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Agricultura y naturaleza

La Huerta del Boticario, un bosque alimenticio en Macastre, Valencia

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Inma y Carlos en su Paraíso

Un reportaje y entrevista de Fernando Bellón. Fotos del autor y de «La Huerta del Boticario»

Imaginar un paraíso es sencillo. Construirlo, aunque sea sobre el fértil bastidor de la naturaleza, es más complicado. Y vivir en él y de él, resulta francamente difícil. Pero Inmaculada Blasco y Carlos García están acostumbrados a ser fieles a sus sueños, algo que tiene aún más mérito cuando se anda con los pies en la tierra firme. La realidad cotidiana de Inma y Carlos es la Permacultura, en pocas palabras dejar que la naturaleza provea sin  molestarla mucho. Habitan la casa familiar de Inma en Macastre, cultivan La Huerta del Boticario a cinco minutos de su domicilio, organizan talleres agroecológicos-permaculturales, cursos de diseño de huertos, visitas guiadas y viajes en el tiempo (recorridos históricos por el escenario rural), degustaciones, y venden a los vecinos de Macastre verduritas y frutas, y al público en general, las creaciones estupendas de Inma, colgantes de flores secas sobre madera de olivo. Vistos de lejos son una pareja de alternativos venerables. De cerca son dos personas entregadas personal y profesionalmente a una causa dominada por la estética y el orden, que emanan del aparente caos de la Huerta del Boticario, y que se gozan en su casa, una combinación perfecta de estilo escandinavo y nazarí.IMG_2788

La Huerta del Boticario son dos bancales, uno de propiedad familiar y otro alquilado, de algo más de tres hanegadas. En el bancal de arriba, que llevan cuidando desde hace unos años, han preparado 16 caballones de 17 metros de largo con distintos cultivos. El de abajo lo están preparando para cultivos más «intensivos», y en un pequeño invernadero tienen los planteles que organiza Inma. También se proponen construir un corral con pequeños animales y un espacio para las actividades culturales al aire libre, como conciertos veraniegos, que ya han experimentado. Pero la realización mayor de Carlos e Inma es el bosque comestible.

El bosque comestible

Carlos.- Los bosques comestibles o de alimentos proceden de las culturas que viven en las selvas tropicales. Lo más parecido a un bosque de alimentos en el Mediterráneo sería una dehesa extremeña, con grandes encinas y otras especies y cereales. En este bosque en concreto estamos generando mucha diversidad, haciendo una pantalla frente a los vientos. Tenemos frutas,  verduras y flores. Son especies asociadas a cada planta comestible, como un gremio que la protege, la fertiliza y genera diversidad y equilibrio.
Por ejemplo, las caléndulas actúan como nematicidas [enemigas de gusanos], a través de los exudados de sus raíces, y al mismo tiempo atraen a unos bichitos que nos hacen el control de la tuta de la tomatera. También tenemos cardos, alcachofas, ajenjo (de donde se sacaba la absenta, un insecticida natural), abrótanos machos… Hay ciruelos, hay viña, hay alfalfa para aportar nitrógeno, frambuesos, avellanos, acelgas.

La exuberancia del bosque comestible.

La exuberancia del bosque comestible.

Tenemos otra parcela más silvestre. Lo que puedes observar es un estrato arbustivo de frutales, las gramíneas silvestres más la alfalfa, que actúan como abono verde, y toda la diversidad añadida: una berza de Burgos, cardos, alcachofas, hinojos, naranjos, y lino.

Cuenta el huerto con una compostadora.

Carlos.- Todo lo que no compostamos en superficie en los bancales, más los restos de cocina va a parar a la compostadora. Es un sistema de tres depósitos donde vamos aportando a lo largo de tres meses, volteando cada caja del compostero, hasta obtener el compost al cabo de nueve meses. Con ese compost  fertilizamos los bancales. La permacultura cierra ciclos, genera residuo cero. Todo lo que no se composta en superficie [se queda sobre el bancal] termina en el compostero para volver al bancal.

Lo tres cajones para el compostaje. Nutrición natural y producida por el propio huerto.

Lo tres cajones para el compostaje. Nutrición natural y producida por el propio huerto.

Hemos tardado tres años en ejecutar la huerta. Llegas hasta donde llegas. Y como en permacultura lo que intentamos es que la naturaleza trabaje para nosotros, la dejamos hacer. Contamos también con un mandarino, un melocotonero, tres perales y todos los gremios asociados a ellos, más muchas flores que Inma utiliza en su taller de artesanía.

Bancales sinérgicos

Carlos.- En el primer bosque también tenemos plantas medicinales que nos curan a nosotros, e introducimos plantas que luego utilizamos para curar a otras plantas.
Nuestros bancales son sinérgicos. Basados en la agricultura de Masanobu Fukuoka adaptada al clima mediterráneo, introducida en España por Emilia Hazeli. Se establece una sinergia entre los cultivos para generar equilibrio y fertilidad en el suelo.
Cada tres meses hacemos una foto de cada bancal, para representar los cultivos que hay. Por ejemplo, aquí hemos introducido coliflores y brócoli, ocupando casi todo el espacio. Al lado hemos puesto habas que van a aportar nitrógeno para fertilizar el resto de cultivos. Y en este lado, lechugas. Las plantamos antes de las habas, porque el haba se hace grande e impide que la lechuga pueda crecer, pero en ese momento ya hemos cortado las lechugas y nos las hemos comido. A esto le llamamos hacinamiento en el tiempo. Hacinamos en el espacio para tener mayor producción, y hacinamos en el tiempo para jugar con esa dimensión. Esto no lo puedes hacer cuando utilizas maquinaria. Es un trabajo de integración del bosque.

Inma y Carlos, detrás de una plantación de habas.

Inma y Carlos, detrás de una plantación de habas.

Inma.- La máxima para nosotros no es la producción.
Carlos.- Aquí había romanescus. Ahora hemos plantado lechugas y espinacas. Y también zanahorias y remolachas. Quedan unos poquitos puerros en los laterales, los otros los hemos consumido. El año pasado tuvimos calabacines, y lo que hemos sembrado es por un lado la veza, y por otro avena. La avena sirve para compactarnos el terreno y la veza, una leguminosa, nos aporta nitrógeno. Luego podremos plantar un cultivo exigente porque ya hemos hecho la fertilización. Arrancaremos la avena, la cortaremos a pedacitos, la dejaremos acolchada, y la veza simplemente la segaremos y la dejaremos triturada.

El huerto tiene riego por goteo, pero en ocasiones no le viene mal un refuerzo.

El huerto tiene riego por goteo, pero en ocasiones no le viene mal un refuerzo.

Regreso a la agricultura tradicional con los conocimientos del presente

Carlos.- En el año 97 nos fuimos a vivir a una masía, la Casa del Río Mijares,  para poner en marcha un proyecto de agroturismo. Desde entonces nos procuramos nosotros mismos la comida. Es una forma de vida. Aquel diseño lo hicimos para autoabastecernos. Y nos dimos cuenta de que era un espacio idóneo para la formación y la sensibilización, un vergel demostrativo. Luego nos salió la oportunidad de alquilar esta parte de la huerta, del tío Vicente, en septiembre de 2016. Y aplicamos los modelos de la permacultura, que observa la naturaleza y recoge información de variedades y cultivos de los pueblos de la zona. El diseño es un agregado de cómo sería una huerta ibero-romana-musulmana. Hemos dejado dos franjas laterales donde meteremos setos, integraremos frutales. Los antiguos no plantaban todo de naranjos, de melocotones… diversificaban la fruta para tener producción durante todo el año. La zona central es donde se produce la verdura o el cereal o leguminosas. Hemos diseñado otro sistema de bancales para la producción intensiva de verduras, y estamos dotando de infraestructuras el espacio. Hemos diseñado desde los patrones (ramificar la distribución del agua), hasta los detalles.Habrá un cobertizo de cañas y palos, una zona de almacenamiento de paja y los triturados que sirven de acolchados, para hacer también las cajas de verduras a la sombre. También sirve para tapar la visión dese el camino, y para establecer una barrera contra posibles tratamientos químicos de algún agricultor vecino. Tendremos también dos avellanos para proyectar sombra en los composteros. A su vez las hojas de los avellanos la utilizaremos para el compostaje.

Esta parcela es la que el tío Vicente les ha alquilado. Tiene invernadero y un microtúnel donde crece algún cultivo. En unos años estará lleno de árboles frutales y contará con un gallinero.

Esta parcela es la que el tío Vicente les ha alquilado. Tiene invernadero y un microtúnel donde crece algún cultivo. En unos años estará lleno de árboles frutales y contará con un gallinero.

Invernadero, espacio de convivencia y gallinero

Carlos.- Luego tenemos el invernadero, donde iniciamos la producción de las plantas. A la izquierda, un pequeño almacén de herramientas, y al final un vergel frutal con animales, gallinas, y también un espacio de convivencia para uso didáctico. Hemos hecho ya un recital de música. Hemos adelantado en los microtúneles (manta térmica) la producción de verdura y tomate, porque este año está siendo muy irregular, hace calor, bajan las temperaturas… Vamos a producir este año 16 variedades de tomate, y en verano haremos degustaciones de tomate. En el invernadero están los planteles de berenjenas, calabacín, pepinos y todas las flores.

Carlos García Dolz e Inmaculada Blasco Romero se conocieron en las Pascuas de 1989, y desde entonces andan juntos. Inma nació en el pueblo, y Carlos en Valencia, aunque su madre es de Macastre. En 1991  se quemaron veinte mil hectáreas de bosque en la Hoya de Buñol. Una asociación cultural de Macastre pidió a Carlos, entonces estudiante de Biología, que diera una charla sobre incendios forestales. Confiesa que se sorprendió de que, estudiando Biología, no supiera nada ni de bosque mediterráneo ni de incendios. Se documentó, y descubrió que solo quedaba un tres por ciento de bosque mediterráneo en la Comunidad Valenciana. Esto motivó a la pareja a la acción. Se pusieron en contacto con la comisión forestal de Agró, crearon su propio grupo ecologista en Macastre y empezaron a hacer reforestaciones.
Carlos estaba terminando sus estudios, la tesis de licenciatura, y vivía en casa de sus padres. Inma trabajaba de administrativa en un despacho de abogados de la ciudad de Valencia. El primer paso de su vida en común fue el voluntariado. Carlos empezó a trabajar en una empresa de educación ambiental, después hizo programas de garantía social en Castellón, para formar a jóvenes en trabajos forestales.

Pronto comprendió que solo reforestando no llegarían muy lejos. Había que informar y sensibilizar a la gente. Poco a poco descubrieron que no querían vivir en la ciudad, un medio que les parecía insostenible. Querían vivir en el campo. Pero, ¿dónde? Y, ¿cómo? Empezaron a formarse. Primero en Mas de Noguera, y también asistiendo a jornadas de agricultura ecológica y turismo rural. La conclusión fue que querían vivir de estos sectores.

Flores para decoración artesanal y para controlar plagas.

Flores para decoración artesanal y para controlar plagas.

La Casa del Río Mijares

Carlos.- Nos propusimos montar algo turístico con agricultura y educación ambiental, que nos permitiera adquirir práctica sobre la teoría que íbamos acumulando. Encontramos que el Ayuntamiento de Buñol tenía una finca de un antiguo proyecto de granja escuela que no llegó a funcionar. Durante un año, un grupo de amigos estuvimos redactando un proyecto, y nos dedicamos a visitar el ayuntamiento para convencerle con todo tipo de argumentos para que nos arrendaran la finca. Creamos la cooperativa “Casa del Río Mijares” para desarrollar un proyecto de agroturismo. Era mayo del año 97. Nos instalamos en la finca de Buñol, aunque yo mantuve mi trabajo de formador en Castellón mientras la otra compañera, Inma y yo estructurábamos el proyecto. En el 98 abrimos al público las instalaciones.

Era un proyecto de permacultura, un centro de educación ambiental, un albergue rural y un centro de recuperación de variedades tradicionales. La finca llevaba 20 años abandonada. Pusimos en marcha la huerta, recuperamos el olivar, introdujimos animales y abrimos el albergue rural, cultivamos cereal y forraje para los animales. Creamos una explotación que era muy autosuficiente. Producíamos nuestro aceite, el grano para los animales…
Éramos tres personas, y nos servimos de la organización WWOOF (World Wide Opportunities for Organic Farms), un portal que conecta  a voluntarios con fincas orgánicas donde pueden ofrecer sus servicios a cambio de alojamiento y comida. Como no existía WWOOF España nos inscribimos en WWOOF Alemania. Veía gente de todo el mundo a colaborar con el proyecto. Gracias a ellos logramos mantenerlo, porque para nosotros habría resultado imposible gestionarlo todo. Había agricultores, ganaderos, cocineros, olivicultores…

Chavales de la Universidad de Valencia trabajando en la Casa del Río Mijares.

Chavales de la Universidad de Valencia trabajando en la Casa del Río Mijares antes de 2009.

Inma.- Aprendimos un montón de oficios. Yo vivía en Macastre hasta que me fui a Valencia con mi hermana a un piso de estudiantes. Trabajé en un despacho de abogados como administrativa. Al principio la ciudad ofrece muchas cosas para alguien que viene de un pueblo. Los fines de semana volvíamos a Macastre. Nos impactó muchísimo cuando se quemaron todas nuestras montañas. Hasta que no pierdes algo no aprecias lo que vale. El monte forma parte del paisaje que tu recorres cuando paseas por allí. Y de repente se incendia y desaparece.
La concienciación medioambiental me entró de golpe y con mucha fuerza. Veníamos todos los fines de semana con el grupo ecologista que montamos. Plantábamos árboles. Y cuando llegaba la tarde del domingo y teníamos que volver a Valencia, me entraba un bajón tremendo. Lo que yo quería era volver al pueblo, volver al medio rural. Entonces Carlos me pidió que le llevara a algún lugar atractivo de esta comarca. Y le llevé a la finca de Mijares, donde acabamos viviendo doce años. Vivíamos aislados, en diez kilómetros de radio no vivía nadie. Éramos muy jóvenes. Yo empecé con 26 años y Carlos con 30.

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Inma y Carlos en La Casa del Río Mijares, en 1997

Por qué se cerró la Casa del Río Mijares

Carlos.- Se cuenta todo en la página web “Casa del Río Mijares”. Era un proyecto muy interesante para la zona, pero el ayuntamiento no supo entender lo que estábamos haciendo. Habíamos partido de un contrato de cinco años, prorrogable anualmente. Al cabo de tres años vimos que el proyecto era viable, y a nosotros nos encantaba esa forma de vida. Además era bueno para el entorno y beneficiaba al ayuntamiento. Lo único que pedíamos era que en lugar de un arrendamiento anual, nos lo hicieran para treinta años, para amortizar inversiones y trabajo. Estuvimos ocho años negociando. Lo que buscábamos era una estabilidad que permitiera la incorporación de nuevos socios. Hicimos todo lo posible para que el ayuntamiento entendiera que si nos íbamos nosotros aquello se iba a quedar abandonado. No hubo acuerdo. Y al final nosotros nos resignamos a devolver las llaves al propietario, el ayuntamiento de Buñol. Desmontamos todo lo que habíamos hecho y nos fuimos. Les dejábamos el proyecto para que ellos lo gestionaran. No hicieron nada. Y poco a poco el abandono ha dado lugar al expolio. Aquello es hoy una ruina.

Cuando abandonaron la Casa del Río Mijares se compraron una furgoneta, la prepararon para vivir en ella, y se fueron a viajar por media España, en busca de experiencias interesantes. Después de doce años metidos en la casa, necesitaban saber qué había pasado fuera. Visitaron ecoaldeas, fincas biodinámicas, fincas ecológicas, proyectos de permacultura… Recorrieron la costa del Mediterráneo desde Andalucía. De Cataluña pasaron a Aragón y de allí a Navarra.

Una comunidad intencional

Carlos.- Vimos pocas ecoaldeas propiamente dichas, la verdad. Hay muchas acciones llenas de buenos propósitos que terminan fracasando. La ecoaldea más completa es Lakabe, en Navarra. Lleva muchos años. Es un pueblo abandonado que se ocupó en su día y se restauró. Hubo mucha presión de la autoridad para que se fueran, acusados de ocupar propiedades privadas, aunque estuvieran ruinosas y abandonadas. Ellos resistieron, restauraron el pueblo según las técnicas tradicionales, se procuran su comida, su ganadería, y desarrollan cursos de formación. Hoy es una realidad muy potente.
Hay muchas cosas que se llaman ecoaldeas que no llegan a serlo. Son proyectos de parejas, de tríos que no llegan a funcionar, es todo un proceso. En España no hay ecoaldeas, pero en Portugal e Italia sí. Pensábamos que los mediterráneos no sabemos vivir en grupo. Nuestra conclusión es que después de la Guerra Civil se hizo una limpieza de librepensadores en España, y las ecoaldeas solo las pueden montar personas con una mentalidad muy abierta, con muchas herramientas del librepensamiento. Ese germen quizá ahora está reapareciendo en España. Es muy complicado convivir con otras personas, hay que trabajarse muchas cosas personales. Los proyectos de ecoaldeas no funcionan por el tema de las personas. Nosotros estuvimos intentando montar otra ecoaldea en Cataluña, y al final vimos que no eramos el equipo adecuado, no había pegamento entre todos.

Curso de permacjltura en La Huerta del Boticario

Curso de permacultura en La Huerta del Boticario

La iniciativa de La Huerta del Boticario  pretende ser un catalizador para crear una comunidad intencional en la zona. Carlos e Inma desarrollan varios proyectos basados en su larga experiencia de vida rural basada en el autoconsumo y en la cooperación, y buscan recuperar el espíritu rural. Mencionan viejas historias de colaboración agrícola.

Carlos.- Cuando había que segar, todos iban a ayudar en la siega. Cuando había que construir una casa, la gente ayudaba a la construcción. Una comunidad intencional es un grupo de personas que nos reunimos con unos objetivos de colaboración y de ayuda. La Huerta del Boticario es un pequeño motor y un catalizador de este proyecto. Aquí tenemos muchos recursos. El monte y muchas huertas están abandonados. Hay cantidad de iniciativas posibles que podríamos generar: turismo, restauración, artesanía. Es un planteamiento de cara al futuro. Inma y yo nos encontramos en una edad y en unas condiciones que no vamos a tener jubilación ni prestación de ningún tipo. ¿Por qué no vamos creando ya una comunidad de ayudas mutuas? Los candidatos pueden ser de todas las edades, niños, jóvenes, mayores… Además es un futuro de baja energía.

Inma.- Esto ha empezado hace poco. Cuando nosotros dejamos la finca del Mijares fue en el 2009. Y al viajar por España nos dimos cuenta de que había muy poquitas ecoaldeas, y la única de verdad la de Lakabe. Hemos visto que a lo largo de estos últimos años ya hay más gente concienciada, la semilla empieza a germinar entre gente joven.

Carlos.- Nosotros queremos actuar de catalizadores. Nos avala nuestra experiencia variada: agrícola, de sensibilización, de convivencia… Cuando empezamos en Mijares no sabíamos resolver conflictos, teníamos que encontrar las soluciones sobre la marcha. Con los años hemos visto que hay unos procesos de facilitación, y hemos acumulado un componente muy interesante de relaciones humanas en nuestra experiencia en Mijares y en nuestros viajes.
Los conflictos pueden surgir de cualquier nimiedad. En uno de los lugares que visitamos se organizó una reunión para decidir si el estropajo se tenía que dejar dentro del envase con el agua y el detergente o fuera secándose. El argumento es que olía. Llega un momento en que hay tantos pequeños conflictos que el último, aunque sea nimio, colma el vaso.
Para resolver los conflictos hay que dominar técnicas de comunicación, de ponerte en la piel del otro, distanciarnos de nuestro ego, respetar las opiniones de los demás.
Inma.- O parar todo e impedir que un conflicto vaya a más. Hablar y compartir los puntos de vista.

Ala de permacultura en el hogar de Inma y Carlos. Fase teórica.

Aula de permacultura en el bello hogar de Inma y Carlos. Fase teórica.

¿Tienen Inma y Carlos una base ideológica, filosófica, espiritual o política?

Inma.- A lo largo de nuestras vidas nos hemos dado cuenta de que la mayoría de las propuestas agrícolas y filosóficas están inventadas y experimentadas, incluso por nosotros mismos. Antes de saber lo que era la Permacultura ya estábamos practicándola. Lo mismo vale decir de la llamada “ecología profunda”, es un pensamiento que también nosotros hemos desarrollado sin llamarlo así. El principio que utilizamos ahora es la “ética de la permacultura”. La permacultura dice cuidar a las personas, cuidar la naturaleza y procurar un reparto justo de los recursos. Si hacemos algo contraproducente, en cuanto lo percibimos, lo arreglamos. Vivimos en un paraíso, pero lo estamos destrozando. ¿Por qué no vamos a ser capaces de entendernos, de colaborar, de ayudarnos en un medio natural sostenible?

¿Se puede vivir de la Huerta del Boticario?

Carlos.- La producción agrícola es para nosotros un complemento. De momento estamos sobreviviendo. En Permacultura no se ponen todos los huevos en la misma cesta. La producción de verduras es una pequeña entrada de dinero. Comemos de nuestra huerta. Por otro lado ofrecemos visitas guiadas, hacemos viajes en el tiempo, que es una visita guiada para que la gente tome conciencia de que estamos llegando a una era prehistérica, es un viaje de la prehistoria a la prehisteria. Ofrecemos cursos de formación para que la gente pueda producirse su comida. Para ser realmente sostenible hemos de ser capaces de producirnos nuestra comida. Facilitamos formación para que la gente se haga huertos de autoconsumo: no utilizar combustible fosiles, no depender de insumos externos. Asesoramos a quienes quieren diseñar una parcelita o a quien quiera montar una comunidad intencional. Hacemos degustaciones, por ejemplo, en verano vamos a tener dieciséis variedades de tomates. El verano es una temporada estupenda para salir de la ciudad, venir a Macastre, un lugar tranquilo, conocer una huerta que genera armonía y belleza, y para degustar cosas que no vas a encontrar en otra parte.

A la vez Inma experimenta en su proyecto artesano como otro complemento más. Se apoyan en una variedad de recursos. Ahora están en la fase de darse a conocer, que la gente sepa que existen y que se pueden hacer cosas muy diferentes en beneficio de las personas y del planeta. De momento aguantan con sus ahorros, que son limitados

Con secciones de ramas de olivo, Inma crea colgantes a base de flores secas. También teje micro macramé.

Con secciones de ramas de olivo, Inma crea colgantes a base de flores secas. También teje micro macramé.

Inma.- Gastamos poco. Tenemos una casa y unas huertas que son nuestras. Y gestionamos de un modo espontáneo nuestro tiempo. Al vivir tantos años en plena naturaleza, me dejado fascinar por las flores. Empecé a cogerlas y a prensarlas. De esta forma se mantienen un montón de años. Luego empecé a hacer composiciones con ellas. En el albergue de Mijares creamos, dentro de la infraestructura existente, otra casa nueva donde había muchos puntos de luz. Y decidí hacer yo las lámparas con cañas, porque vivíamos al lado de un río. Las decoraba con las flores prensadas. Descubrí mi parte artística y artesana, aunque entonces no podía dedicarme por completo a ella, por las obligaciones del albergue y de la huerta. No pude montarme mi propio taller. Ahora, además de las flores hago micromacramé, y sigo haciendo lámparas ilustradas con flores.
Ahora en Macastre me he buscado un espacio en la casa, me he acondicionado un taller, y ya he empezado en serio a trabajar con las flores prensadas y hacer pequeños objetos decorativos. Corto tronquitos de olivo, que es un recurso local, y coloco en ellos las flores secas. Las flores son o silvestres o cultivadas por mí misma en el huerto-jardín.

Las flores que mima Inma.

Las flores que mima Inma.

Semillero de variedades locales

Inma.- Desde que empezamos a cultivar la tierra hemos estado en contacto con muchos abuelitos que trabajaron el campo. Llevamos 21 años recuperando semillas de variedades locales antiguas proporcionadas por estos abuelitos. Tenemos nuestro propio banco de semillas. Cojo las semillas, las limpio bien, las envaso, y cada temporada las renuevo, utilizando las envasadas y guardando nuevas semillas. Y luego voy preparando los plantones que utilizaremos.

Cuando se hace el diseño de una huerta se fijan en ella las variedades diferentes de modo que no se estorben unas a otras, por ejemplo, que se mezclen variedades por polinización mutua que quieres mantener. Hemos recuperado el tomate acostillado de Buñol gracias al padre de una de las personas que colaboró en el proyecto de Mijares, le llamamos acostillado porque forma como unas costillas. Lo conseguimos cosechar, y es para nosotros el mejor tomate del mundo. Tiene una piel muy fina, es superdulce y pesa como media un cuarto de kilo cada uno. Es una variedad difícil de transportar por la delicadeza de la piel. Pero la gente que viene a recoger sus cestas aquí, se los lleva y los consume enseguida.
Tenemos pimientos de asar de la Manchuela, con una carne gruesa y dulce. Pimiento cuerno, de la Canal de Navarrés. Calabacín de los Corrales de Utiel, una aldeíta. Cuando hacíamos cremas de calabacín en el albergue, los niños decían que llevaba queso, y era la pulpa del calabacín. Hemos recuperado de Aragón el maíz rojo, de color vino. La judía de entredacsa, que se planta asociada al maíz, y de la que se come el grano.

El semillero de La Huerta del Boticario, a cargo de Inma.

El semillero de La Huerta del Boticario, a cargo de Inma.

Carlos.- En los nueve meses que vivimos en Cataluña recogimos muchas semillas. Nos trajimos lechuga vilafranquina, del Penedés, la mongeta de cuc. Cuando salimos de Mijares, llevamos muchas semillas de variedades locales que habíamos recogido a Pep Roselló para que las tuviera en su banco.
Servimos verdura a cinco familias de Macastre. Trabajamos con tres hanegadas y media, incluidos los bosques comestibles. Nuestra producción es limitada. Además, las plantas en permacultura tardan un poco más en crecer, porque no es una tierra mullida que acoge bien las raíces. La planta tarda en entrar en comunicación con los organismos de la tierra. A cambio, hemos descubierto que tienen mejor sabor que en otras prácticas agrícolas.

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