cinco en un proyecto con subsaharianos. A través de la agroecología, tratábamos de dar a los implicados herramientas sociales y laborales, hábitos de trabajo para que pudieran prosperar en nuestra sociedad. Nosotros tenemos incorporados en nuestros hábitos cosas que para alguien que viene de tan lejos, procedentes de otras culturas son novedades.

Una experiencia agroecológcia en

Una experiencia agroecológcia con subsaharianos.

Trabajábamos con la Asociación de Vecinos de Nazaret, que lleva varias décadas acogiendo emigrantes subsaharianos. Una de las formas que les ofrecíamos para integrarse en nuestra cultura y nuestra sociedad era la agroecología. El proyecto nació de un grupo de agrónomos y algún biólogo, que habían acabado los estudios universitarios o estaban a punto de acabarlos, y realizábamos un voluntariado. Hacíamos formación, otras actividades, y les facilitábamos entrar en la parte productiva en campos como el Serradal de Meliana. Luego nos trasladamos a la calle Masquefa, en el barrio valenciano de Benimaclet. La tierra que trabajábamos eran campos arrendados.

Todo proyecto nace, crece, y a veces se desarrolla, aunque sus promotores se hayan ido en busca de otro programa y otras actividades solidarias.

Richi.–Acabado este proyecto empezamos a colaborar con una entidad llamada Sant Joan de Déu, que trabaja con gente sin techo. Tienen un taller ocupacional denominado Tándem. Nuestro trabajo era siempre voluntario. En este caso variamos algo los objetivos. Ya no se trataba de acoger y dar la bienvenida al emigrante, y de crearle hábitos nuevos. Ahora el objetivo era una formación profesional y una posible salida laboral. Es un colectivo problemático. Las personas que acaban en la calle tienen problemas de adicciones, y se trabaja de un modo diferente. Este proyecto duró dos años. Piensa que son iniciativas que proceden de decisiones particulares y voluntarias. Puede suceder que las entidades promotoras cambien sus prioridades, o también que los voluntarios encuentran oportunidades de trabajo. Fotografías. Reportajes de tele.

El último proyecto social en el que Richi está involucrado es el reparto de cestas de productos eco en la Universitat Politècnica de València, en colaboración con CEDAT.

Ahora, tenemos en marcha un proyecto social esta vez con un colectivo de personas con diversidad funcional. Estamos trabajando desde un centro especial de ocupación social de la Universitat Politécnica de Valencia, la Fundación CEDAT, dedicado a apoyar a los miembros de la comunidad universitaria con algún tipo de diversidad funcional, facilitando el estudio, el trabajo o la mediación.

Participábamos entonces como productores en un grupo de consumo de la UPV, Grup de Consum de Vera. Fue el germen del proyecto. Nos dedicábamos a facilitar la llegada de fruta y verdura de temporada en l’Horta de Valencia a toda la comunidad universitaria. Ya llevamos dos años en el proyecto llamado Cistella (Cesta) Responsable. Se suma al trabajo que realizan en CEDAT, de asistencia en los diversos centros de la UPV, jardinería, reparto de correo, etc. Son personas que conocen a la perfección el Campus, y reparten las cestas a quien está suscrito a ellas.

Los impulsores del proyecto han ido incorporando una serie de valores superiores a la producción, por ejemplo, la conservación de l’Horta, tejer un red de productores que se vayan relevando, facilitar el trabajo entre productores. Y además hemos incorporado otras cosas, por ejemplo, un taller de mujeres víctimas de violencia, que fabrican con retales unas bolsas muy chulas en las que se sirve la verdura. Los carros de transporte son reciclados de sillas de ruedas y otros materiales, realizados por artesanos de diferentes colectivos para el uso más cómodo de los que los utilizan.

Una paella en

Una paella en Nazaret.

El cultivo de Sol i Viu es certificado, pero también practica otra fórmula no oficial, el sello de Sistemas Participativos de Garantía. Para Richi la agricultura ecológica no es atenerse a unas normas, sino una forma de vida.

Richi.– Nuestro cultivo es orgánico certificado, pero podía no estarlo. Cuando dentro del proceso de garantía participan otros actores como los consumidores, resulta un fenómeno colectivo, no de sello oficial. En nuestro caso SPG Ecollaures. Las certificadoras se basan en un reglamento europeo. Basta con que cumplas ese reglamento. Eso a mí en particular se me queda corto. La agricultura ecológica nació sobre tres pilares, las personas, el medio ambiente y la salud. Hoy por hoy el único pilar que se mantiene es el de la salud. Estaba claro que el precio debía ser justo para quien vendía y para quien compraba. Estaba claro que debía de ser respetuoso con el medio ambiente del suelo que albergaba la producción, y con los procesos del producto (la cadena alimentaria) hasta su consumo. Pero claro, no sé qué sostenibilidad tienen productos que han recorrido cinco mil o diez mil kilómetros hasta llegar a la mesa de quien se los come.

Si coges por ejemplo a Pep Roselló, que escribe uno de los primeros libros sobre agricultura ecológica, eso ya está dicho. Al principio los que hacían agricultura ecológica lo hacían como una manera de entender la vida, no como una forma técnica y agronómica de laborar la tierra. Para mí la agroecología tiene que valer como motor de cambio. Y tiene que contar con la vertiente social, que se cumple en un Sistema Participativo de Garantía, que es un proceso colectivo en el que está presente la responsabilidad social.

Richi asegura que la corrección política puede llegar a eliminar la crítica.

Richi.–Pasa que a medida que un colectivo se construye, los conceptos sobre los que se basa se van pervirtiendo, en agricultura ecológica y en otras cosas. Prefiero ser crítico que políticamente correcto, que es algo que mata la sociedad crítica. Los conceptos se definen, alguien los acuña, y tiene una naturaleza. Las cosas pueden evolucionar, pero no los conceptos. La agroecología no puede ser redefinida por quienes practican la agricultura. Sí se pueden definir ciertos procesos. Pero la agroecología es algo definido en su día y que tiene que permanecer. No se trata de que se junten varios agricultores y redefinan lo que es la agroecología. Los procesos y la manera de llevarlos a cabo se pueden cambian, pero no las definiciones.

Esa falta de un compromiso social en la agricultura eco es la que a mí me impulsa, junto a dos compañeros, a entrar en un sistema participativo, que acabó por convertirse en SPG Ecollaures. Esa parte ha estado siempre presente en mi trabajo, la implicación social y productiva a la vez. Esto lo he llevado a cabo en diferentes etapas y con diferentes colectivos. Y ahora lo llevamos a cabo en el proyecto con la fundación CEDAT de la UPV, «Cistella responsable». Y también en otras iniciativas con personas con diversidad funcional o compromisos personales en los que incorporamos estos perfiles, producción de aceite eco, de tomate seco. El 95 por ciento de nuestra vida gira en cinco kilómetros a la redonda, por eso nuestras iniciativas son de carácter local.

En Meliana

En una parcela de Meliana

Richi se dedica a la agricultura al cien por cien, aunque cuenta con el apoyo temporal de otros labradores responsables como él y de voluntarios.

Richi.– En la producción constante estoy yo, y algunos compañeros que se incorporan temporalmente. Para ayudarme en las tareas agrícolas puedo elegir entre contratar personal cualificado o personal no cualificado, es decir, que no se dedican profesionalmente al campo, que proceden de colectivos con riesgo de exclusión o personas desfavorecidas. Son dos procesos, uno laboral y otro de formación. En total somos siete personas, aunque dos de las compañeras lo hacen a tiempo parcial, otra está en estos momentos fuera. Y a nivel productivo son compañeros que trabajan de forma colaborativa y se van implicando en los proyectos.

En la venta de los productos hemos tenido diferentes fases. En el proyecto de Sant Joan de Déu , los usuarios tenían una asignación económica fija, y un porcentaje de las ventas. En el proyecto de Benimaclet funcionaba de la misma manera. Ahora que no vamos de la mano de ninguna entidad, que es una iniciativa personal, lo que hacemos es incorporar a las personas en cada una de las tareas, y pagarles por ello. Los gastos los pago yo, no tenemos ninguna subvención. Hace tres años dejé la docencia, que era una forma de vida. Aproveché para invertir y para ahorrar. Y de la venta de los productos obtengo yo también algo. No necesito mucho.

Una de las cosas que siempre han tenido clara los equipos con los que ha trabajado Richie es que cuando no tienes independencia, acabas convirtiéndote en esclavo de tus propias estructuras y necesidades. Los proyectos sociales suelen estar subvencionados por la Administración o por donaciones. 

Richi.- Es verdad que hay muchas entidades con unas obligaciones sociales que no deben abandonar, porque si no son ellos, nadie lo haría. Es el caso de Sant Joan de Déu. En el caso de la Asociación de Vecinos de Nazaret, se autofinancian al cien por cien. Y en nuestro caso presente, lo mismo. Pusimos mucho empeño en ser capaces de poder autofinanciarnos. La pega es que necesitas una cierta estructura, una cierta organización para poder mantener los colectivos, ser eficiente, y estar en condiciones de asentar el proyecto. Mientras no se dan estas condiciones, la autofinanciación se acaba convirtiendo en algo que depende solo del esfuerzo y la voluntad de una o varias personas que aportan su dinero, su tiempo, su trabajo. Esto no es muy eficiente. Es el precio que pagas por tu independencia. El caso es que huimos de las entidades y organismos que te necesitan para justificar su existencia pero que acaban convirtiéndote en esclavo de tus estructuras.

Richi detecta poca conciencia y oca responsabilidad social y medioambiental en los consumidores de cierto nivel académico y adquisitivo. Lo atribuye al nuevo modelo de esclavitud moderna que se deriva del sistema imperante, que nos convierte a todos en seres desechables.

Mercadillo en la UPV

Mercadillo en la UPV

Richi.– Repartimos pocas cestas en la UPV. Es un proyecto chulísimo, potente, pero tenemos en nuestra contra los hábitos de consumo, y la difusión del proyecto flaquea. No somos capaces de extraer de nuestro trabajo todas sus posibilidades. Un ejemplo de hoy: en este proyecto ofrecemos hortaliza, verdura, fruta, pero también incorporamos a otros compañeros productores, por ejemplo, pan, aceite, miel. El productor de pan es Eric, un biólogo licenciado en Medio Ambiente, que hace pan desde hace años. Panes con masa madre de entre 600 y 800 gramos. Sus harinas son ecológicas y de cereales antiguos y casi en desuso, que se cosechan entre Castellón y Teruel. Su trabajo es pequeño, artesano que realiza una chica ingeniera agrónoma. Ella tiene un molino pequeño en el que moltura. Llegan todo lo lejos que pueden en la cadena de distribución: cosechan, transforman y venden. Es pan real, pero como consumidores tenemos incorporados conceptos e imágenes del pan. El pan se reparte 24 horas después de haberse cocido. Pues hemos recibido un mensaje de un cliente de la UPV, y pregunta si el pan es del día o de hace un mes. Es poca consideración y sobre todo ignorancia; y también algo más grave, que personas que supuestamente pertenecen a la elite intelectual de la sociedad, profesores, doctores o funcionarios perciben de esta manera el trabajo artesanal, natural, sostenible.

Yo soy pesimista. Estoy convencido de que vamos a pegarnos un porrazo. Vivimos en un sistema que se encuentra en vía muerta, con un modelo lineal, un planeta finito, un sistema educativo en el que continuamente se va enajenando al personal, en el que se ha expulsado al artesano de las tareas productivas, en el campo y en la industria. Se les ha sustituido por personas con mucha menos cualificación y con salarios mucho más bajos. Eso implica que son personas sin ese apego al trabajo que realiza y que carece de los conocimientos del oficio. Y lo más peligroso es que el nuevo perfil que sustituye al agricultor tradicional es muy fácil de hacer, tanto que no tardará en ser sustituidos por autómatas. Son trabajadores creados para que no piensen, dentro de un modelo nuevo de esclavitud. Vivimos en una sociedad donde todos somos desechables. Y desde los centros educativos y el en seno de la sociedad no estamos enseñando a pensar. Se lanzan discursos estereotipados que forman un juego completo de ideología de sumisión. Lo importante ni siquiera es el discurso en sí, sino quién te lo traslada. Esto empobrece a la sociedad, a cada uno de nosotros. Sí, soy pesimista. Creo que deberíamos de volver al ludismo. Pero para eso tienes que tener las cosas claras y saber a qué renuncias. ¿Cómo? Pues poniendo en marcha SPGs, por ejemplo, proyectos como el nuestro o acciones divulgativas como la que haces tú en tu revista, centrarse en las acciones de proximidad y este tipo de iniciativas basadas en lo cercano.

¿Cambiaremos el mundo?, se pregunta Richie en voz alta. «No. Pero tenemos que intentar sumar.»

DOS PARCELAS EXPERIMENTALES EN MELIANA

Parcela de prueba en El Serradal de Meliana.

Parcela de prueba en El Serradal de Meliana. Dos densidades de siembra.

En la finca del motor del Serradal, en el término de Meliana, Richi cultiva cinco hanegadas y media. En esta temporada, está haciendo ensayos con dos variedades de rábano forrajero. Es una antigua buena práctica agrícola, que la Revolución Verde ha arrinconado. Ha avanzado la técnica, pero Richi no está tan seguro de que haya avanzado la agronomía. El experimento se basa en las crucíferas, una familia de hortícolas, que incluye a la coliflor, repollos, lombardas, rizadas, brócoli, nabos, rábanos… El objetivo es desinfectar la tierra, dentro de las rotaciones habituales.

Richi.- Estos rábanos forrrajeros se rotovatarán cuando hayan crecido. Al incorporarse a la tierra se pudren, y sus compuestos, desde ácidos mostácicos a compuestos sulfurados, generan una desinfección del suelo. El ácido mostácico, por ejemplo, ataca a los hongos para entendernos. Se trata de utilizar los recursos y mecanismos de defensa de las propias plantas.

Se plantan las semillas en dos densidades, cada una en una parcela del terreno. Esto se hace de un modo estudiado, protocolizado. Las diferentes densidades de siembra nos permiten ver cual de las dos es más eficiente. El proceso es rápido. En un mes habrá crecido la planta, adquirirá un volumen de hoja y de raíz importante, se destruye, se incorpora a la tierra y con el calor del verano al cabo de un mes más, la tierra está a punto para plantar. En el caso de este campo, en septiembre se plantará hinojo, y crucíferas de cara al invierno.

Proporcionando calcio a las coles.

Proporcionando calcio a las coles.

En otra parcela también en el término de Meliana, Richi echa al campo un nutriente a base de calcio necesario para las plantas. Muchas veces, el calcio, igual que el hierro, está presente en la tierra, pero de una forma no asimilable para las plantas. Toda la costa mediterránea de la península es calcárea, pero con poco impacto en las plantas, a veces porque su crecimiento es tan rápido que no les da tiempo a asimilar el calcio. El calcio va disuelto en coadyuvantes, en este caso, aminoácidos que proporcionan básicamente compuestos nitrogenados.

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